La truculencia sobrerrepresentativa de las ‘pluris’

Pero qué necesidad.

Decenas de “representantes populares” más que los de un país mucho más del doble de grande, como Estados Unidos, y de una democracia liberal consolidada como la suya.

Representantes populares que no lo son sino en el formalismo constitucional porque en realidad representan sólo a sí mismos y a las cúpulas partidistas que los eligieron.

La representación proporcional y los legisladores plurinominales son más bien un invento democrático fraudulento legado por el totalitarismo priista más distintivo, que del mismo modo que derivó de un caudillismo traicionero que asesinó a los agraristas revolucionarios y secuestró sus banderas, hizo de la Constitución, la vida parlamentaria, el Poder Judicial y todas las soberanías republicanas, instrumentos de uso fáctico a su medida para perpetuarse como la ‘dictadura perfecta’ que al cabo dominó al país transmutada en cultura e idiosincrasia nacional. Y luego en el neoliberalismo privatizador (‘liberalismo social’ le llamó su fundador, el cínico de Salinas) y sustituto de aquel populismo absolutista anacrónico, sus partidos oligárquicos en el poder y abanderados del reformismo democrático de la nueva era se inventaron un montón de instituciones que denominaron ‘autónomas’ -pero cuyas dirigencias sus legisladores nombraron y moldearon a imagen y semejanza de sí mismos y de los intereses de sus partidos- para legitimar, en la apariencia de una masiva y costosa burocracia independiente comprometida con la transparencia pero sin capacidad de denuncia y consignación penal, todas las decisiones y reformas legales del supremo poder político del Estado nacional, orientadas, sobre todo, a saquear los bienes públicos y a entregarlos sin pudor a sus grupos empresariales preferidos y asociados (con el porcentaje de beneficios particulares correspondiente, claro está), haciendo de tan corrupto proceder el más transparente, constitucional y defensor de los intereses republicanos.

Y en la misma lógica rapaz de la democracia mexicana, donde la también fallida institucionalidad electoral -armada, asimismo, dentro del perfil del poder oligárquico legitimador de la corrupción empresarial y política- está impedida de conocer y sancionar los desvíos presupuestarios mayores con que se han financiado de manera ‘negra’ y con entera impunidad la mayoría de los procesos electorales y sus vencedores más condenables, en esa lógica se hizo lo que se quiso con la representación proporcional y con sus repartos de plurinominales entre partidos y alianzas, y donde los ganadores absolutos de la sobrerrepresentación parlamentaria de los partidos de la oligarquía que la legislaron en su favor y tan seguros de que nadie les ganaría -como nunca jamás creyó antes el PRI que perdería la jefatura absoluta del Estado- ahora se lamentan de que un liderazgo nacional democrático y popular y el más poderoso por su legitimidad en la historia del país, haya permeado con ese poder representativo a los partidos de la alianza que fueron a las pasadas elecciones con el suyo y haya hecho polvo a sus opositores y los haya reducido a minucias de sobrerrepresentación plurinominal desde una legislación constitucionalizada en la perversidad de las mayorías democráticas espurias del neoliberalismo oligárquico.

La queja opositora es del tamaño de las miserias democráticas y morales de la oposición.

¿A quién representan liderazgos como los históricamente señalados de gangsterismo político como Dante Delgado, Manlio Fabio Beltrones, Alejandro Moreno Cárdenas y similares, sino al oportunismo, la simulación y la depredación de los patrimonios y las virtudes nacionales?

¿Y es entonces ilegítimo e injustificado que el único liderazgo popular y el más democráticamente poderoso del país sea el único en su historia en oponerse desde siempre a la representación proporcional y se haya pronunciado a los cuatro vientos contra la promoción y la repartición de legisladores plurinominales, contra la reelección parlamentaria y de todos los cargos públicos, y por la integración de Legislaturas de sólo elección directa de los ciudadanos -como en las democracias liberales mayores- y en contra, por tanto, de esa sobrerrepresentación que hoy beneficia a los partidos de su alianza y de la que tanto acusan a él mismo los opositores perdedores y plañideros que fueron apaleados en las urnas y que antes inventaron y celebraron la astucia democrática de esa sobrerrepresentación parlamentaria que hoy condenan y denuncian y por la que tanto lloran, en la virtud de que jamás creyeron en la tunda electoral que les darían y en las nuevas reformas constitucionales -como la del Poder Judicial, la institucionalidad electoral y la eliminación de los organismos autónomos- que, por la vía del verdadero sufragio efectivo y del mismo modo que lo ocurrido el pasado dos de junio, harían polvo aquellas emanadas de la simulación democrática para amparar los despojos de la corrupción privatizadora oligárquica y neoliberal?

¿Y quiénes son los quejosos de la sobrerrepresentación favorable al movimiento obradorista que los hizo talco?; ¿no los que usurparon la elección presidencial del 88 con Carlos Salinas, el personaje más rico del mundo gracias a la conveniente repartición entre una treintena de familias de casi medio millar de las empresas públicas más productivas y rentables del país?; ¿no los que usurparon la elección presidencial del 2006 con Felipe Calderón, cuyo responsable de la seguridad pública del país ha sido declarado culpable en Estados Unidos de complicidad con el narcotráfico? 

SM

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