
Signos
Si el partido político hegemónico, el de la Presidencia de la República, se sigue llenando de grupos y personajes punibles y de la peor procedencia ética y partidista, es natural que los grandes actos y negocios del crimen organizado más impune y protegido por los Poderes del Estado asociados con él no podrán ser castigados, ni recuperados los patrimonios y todos los recursos públicos saqueados por esas estructuras delictivas.
Y si no ha de ocurrir dentro de ese partido hegemónico, crecido sobre la divisa de unos principios morales y moralizadores ahora derogados y rebalsados por al alud de sus propios vicios ocultos que se han hecho tan explícitos y tan incontenibles y vueltos como su nueva normalidad (por más que las grandes mayorías que elevan los índices presidenciales de popularidad se aferren al cuento chino de la ‘honestidad valiente’ y a la propaganda en ruinas de ‘no robar, no mentir, no traicionar’ sobre la que se orinan los personajes que más han lucrado con la corrupción de los regímenes privatizadores y ahora brindan como correligionarios claudistas y verdemorenistas en opulentas celebraciones que ilustran la perfidia de suscribir los renovados compromisos de la ‘austeridad republicana’ relativos a que los liderazgos del cuatroteísmo renuncien al aparador exhibicionista de las malhabidas extravagancias del poder y aparezcan ante la opinión pública vestidos a la moda de la medianía juarista en almacenes de clasemedieros y conducidos con simulada moderación y a bajo costo para parecer dignos del pueblo); si no ha de ocurrir, entonces, que dentro del obradorismo predominante y ahora derrotado por sí mismo y sus descobijadas y abiertas hipocresías se acabe con los grandes negocios de la sociedad establecida entre el crimen organizado y algunos de los jefes del poder político y económico de filiación cuatroteísta, menos -y con esos ejemplos tan censurables a seguir, muchísimo menos- la criminalidad política, empresarial y terrorista opositora habrá de replegarse con su industria beneficiaria de la corrupción pública en las entidades, Municipios, territorios y regiones que controla.
La apertura total de las compuertas guindas a la avalancha de poderosos personajes conversos procedentes de la corrupción opositora, da luz ahora, en efecto, sobre la plenitud y la amplitud de los delitos de acumulación por lavado de dinero y la multiplicación de empresas de cobertura y legalización fiscal de los muy diversos giros del narcoterror (extorsión, trata de personas, suplantación y usurpación de funciones públicas, financiamiento electoral, etcétera), pero también expone la impunidad de la que seguirán gozando los altos perpetradores empresariales y políticos del crimen organizado en las aguas depurativas de la renovación moral de la sociedad o de la Regeneración Nacional, cuando además está fluyendo la evidencia de que los más grandes y más rentables dividendos no son los negocios del narcotráfico y sus derivados en la industria del miedo, sino los del robo de millones y millones de barriles de combustible crudo refinado en Estados Unidos y reingresado a México sin pagar impuestos, el conocido ahora como ‘huachicol fiscal’, y en el que están involucrados conocidos e inocultables Gobernadores de entidades donde la gran delincuencia goza de cabal libertad para matar y operar (del Pacífico al Golfo y al Istmo y al Caribe), funcionarios petroleros, mandos militares de puertos y aduanas, y familiares y amigos y representantes de fundadores y defensores de la causa de la moralización del país, como algunos que forman en los círculos de Andy López Beltrán y Luisa María Alcalde, de Ricardo Monreal y Adán Augusto López Hernández, de Rubén Rocha Moya y Américo Villarreal Anaya, de Marina del Pilar Ávila Olmeda y Gobernadores similares investigados por Washington como patrocinadores de negocios delictivos de alto nivel, y que suscriben a pecho abierto las pontificaciones claudistas contra el nepotismo (el esposo de la Gobernadora de Baja California, procedente del PAN, Carlos Torres Torres, es responsable del área de Proyectos Estratégicos o de inversión de su Gobierno, y al igual que a ella le fue suspendida la visa estadounidense), la reelección y la moderación franciscana encubridora de los hábitos de robar, en el ejercicio del mandato popular, a manos llenas.
La verdadera construcción del llamado ‘segundo piso de la Regeneración Nacional’ no debiera ser la de la convocatoria de la Presidenta de la República a la simulación de las buenas prácticas representativas de sus correligionarios del Morena, sino la de apartarse de la falsa propaganda redentora y del discurso obradorista de origen que no va con su académica y sobria personalidad -contraria en absoluto a la figura carismática y chocarrera de su mentor y predecesor- y concentrarse en perseguir a la delincuencia, empezando por la política, y en elevar los estándares de la gestión administrativa en todos los ámbitos del Estado nacional.
Hacer valer su autoridad moral como Jefa de Estado, como líder y ejemplo superior de las causas de su partido, y como primera autoridad de los Poderes republicanos del país, es, en realidad, fuera de imposturas proselitistas y pronunciamientos retóricos, lo que haría falta.
Si Claudia no persigue a los criminales del oficialismo y su partido sigue, más bien, colmándose de ellos y favoreciendo su proceder político y empresarial (donde la privilegiada militancia y el tráfico de influencias multiplicarán sus ganancias), más lesivos para el país serán los elevados niveles de su popularidad.
Cuando la jefa máxima del país y de su ‘cuarta transformación’ recomienda darle una oportunidad a los oportunistas más sucios y probadamente rapaces de la vida pública, como Adrián Rubalcava Suárez, hoy Director del Metro de la Ciudad de México (y venenoso ‘ajonjolí de todos los moles’ partidistas), no hay modo de creer ya que la ‘alternativa’ que ella representa, y cuando la opositora se ha reducido a sus propios escombros de oprobio y corrupción, pueda ser la mejor.
SM