Por Javier Ramírez
En la madrugada del 21 de julio de 2011 el transbordador espacial Atlantis registró el último vuelo de su historia. Como ya se había hecho costumbre, dada la privilegiada posición geográfica de la Península de Yucatán para observar el lanzamiento y reingreso de naves desde Cabo Cañaveral, en Florida, decenas de personas se desvelaron esa noche para ver por última vez al Atlantis, antes de ser retirado del servicio y puesto en exhibición en el Centro Espacial Kennedy, cerrando así la era de los transbordadores de la NASA, luego de 30 años de funcionamiento del programa.
Y es que un año antes, el Gobierno de los Estados Unidos, debido a una política de ahorro presupuestal, había decidido dejar en manos de las naves rusas Soyuz los lanzamientos que la NASA tuviera planeados en el futuro.
Pero mientras Estados Unidos cerraba la llave, en México un grupo de científicos mexicanos había comenzado a promover desde años antes la creación de una agencia espacial netamente mexicana, con el fin de permitir la entrada de México al negocio de los lanzamientos espaciales, en el que Quintana Roo tendría un papel preponderante.
AEXA, con varias sedes
Tras una serie de foros de consulta, iniciativas y reformas, el 13 de julio de 2010 el presidente Felipe Calderón promulgó la ley por la que se creó la Agencia Espacial Mexicana (AEXA), con un monto de apenas 10 millones de pesos para su operación en su primer año.
Fernando de la Peña Llaca, quien fungía como el principal promotor de AEXA, había adelantado que la Agencia tendría al menos seis sedes físicas, las cuales estarían en Hidalgo, Chihuahua, Querétaro, Yucatán, Quintana Roo y otro Estado aún por elegir.
La idea, dijo, era aprovechar las capacidades geológicas y geográficas únicas del territorio mexicano, en lugar de poner todo en un solo sitio. Así, mientras en los Estados del Centro se aprovecharía la altura para la observación, el sur, específicamente Quintana Roo, se convertiría en un centro de lanzamientos turísticos, gracias a que en comparación con La Florida, una base especial en la Península de Yucatán permitiría ahorrar hasta 10 por ciento en combustible y, en consecuencia, llevar 10 por ciento más carga.
Anuncio con bombo y platillo
Dos semanas después de la creación de AEXA, el entonces gobernador Félix González Canto confirmó que , gracias a la gran disponibilidad de agua y a su cercanía con el Ecuador, una de las estaciones espaciales sería construida en la Bahía de Chetumal, específicamente en la alcaldía de Calderitas, con una inversión de 120 millones de pesos.
Acompañado del astronauta José Hernández Moreno, adelantó que dicha base estaría compuesta por una plataforma de lanzamiento, una unidad de entrenamiento subacuático, un aeropuerto privado y el denominado Museo del Espacio, donde la gente aprendería sobre la historia aeroespacial de México.
Asimismo, confirmó que el cuartel general de AEXA estaría en Tulancingo, Hidalgo, mientras que en la Universidad Autónoma de Chihuahua se encargarían de la investigación y desarrollo de las futuras aeronaves.
González Canto agregó que con esta estación Quintana Roo atraería no sólo a empresas proveedoras de la industria espacial, sino también se convertiría en el primer Estado mexicano en ofrecer turismo espacial, lo que traería beneficios a toda la población, principalmente de la capital del Estado.
Calderitas, tenemos un problema
Los grandiosos planes para la Agencia Espacial no prosperaron: en 2011 no recibió presupuesto alguno pese a que se le habían prometido 100 millones de pesos mediante la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Y para el 2012, cuando por fin fue incorporado al paquete presupuestal, tan solo recibió 60 millones.
La agencia tenía grandes expectativas: una vez laborando al ciento por ciento de su capacidad, en un periodo estimado de cinco años, estaría posicionada como una de las seis agencias espaciales más importantes del mundo.
Pero en ese lapso simplemente no ocurrió nada.
Durante los cinco años de discusión y análisis que precedieron a la creación legal de AEXA, se dijo que la falta de un organismo de este tipo mantenía a México rezagado, fuera de acuerdos internacionales en materia espacial e incapaz de hacer investigación que deviniera en nuevos materiales, combustibles, desarrollos robóticos, entre otros temas.
Su presupuesto se ha mantenido prácticamente igual desde su arranque, agotado en gran parte en pago de nómina, cuando a una empresa como tal se deberían destinar, por lo menos, 100 millones de dólares, que es el presupuesto, por ejemplo, para la Agencia Espacial de Brasil.
Fernando de la Peña, quien fue uno de los principales impulsores de la agencia, terminó creando su propia empresa aeroespacial, denominada Aexa Aerospace, que es clave en las actividades de la NASA y del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Entrevistado sobre la situación del sector en México, comentó que en el país no existe la cultura de la innovación que impulse a los empresarios, quienes desde el principio lo tienen todo en contra. Si no es el sistema el que los hace caer, es Hacienda. México es un ambiente hostil para los emprendedores. Y sin embargo, afirma, es gente que viene de ambientes hostiles, como Elon Musk y Steve Jobs, quienes terminan “pegando” en Estados Unidos.
“El ambiente hostil ayuda a los empresarios a crecer porque literalmente ya estás expuesto a la adversidad, y si a eso le sumas un ecosistema como el de Estados Unidos que te ayude, es muy fácil ir al siguiente nivel”, expresó.
Apuntó que a la Agencia Espacial Mexicana (hoy con las siglas AEM) le falta mucho porque no tiene convenio con la NASA. Lamentó que aunque en el país existan empresas desarrollando sus propios aviones mexicanos, no puedan despegar porque el Gobierno nunca les otorga la licencia que requieren.
De la Peña lamentó que los planes que se tenían para AEXA nunca se concretaran, pues incluso la infraestructura que sí se tenía, como la Estación Terrena, situada en Tulancingo, hoy está en desuso, a pesar de que tiene todas las características para ser un centro de comunicaciones espacial.