Entonces, ¿el fin justifica los medios?

Signos

El fin son las reformas constitucionales que requiere el obradorismo para que un nuevo mandato presidencial de su fragua y aprovechando la fuerza de la popularidad de su máximo dirigente y Presidente de la República, desde una nueva legitimidad legal pueda procesar transformaciones estructurales e históricas sustantivas, configurando un renovado Estado de derecho y un poder político alternativo y capaz, en efecto, de ejercer, por fin, las grandes iniciativas populares que, los grupos opositores de interés, como miembros o representantes de las oligarquías y los monopolios que han privatizado y concentrado la riqueza y han hecho del país uno de los más desiguales e injustos del mundo, han regateado y soslayado siempre, y sobre todo en la era del neoliberalismo y sus más de tres décadas de dominio, en que siguen impidiendo, no obstante el izquierdismo obradorista, que se realicen.

El fin incluye, entre sus propósitos superiores, desmontar los privilegios atrincherados, por ejemplo, en la independencia y el soberanismo que una jerarquía vitalicia de Ministros y Magistrados, como tribunal constitucional supremo y como gobierno absoluto del Poder Judicial -como la de cualquier élite sectaria y autodeterminada- establece como intocables, entre ellos el derecho inalienable e iluminado de fallar y sancionar toda querella y todo proceso jurisdiccional a su merced e imponer todos los veredictos que a su juicio y en su particular entender son justos o convenientes, sin que nadie, nadie más, resuelva en otra instancia lo contrario y advirtiendo que toda intromisión en su fuero perpetuo y en sus asuntos cuasi particulares, como denunciar o censurar sus incontables atribuciones y fondos y prebendas y privilegios de jerarcas de Cortes del Primer Mundo porque sí, esa no es sino la condición en que se ancla su sacro papel de jueces imparciales e incorruptibles, esa intromisión politiza, sí señor, y desnaturaliza, tal diamante de autonomía y neutralidad que no debe perder, bajo ninguna circunstancia, su fulgor, diría el poeta, por más que lo manche el cieno (como el de la verdad que advierte que ser juez y parte no parece ser la más fiel y objetiva de las virtudes de la Justicia).

Que se renueve pues, el Poder Judicial, y que Ministros y Magistrados sean electos por sufragio general porque no hay otro modo de romper con esos vicios de soberanía constitucionalista, y que del mismo modo desaparezcan las instituciones autónomas o ‘ciudadanizadas’ que se integran bajo los intereses partidistas y los mayoriteos parlamentarios que no producen nada mejor a quienes negocian bajo la mesa los nombramientos de sus Concejos y emisarios en ellos para vigilar el funcionamiento de autoridades e instituciones que se entiende que son representaciones legítimas de los intereses populares, y que por tanto lo único que hacen es duplicar funciones y gasto público como todos los masivos y burocráticos aparatos y sistemas que dicen vigilar y transparentar los procesos electorales, y los demás de contraloría y fiscalización y anticorrupción de la misma matriz legislativa y los mismos vicios de los Poderes que los hicieron posibles para cumplir con su encomienda constitucional, esa costosa y ruinosa redundancia tan propia de la barbarie democrática moderna que no hace sino empobrecer el erario y encubrir la corrupción con la apariencia de la pulcritud en la que sólo dicen creer los cínicos y creen los descerebrados.

Y así, los objetivos de la vasta enmienda constitucional del obradorismo; la más profunda de cuantas en la historia se han promovido, porque, sí: la han saturado de tantas conveniencias, contradicciones y abstracciones tan absurdas e ininteligibles en cada circunstancia importante para los poderes fácticos de turno, que cuando los peores y más corrompidos Ministros de la Corte afirman que ellos sólo siguen al pie de la letra la letra constitucional, uno sabe que se refieren a la interpretación más a modo y que más conviene al sector de poder al cual se deben. La cuestión es que con el propósito de que las reformas esenciales se aprueben y se conviertan en las nuevas normas que el jefe máximo propone, hay que llenar el Congreso de la Unión con legisladores que hagan la gran diferencia mayoritaria. Y ahí es ‘donde la puerca tuerce el rabo’. Hay que agarrar parejo y conseguir a cualquier costo y lleguen de donde lleguen candidaturas verdemorenistas utilitarias que puedan garantizar el mayoriteo, aunque los nominados tengan más ‘cola que les pisen’ y estén más tiznados que la tiznada y sean o no emisarios del crimen organizado. Que la más promiscua ralea que antes hablaba pestes del Presidente y ahora canta sus milagros redentores suscriba a la hora de la hora de las vainas la transformación histórica de la Carta Magna y posibilite el tránsito al mejor de los mundos posibles de la nación donde para el bien de todos primero los pobres. Claro que esa variopinta marabunta parlamentaria sin ley exigirá, sin escrúpulo ninguno, pagos de la más nociva y delictiva índole que habrían de arar, con hondo escarnio, en el programa moral de la causa de la transformación nacional, que quiere superarse con la histórica y vanguardista reforma constitucional.

De modo que ¿el fin justifica los medios? 

SM

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