Asesino de animales, suelto en Bahía Azul de Cancún.

El Bestiario

Un psicópata volvió a regar veneno en sus jardines de la calle Estuario. La inacción de nuestras autoridades municipales, estatales y federales ha desatado una ‘caza de brujas’ entre los propios vecinos… No ocultan sus miedos. Un desalmado anda suelto. Todos sospechan que es un propietario o residente. ¿Es usted el asesino? Mascotas y animales silvestres que viven en sus casas y apartamentos o ‘visitan’ antiguos territorios suyos donde sobreviven antes de ser desalojados por burbujas inmobiliarias han aparecido muertos en los jardines comunitarios, donde juegan a diario niños de corta edad… En los manglares que blinda este territorio nadie quiere meterse. Sospechan que se han convertido en auténticos cementerios de ‘missing cats’. El terrorífico saldo: 12 gatos y otros tantos ‘desaparecidos’; varios perros, el último un dálmata; así como un sinnúmero de animales silvestres entre tlacuaches, coatíes, ardillas… Muchas ranas, a pesar de las lluvias caídas, han dejado también de croar, uniéndose al concierto de maullidos y ladridos y otros lenguajes de esta Torre de Babel. Los dueños retienen a sus canes y felinos en sus hogares, en un obligado ‘arresto domiciliario’. Los niños ya no son los dueños de las tardes. Es la otra pandemia que se repite desde hace una década atrás, sin que los administradores del lugar ni nuestras élites políticas, hayan avanzado un ápice en dar con el psicópata, neurótico, desequilibrado, lunático, demente, trastornado, perturbado, loco… o con la o los o las “que son vecinos de Bahía Azul”.

Estamos ante un nuevo ‘silencio’. Es el ‘El silencio de los gatos, perros, tlacuaches, coatíes, ardillas…’. Evocadora frase de “The Silence of the Lambs” (El Silencio de los Corderos en España, y El Silencio de los Inocentes en Latinoamérica). Película estadounidense de 1991 de género thriller y terror. Dirigida por Jonathan Demme, presenta a Jodie Foster, Anthony Hopkins y Scott Glenn en los papeles principales. Han pasado 29 años desde que se estrenó la película ‘El Silencio de los Inocentes’, la que no tardó mucho tiempo en convertirse en un verdadero clásico del cine. Esta cinta, protagonizada por Jodie Foster, Scott Glenn y Anthony Hopkins, se transformó en la primera producción de terror en obtener el Oscar a la mejor película. Y a pesar del tiempo que ha pasado desde que aterrorizara los cines de todo el mundo, se siguen conociendo nuevos detalles que nos recuerda el genial resultado que logró el director Jonathan Demme. Quienes vieron este film -asumimos que la mayoría de los que disfruta del séptimo arte- de seguro recuerdan la perturbadora confesión que Hannibal Lecter realizó a la detective Clarice Sterling. “A census taker once tried to test me. I ate his liver with some fava beans and a nice Chianti”, le menciona con su penetrante mirada el brillante, pero caníbal, psiquiatra a la agente del FBI, lo que traducido al español significa: “Uno del censo intentó hacerme una encuesta. Me comí su hígado acompañado de habas y un buen chianti (vino tinto)”. No obstante, un usuario de la red social Reddit descubrió que Thomas Harris, autor de la novela original que inspiró la película, no escogió esta frase al azar. “Una gran línea del Silencio de los Inocentes que todos conocen. Pero la mayoría no se dio cuenta que el doctor Hannibal Lecter estaba haciendo una broma clínica”, escribió el usuario mrcchapman. “El tratamiento de Lecter podría haber estado basado en drogas conocidas como inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO). Como psiquiatra, Lecter sabía esto”, agregó. Por razones médicas, quienes toman estos fármacos deben evitar consumir hígado, habas y vino, entre otros. Como una aprendiz del FBI, Starling probablemente no se dio cuenta que lo que Lecter estaba haciendo era divertirse con su propio chiste, además de admitir que no estaba tomando sus medicamentos. La combinación de hígado, habas y vino, con estos inhibidores, puede ser fatal. El film está basado en la novela homónima de Thomas Harris, escrita en 1988 como secuela de “El dragón rojo” (1981), del mismo autor, que relata la historia de Hannibal Lecter, un brillante psiquiatra y a la vez asesino en serie y caníbal.

Los afectados de estas muertes felinas en nuestra ciudad de Cancún eran de presentar denuncias ante la autoridades policiales y judiciales; se revisan las imágenes de las cámaras instaladas, pero como podía ser de otra manera, éstas no recogen imágenes de ningún sospechoso o sospechosa; una colonia de coatíes, diezmada años atrás con estricnina, corre peligro… Nuestra seguidora Sara Rincón Gallardo, nos escribe desde Twitter y Facebook: “Santiago tienen que ir a la Fiscalía y al Centro Canino a poner la denuncia y también en Ecología, Profepa y Secretaría de Salud. Solo así les harán caso. Es un ecocidio. Es delito federal…”. Me aportó su teléfono personal. Hablé con algunos afectados. Me iban a aportar pruebas gráficas de los gatos muertos. Les he estado esperando una semana. Era importante que la Justicia tomara cartas en el asunto. Las falsas sospechas, la venganza cruel, el señalamiento ilegal de algunas vecinas ‘locas’…, con carteles amenazadores, depósito de diez kilos de mierda de perro en un portal de la propia calle Estuario, el apuñalamiento con una navaja de una de las ruedas de una furgoneta familiar aparcada en una propiedad…, se adelantaron. Estamos en una auténtica ‘caza de brujas’, donde la impunidad parece haber transformado a Bahía Azul en un escenario de otra mítica película estadounidense, “La jauría humana” (The Chase), de 1966, del género drama, dirigida por Arthur Penn, con Marlon Brando, Robert Redford y Jane Fonda. Basada en una historia de Horton Foote, el guión fue escrito por Lillian Hellman. En un pueblo del sur de los Estados Unidos, el regreso de un prófugo de la justicia condenado injustamente, desata el caos. El sheriff, interpretado por Marlon Brando, debe lidiar con los personajes siniestros del pueblo y sus miserias. Frecuentemente asociada con el filme “Perros de paja”, de Sam Peckinpah, “La jauría humana” es una de las obras máximas de Marlon Brando, el mítico Vito Corleone de ‘El Padrino’ de Francis Ford Coppola…

Santiago J. Santamaría Gurtubay

El 7 de diciembre del 2016 escribí esta columna, con el título: ‘La gran matanza de gatos’ de Robert Darnton. Meses atrás fueron hallados los cadáveres de otros gatos y un perro blanco. -Este último vivía en una casa donde sigue residiendo uno de los gastos envenenados, el 19 de junio de 2020, salvado merced a una atención veterinaria. El sobreviviente se llama Gaspar-. Estábamos cuatro años atrás ante unos asesinatos selectivos, en el jardín por donde transcurre un camino que une Estuario y Estero, producto de rencillas personales no sometidas a catarsis, olvido. Catarsis es una palabra descrita en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles como purificación emocional, corporal, mental y espiritual. Mediante la experiencia de la piedad y el temor, los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones. En la medianoche del 20 de junio del 2020, pudimos comprobar que el silencio de la muerte es aterrador. Vecinos con linternas llamaban a sus mascotas. No hubo respuesta alguna. En una furgoneta, un guardia de seguridad intenta sacar el cadáver de un felino que fue a refugiarse en el interior de su motor, queriendo librarse de los síntomas del envenenamiento. Era el otro Covid-19 en Bahía Azul… Recopilemos: Exterminio una colonia de coatíes, una década atrás; atentados selectivos contra varios gastos y un perro blanco, hace un lustro; colocación de platos de plástico con comida con una matanza masiva de gastos y tacluaches, tres o cuatro años atrás; y ahora ese nuevo ‘holocausto’… La sed de venganza de algunos dueños de mascotas debe ser ‘hidratada’ con una investigación de nuestras autoridades. “Vamos a dejarnos de llamarnos Juan, Pedro, Mateo, Lucas, Luis…, si no le encontramos al hijo puta que ha hecho esto”, coincidían al unísono algunos padres de familia. Otro vecino bromeaba casi clandestinamente, en voz baja… “A este paso vamos a tener que trasladar la oficina del Registro Civil para proceder al cambio de tanto nombre anunciado”. Este relajante comentario puede hacerse realidad. Ha pasado una semana y no hay más que acusaciones sospechosamente paranoicas. Hay razones objetivas para justificar esa paranoia social. Además a los paranoicos también les persiguen.

La tensión vivida en el Fraccionamiento de Bahía Azul, cercano a Puerto Cancún, ha desatado un clima de acusaciones públicas… Tres carteles fueron colocados a la entrada de Estuario. Los nombres a los que iban dirigidos sus perturbadores mensajes se dieron a conocer mediante rumores públicos. La primera acción en contra de los ‘señalados’ fue el depósito en el portal de su vivienda, de casi diez kilos de mierda de perro. La Justicia debe imponerse a la venganza. Hay que darse prisa para defender esta máxima. La psicopatía y la paranoia están haciendo efecto e imponiéndose en este lugar pleno de vida. La necrofilia parece imponerse. Hay que evitar males mayores. Este 18 de junio, la familia ‘marcada’ se encontró con unas de las ruedas rajadas, con alguna navaja. Los padres de dos niños se dirigieron hasta la caseta de seguridad residencial donde les recalcaron que ellos no se iban a meter en la bronca, pues era un ‘tema de índole personal’. Otros vecinos lanzan acusaciones contras otras personas, sin pruebas demostrables. La Justicia, con sus agentes y jueces, es la única capacitada y con poder cedido por los propios ciudadanos, para aplicar las leyes del Estado de Derecho, sigue ausente, peligrosamente ausente.

Vecinos piden a la alcaldesa Mara Lezama “una urgente investigación y no vaya a mayores el clima de sospechas y denuncias falsas”

Hablamos este viernes, antes de preparar esta columna, con los vecinos objetos del ataque contra su furgoneta, mostrándonos su seria preocupación por lo ocurrido. Eran de dirigirse a la alcaldesa Mara Lezama “para pedirle una urgente investigación y no vaya a mayores el clima de sospechas y denuncias falsas en el seno del vecindario”. Recalcábamos desde días atrás de la necesidad de se abra una indagatoria policial, judicial, administrativa ante lo que estaba ocurriendo… “Temo por mi familia, por mis dos hijos. Además de la pandemia nos preocupa seriamente lo que está ocurriendo con este asunto del envenenamiento y acusaciones contra nosotros sin prueba alguna”. Mientras tanto las familias de los gatos y perros siguen llorando a sus mascotas, como al bello gato ‘Bes’, quien murió en las puertas de su casa, donde buscaba refugio…y compartía espacios con amigo, el perro ‘Huevo’.

Desde su título, es muy probable que este artículo provoque rechazo -o cierto gusto morboso- pues los gatos siempre han suscitado admiración y respeto, pero también recelo y repulsión. Contra lo que parece, este texto aborda el ánimo que existía entre la población francesa durante el siglo XVIII y sobre qué ideas se construyó la tan admirada revolución de la “libertad, igualdad y fraternidad”. Este trabajo del director de la revista mexicana Algarabía, Carlos Bautista Rojas, nos narra lo que ocurría en París, Francia, en la década de 1730… “Armados con mangos de escobas, varillas de las prensas y otros instrumentos de trabajo, un grupo de hombres persiguieron a todos los gatos que pudieron encontrar en los techos y en las cercanías de la imprenta donde laboraban. Apalearon a cuanto felino les salió al paso y, a los que no mataron durante la persecución, los metieron en sacos para luego ‘someterlos a un juicio público’ con guardias, un confesor y un verdugo. Después de declarar culpables a los animales y darles los ‘últimos sacramentos’, los remataron en patíbulos improvisados. Lo más relevante de todo esto no fue la crueldad ni la saña de quienes perpetraron esta matanza, sino el ánimo con que la realizaron: ahogados en risas y en un ambiente festivo que, meses más tarde, cuando en el taller querían divertirse un rato -o burlarse de sus patrones-, hacían representaciones paródicas de ese momento…”. Por supuesto, a nosotros, lectores del siglo XXI, este relato podrá producirnos todo, menos risa. Máxime si uno es vecino de Bahía Azul. Todos recuerdan a los cientos de coatíes diezmados con estricnina.

Desde la Edad Media, un gato blanco podía ser tan maléfico como uno negro para protegerse de sus infernales intenciones, los mutilaban

Desde las primeras civilizaciones, los gatos han originado las más contradictorias pasiones. Cuando un gato moría en el Antiguo Egipto, sus “dueños” -la autosuficiencia de los gatos y su instinto de cazadores les impide ser mascotas de nadie- se rasuraban las cejas en señal de luto. No es casualidad que esta veneración de los egipcios fuera censurada por el pueblo hebreo; de ahí que los perros sean mencionados más de 40 veces en la Biblia, mientras los gatos sólo dos y con referencias negativas. Siempre se han atribuido rasgos o cualidades humanas a los animales; esta ambigua postura ontológica le ha dado a, por ejemplo, puercos, perros, bueyes, gatos… un poder oculto asociado al tabú. “En la Francia del siglo XVIII -se describe en ‘La gran matanza de gatos’-, los gatos tenían bien definido su lugar; desde la Edad Media eran señal de brujería sin importar su color, raza u hora del día en que salieran al paso: un gato blanco podía ser tan maléfico como uno negro. Para protegerse de sus infernales intenciones había un ‘remedio’ antiquísimo: mutilarlos. Por eso era frecuente que los gatos fueran apaleados o quemados por campesinos y, si se descubría que alguna mujer aparecía con golpes o moretones inexplicables, de inmediato era sospechosa de ser bruja, pues esos golpes eran ‘prueba irrefutable’ de que se podía transformar en gato. Además de sus asociaciones demoniacas, los felinos también eran responsables de infinidad de desgracias: impedir que la masa creciera cuando entraban a una panadería; de matar a los bebés mientras éstos dormían; podían echar a perder la pesca si los pescadores se topaban con uno en su camino… Pero si se enterraba un gato vivo en un prado, éste podía librarse de la mala hierba. Paradójicamente, aunque la percepción popular de los gatos era abominable, también tenían la función de proteger casas, de ahí que en la mayoría de los muros de la época medieval se encuentren esqueletos felinos en su interior. A los habitantes de París les gustaba meter gatos en sacos y arrojarlos al fuego: un ‘ritual mágico’ para invocar a la buena fortuna…”.

Registros de matanzas -y juicios- hacia animales pueden hallarse en la literatura -desde El Quijote de Miguel de Cervantes, en el siglo XVII, hasta Germinal de Émile Zola, a finales del XIX- como una práctica común e incluso ‘divertida’. En tiempos de François Rabelais, el de los gigantes Pantagruel y Gargantúa, era de lo más cotidiano que los niños se entretuvieran atando gatos a un palo y luego los asaran en una hoguera. De ahí una expresión popular que todavía hace medio siglo se usaba en Europa: “paciente como un gato con las patas quemadas”. Durante los carnavales, la Cuaresma o festivales como el Mardi Gras, se torturaban y asesinaban gatos para evitar que éstos organizaran aquelarres de brujos. En Borgoña, mientras se hacía burla a un cornudo -algo parecido al bulling actual- los jóvenes se pasaban de mano en mano un gato al que le arrancaban mechones de pelo para que maullara de forma dolorosa. A esto le llamaban faire le chat: “tocar el gato”. La chatte, en la jerga francesa, significa lo mismo que pussy -genitales femeninos- en inglés: parte de la simbología sexual que se le ha atribuido siempre a los felinos.

Antes de la Toma de la Bastilla y la Revolución Francesa, se pensaba que para aliviar los cólicos se debía tomar vino con excremento de gato

La toma de la Bastilla se produjo en París el martes 14 de julio de 1789. A pesar de que la fortaleza medieval solo custodiaba a siete prisioneros, su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución Francesa. En los años precedentes las grandes imprentas apoyadas por el gobierno eliminaron la mayoría de los talleres pequeños y una oligarquía de patrones controló la industria. Con esto, se deterioró la situación de los obreros, pues muchos deseaban aprender o practicar el oficio de impresor, pero cada vez menos lugares dónde encontrar trabajo. Las condiciones de los aprendices eran infames: se levantaban antes del amanecer, todo el día los traían atareados mientras intentaban eludir los maltratos de los demás empleados y los insultos del dueño y sólo recibían como paga las sobras de la comida, que consistía en carne vieja y casi podrida, que hasta los gatos del patrón rechazaban con asco. La situación del resto de los obreros no era muy distinta: eran despedidos con mucha frecuencia y sin remordimiento, sin importar que hubieran trabajado de forma diligente, tuvieran familia que mantener o se enfermaran: el exceso de empleados permitía que los patrones pudieran renovarlos con una frecuencia de hasta una semana. Llamaban ancien -anciano- a quien cumplía un año en el trabajo. Tampoco esto era gratuito: los empleados, apenas cobrado su sueldo, muchas veces desaparecían sin regresar siquiera por sus cosas, pues ya habían encontrado otro oficio, o preferían seguir probando suerte en otras ciudades. Según cuenta Nicolas Contant -autor del testimonio original-, los trabajadores, luego de una jornada agotadora y de una comida repugnante, lo único que esperaban con ansia era la hora del sueño. Sin embargo, sobre el sucio cobertizo en el que intentaban dormir todas las noches, se juntaba tal cantidad de gatos, cuyos maullidos y peleas los mantenían en vela. Llegaron a la conclusión que su situación era injusta y buscaron una forma de que el patrón y su familia padecieran las mismas molestias. Entonces se les ocurrió que Jerome -uno de los aprendices que podía imitar a la perfección gestos de personas y sonidos de animales- caminara hasta el techo dónde dormían los patrones e imitara el escándalo de los gatos para no dejarlos dormir.

Después de varias noches de “concierto gatuno”, los patrones pensaron que los gatos estaban embrujados y ordenaron a los empleados que se deshicieran de todos los que encontraran, salvo de Grise, la gata preferida de la esposa del patrón, y a quien le daban de comer aves asadas. Por supuesto, lo primero que hicieron los empleados fue buscar a Grise, matarla y esconderla bien, pues eso sí les podía acarrear problemas. En Francia, durante el siglo XVIIII, se pensaba que para aliviar los cólicos se debía tomar vino con excremento de gato. En el momento de mayor festejo, mientras los empleados se regocijaban con la muerte y tortura de los animales, apareció la patrona, quien lanzó un grito aterrador, no porque le importara mucho la escena, sino porque pensó que su apreciada Grise se encontraba en el montículo de cadáveres. De inmediato cuestionó a los empleados por su mascota y éstos, serios como la muerte, respondieron: “No, eso sería ofender a la casa, y la respetamos mucho”. Por la magnitud del escándalo, no tardó en aparecer el dueño de la imprenta. Éste tampoco se escandalizó por la matanza, sino porque los empleados abandonaran sus puestos de trabajo.

‘La gran matanza de gatos’ es una obra literaria del neoyorquino Robert Darnton, enmarcada bajo el enfoque de la microhistoria

Antes de que los propietarios siguieran con sus quejas y regaños, se dieron cuenta que estaban ante una rebelión “simbólica”: la matanza era un mensaje para ellos, una forma “sutil” de manifestar su descontento por el trato que recibían; pero sobre todo, una burla a la que no podían poner objeciones, porque, ¿no estaban ejecutando sus propias órdenes? Impotentes, los patrones dejaron que los empleados concluyeran su fiesta sangrienta. Los obreros usaron los símbolos de su época para burlarse del dueño sin que éste pudiera tomar represalias: al matar a la gata preferida de la mujer, la “acusaron de bruja”; al “representar un juicio”, demostraron conocer cómo funcionaba la ley y, al ejecutar la matanza, confirmaron que sólo era cuestión de tiempo para que la inconformidad social pasara de matar animales a personas. En el testimonio original, se lee: “Los impresores saben reír, es su única diversión”. Y la risa de los empleados al cometer la matanza venía de una cultura carnavalesca a la que, sutilmente, podemos acercarnos por medio de los relatos de Rabelais, cuyos personajes también se divertían de forma agresiva y burda, y cuyo desparpajo no es sino el espíritu de un pueblo cuyo “escape” se convirtió en motín; como ocurrió en 1789, cuando París fue el principal escenario de una rebelión sin precedentes y en la que el pueblo se sintió más confiado que nunca para cambiar sus condiciones de vida por medio de un ritual de renovación, como lo es el sacrificio.

‘La gran matanza de gatos’ es una obra literaria de Robert Darnton enmarcada bajo el enfoque de la microhistoria. La Historia que presenta este autor se caracteriza por nuevos enfoques como la Historia de la lectura, la Historia de Archivos Policiales o Historia de la Cultura. Robert Darnton (Nueva York, Estados Unidos, 1939) estudió en la Universidad de Harvard y se doctoró en Historia en la Universidad de Oxford. Fue periodista y docente en diferentes Universidades. Desde el año 2007 es director de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Se destaca dentro de la rama de la historia de Francia del siglo XVIII. Su producción bibliográfica es la siguiente: La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (1999), “El coloquio de los lectores. Ensayos sobre autores, manuscritos, editores y lectores (2003), Edición y subversión. Literatura clandestina en el Antiguo Régimen (Turner-FCE, 2003), El negocio de la Ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie (1775-1800) (Libros sobre libros-FCE, 2006), Los best sellers prohibidos en Francia antes de la revolución (2008), El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural (2011), Censores trabajando. De cómo los Estados dieron forma a la literatura (2014) y El diablo en el agua bendita o el arte de la calumnia de Luis XIV a Napoleón (2014), todos publicados por el Fondo de Cultura Económica. No estaría mal que el profesor neoyorquino escribiera algo sobre la ‘La gran matanzas de los gatos’ de Cancún, describiendo nuestra sociedad, a sus ciudadanos, a quienes poseemos mascotas, cómo las cuidamos, las medidas que tomamos para que ellas no molesten a los vecinos con sus ladridos nocturnos, que sus excrementos no inunden jardines y pasillos comunales, evitar que haya una agresión del animal hacia un niño o una persona que pasee por el lugar, tenerlo limpio, con sus libretas sanitarias al día, y con profesionales de la veterinaria que les atiendan. Estas pautas son claves para evitar acciones desalmadas como las que estamos viviendo en Bahía Azul, Cancún, injustificables totalmente, propias de una persona necesitada de terapias individuales, familiares y sociales que le compensen. Este psicópata, obsesionado con gatos y perros, tlacuaches y coatíes, no percibe que con sus acciones puede llegar a matar a niños…, el bien más preciado que tenemos en Bahía Azul, donde se les cuida y mima. Las mascotas y los silvestres animales ‘propietarios’ ancestrales de las tierras del fraccionamiento, tienen derecho a vivir, a que nadie les envenene. Son parte de la gran familia de Bahía Azul, en Cancún. No queremos envenenadores en nuestros jardines.

Los rasgos psicopáticos y/o antisociales, se podrían reducir a una tríada caracterizada por enuresis, maltrato animal, y piromanía

La psicopatía o personalidad psicopática es un trastorno antisocial de la personalidad. Es importante aclarar que, a diferencia de otros trastornos y características psicológicas, no existe un comportamiento único definido en una persona a partir del cual se pueda distinguir de forma inequívoca a un psicópata. Pese a que en sentido legal puede ser útil o necesaria la existencia de una referencia exacta con la que decir si una persona es psicópata o no, no hay evidencia científica para decir quién es psicópata y quién no. En otras palabras, un psicópata está mejor definido como una persona que es “más o menos psicopática”. Hay varios comportamientos y características que son “relativamente comunes” entre los psicópatas, nos explicaba el doctor Pablo Gallastegui, director del Centro de Salud Mental de Eibar, País Vasco, España. Las personas con trastorno psicopático, o psicópatas, suelen estar caracterizadas por tener un “marcado comportamiento antisocial, una empatía y unos remordimientos reducidos, y un carácter más bien desinhibido”. Este carácter psicopático puede hallarse en diferentes dimensiones de la personalidad, y en diferentes combinaciones en el conjunto de la población. La definición exacta de la psicopatía ha ido variando sustancialmente a lo largo de los años y sigue siendo una materia bajo investigación. Algunas definiciones que continúan siendo usadas en la actualidad son parcialmente complementarias y a veces hasta contradictorias. Los psicópatas tienden a crear códigos propios de comportamiento, por lo cual solamente sienten culpa al infringir sus propios reglamentos y no los códigos sociales comunes. Sin embargo, estas personas sí tienen conocimiento de los usos sociales, por lo que su comportamiento es adaptativo y pasa inadvertido para la mayoría de las personas. Afín a todo lo antedicho es la personalidad sádico narcisista o de narcisismo maligno.​

Debido a que se trata actualmente de una materia bajo investigación y que no se ha empezado a conocer mejor hasta que no se han realizado estudios serios (aproximadamente a partir del año 2000 en adelante), es un tipo de personalidad habitualmente mitificada y mal entendida en la sociedad. De este modo, a través de películas y de la prensa popular (en algunos casos incluso prensa especializada en psicología), se ha transmitido una imagen exagerada o directamente errónea.​ Un mito muy extendido es que los psicópatas no pueden o no sienten emociones. Tal como se ha explicado en la definición científica de la psicopatía, no se puede considerar a todos los psicópatas por igual. Hay psicópatas que pueden sentir perfectamente el espectro normal de emociones humanas y hay otros que no. Gracias a la nueva tecnología IRMf, se han realizado recientemente estudios que revelan que los psicópatas que tienen déficits emocionales, los tienen en todas las emociones. Las personas generalmente asocian el término psicópata con la violencia y viceversa. Sin embargo, la psicopatía existe tanto en el mundo criminal como en el mundo civilizado, y muchos psicópatas no tienen ningún historial de violencia.​ Esto no significa que no haya psicópatas con tendencia a la violencia, pero lo contrario (que todos los psicópatas sean violentos) es igualmente falso.

Uno de los signos característicos a edades tempranas de rasgos psicopáticos y/o antisociales, se podrían reducir a una tríada caracterizada por enuresis, maltrato animal, y piromanía. Enuresis es micción involuntaria. “La enuresis, que suele ocurrir durante el sueño, es frecuente en la infancia y está relacionada con alteraciones de la personalidad a causa de factores principalmente familiares y emocionales”.  La crueldad hacia los animales, también llamada crueldad animal o abuso animal, comprende comportamientos que causan dolor innecesario o estrés a los animales no humanos. Los mismos van desde la negligencia en los cuidados básicos hasta la tortura, la mutilación o la muerte intencionada. Algunos tipos de maltrato son: Mantenerlos en instalaciones inadecuadas en función de sus hábitos; Descuidar su higiene y su salud o abandonarlos; No facilitarles alimentación adecuada para su desarrollo y el mantenimiento de su salud; Golpearlos, herirlos o mutilarlos, excepto que sea imprescindible a criterio de un veterinario. La piromanía es un trastorno del control de impulsos relacionado con la provocación de incendios y la atracción por el fuego. Al sujeto que padece piromanía se le denomina piromaníaco o pirómano. El pirómano no debe ser confundido con el incendiario que es aquella persona que intencionadamente decide provocar incendios con premeditación, con ánimo de lucro o simplemente por hacer daño. La piromanía forma parte de la leyenda urbana de la tríada psicopática, juntamente con la enuresis y el maltrato animal. Sin embargo, se ha puesto énfasis en que los rasgos antisociales pueden desvanecerse con la edad, en especial en aquellos sujetos con psicopatía Con el tiempo han aparecido sistemas de clasificación más complejos basados en descripciones, estudios y tests del canadiense Robert Hare y del estadounidense Hervey Cleckley.

Consenso general sobre las características de los psicópatas, como su falta total o muy elevada de empatía, culpa, o remordimiento

Independientemente de las características que cada uno de los dos anteriores profesores universitarios menciona en sus estudios, hay un consenso general acerca de ciertas características evidentes y comunes en los psicópatas, como por ejemplo: Su falta total (o muy elevada) de empatía, culpa, o remordimiento. Su tendencia a “cosificar” a las personas u otros seres vivos que le rodean, y su continua violación de los derechos y normas sociales, ya sea respecto de un individuo o de la sociedad. Cosificar es convertir en cosa a alguien o algo. “La fabricación en cadena ha cosificado al hombre”. Algunas de las características que suelen poseer las personalidades psicópatas son el victimismo y la manipulación. El trastorno psicopático produce una conducta anormalmente agresiva y gravemente irresponsable, que según el doctor Hervey Cleckley determinan una serie de características clínicas, descritas en su libro The Mask of Sanity: An Attempt to Clarify Some Issues About the So-Called Psychopathic Personality, donde se incluye que estas personalidades tienen: Encanto superficial e inteligencia; Ausencia de delirios u otros signos de pensamiento no racional; Ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas; Escasa fiabilidad; Falsedad o falta de sinceridad; Falta de remordimiento y vergüenza; Conducta antisocial sin un motivo que la justifique; Juicio deficiente y dificultad para aprender de la experiencia, Egocentrismo patológico y carencia de empatía; Pobreza generalizada en las principales relaciones afectivas; Pérdida específica de intuición; Insensibilidad en las relaciones interpersonales generales Conducta extravagante y desagradable bajo los efectos del alcohol y, a veces, sin él Amenazas de suicidio raramente consumadas. Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.

Las personas que tienen por costumbre maltratar a los animales durante la infancia suelen estar ligadas al desarrollo de la personalidad antisocial

Para el doctor Robert Hare, investigador sobre psicología criminal, los criterios que definen a la personalidad psicopática pueden evaluarse mediante una lista de veinte características denominadas Psychopathy Checklist (PCL). Estas descripciones tuvieron como base el trabajo de Cleckley para definir la psicopatía a través de una serie de síntomas interpersonales, afectivos, y conductuales. Los síntomas que exhiben los psicópatas son, según Hare: Gran capacidad verbal y un encanto superficial; Autoestima exagerada; Constante necesidad de obtener estímulos, y tendencia al aburrimiento;Tendencia a mentir de forma patológica; Comportamiento malicioso y manipulador Carencia de culpa o de cualquier tipo de remordimiento; Afectividad frívola, con una respuesta emocional superficia; Carencia de empatía. Crueldad e insensibilidad Estilo de vida parasitario; Falta de control sobre la conducta; Vida sexual promiscua; Historial de problemas de conducta desde la niñez; Falta de metas realistas a largo plazo; Actitud impulsiva; Comportamiento irresponsable; Incapacidad patológica para aceptar responsabilidad sobre sus propios actos; Historial de muchos matrimonios de corta duración; Tendencia hacia la delincuencia juvenil; Revocación de la libertad condicional Versatilidad para la acción criminal.

Robert Hare estima que el 1% de la población es psicópata. Otras estimaciones incluso llegarían al 6%. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), su prevalencia está entre el 0.2 % y el 3.3 %. No existe evidencia real sobre las posibles causas del trastorno de personalidad antisocial; sin embargo, se cree que factores genéticos y ambientales, como el maltrato infantil o el abuso infantil, contribuyen a su desarrollo. Las personas de padres antisociales o alcohólicos corren mayor riesgo. Las prisiones contribuyen en mucho a desarrollar esta afección en las personas. Las personas que tienen por costumbre maltratar a los animales durante la infancia suelen estar ligadas al desarrollo de la personalidad antisocial.

En la isla Aoshima de Japón, cohabitan las mismas personas y gatos que en Bahía Azul, viviendo de las visitas turísticas a ‘La Isla de los Gatos’

Quisiera hacer mención a un pequeño pueblo de pescadores en Japón, con menos de 200 habitantes y 120 gatos. Es ‘La Isla de los Gatos’. Un ejército de gatos callejeros gobierna este remoto lugar en el sur nipón, refugiándose en casas abandonadas y paseando por las calles. Aoshima, a 30 minutos en ferri de la costa de la Prefectura de Ehime, había sido el hogar de 900 personas en 1945. Ahora gracias al turismo y a la pesca sus pocos habitantes subsisten. Los animales fueron traídos a la isla para acabar con las plaga de ratones que invadían los barcos de pescadores… Sin restaurantes, coches, tiendas, la isla se ha convertido en un paraíso turístico, especialmente para los amantes de los gatos. Ahora casi todos sus habitantes son pensionistas y el turismo es la principal fuente de ingresos. Los gatos rodean a una mujer que lleva una bolsa de comida para ellos. Un gato se asoma por la fachada de un colegio abandonado. Un gato salta para intentar atrapar la comida que lleva el fotógrafo, Thomas Peter, durante el reportaje. Una mujer ahuyenta los gatos de la puerta de su casa en Aoshima. Gatos descansan en uno de los muros del embarcadero de la isla. Son nuestros ‘tiburones ballena’. Los pescadores consiguen otros ingresos, aparte de la pesca, merced a la atracción turística en la que se han convertido los gatos. En nuestro fraccionameinto de Cancún cohabitan también muchos gatos y perros y personas. Tienen unos mangles donde hay tlacuaches, coatíes, ardillas, ranas, cocodrilos, culebras…, que pueden ser vistos en su hábitat natural, diezmado, pero todavía real, no virtual…

Jan el-Jalili (Khan El-Khalili en inglés) es el bazar antiguo de la ciudad de El Cairo, Egipto. Es una antigua zona de comercio, aunque algunos negocios tienen talleres propios de dimensiones reducidas. Los orígenes del zoco se remontan a 1382, cuando el emir Dyaharks el-Jalili construyó un gran caravasar (o jan). Un caravasar era una alhóndiga o posada para comerciantes, con estancias para sus animales y cargamentos y, a veces, el punto de referencia para la actividad económica en las zonas ubicadas en sus alrededores. Este caravasar todavía existe, entre la angosta calle de Sikka Jan el-Jalili y Badestan. Es posible encontrar todo su encanto y sabor caminando por sus pequeñas callejuelas. No hace falta tener guía, ni siquiera un plano. Si se llegara a perder, basta con seguir caminando en una dirección, y rápidamente se saldrá del laberinto. Comprar es una actividad casi compulsiva en Jan El Jalili. Jan el-Jalili es digno de verse y existen algunos puntos de interés especial. El más popular entre los visitantes es el café de Fishawi que puede estar seguro estará abierto cuando usted pase por allí, ya que ha estado abierto en forma continua día y noche por más de 200 años. Su interior acogedor, aunque un poco claustrofóbico, está decorado con espejos por todos lados. En este lugar estaba a finales de los 70 del pasado siglo con mi amiga Isabel Aldalur. Uno de los vendedores de artesanías no vendió un gato sagrado, así como libro de este animal, regalo de Alá, Dios en el Islam, para suplir a los grandes felinos en nuestras casas. Termino con una referencia a ese libro callejero cairota…

En Jan el-Jalili de El Cairo se puede visitar el callejón Midaq y sus gatos de la novela ‘El callejón de los milagros’ de Naguib Mahfuz

En Jan el-Jalili se puede visitar el callejón Midaq, lugar donde está ambientada la novela El callejón de los milagros de Naguib Mahfuz (Premio Nobel de literatura en 1988). Comenzando en la calle Al-Muizz, buscar la calle Sanadiqiyah y entrar en el primer pasaje a la izquierda, y estará en Midaq… “Quien haya tenido o tenga un gato seguramente se habrá preguntado acerca de su paso sigiloso, su ronroneo, su mirada y sus arañazos al vacío. Los gatos no son dóciles, tampoco incondicionales son más bien selectivos y distantes, hay quienes  dicen que su vínculo está más relacionado hacia la casa que hacia sus habitantes y tal vez sea así. Pero no deja de ser un compañero silencioso y enigmático. Se dice que así como los perros son nuestros guardianes en el plano terrenal,  los gatos son nuestros guardianes en el mundo intangible, etérico o astral. Ellos perciben, oyen y ven aquello que nosotros no podemos, salvo en algunas meditaciones y sueños, por eso quieren compartir la cama con nosotros, mientras dormimos…”. La injusta mala reputación de los gatitos negros todavía prevalece, pero ellos a diferencia de los gatos blancos son mucho más tranquilos y sensibles y receptivos. Cuando un gato mira hacia la ‘nada’ y reacciona arqueando el lomo, soplando o dando arañazos, está alejando a un ser intangible de la casa. Esto también explicaría que sus períodos de sueño son largos durante el día ya que pueden dormir unas 14 o 16 horas manteniéndose activos y despiertos durante gran parte de la noche. Para el Egipto Antiguo, los gatos eran verdaderas deidades de la diosa Bastet, diosa de la guerra, fertilidad,  alegría, maternidad, fecundidad y todas las virtudes femeninas, además de guardiana del hogar y defensora acérrima de los hijos. En las casas se colocaba a la entrada una estatua con su forma  porque así creían alejar a demonios y malos espíritus, fueron compañeros de caza y guardianes del hogar. Matarlos o maltratarlos era penado con la muerte y cuando un gato moría la familia en señal de luto rapaba sus cejas y se llevaba a cabo todo el ritual de momificación al igual que a los humanos. En el año 1890, en Beni Hassan, se descubrió un antiguo cementerio en el que se hallaron cerca de 300,000 momias de gatos embalsamados. Esta es una localidad del Egipto Medio, situada en la orilla oriental del Nilo, a unos 270 kilómetros al sur de El Cairo.

También la creencia de que el gato tiene siete vidas proviene de los egipcios ya que ellos sostenían que a la séptima reencarnación ellos devenían en humanos. Otras versiones atribuyen a este dicho el hecho casi milagroso que tienen los gatos de sobrevivir a caídas desde muy alto, ya que son muy hábiles para girar en el aire y caer en cuatro patas. La cosa es que los mininos son grandes telépatas que tal vez conecten mejor con la energía de los desencarnados que con la de los vivos que tantas veces los han maltratado, por eso habitan cementerios en todo el mundo. Poseen un talento especial para transmutar las malas energías de una casa y de ciertas personas, algo que ellos pueden percibir con claridad. Parece perezoso y a veces indiferente, pero nada se le escapa, los egipcios también atribuían a su mirada dotes sobrenaturales asegurando que esos ojos “todo lo ven”. Desvinculándolo de toda creencia los gatos son excelentes compañeros respetuosos y solitarios, si vienen hacia nosotros tenemos que tratar de comprenderlos, su ronroneo emite una vibración que tranquiliza a nuestro corazón, acariciar a un gato es reducir el stress y la suavidad de su pelaje siempre nos brindará una sensación placentera y tranquilizadora.

Cientos de mensajes hemos recibido en esta última semana en @SantiGurtubay @BestiarioCancun, Facebook (Santiago J. Santamaría Gurtubay), WhatsApp Messenger… Todos ellos condenan con contundencia lo que está ocurriendo en Bahía Azul y exigen a las autoridades municipales y gubernamentales, que terminen con estos ecocidio… Sara Rincón Gallardo, nos recalcaba a través de las redes sociales que había que aplicar la Justicia y recordaba a los vecinos que debían dejarse de leyes populares: “Santiago tienen que ir a la Fiscalía y al Centro Canino a poner la denuncia y también en Ecología, Profepa y Secretaria de Salud. Solo así les harán caso. Es un ecocidio. Es delito federal…”. Otra seguidora, Ross Vil Czareb, nos invitaba a la reflexión sobre otra arista del caso. No solo a los vecinos del lugar por donde camina un criminal, con total impunidad, sino a todos los ciudadanos de Cancún y Quintana Roo…: “Yo creo también muchos dueños de animales irresponsables…”. Totalmente de acuerdo con Ross Vil Czareb y Sara Rincón Gallardo.

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