El Cártel Jalisco Nueva Generación desafía al Estado y desfila con el rostro descubierto. ‘El Santo’ nunca se dejó desenmascarar

El bestiario

A la organización criminal CJNG ya no le dan miedo ni las cámaras ni que sus miembros pierdan el anonimato. La organización criminal ha realizado una marcha en pleno día en Aguililla, Michoacán, en una nueva exhibición de sus fuerzas y recursos. Unas imágenes tomadas entre el 1 y el 4 de julio y hechas públicas por la agencia mexicana Cuartoscuro muestran vehículos pesados de guerra y camuflaje militar, junto a los sicarios a cara descubierta luciendo chalecos con las siglas de la organización. El lugar elegido para el desafío al Estado es el pueblo de Nemesio Oseguera, alias ‘el Mencho, líder del CJNG y uno de los narcotraficantes más buscados por México y Estados Unidos, heredero mediático de ‘el Chapo’ Guzmán y el Cártel de Sinaloa. La localidad ha sido tomada frecuentemente por los narcotraficantes. Su desamparo ha llamado la atención incluso al Vaticano, cuyo nuncio apostólico en México, Franco Coppola, se desplazó en abril pasado al municipio y denunció la dejadez del Gobierno: “La mafia florece donde el Estado no está”, clamó.

El municipio de Agulilla, ubicado a 270 kilómetros al suroeste de Morelia, fue tomado por elementos del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) el pasado 5 de abril. Las cosas están lejos de tranquilizarse en Tierra Caliente. Pese a que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ordenó que fuerzas de la Guardia Nacional y del Ejército se desplegaran, la lucha armada entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Cárteles Unidos continúa. Los lugareños conocen a los vehículos modificados como “monstruos”. En las calles de Aguililla se han dejado ver en varias ocasiones como un alarde de las armas a las que tiene acceso el CJNG. En esta ocasión se han dejado fotografiar sin pasamontañas ni máscaras. Sus miembros, ataviados con chalecos antibalas y cascos, han desfilado con armas de asalto de gran calibre. Algunos se han atrevido a mirar directamente al lente fotográfico para dejarse retratar en un gesto desafiante. En otras ocasiones, los videos pixelados de sus exhibiciones de armamento como trofeos bélicos se distribuyeron por las redes sociales sin censura. Los miembros se identificaban en voz alta como “pura gente del señor Mencho”. Aguililla era también el escenario de ese desfile, en el que los “monstruos” se exhibían a plena luz del día como un premio que le habían arrebatado a Los Viagras, otro cartel local.

En imágenes capturadas por drones que volaban por la zona, se llega a apreciar que la organización ha hecho de sus cuatro siglas una marca impresa en el lateral de sus vehículos y hasta en los uniformes de los hombres al servicio de Oseguera, el hombre más buscado por la DEA. El autor de las imágenes ha pedido permanecer en el anonimato ante el temor de las posibles represalias. Las demostraciones de poder del CJNG en Michoacán han elevado la violenta tensión en la región, especialmente en Aguililla. Desde hace más de dos años, grupos narcotraficantes disputan a sangre y fuego los 66 kilómetros que comparten Michoacán y Colima con Jalisco. En los últimos meses se han intensificado los ataques ante la presencia del CJNG en la zona de Tepalcatepec, la tierra de José Manuel Mireles, el conocido líder de las autodenominadas autodefensas creadas para defender el territorio.

Santiago J. Santamaría Gurtubay

El pueblo del líder del cártel es el escenario repetido de las pasarelas de armas y violencia que ostenta la organización. Como nexo entre la sierra y la costa, Aguililla resulta clave para los grupos criminales. Las mafias tratan de controlar las rutas al litoral. No solo por las drogas, también por las minas de hierro de la zona y la riqueza maderera de los bosques. La carretera que une la cabecera municipal con Apatzingán amanece con zanjas cada pocos días, estrategia de los grupos en pugna para evitar el avance de sus contrarios. La lucha no es solo entre el CJNG, los Viagras y las autodefensas. El territorio es un campo de batalla mestizo de viejas mafias michoacanas y residuos de grupos de autodefensa, Carteles Unidos, que tratan de afianzar su posición en la sierra. Sus enfrentamientos se ceban en los desplazados por las balas y por los terrenos que les han arrebatado en un territorio emponzoñado por la ley del plomo y la droga. Una frase repetida mil veces no siempre se convierte en una verdad. Especialmente si la realidad se muestra tan rotunda, como los dos hombres crucificados, las masacres y colgados de puentes estas semanas en Zacatecas, la cacería de inocentes en Tamaulipas y el regreso de los peores tiempos de Tijuana (Baja California). Pero antes en Guanajuato, en Michoacán o en Guerrero. La lista de Estados con episodios de extrema violencia, controlados de facto por el crimen organizado y sus guerras intestinas cuestionan la estrategia de combate al narcotráfico por parte del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Y, sobre todo, refutan de manera tajante la máxima de su discurso: “El país está en paz”. Las acciones se realizan a cara descubierta, sin máscaras o pasamontañas, y ni tan siquiera con las mascarillas obligatorias contra la pandemia en Cancún, Playa del Carmen, Chetumal… y el resto de los Municipios de nuestro Quintana Roo. Los sicarios no tienen nada de ‘santos’, no tienen nada que ver con el mítico Rodolfo Guzmán Huerta, un luchador profesional y actor, un icono mexicanos en el País Vasco y España, durante nuestra niñez y adolescencia en el pasado siglo XX.

El Santo (Tulancingo, Hidalgo, México; 23 de septiembre de 1917-Ciudad de México, 5 de febrero de 1984) fue el nombre artístico de Rodolfo Guzmán Huerta. Su sobrenombre o apodo era ‘El Enmascarado de Plata’. En palabras de Carlos Monsiváis, El Santo fue “el rito de la pobreza, de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo que es la vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral”. Como luchador peleó de 1942 a 1982, periodo de cuatro décadas en el que nunca fue desenmascarado. Desde los años 50 en México era un héroe popular y un símbolo de la justicia para las personas, ya que su personaje trascendió el ámbito de la lucha libre y se transformó en un superhéroe al lograr un manejo muy hábil de su imagen en diversos medios masivos. Fue transformado hacia 1952 en héroe de historieta con la publicación semanal Santo, El Enmascarado de Plata ¡Una aventura atómica!, editada por José G. Cruz y que llegó a vender miles de ejemplares semanales. Pero El Santo se convirtió en un referente mediático internacional debido a su incursión en el cine en 1958, protagonizando 52 filmes en los cuales peleó contra distintos enemigos como hombres lobo, mujeres vampiro y extraterrestres. Dichas películas fueron un éxito de taquilla no solo en México, sino en gran parte de América Latina, Unión Europea y algunos lugares tan distantes como Líbano o Turquía. El género de luchadores fue inaugurado en 1952 por otro luchador profesional enmascarado, ‘El Médico Asesino’, en una película cuyo título fue, irónicamente, ‘El Enmascarado de Plata’. Pero no fue sino hasta 1958 cuando Santo se convirtió en personaje de cine, logrando un éxito arrollador puesto que venía precedido por el éxito logrado en la historieta que se publicaba desde 1952. Otras figuras del cuadrilátero como Huracán Ramírez, Blue Demon y Mil Máscaras también incursionaron en el cine, pero nunca tuvieron la fama de Santo, a quien podemos considerar el primer gran producto mercadológico surgido de la lucha libre. Después del fallecimiento de Rodolfo Guzmán, uno de sus hijos, Jorge Guzmán Rodríguez, adoptó la máscara de su progenitor, dándose a conocer como El Hijo del Santo.

Pueblos en llamas y matanza de civiles con dos hombres crucificados, la otra guerra del narco de la era de López Obrador

Familiares y amigos despiden a Ángel Fernando Ruiz Flores, joven fallecido durante el ataque de un comando armado en ciudad Reynosa, Estado de Tamaulipas (México). Los padres de una de las 14 personas que fueron asesinadas días atrás en varios ataques de grupos criminales en la ciudad de Reynosa, norte de México, reclamaron justicia por la muerte a sangre fría, y al parecer al azar, de su hijo. Cuando Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena, tomó el poder en 2018 prometió acabar con la guerra contra el narcotráfico que había sembrado de cadáveres el territorio nacional, una etapa oscura de ejecuciones extrajudiciales y enfrentamientos entre los cárteles de la droga que no solo no frenó al narco, sino que aumentó la cifra de sangre. Su eslogan de campaña, “Abrazos y no balazos”, prometía un modelo diferente por el que la población no pagara con su vida. No obstante, el presidente enfrenta una de las épocas más violentas de la historia del país. Casi 100 muertos al día es el saldo que soporta México, más grave incluso que en algunos de los peores años de la guerra contra el narco. Las escenas de terror observadas hace una semana muestran que aunque el mandato oficial es evitar el enfrentamiento del Ejército y los criminales, los ciudadanos continúan muriendo. Casi 15 años después de que el entonces presidente Felipe Calderón, del PAN, impulsara una cruzada nacional contra el crimen organizado, los cárteles y sus herederos siguen utilizando sistemáticamente el terror para someter a la población. La violencia como herramienta de poder. Y un país adaptado en lo general a altos niveles de estrés postraumático, según los expertos.

Los dos cárteles más poderosos del país, el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, tienen presencia en todo el territorio nacional a través de enviados o de bandas aliadas. Su capacidad de fuerza es tal que no solo se han infiltrado o tienen a sueldo funcionarios en diferentes puestos de la Administración, según la agencia antidrogas estadounidense (la DEA), sino que incluso, como el caso de Jalisco, se ha atrevido a atentar contra el jefe de Gobierno de la capital, Omar García-Harfuch. La era de los grandes capos de los noventa terminó tras la guerra y la persecución de sus cabecillas desmembró un sistema por el que pequeñas mafias locales son también capaces de los actos más atroces en sus municipios: el Gobierno de Texas pidió en abril considerar a los cárteles mexicanos dentro de la lista de organizaciones terroristas. La impunidad roza el 90%.

Un grupo de hombres armados dispararon al azar y mataron a 14 personas en Reynosa para ‘calentar la plaza’, en jerga del narco

La cifra de sangre se ha mantenido en una tendencia constante desde la llegada de López Obrador. Los homicidios no se han disparado, pues desde el Gobierno de Enrique Peña Nieto se soportaban esas cifras de violencia récord y la Administración obradorista celebra una cierta contención, pero la situación es crítica en algunos Estados. Guanajuato, por ejemplo, cuenta con más de 15,000 homicidios desde enero de 2018 hasta junio de este año, una entidad reconocida como tradicionalmente próspera y segura. Eso es, alrededor de 12 homicidios al día, en una población de seis millones de habitantes. “Hay algunos Estados donde la situación ya era preocupante y se ha agravado: como el caso de Aguililla, Michoacán, y municipios aledaños; o el caso de Tamaulipas con los eventos recientes. Pero hay dos focos importantes que se han disparado con el Gobierno de López Obrador: Zacatecas y San Luis Potosí”, cuenta el experto en seguridad Eduardo Guerrero al periódico español El País.

Zacatecas se ha convertido desde hace unas semanas en el epicentro de una violencia que no cesa. En Fresnillo fueron colgados de un puente dos policías estatales del Estado vecino, San Luis Potosí, que habían sido reportados como desaparecidos. Un enfrentamiento entre presuntos miembros del Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, continuaron su batalla por el control territorial hasta el municipio de Valparaíso, donde en un enfrentamiento más propio de guerra civil murieron acribilladas más de 18 personas. Algunos medios locales contaron hasta 35 cadáveres regados entre coches en llamas en la sierra. Y esta semana, la entidad registraba un nuevo rostro del terror: nueve ejecutados, dos de ellos crucificados, empalados a una cruz, espalda con espalda. El lunes 20 de junio, la localidad fronteriza de Reynosa amaneció desierta y muda. Sus habitantes soportaron ese fin de semana lo que en la macabra jerga del narco —incorporada ya al habla común— se conoce como “calentar la plaza”. Un grupo de hombres armados dispararon sobre una avenida al azar y mataron a 14 personas, además de dos mujeres que fueron secuestradas y amordazadas en el maletero de una de las tres camionetas que utilizaron ese día. En menos de dos horas acribillaron a una familia completa, trabajadores, estudiantes y vecinos con el único fin de utilizar la violencia y a la población como moneda de cambio para ejercer el control sobre la localidad. Calentar la plaza para echar a sus enemigos: el plan del narco que consiste en sembrar el caos mediante prácticas terroristas para llamar la atención del Ejército y debilitar a la banda rival que era dueña del lugar.

En México se utiliza la violencia como herramienta de control, “es muy barato en términos de consecuencias jurídicas”

El objetivo de los criminales de Reynosa —de los cuales al menos siete de los presuntos responsables han sido detenidos—, era arrebatarle el control del puente fronterizo Pharr a la banda de Los Metros (aliada con el poderoso Cártel Jalisco). Para ello, Los Escorpiones y Los Ciclones (escisiones del antiguo Cártel del Golfo) se aliaron y en apenas dos horas sembraron el caos en uno de los pasos clave hacia Estados Unidos. Para algunos expertos, como el politólogo y director del centro de investigación Noria especializado en temas de violencia, Romain Le Cour, episodios como el de Reynosa o como los municipios sitiados de Michoacán y Zacatecas, son una muestra de cómo en México se utiliza la violencia como herramienta de control. “Usar la violencia en México es muy barato en términos de consecuencias jurídicas. Se utiliza para regular la vida local, para imponer reglas. Cuando la utiliza el Ejército es con el mismo fin: cuando abate, asesina, manda un mensaje a los que están en frente. Y dice: el patrón soy yo”, señala Le Cour. “Lo que pasa es que el Estado no es nunca ausente, siempre está. Pero el tema es que con él siempre pueden negociar, a través del empleo de más violencia como amenaza o de corrupción. Pero cuando quiere frenarlo, lo hace”, añade.

“Cuando hablamos de guerra del narco creemos que hay dos bandos. Pero no es así”, apunta por su parte el periodista y experto en el Ejército mexicano Juan Veledíaz. “El primer objetivo de los cárteles siempre es controlar las policías y las fiscalías. Su control y extensión territorial consiste especialmente en ese punto clave”. Y señala un evento importante que retrató la estrategia contra el crimen que marcó el Gobierno de López Obrador: el Culiacanazo. El fallido operativo militar para detener a uno de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, Ovidio, en la capital de Sinaloa en octubre de 2019, mostró, según coinciden algunos expertos, lo que se ha observado después en los planes del Gobierno frente al narco. “Aquello exhibió una falta de conocimiento del terreno y que no hay una estrategia, que lo de ‘abrazos y no balazos’ es totalmente hueco, naif. Y es perverso porque te revela el dejar hacer”, apunta Veledíaz. Sobre ese punto, agrega Guerrero: “López Obrador estableció una línea de no confrontación directa con el narco, porque esa había sido una constante tanto con Calderón como con Peña Nieto. Entonces ordenó vigilar las zonas, pero eludir el conflicto. Y efectivamente, los indicadores muestran un descenso de masacres con la participación del Ejército. Pero el costo ha sido enorme: se han dejado a la merced del crimen una cantidad de territorios. Esto a la larga generará más violencia, porque habrá más competencia”.

Los ciudadanos asediados por los enfrentamientos entre cárteles ante la inacción de las autoridades deben adaptarse a la alta violencia

Un factor clave en esta semana negra ha estado relacionado con el cambio de Gobierno en algunos Estados y la debilidad de los gobernadores en otros, como por ejemplo, Tamaulipas. “Aprovechan para hacer más golpes porque la posibilidad de que esto quede impune es muy alta. Muchas veces los grupos ambicionan un espacio, un territorio para vender o guardar droga o extorsionar, pero no lo hacen porque el Gobierno está tras ellos. Pero si lo ven débil, ellos inmediatamente realizan tareas de alto riesgo, como lo que sucedió en Reynosa”, cuenta. El 6 de junio se renovaron 15 cargos a gobernador y aunque Tamaulipas no se encuentra entre ellos, su gobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, está en la mira de la Fiscalía General por presuntos nexos con el narco y lavado de dinero. López Obrador ha concentrado su esfuerzo para poner fin a la violencia en dos direcciones: un plan a largo plazo enfocado en la labor social, en la educación y mejores oportunidades para los jóvenes, carne de cañón para el crimen organizado; y otro, en el despliegue de su cuerpo estrella, la Guardia Nacional, formado por militares y policías federales, coordinado por la Secretaría de la Defensa, pero que todavía no ha logrado implementarse completamente por cuestiones jurídicas y conflictos de competencias entre diferentes administraciones.

La guerra que desde la tarima presidencial se niega, tiene además otras víctimas. Los ciudadanos asediados por los enfrentamientos entre cárteles ante la inacción de las autoridades deben adaptar su vida a unos niveles altos de violencia. En algunos municipios, como Reynosa, hay habitantes que no han conocido la paz y que revisan los grupos de WhatsApp o Facebook para saber si es seguro salir a la calle. Que el fin de semana del 18 de junio permanecieron enclaustrados por miedo a ser ejecutados por una bala perdida, que se asumen como una moneda de cambio perversa en el control de la plaza. La investigadora de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y doctora en Psicología y Antropología social Cecilia López Pozos, que ha estudiado las consecuencias psicosociales de la violencia en la zona del Altiplano mexicano, advierte de los efectos para las comunidades expuestas a estos niveles de estrés. “El tipo de violencia es la continuación de un código perverso en relación con el tipo de muerte. El modo de morir de los narcos o enemigos es un código terrorífico, y este código básicamente tiene un objetivo: por un lado, el control social; y por otro lado, someter a un miedo sistemático a toda la población”, señala.

La población llega a adaptarse a un modo de vivir que nada tiene que ver con la condición humana,  vivimos un trauma colectivo

La investigadora ha detectado “un repliegue social”, resultado de la persistencia prolongada de altos niveles de violencia. “Se ha perdido la confianza. Es una de las peores consecuencias. Se rompe la comunidad, hay una fractura social en la credibilidad entre todos nosotros”, explica. Además, la población llega a adaptarse a un modo de vivir que “nada tiene que ver con la condición humana”. Y concluye: “Estamos viviendo un trauma colectivo”. La ley del más fuerte se ha apoderado de Zacatecas y Tamaulipas como antes sucediera en Chihuahua, Baja California, Guerrero, Michoacán, Guanajuato. El saldo final de muertes a nivel nacional puede que concluya con un estancamiento, pues la cifra de 100 asesinatos al día es lo suficientemente alta. Desde la tarima presidencial se celebrará una “contención de la violencia”, como se ha hecho en los últimos meses. Pero los pueblos en llamas, la cacería de inocentes, la exhibición pública del terror con colgados de puentes y el último episodio reciente, dos crucificados en Zacatecas, alerta inevitablemente al Gobierno y al país de que más allá de los datos, la pesadilla continúa.

Ha habido pocos rincones del país que se escaparan estos días al terror de la violencia. México vive la etapa más sangrienta de su historia, pese a que de un mes a otro pueda aumentar o disminuir un pequeño porcentaje de muertes. La cifra es alarmante: casi 100 personas son asesinadas al día. Y lo que es todavía más riesgoso, la impunidad roza el 90% de los casos. Desde Zacatecas, pasando por Baja California, Nuevo León, Morelos y Tamaulipas, las escenas de guerra han sacudido a unos municipios que observan cómo los enfrentamientos entre cárteles de la droga sitian zonas completas sin que una autoridad logre frenar su poder. Algunos Estados se han reconocido incapaces de hacerles frente y el Gobierno federal insiste desde la tarima presidencial que el país “está en paz”. Mientras tanto, la realidad cruel toca de nuevo las puertas de Palacio Nacional. La localidad fronteriza de Reynosa amaneció desierta y muda. Sus habitantes soportaron el fin de semana el asesinato indiscriminado contra 14 vecinos. En menos de dos horas, acribillaron a una familia completa, trabajadores, estudiantes, vecinos…

Siete más fueron ejecutados en Valparaíso dentro de una casa, ante el espanto de cinco niñas, los criminales decidieron salvar la vida

En Zacatecas han sido colgadas más de cinco personas en puentes en esta semana. Dos de ellos, policías estatales de la entidad vecina, San Luis Potosí, que habían sido reportados como desaparecidos días antes. Este viernes, al menos 14 personas más fueron ejecutadas en el mismo Estado, en el municipio de Valparaíso, por un enfrentamiento abierto entre los dos cárteles más poderosos del país: el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, que mantienen sitiados algunas ciudades del Estado y pelean el control del territorio. Siete más fueron ejecutados dentro de una casa, ante el espanto de cinco niñas a quienes los criminales decidieron salvar la vida, pero grabar para siempre en su retina aquellas imágenes. La estela de sangre alcanzó también a Baja California, donde fueron asesinadas 11 personas en distintos puntos del Estado: Tijuana, Mexicali y Tecate. Cinco más fueron asesinados en menos de 24 horas en Tijuana, con lo que suman ya 159 asesinatos en lo que va de mes en la ciudad, según el conteo del periódico local Zeta.

Otro comando armado irrumpió en una fiesta de cumbia en Monterrey (Nuevo León), disparó a los que bailaban y asesinó a tres de los asistentes. Algo similar ocurrió en Jiutepec (Morelos), las imágenes de unos hombres armados abriendo fuego contra los clientes de un bar grabadas por la cámara de seguridad del establecimiento suponen un ejemplo más de que la violencia extrema e impune que sacude al país se puede desatar en cualquier sitio, en cualquier momento. Pues las consecuencias penales son casi inexistentes. Por estos hechos, excepto por el caso de Reynosa, hay ningún detenido.

El Gobierno mexicano lanza un sorteo para septiembre de las propiedades requisadas a los grandes capos y a funcionarios corruptos

Aparentemente, como dirían en México: la casa no tiene “ningún chiste”. Una fachada blanca con una reja negra, de la que asoman unas palmeras. Una planta, dos habitaciones, sala, comedor, cochera. “A siete minutos del parque de Culiacán”, reza el destartalado anuncio del Gobierno que ha tratado de subastarla desde hace años. El precio: 3,830,000 pesos (unos 163,500 euros). Y aunque ni la borrosa foto, ni el nombre, Casa en Culiacán, logran captar la atención de un posible comprador, lo realmente interesante es la historia que guardan esos muros. Fue en este domicilio donde un 16 de febrero de 2014 el entonces poderoso capo de la droga, Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán, toreó a la Armada mexicana. Mientras los marinos trataban de romper la puerta reforzada, el narco huía de ahí con su amante por un pasadizo secreto. El valor de esta casa se esconde en la bañera.

El Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado (Indep), una institución que ya existía para subastar los bienes requisados a los delincuentes, pero que cambió de nombre con el afán de Andrés Manuel López Obrador de publicitar la lucha contra la corrupción, ha anunciado una nueva rifa en la que se ofrecerán decenas de casas, artículos de lujo y hasta un palco en el estadio Azteca hasta 2065, en un sorteo de la Lotería Nacional previsto para el 15 de septiembre, Día de la Independencia. Después de la rocambolesca historia con la lotería del avión presidencial que finalmente nadie adquirió, el presidente redobla la apuesta con una cantidad de inmuebles que suman en total 250 millones de pesos (más de 10 millones y medio de euros), la mayoría requisados a narcotraficantes y funcionarios corruptos. Por un boleto de 250 pesos, usted puede vivir en la casa donde se fugó ‘el Chapo’. Sentarse en el sofá e imaginarse, sin necesidad de Netflix, que está dentro de uno de los capítulos de Narcos. También, si tiene suerte, puede adquirir otra propiedad con una historia menos truculenta, pero con más ceros: una enorme mansión donde su dueño original, Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, ―en los noventa aglutinó la mayor flota de aviones que regaba de cocaína colombiana las pistas de aterrizaje estadounidenses―, descansaba y organizaba fiestas en una lujosa zona del sur de la capital, El Pedregal.

El Chapo había agujereado ya gran parte de la frontera norte, la DEA no contaban con el túnel secreto bajo la bañera de la casa de Culiacán

La casa en Culiacán fue el principio del fin del imperio criminal del hombre más temido de México. Desde su primera fuga en 2001, del penal de Puente Grande (Jalisco) en un carrito de lavandería, según la versión oficial, El Chapo había pasado 13 años en busca y captura. Siempre cerca de sus tierras sinaloenses, custodiado por su gente y respaldado por la seguridad de ser el máximo representante del imperio de la droga más poderoso del mundo. El Gobierno de Enrique Peña Nieto se propuso acabar con él a principios de 2014. Y en febrero de ese año la Armada mexicana en colaboración con la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) puso en marcha un megaoperativo para capturar al enemigo público número uno del país. Le estaban pisando los talones. Para ese entonces, se calculaba que El Chapo había agujereado ya gran parte de la frontera norte. Solo en Baja California, Sonora y Chihuahua la DEA le atribuía a su organización un centenar de narcogalerías. Pero no contaban con el túnel secreto bajo la bañera de la casa de Culiacán, la que subastará en septiembre el Gobierno mexicano. Mientras los comandos de la Marina intentaban frenéticamente derribar la puerta de blindaje hidráulico, Guzmán Loera puso en marcha el mecanismo de fuga: accionó un resorte que levantó la bañera y se escabulló por un corredor metálico que desembocaba en las alcantarillas. Como esa, siete casas suyas en Culiacán estaban conectadas por esta red subterránea.

Esa noche, según el diario El Universal, El Chapo no estaba solo, huyó junto a una de sus amantes, Lucero Sánchez, conocida desde entonces como la Chapodiputada. El capo fue finalmente detenido unos días después, el 22 de febrero de ese año, en el departamento 401 del Condominio Miramar, frente al malecón de Mazatlán, en la costa de Sinaloa. Entonces estaba junto a su esposa y sus hijas gemelas. Eran las 6:50. Junto a una maleta rosa, un bote de champú y un montón de ropa desperdigada, había caído el delincuente del siglo. Se volvería a escapar en 2015 de un penal de máxima seguridad hasta que fue finalmente detenido en 2016 y extraditado a Estados Unidos en 2017. Las peripecias junto a la que fuera la diputada más joven de la historia de Sinaloa no acabaron en el domicilio de Culiacán, un año después de que el narco se fugara de la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano y sepultara la credibilidad del Gobierno de Peña Nieto, la reconstrucción oficial de sus últimas horas en libertad puntualizó que pasó la nochebuena de 2015 con su esposa, la reina de la belleza e influencer —ahora detenida en Estados Unidos— Emma Coronel, pero solo unos días después, y con todo el Estado enfocado en capturarlo, en Nochevieja encontró un hueco para celebrar el Año Nuevo junto a Lucero Sánchez.

La casa de otro de los capos de la droga es una de las joyas de la corona del sorteo. La mansión de El Señor de los Cielos se encuentra en la zona residencial de lujo del sur de la capital de México y dispone de más de 3,000 metros cuadrados. Aunque Amado Carrillo manejaba desde Ciudad Juárez (Chihuahua) el control de la droga hacia Estados Unidos, se calcula que poseía decenas de casas y mansiones de un lado y otro de la frontera. La que se puede obtener en septiembre está valorada en 77,260,000 pesos (unos tres millones de euros). El terreno requisado hace 20 años cuenta además con una piscina climatizada, nueve habitaciones, una casa de juegos para niños, saunas, jacuzzis y una cava de vinos. También, el que fuera el capo del cartel de Juárez y que muriera en una fatídica y misteriosa intervención quirúrgica, contaba en este mismo condominio con su propio salón de fiestas. Otro de los premios gordos de la Lotería Nacional es un exclusivo palco en el estadio Azteca, casa del club América, que se podrá disfrutar hasta 2065 y tiene un valor de 20 millones de pesos (casi un millón de euros). El lugar fue comprado por el Gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid, en 1984, y estaba a nombre de unos directivos de Pronósticos de la Lotería Nacional para uso y disfrute de la presidencia y sus amigos. “Siendo que no es función de Pronósticos comprar palcos para el uso de los funcionarios, y siguiendo la misma línea del presidente de no a la corrupción, se decidió que este palco tenía que ser rifado”, señaló la directora general de la Lotería, Margarita González Saravia en una conferencia de prensa. El espacio cuenta con 20 asientos, además de baño privado, cocina y cuatro plazas de estacionamiento. Según la información de El Universal, fue en este rincón del templo del fútbol mexicano donde en el Mundial de México 86, Diego Armando Maradona recibió de manos del entonces presidente Miguel de la Madrid la copa que reconocía a Argentina como campeón.

En total serán sorteados 22 inmuebles, que además de los mencionados, incluyen también más casas, terrenos y ranchos en Acapulco, Ixtapa y Zihuatanejo, en el Estado de Guerrero; León y Silao, en Guanajuato; Tlajomulco (Jalisco); así como en Ensenada, Baja California, y en las alcaldías Coyoacán y Benito Juárez, en Ciudad de México. Las autoridades han señalado que “en caso de que haya extranjeros con billetes ganadores, estos no podrán hacerse acreedores de los inmuebles que se ubiquen en las zonas fronterizas, playas y costas del país, de conformidad con la legislación aplicable”. En el caso de que un extranjero resulte ganador de una de estas propiedades, se le entregaría el valor del premio en efectivo.

El Santo es uno de los personajes más emblemáticos del cine mexicano. Su máscara plateada con la que combatió contra zombies y vampiros es inconfundible, pero, ¿quién podría reconocer a al actor sin ésta? Una exposición del director Guillermo del Toro, alberga una foto con el verdadero rostro del actor y luchador Rodolfo Guzmán Huerta. En la muestra ‘En casa con mis monstruos’, el cineasta mexicano dedica una esquina a El Santo, un personaje que admira y cuyas películas considera las mejores por incluir todos los géneros cinematográficos en una misma historia. Esta credencial de Rodolfo Guzmán Huerta revela cómo lucía el luchador sin su emblemática máscara. Fue emitida por la Asociación Nacional de Actores y es de los pocos registros fotográficos con la verdadera identidad de El Santo. El luchador nunca perdió su accesorio plateado durante alguna pelea e incluso aparecía con éste en entrevistas y eventos públicos. Su cara se volvió un misterio y generó el mito de que nunca se quitaba la máscara. El Santo interpretó un total de más de medio centenar de película 52 filmes que fueron un éxito internacional. Recuerdo algunos títulos como ‘El Santo y Blue Demon contra los monstruos’, ‘El Santo contra los zombies’, ‘El Santo y las mujeres vampiro’…

@SantiGurtubay

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