De libros, libelos y persignados

Signos

Por Salvador Montenegro

Sí, pueden tener razón quienes descalifican los nuevos libros de la escuela pública básica y se los han repasado todos. La tendrán… por lo menos en lo relativo a los desperfectos técnicos y conceptuales que pueden adolecer, más acá de los presuntos retorcimientos ideológicos y los también presuntos agravios morales que, como herejías coloniales, acusan los inquisidores militantes que quieren verlos arder en la pira del Poder Judicial y de la opinión pública.

Lo cierto es que esa escuela y sus materiales pedagógicos, lo mismo que un sector de la privada y sus dogmáticas y clericales enseñanzas, han producido, en pasadas generaciones -y con el ingrediente tóxico, claro está, de su propia y particular genética-, pequeños asnos ejemplares que, a la postre, como en los vergonzantes casos universales de Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, ‘gobernarían’, gracias también a la naturaleza propia de una democracia tan enana y analfabeta como ellos y producida por la misma matriz intelectual y la de los subnormales que los llevaron al poder, Municipios, Estados y el país entero; eso, pues, y que no pocos de quienes condenan la edición actual de los llamados “Libros de texto gratuitos” y al Gobierno federal responsable de la misma, fueron felices con los regímenes de la más alta corrupción a su medida, como los del panista y el priista de marras, y fueron cómplices silentes del vasto analfabetismo integral y funcional sembrado y multiplicado en la nación entera, y de la industria mediática y cultural más libertina y poderosa sobre la Tierra -gracias a la protección del Estado mexicano igualmente a su medida-, los que, con el sometimiento complementario de la enseñanza básica a la mafia magisterial también más corrupta y poderosa del orbe -gracias, asimismo, al Estado mexicano y sus delictivos liderazgos-, hicieron de México uno de los países peor educados, más iletrados y más incultos e inciviles entre los de las principales economías y entre los llamados democráticos.

Porque, es cierto: la educación y cuanto, en general y en términos cualitativos y de valor, implica su contexto, no ha parado de degradarse; y como fundamento que es del desarrollo (científico, tecnológico, estético, humanístico, cultural, social y civilizatorio), nada más inequívoco que asociar esa derogación con, por ejemplo, la de las instituciones de seguridad y de Justicia y, por tanto, con el descontrolado crecimiento en espiral de la impunidad procesal, la reincidencia criminal, la violencia y la barbarie africana que, cual consecuencia de esa corrupción, prodiga la industria incontenible de algunos de los grupos criminales más sanguinarios del planeta; es decir, con la tolerancia y la complicidad del Estado ‘que nos hemos dado todos los ciudadanos’, como suelen decir las buenas conciencias inclusivas.

De acuerdo: con lo relativo y lo aceptable que -en su dimensión técnica y metodológica como recurso de la enseñanza formal- puedan ser las objeciones a los nuevos libros escolares y al Gobierno que los ha editado, habría que replicar que la falta del mismo tipo de sentencias y censuras en el pasado advierte, por lo menos, de dolosa parcialidad y oportunismo político y ánimo tendencioso de propaganda enemiga, para no hablar de otras flaquezas éticas y de las lacrimógenas mojigaterías catequistas que, de no ser tan patéticas, serían de risa loca.

Por ejemplo…

SM

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