
La cosa pública
Por José Hugo Trejo
Errada o no, la percepción que impera entre los cuadros dirigentes del Partido Verde Ecologista de México, PVEM, y de los usufructuarios del poder que ostenta y detenta en Quintana Roo, es que ya cuentan con la suficiente estructura territorial y arrastre electoral como para competir y ganarle al propio Morena en la elección por la gubernatura del Estado en 2027.
La apuesta ha sido muy clara desde que perfilaron e impusieron a Eugenio Segura como “Delfín” natural para competir en 2027 por la gubernatura del Estado con estructura propia, liderazgo territorial y una narrativa de eficiencia política que ha venido construyéndose desde el triunfo de la gobernadora Mara Lezama.
Este sentimiento de suficiencia no surge de la nada. El PVEM controla hoy más alcaldías que cualquier otro partido en Quintana Roo. Tiene operadores en casi todos los rincones de la entidad, y ha sabido colocar a sus cuadros en posiciones clave de gobierno, sin dejar de beneficiarse del cobijo morenista y, sobre todo, del arrastre que todavía representa la figura de Andrés Manuel López Obrador.
Pero la pregunta es otra: ¿tiene el Verde la legitimidad para desligarse de Morena y presentar candidato propio con arrastre suficiente para provocar un cisma en la base obradorista? ¿O su crecimiento es más bien una extensión pragmática del poder de Morena, administrada con habilidad política? O, ¿las lealtades adquiridas que impulsaron su crecimiento en Quintana Roo en las elecciones del año pasado, se la jugarán con un PVEM fuera de la alianza de la 4T y confrontado con Morena?
Son interrogantes que seguramente no resuelve aún el dueño de la franquicia Verde, Jorge Emilio González Martínez; por eso envía a sus marionetas a declarar sobre una autosuficiencia político-electoral que primero tendría que probar a sabiendas que el riesgo de hacerlo es muy alto y peligroso para él y los multimillonarios intereses que tiene en juego en casi todos los municipios de la entidad.
Frente a este escenario, la irrupción del empresario y político tabasqueño Rafael Marín Mollinedo parece responder más a una necesidad interna de Morena que a una ambición personal. Marín representa al morenismo fundacional, ese que muchos sienten desplazado por el avance del Verde. Su presencia en Quintana Roo —con tintes de respaldo presidencial y legitimidad histórica— busca equilibrar el juego político y mandar una señal clara: el obradorismo no está dispuesto a regalarle la sucesión al partido verde.
En ese contexto, el senador Eugenio Segura, promovido por el PVEM pero formalmente morenista, se encuentra en medio de un dilema. Si se convierte en el candidato de Morena con respaldo verde, será leído como una claudicación del partido frente a un socio que ahora quiere convertirse en actor dominante. Pero si rompe con el Verde, se quedaría sin la estructura que hoy le da viabilidad electoral.
La contienda por la gubernatura de 2027 podría no ser entre Morena y la oposición tradicional, sino entre dos visiones del poder dentro del propio oficialismo: la continuidad pragmática que representa el Verde y el rescate simbólico del morenismo original que encarna Marín Mollinedo. La disputa será silenciosa, pero profunda.
Porque en el fondo, lo que está en juego no es solo la candidatura, sino la definición de quién representa verdaderamente al legado político de López Obrador en un Estado que le ha sido históricamente leal.