La nociva popularidad del jefe máximo en Quintana Roo

Signos

La muy ancha sombrilla de la popularidad presidencial -donde la multitud electora que respalda al jefe de la nación aprueba todo lo que atribuye a su gran guía, y ante sus fuertes dotes carismáticas y cualidades de liderazgo minimiza y desestima sus desaciertos por desmesurados que sean, como su inocultable rendición ante el ‘narco’ por miedo a los inevitables saldos de sangre y de imagen que confrontarlo con todo el poder del Estado nacional arrojarían- ampara a tantos Judas y tantas perversiones y simulaciones representativas que por culpa de la fanaticada idólatra y acrítica seguirán haciendo más daño, ahora como obradoristas y verdemorenistas, que lo que hicieron en sus pasados priistas, panistas y perredistas.

Porque los Gobiernos y las Legislaturas locales y los partidos de ese obradorismo, como en algunos territorios donde la violencia del narcoterror se impone y degrada hasta límites de barbarie la gobernabilidad, la seguridad y los derechos esenciales de los ciudadanos, la aceptación del jefe máximo puede seguir, sin embargo, su curso inalterable, pese a que los mandatos populares se desbarrancan merced a que ganaron en las urnas a la sombra de la milagrosa sombrilla presidencial aquella, se siguen sosteniendo agarrados a ella, pero no pueden con los desequilibrios de su ilegitimidad propia, su corrupción y su complicidad con el crimen y la canalla avasallante de sus devastados entornos de poder.

Quintana Roo, como Chiapas, Tabasco, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Zacatecas,Tamaulipas, Veracruz y otros tantos del verdemorenismo, enseñan el cobre de la degradación de lo que así no puede llamarse ‘cuarta transformación’.

Las candidaturas que la defienden podrán ganar a la sombra cómplice de la sombrilla presidencial y sus porfiadas idolatrías electoras sin criterios de selectividad ni nociones diferenciadas sobre oportunistas mendaces y liderazgos de valor. Y cuando el profeta del no mentir, no robar, no traicionar desaparezca de la mesa apostólica del poder, los Judas se apoderarán del reino de sus suelos. Y en Quintana Roo, de manera más enfática que en otros ámbitos de la fidelidad obradorista, y donde la autoridad electoral se amafia con los partidos presidenciales para mentir, robar y traicionar garantías primordiales propias del sufragio en comunidades indígenas pobres, y candidatos narcisistas que engañan con la defensa de la austeridad republicana y exhiben prendas y predios millonarios mientras convierten la política representativa en un vasto negocio inmobiliario sobre demarcaciones turísticas ricas lastradas por la marginalidad, el caos urbano y la degradación ambiental y fiscal, en Quintana Roo el verdemorenismo convierte, en la víspera, la ‘4t’, en un burlesco cuento chino, y la riqueza caribe en una tragedia integral e irreversible.

SM

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