El escritor estadounidense, Ernest Hemingway, el Nobel por ‘El Viejo y el Mar’

Pinceladas

Entre los meses de enero y junio, las aguas cercanas al paraíso natural de la isla Contoy, se convierten en el hábitat perfecto para el hermoso y peculiar pez vela, gracias a que su poca profundidad y riqueza en plancton atrae a un tipo de sardina que para él, resulta un manjar. El comportamiento de esta especie y su presencia en el Caribe son noticia gracias la investigación encabezada por el buzo mexicano Alberto Friscione. “Hablando de una vida en armonía con el paraíso natural que es Cancún, es lamentable que la gente conozca esta especie como trofeo de pesca, en lugar de verla en su momento de gloria, destellando gamas tornasol mientras luce majestuoso en su letal cacería…”, nos comenta Friscione. “Este depredador, más que alimentarse, parece bailar en el agua, ya que con ágiles movimientos y el uso de su largo pico se abre paso entre la presa, creando grupos pequeños que conduce hacia la superficie para facilitar su ingestión. Este espectáculo se engalana cuando el pez vela abre su aleta dorsal, y cambia drásticamente de un tono opaco a destellos de plata y azul que nacen de su excitación y sirven, tanto para distraer a la presa como para avisar a su especie que atacará y no lastimarse entre sí”. Su contemplación es una oferta turística más natural y acorde con nuestro destino y sus ‘tesoros’, en la que destaca también el nado junto al tiburón ballena de Holbox, el tiburón toro en Playa del Carmen y los manatíes de Sian Ka’an. “Velo no lo Pesques”, es el lema del investigador y buzo mexicano Alberto Friscione.

Santiago J. Santamaría Gurtubay

Cancún es un destino turístico de clase mundial localizado en las costas del Estado de Quintana Roo, al sureste de México. Esta área es mundialmente reconocida por sus hermosas playas así como por las diversas actividades que se pueden realizar tales como el buceo, entre ellas la del nado junto al tiburón ballena… o las visitas a sitios arqueológicos de la región. La nueva oferta tiene un protagonista, el Istiophorus platypterus, quien con un peso entre los 50 y 100 kilos, es habitante de los mares tropicales y subtropicales cercanos a las masas continentales. Normalmente se encuentra en profundidades superiores a los once metros, pero son pescados ocasionalmente en profundidades menores y desde muelles oceánicos ya que generalmente se lo encuentra en superficie con la vela fuera del agua. Especie pelágica y migratoria, el pez vela usualmente viaja en solitario o en pequeños grupos. Al parecer se alimentan en aguas poco profundas a lo largo de las orillas coralinas. Es un pez carnívoro que come desde pequeños peces hasta corredores azules medianos. Es poco conocida su forma de vida. Su principal característica es su larga y alta primera aleta dorsal, la cual está compuesta de 37 a 49 elementos. La segunda aleta dorsal es muy pequeña con 6 o 8 rayos. La línea lateral es simple y prominente. Su pico es más largo que el del pez espada. Sus lados generalmente tienen barras verticales azul grisáceos pálidos con filas de puntos. La primera aleta dorsal en forma de vela es de color pizarra o azul cobalto con diseminación de puntos negros. Su actividad aumenta cuando el pez vela se encuentra cerca de la superficie alimentándose de calamares, atún, lisas, peces voladores y otros pequeños peces. Por su habilidad de pelea y sus acrobacias aéreas espectaculares es un buen trofeo para los pescadores deportivos, pero ya que se fatiga con facilidad es considerado como una especie de pesca ligera. Los métodos de pesca deportiva incluyen el ‘trolling’ con tiras de carnada, una lisa entera, muestras de plástico, plumas o cucharas así como también carnadas vivas. Hay una ley que prohíbe la carnada viva en la pesca deportiva…

Recientes marcas acústicas y experimentos de seguimiento sugieren que esta especie es numerosa y que la supervivencia después de ser capturados y marcados es buena. Aunque sus características indican que el pez vela del Atlántico y del Pacifico son la misma especie, algunos expertos no están convencidos de esto. Se ha pensado que algunos especímenes del Indo Pacifico tienen mayor tamaño que los del Atlántico, pero recientes estudios ponen en evidencia que los ejemplares del Atlántico Oriental son mucho más grandes que lo que se creía.

Se lo encuentra en los océanos Pacífico (California y México) y Atlántico tropical (al este de India). El pez vela del Pacífico sobrepasa los 91 Kg. y llegan a medir hasta tres metros. El pez vela del Atlántico es un poco más pequeño, normalmente llega a medir dos metros y a pesar unos 45 kilos. El pez vela es el más veloz de los peces marinos al alcanzar una velocidad de 30 metros por segundo, lo que supone unos 109 kilómetros por hora. O sea que podría atravesar a lo largo una pileta olímpica en menos de un segundo. Esta velocidad la logra gracias a un pedúnculo caudal muy poderoso, además se supone que la prolongación de su mandíbula superior es una ayuda para hender las aguas al favorecer su hidrodinamia.

Se lo suele confundir con el pez espada, con los que tiene en común sus espectaculares saltos fuera del agua, pero pertenecen a familias diferentes

Con sus tres metros de envergadura y sus cien kilos de peso es, además, uno de los animales más elegantes del océano. Frecuentemente se lo suele confundir con el pez espada, con los que tiene en común sus espectaculares saltos fuera del agua, pero pertenecen a familias diferentes. Lamentablemente, está considerado como el más noble de los peces que se pueden pescar ya que ofrece una gran resistencia al tratar, por medio de fuertes carreras subacuáticas y espectaculares saltos, de librarse del anzuelo que le perfora la mandíbula. El pescador, orgulloso de su presa, debe mantener firme el sedal para impedir que su víctima escape a la suerte a que ha sido destinada, la de un vano trofeo y un modelo para fotografiar en el muelle.

En 1963 se conseguían presas con un peso promedio de 120 kilogramos. Hoy se considera una presa excelente a la que llega a pesar 40 kilogramos, lo que demuestra que los ejemplares que se están pescando actualmente son juveniles y que la pesca indiscriminada no permite que los perseguidos peces vela consigan llegar a adultos. Los peces velas pertenecen a la familia de los Istiophoridae, en el orden de los peciformes. Los que habitan en el Pacífico se los conoce como Istiophorus orientalis y los que habitan en el Atlántico Istiophorus americanus

Cuando alguien habla del pez vela, en un momento u otro sale a relucir el nombre de Alberto Friscione, un veracruzano, nieto de genoveses

Entre las investigaciones para determinar la edad del pez vela, se encuentran algunas que se basan en el análisis de frecuencias de longitud para ejemplares del Atlántico y del Pacífico. También las que se basan en el conteo de bandas de crecimiento en la cuarta espina de la aleta dorsal de ejemplares del Atlántico. Otros trabajos se han basado en el análisis de otolitos hechos con el microscopio electrónico. La edad máxima gira en torno a los 10 años. Cuando alguien habla del pez vela en Cancún, en un momento u otro sale a relucir el nombre de Alberto Friscione, un veracruzano, nieto de genoveses, quien lleva más de tres décadas en Quintana Roo, investigando y enseñándonos del mar. Procedente de un lugar montañoso como es Jalapa, tardó 13 años desde su nacimiento en ponerse un visor en las aguas marinas de Veracruz. Estas quedaban a 130 kilómetros de su ciudad natal. “Cuando contemplé un fondo marino me dije, esto es lo que voy a hacer de mi vida”. Lo tenía claro el jalapeño cancunense. Director general de la empresa “Sólo buceo”, ubicada en el Hotel Dreams Cancún, en la Zona Hotelera, no tuvo reparos, hace décadas atrás con una sociedad menos sensibilizada con nuestros ‘vecinos’ marinos, en declarar abiertamente que no le gustaba la pesca. El nacer en ‘La Atenas veracruzana’ y en ‘La ciudad de las flores’ tuvo mucho que ver en su amor por la naturaleza y el/la mar, aunque su niñez estuvo marcada por arroyos y manantiales como Chiltoyac, Ánimas, Xallitic, Techacapan y Tlalmecapan; ríos como Sedeño, Carneros, Sordo, Santiago, Zapotillo, Castillo y Coapexpan; y mil y un lagos artificiales y algunos naturales.

El descubrimiento de la ‘danza’ del pez vela en las aguas de Cantoy no es fruto de la casualidad. Un lustro atrás, un pescador natural de Estados Unidos, Anthony Mendillo, afincado en Isla Mujeres, le habla por primera del ritual de la cacería del pez vela con los cardúmenes de sardinas que habitan los fondos del corredor biológico existente en las aguas de Quinta Roo. “Anthony Mendillo es el iniciador de esta actividad en el Caribe Mexicano. No es nada más que la verdad, además de ser lo correcto…”, nos matiza Alberto Friscione. En un inspección que realizaba Alberto al barco hundido en el cabo Catoche, entre Holbox y Cantoy se topa con decenas de pez vela ‘danzantes’. Contacta con biólogos, científicos, camarógrafos, amigos del mar de todo el mundo. “Wash don’t Cash” (Velo no lo Pesques), este es el slogan de la campaña en pro de la contemplación del pez vela.

Al pez vela no le importa la presencia del hombre cerca de él, siempre que se comporte con sigilo, como si entráramos en un templo religioso

“La sardina que habita nuestras aguas -nos explica Alberto Friscione, mientras nos tomamos un nuevo café en el ‘Starbourgs’ de la plaza Avenida de la Bonampak de Cancúnes el mejor alimento para el pez vela. Éste al ser pelágico no puede dar con las sardinas que están en el fondo del mar, protegidas. Logra llegar hasta ellas y obliga a un grupo de ellas a ir hacia la superficie. Aquí la sardina es muy vulnerable. Comienzan a hacer como una especie de agregación y giran sobre su eje. Comienza la cacería…”. En la pesca deportiva del pez vela está prohibido el uso de carnada viva… “El pez vela confunde esa carnada con los peces que ha logrado subir a la superficie. Hay barcos que han llegado a pescar hasta un centenar de piezas. Es normal que pesquen en una jornada entre diez y quince. Cuando las regresan al mar -los norteamericanos están más concienciados la mitad de los peces vela mueren, al tragarse el anzuelo, al ser destruido su pico, o por efecto del ‘stress’ vivido durante su captura… Es importante que defendamos este hábitat de los peces vela en nuestras aguas, optando por ese turismo ‘contemplativo’. Al pez vela no le importa la presencia del hombre cerca de él, siempre que se comporte con sigilo, como si entráramos en un templo religioso. Lo que tenemos en Quintana Roo es único en el mundo…”, nos recalca ilusionado Alberto Friscione. Una jornada junto al pez vela, incluyendo traslado en barco desde nuestra ciudad hasta Cantoy, desayuno y comida, refrescos…, tiene un coste de 160 dólares por persona, aunque los cancunenses y quintanarroenses pueden acogerse a ofertas especiales para ellos. “Sólo buceo” es el nombre de la empresa de Friscione. Sus teléfonos son (998) 8833979/8487070/8834852. Sus e-mails,tiburonpelon@hotmail.com y friscione@gmail.com En Internet puede acceder a www.solobuceo.com

El pez vela en el Caribe nos evoca a “El Viejo y el Mar” (The Old Man and the Sea), una historia escrita por Ernest Hemingway en 1951 en Cuba y publicada en 1952. Fue su último trabajo de ficción importante publicado en vida y posiblemente su obra más famosa. Aunque la novela ha sido objeto de numerosas críticas, es considerada como uno de los trabajos de ficción más destacados del siglo XX, reafirmando el valor literario de la obra de Hemingway. La novela ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones siendo la adaptación de 1958 protagonizada por Spencer Tracy una de las más populares y conocidas. En 1953 Hemingway recibió el Premio Pulitzer y el Nobel de Literatura al año siguiente por su obra completa.

Cuando el viejo regresa, el pez está totalmente irreconocible, los tiburones se han comido todas sus entrañas y ya no queda nada

La obra trata sobre un pescador, ya anciano, que se encuentra en una época en la que recuerda su vida pasada con amargura ya que se encuentra falto de suerte y con las fuerzas muy reducidas para seguir con su labor. El joven que ha estado trabajando con él, hasta que sus padres se lo han retirado por su mala racha, sigue siempre dispuesto a ayudar, cuidar y aprender de la experiencia del viejo, a pesar de que con su nuevo patrón suele obtener abundante pesca. Cuando los personajes están establecidos, nos adentramos en la aventura del viejo, que, tras 84 días sin lograr pescar nada, se adentra solo en el mar y finalmente encuentra un pez enorme, que solucionaría todos sus problemas, y que le devolvería la gloria de sus tiempos pasados. Tras mucho luchar y sufrir, consigue hacerse con el pez, que es incluso mayor que la propia barca. Durante toda su lucha, vemos como recuerda y echa de menos al joven que le ayudaba, y también recuerda sus épocas de joven.

Durante el camino de regreso a casa, el viejo se encuentra con varios tiburones atraídos por la sangre, que poco a poco van devorando al pez hasta dejarlo sin carne. Cuando el viejo regresa, el pez está totalmente irreconocible, los tiburones se han comido todas sus entrañas y ya no queda nada, solo su esqueleto. A pesar del aparente fracaso, el viejo, gracias a su hazaña, recupera el respeto de sus compañeros y refuerza la admiración del joven que decide volver a pescar con él.

Algunos críticos sostienen que, aunque nunca se alude en el libro específicamente a su nacionalidad, Hemingway deja suficientes pistas para deducir que el protagonista es un canario emigrado a Cuba en su juventud (por ejemplo, al hablar de sus recuerdos de la costa africana) y, debido a ello, argumentan que la lucha contra el pez es también un método para establecerse en la sociedad cubana. Como español, extranjero en Cuba y de ojos azules, su hazaña como pescador sirve como una forma de integrarse en la nueva comunidad. El escenario real de “El Viejo y el Mar” se sitúa en las aguas de la pequeña localidad de pescadores, Cojímar, a unos pocos kilómetros de la capital cubana, La Habana. Esos ‘mares’ están a apenas 120 millas de las aguas de Quintana Roo. En un barco pequeño como el que utilizaba Ernest Hemingway, “El Pilar”, uno puede hacer esa travesía entre Cuba y México, saliendo de La Habana, en un día y medio. Este dato ha motivado más de una vez, en más de una tertulia, el que algunos se atrevan a asegurar que el escritor norteamericano ‘también estuvo’ en Cancún.

Ahí da comienzo un viaje que pronto se convertirá en una lucha descarnada entre el mar, un pez vela y el propio Santiago

“Hay una historia o leyenda urbana que afirma que un pescador de Cozumel al que apodaban ‘La rana’ invitó a Ernest Hemingway a pescar en las aguas de la isla de la golondrinas… Esto es todo lo que se. De ahí a la realidad…”. Real o no, estamos convencidos que Ernest Hemingway, cuando ‘visite’ Cancún, no pescará el pez vela, y apostará por la nueva oferta turística que ofrecemos en Cancún y Quinta Roo. Ernest Hemingway (1899-1961) fue un escritor estadounidense que ganó el premio Nobel de literatura en 1954. Nació en Oak Park, Illinois y comenzó su carrera de escritor como periodista en Kansas City a la edad de 17 años. Sus experiencias en Europa alimentaron sus primeras novelas. Hemingway prestó servicio con una unidad de voluntarios de ambulancia en los Alpes en la Primera Guerra Mundial, vivió en París durante gran parte de la década de 1920 e informó sobre la Revolución Griega y la Guerra Civil en España. Su sensación con respecto a estos eventos derivaron en “Fiesta” (1926), “Adiós a las armas” (1929), y, en la que algunos piensan fue su obra más importante, “Por quién doblan las campanas” (1940). Hemingway dividió su tiempo en gran parte de la década de 1930 y 1940 entre Key West, Florida y Cuba. Fue un ávido campista cuyo interés en deportes como la caza, la pesca y los toreos se reflejaron en sus novelas y cuentos. En Key West y Cuba, Hemingway descubrió su pasión por la pesca deportiva que le inspiraría para el resto de su vida y que dio lugar a su increíble novela corta, “El Viejo y el Mar” (1951). Muchas de sus novelas, cuentos y su obra de no ficción son clásicos de la literatura estadounidense, inconfundibles por su moderación, prosa extra y caracterización auténtica.

“Era un viejo que pescaba solo en una barca en la corriente del Golfo y llevaba ochenta y cuatro días sin coger un pez”, comienza así la historia de Santiago, viejo, cubano y el protagonista de nuestro libro viajero de esta semana: El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. Hemingway escribió esta novela en una etapa donde su carrera literaria parecía haber llegado a su fin. Radicado en Cuba y con la salud un tanto mancillada por su adicción al deporte, creó la historia de Santiago, un viejo pescador que decide, tras una larga temporada sin capturas, ir más allá de su lugar habitual de pesca. Ahí da comienzo un viaje que pronto se convertirá en una lucha descarnada entre el mar, un pez vela y el propio Santiago.

“El Viejo y el Mar” plantea dos temas que fueron recurrentes en las letras de Hemingway: la pesca y el alto valor del fracaso

Y es que cuando hablamos de viajes, solemos pensar que estos nos llevaran a territorios lejanos, cuando la verdad es que un viaje comienza en esos lugares que desconocemos, aunque estén a tan solo unos kilómetros de nuestra zona de seguridad. “Mi decisión fue ir allá a buscarlo, más allá de toda gente. Más allá de toda gente en el mundo. Ahora estamos solos uno para el otro y así ha sido desde mediodía. Y nadie que venga a valernos, ni a él ni a mí”, reflexiona Santiago cuando comienza a luchar con el pez. En otras ocasiones hemos hablado aquí de viajes placenteros o extraños, pero este viaje es más bien inhóspito: solos, congelados en una lucha contra el otro, el pez y el viejo son a un tiempo enemigos y aliados en ese espacio aterrador y cautivante que es el mar. La pelea no da tregua y en algún momento Santiago piensa que él y el pez tendrán el mismo destino: la muerte, el viaje final.

Un personaje se suma: una suerte de verdugo enviado por el mar, una bandada de tiburones que devorarán al magnífico pez que Santiago ha logrado dominar. Cuando Santiago regresa a la costa, solo lleva los maltrechos restos dejados por los tiburones. Sin embargo, ha ganado. Está de vuelta y esos restos son el trofeo más preciado. “El Viejo y el Mar” plantea dos temas que fueron recurrentes en las letras de Hemingway: la pesca y el alto valor del fracaso. En muchos sentidos, esta novela es una suerte de “segunda parte” de la historia del capitán Ahab relatada por Herman Melville en “Moby Dick”: sencilla, corta y contundente, acaba por revelarnos la fragilidad del hombre ante las fuerzas de la naturaleza y hermanarlo con los seres que coexisten con él. “Moby Dick” fue llevada también al cine, en 1956, por John Huston y protagonizada por Gregory Peck. Este interpreta genialmente a Ahab, un dominador que busca venganza por su pierna perdida. Santiago solo busca vencer a su cuerpo cansado y viejo.

Tras lograr el Nobel de Literatura, mantuvo una relación de amistad con el gobernante Fidel Castro, el Comandante de Sierra Maestra

Hace unos cuantos días, un amigo cercano partió hacia Cuba y antes de hacerlo nos pidió recomendaciones para su viaje. Alguien dijo: ron, habanos, son cubano y mujeres cubanas. Le respondí: Quita de tu mente esas cuatro razones, eso te haría un imbécil en la Habana. Ve con el corazón en la mano, conoce a tus hermanos, camina las calles y lleva la mente muy abierta. El velo de la Revolución ha llenado de mitos nuestra visión de Cuba: mientras que muchos visitan la isla en busca de la utopía, otros lo hacen para regresar y contar lo mal que viven los cubanos. Hoy pienso en esta Cuba vivida por Ernest Hemingway, algunos años antes de la Revolución. En sus costas de Cojímar y Santa Fe, junto a La Habana, aún pueden encontrarse Santiagos, gente que dice siempre “la mar”. Así es como dicen en español cuando la quieren. Aunque hablen mal de ella siempre se refieren a ella como si fuera una mujer. Si en tus próximos destinos está Cuba, esta novela quizá te ayude a derrumbar los mitos, pero si no lo está, siempre será un placer sumergirse en sus páginas. Sigan pescando, hasta el próximo viaje.

Hemingway vivió casi 20 años en Cuba, en una casa llamada ‘Finca Vigía’, donde escribió esta novela. En 1952 sorprende con un breve relato encargado por la revista “Life”, “El Viejo y el Mar”, por el que recibe el premio Pulitzer en 1953. La historia narra la experiencia de un viejo pescador que ha tenido una mala racha y sale de pesca decidido a terminarla… Un año más tarde obtendrá el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra. Antes de recibir el premio, Hemingway repitió varias veces que “el premio pertenecía a Cuba” y después de recibir el Nobel dijo que era el primer “sato cubano que recibía este importante premio”. Hemingway mantuvo una relación de amistad con el gobernante de Cuba Fidel Castro.

Gregorio Fuentes no dudó en pintar de negro “El Pilar”, armarlo con una ametralladora e irse a cazar submarinos alemanes

En los primeros años de la década de los noventa del pasado siglo, editamos el primer número de la revista “Mar Caribe” en La Habana -hoy la hemos vuelto a reeditar en el Caribe Mexicano y en País Vasco-. Firmamos una empresa mixta en pleno ‘Período Especial’ con el Instituto Cubano de Hidrografía (ICH), empresa ligada al grupo turístico “Gaviota”. La aventura duró cerca de un lustro. En ese tiempo tuve la ocasión de conocer a Gregorio Fuentes, nacido en Lanzarote, Islas Canarias, el 11 de julio de 1897, y fallecido en Cojímar, el 13 de enero de 2002. Este pescador canario-cubano fue primer oficial de “El Pilar”, la barca perteneciente Ernest Hemingway. Emigró a Cuba desde la isla canaria de Lanzarote cuando tenía 10 años. En 1938, Fuentes remplazó al oficial de cubierta original de “El Pilar”, Carlos Gutiérrez. Gregorio Fuentes vivía en Cojímar, una aldea de pescadores en el este de La Habana.

Gregorio Fuentes sirvió como modelo para el viejo Santiago de “El Viejo y el Mar”. Gregorio Fuentes murió de cáncer en Cojímar en 2002 a los 104 años de edad. Como no podía leer ni escribir, nunca leyó “El Viejo y el Mar”. En nuestras tertulias con él nos pedía que le leyéramos pasajes de la novela. Sus risas, no lejanas a las carcajadas, a la vez que nos servían de excusa para descansar un rato, venían a confirmarnos que Gregorio se identificaba con Santiago. El Gregorio con el que compartí era Santiago, el que “llevaba ochenta y cuatro días sin coger un pez”. “No era lo usual, pero durante una temporada muy activa de huracanes estuvimos casi tres meses sin poder salir a pescar… Ernest fue más preciso. Escribió e hizo inmortales esos ochenta y cuatro”, nos confesaba el también ‘inmortal’ Fuentes. Su imagen presidió el cartel de presentación de la revista “Mar Caribe”, en su etapa cubana, con el siguiente lema: “Ernest Hemingway hubiera escrito en Mar Caribe”.

Todos los días podíamos localizar a Gregorio Fuentes en el restaurante “La Terraza”, donde tenía asignada una mesa para él. Era un ‘detalle’ del gobierno revolucionario hacia quien no dudó junto a Ernest Hemingway en pintar de negro “El Pilar”, armarlo con una ametralladora e irse a cazar submarinos alemanes. Esta es una historia para otra columna periodística.

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