Maniqueo, destino manifiesto

Signos

Trump no hará diplomacia sino bufonería. La diplomacia es tolerancia y lo contrario de la histeria. Y en términos de alternativas generales y diplomáticas lo que queda es ejercer la lógica de la simplificación a lo razonablemente básico y pragmático: exhibir la brutalidad enemiga sin combatirla con similares extremismos. Porque confrontarla sin interlocución crítica y sensatez en la otra parte es perder desde el principio. Apelar a los principios del soberanismo contra quien no tiene principios es provocar reacciones suyas excesivas. El ímpetu abusivo llegará hasta donde tenga que llegar y habrá que resistirlo sin perder el juicio. No tiene que pertenecerse a alianzas ni formarse en bloques ideológicos confrontacionistas de idénticos oídos sordos. Se negocia lo posible y conveniente sin timideces ni alardes de suficiencia. Pero ante el mundo razonable y con el lenguaje del mejor internacionalismo, hay que poner en perspectiva a los imbéciles, bravucones e iluminados, esa medida que son de las mayorías democráticas y envalentonadas de sus pueblos. No hay nada qué hacer con ellos. Sino saber usar en lo posible la ventaja de su estupidez y su enanismo espiritual, en la conciencia de que eso es lo que es el Destino Manifiesto en un mundo donde la paradoja de la inteligencia artificial es la edad de piedra de la ideología, la vida pública, el poder político y el Estado. Milei asegura que el cambio climático es un absurdo alegato socialista. Trump aplaude el liderazgo visionario de Milei y la fuerza popular con que ganó en las urnas argentinas. La discusión intelectual y periodística en México se agota en si el país es una victoriosa democracia popular consumada, como clama el multitudinario grupo político ganador de todo, o una burda autocracia sin equilibrios republicanos impuesta por la ignorancia generalizada, como asegura el delirio furibundo de la precaria minoría perdedora. Blanco y negro. Conmigo o contra mí. La guerra de los picapedreros que separa al Bien del Mal.

SM

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