El horror de un Estado criminal

Signos

Por Salvador Montenegro

100 mil desaparecidos (desde que se contabilizan, hace 15 años; los que no se contabilizan pueden ser más). 25 diarios ahora (15 con Peña, 6 con Calderón). 1 por cada mil 300 habitantes.

El nivel de impunidad es absoluto: no hay detenidos ni procesos penales ni condenas contra los culpables; no hay sometimiento armado del Estado contra los culpables.

El sistema de Justicia, la capacidad del Gobierno y la eficacia del Estado mexicano contra el crimen no son mejores que en naciones africanas inciviles, ingobernables y ensangrentadas como la del Congo, donde la mortandad es menor.

La pluralidad política y la democracia partidista atomizada han pulverizado la paz pública de los tiempos de la antidemocracia.

La narcoviolencia es más poderosa que las instituciones.

Las inútiles políticas de seguridad y la inoperancia jurisdiccional alientan el devastador poder del hampa.

Y si no se acaba con el salvajismo de la industria del narcoterror y el Estado no cumple con la encomienda esencial de garantizar la convivencia pacífica y los derechos fundamentales de los ciudadanos violentados por los delincuentes, lo de menos serán las culpas que se repartan entre ellos quiene gobiernan o han gobernado y son los principales culpables de la masacre del país.

Porque han sido y son cómplices de los sicarios y enemigos del Estado de derecho.

La barbarie identifica la calidad de la democracia, de la cultura, de las instituciones y de los liderazgos políticos y representativos del pueblo de México.

Y Quintana Roo ocupa uno de los primeros lugares de esa inmundicia criminal, y sobre todo Cancún, de donde ha emergido la candidata más fuerte para ‘gobernar’ la entidad caribe, por decisión del Presidente de la República que prometió un país libre de corrupción y del control en él de los grupos armados.

SM

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