Tulum: la violencia que desmiente al alcalde

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La cosa pública

Por José Hugo Trejo Figueroa

En el municipio de Tulum, la inseguridad, el crecimiento del crimen común y del organizado, la extorsión cotidiana, el tráfico de drogas, los homicidios a plena luz del día y la descomposición del entorno social se han vuelto parte del paisaje. A todo ello se suma un desorden urbano galopante, con construcciones fuera de norma, tráfico caótico, invasiones irregulares y un colapso evidente en los servicios públicos. Esta es la realidad que enfrentan a diario los habitantes de Tulum, y también los turistas que comienzan a pensar dos veces antes de regresar.

Sin embargo, esta realidad se ve constantemente negada y maquillada por el discurso oficial del presidente municipal, Diego Castañón Trejo, quien con desfachatez y una oratoria que no resiste la evidencia, insiste en hablar de “orden”, “gobernabilidad” y “progreso”. La contradicción entre el dicho y el hecho es tan grande que ya no se puede ignorar: el discurso del alcalde ha quedado rebasado por los hechos y, en muchos casos, se ha vuelto ofensivo para una ciudadanía que vive con miedo y frustración.

Basta con revisar los titulares recientes: ejecuciones en zonas turísticas, balaceras en zonas residenciales, cobros de piso a comerciantes, y una Policía municipal rebasada y en muchos casos coludida. La famosa “zona de paz” que pretendió promover el gobierno municipal ha devenido en un espejismo mediático, sostenido por boletines oficiales y propaganda pagada, pero completamente desmentido por los datos y la experiencia diaria de la población.

Tulum no sólo vive una crisis de seguridad, sino también una crisis de gobernabilidad y planeación urbana. El crecimiento desordenado, los conflictos territoriales, la tala ilegal, la venta de terrenos en áreas naturales protegidas y la expansión de desarrollos sin control normativo son parte del mismo problema: un municipio sin rumbo, donde las instituciones parecen haber sido sustituidas por intereses económicos y políticos que operan en la sombra, con o sin el aval del Ayuntamiento.

En ese contexto, el discurso del alcalde no sólo resulta vacío, sino profundamente irresponsable. Gobernar no es repetir frases huecas en redes sociales ni posar para fotos con funcionarios estatales o federales. Gobernar es enfrentar los problemas con seriedad, asumir responsabilidades, corregir errores y tomar decisiones valientes. Y eso es precisamente lo que Diego Castañón no ha hecho.

Tulum merece un gobierno que reconozca la crisis que atraviesa, que no minimice la violencia, y que esté dispuesto a reconstruir con honestidad las bases de la seguridad y el desarrollo urbano. Mientras tanto, la palabra oficial seguirá siendo desmentida por la sangre en las calles y el caos en los planos.

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