The Rolling Stones nos desviaron de los ‘Sanfermines’ a Madrid, el 7 de julio de 1982

Un mes restaba, apenas, para las elecciones del 1 de julio del 2018 en México. Andrés Manuel López Obrador no descartaba nuevos ‘encierros’ promovidos por los principales empresarios del país, para que no llegara primero a Los Pinos, y pudiera utilizar despacho, cocina, cuartos, baños y pasadizos secretos si los hay, coches y avión presidencial del priista Enrique Peña Nieto. No faltaron momentos de máxima tensión barajándose la idea de un magnicidio en nuestro país para evitar que se convirtiera el país en una especie de enclave chavista y una referencia comunista con ‘Andrés Manuelovich’ al frente. Los que no se libraron de la muerte fueron los toros protagonistas de los encierros de las ocho de la mañana por las calles del centro histórico de Pamplona, la capital de Navarra, y las corridas de las cinco de la tarde… Esto escribíamos veinticuatro meses atrás… Hoy, en plena pandemia de un coronavirus, se ha anunciado que no habrá ‘txupinazo’ inicial de los ‘Sanfermines’ en este 2020. Pamplona adoptó al escritor norteamericano, Ernest Hemingway, autor de la obra ‘Fiesta’, con la que lograron globalizar sus fiestas patronales en honor al santo San Fermín… Otro heterodoxo, Miguel Izu, pero esta vez pamplonica no estadounidense, se atrevió a dar a conocer su libro ‘El asesinato de Caravinagre’. Es un thriller ambientado en los encierros de reses bravas, y afirma que al Nobel de Literatura, en vida “nunca se le hizo mucho caso y únicamente lo adoptamos cuando vimos negocio”. “La barra del café Iruña donde el escritor está acodado en efigie de bronce ni siquiera existía en su época. Y no te tragues lo de Ava Gardner, nunca estuvo en Iruña -el nombre de la ciudad en euskera, vasco-. La película ‘Fiesta’ se rodó en México por ahorrar, no fue prohibida por el franquismo”. “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color, del cristal con que se mira”, poemizaba el desencantado Ramón de Campoamor…

Santiago J. Santamaría Gurtubay

La campaña mexicana estaba atrapada en un intercambio epistolar que describe una relación tormentosa, escribía dos años atrás. Los mexicanos llevamos semanas leyendo cartas hechas públicas en las que varios de los empresarios más importantes del país muestran a sus trabajadores su preocupación -cuando no imponen su voto como un patrón de los de antes- por lo que podría venir tras las elecciones del 1 de julio. “Sin nombrarlo, parecen decir que Andrés Manuel López Obrador no les gusta para convertirse en el próximo presidente de México. Piden actuar antes de las elecciones para garantizar la estabilidad del sistema…”, escribe Luis Pablo Beauregard Alday, periodista y máster en Comunicación y Periodismo de Investigación. Esta semana fue el turno de Germán Larrea, un poderoso empresario al que México le vio el rostro por primera vez hace cuatro años. En 2014 se publicaron decenas de informaciones con su imagen. Se trataba de hacer un esbozo del empresario fantasma, el poderoso hombre de negocios que encabeza el Grupo México y sus 50,000 empleados. En una carta fechada el viernes, el empresario se dice preocupado por el retorno de un modelo económico populista y el clima de inseguridad. A Grupo México le antecedieron empresas como Aeroméxico, Chedraui, Cinépolis, Vasconia. Y le han seguido gigantes como grupo BAL, que incluye las tiendas departamentales El Palacio de Hierro; el grupo minero Peñoles; y los seguros GNP. Los hombres de negocios pedían a sus empleados no votar con enojo y razonar la decisión con la que cruzarán sus boletas.

México parecía estar con otro ánimo. Así lo revelaban muchas de las encuestas. La del diario Reforma mostraba que los mexicanos creen que el país requiere un cambio y sería López Obrador el elegido para implementarlo. El candidato de Morena obtuvo un 52% de las preferencias, 26 puntos arriba de su más cercano competidor, Ricardo Anaya, de Por México al Frente. El ejercicio demoscópico de Reforma también reveló otro dato interesante. Casi ocho de cada diez mexicanos desaprueba la gestión de Enrique Peña Nieto. El presidente mexicano se ha quejado en las últimas semanas del malestar que hay entre los mexicanos. “México es ya una historia de éxito”, dijo en un evento reciente. La encuesta de uno de los principales diarios mexicanos demuestra que el maná presidencial no ha llegado en cascada a la base de la pirámide. El 64% de los encuestados ha dicho que su situación económica ha empeorado en el último año. El 82% dice que la seguridad pública del país ha empeorado.

A 30 días de las elecciones, los principales empresarios de México se habían sumado a la lista de inconformes. Les preocupaban los nubarrones del futuro cuando han guardado silencio en cinco años mientras el país alcanzaba sus peores datos de violencia en su historia moderna y su fama se lastraba a nivel mundial por la corrupción de sus políticos. México está atrapado en este intercambio entre dos partes sin interlocución. Las relaciones entre la campaña de López Obrador y el sector privado quedaron resentidas desde la primera candidatura presidencial del político, en 2006. Queda reconstruir esa relación entre el poder económico y el que sería el nuevo poder político. Los empresarios tendrán que prepararse para lo que parece inevitable. El voto por un cambio parece estar a la vuelta de la esquina.

 ‘La eterna campaña electoral del presidente López Obrador’, titulaba el periódico El País. El mandatario mexicano aprovechó el aniversario de su victoria electoral para darse un baño de masas en el Zócalo de la capital, sin apenas mencionar los desafíos del país. AMLO sigue en campaña un año después de haber vencido de forma abrumadora y nada indica que vaya a dejar de estarlo en todo el sexenio. Es su hábitat, donde mejor se desenvuelve, donde nadie le hace frente en México pese a las contradicciones de su discurso. Lo volvió a demostrar en el Zócalo de la capital, donde se dio un baño de masas ante miles de personas, sin apenas mencionar los desafíos de un país que padece una crisis de seguridad galopante y cuya relación con su principal socio comercial pende de un hilo. El mandatario abruma sobre un escenario. No importa si es a las siete de la mañana, en Palacio Nacional, desde donde atiende a diario a la prensa o desde la plaza más grande del país. López Obrador aprovechó el aniversario de su victoria electoral para dirigirse a sus seguidores y hacer balance de siete meses de mandato.

Fueron 90 minutos de discurso en los que el presidente de México apenas hizo autocrítica unos momentos. Los retos que tiene por delante, no obstante, son decisivos para el desarrollo de un país: “Debe mejorar el sistema de salud, la economía y se han de reducir los índices de violencia”, admitió López Obrador ya casi al final de su intervención. Un discurso del que ha extirpado la promesa de que México crecerá un 4% para celebrar que ya no hay inflación. De los altos índices de violencia culpó, básicamente, a sus antecesores y prometió que en poco tiempo se invertirán las cifras. El presidente de México, basándose en su máxima de que la mejor política exterior es la interior, casi no se refirió a las concesiones que ha hecho al Gobierno de Estados Unidos en materia migratoria para evitar la imposición de aranceles a los productos mexicanos. Unas cesiones que han obligado a endurecer la política migratoria, haciendo México de muro de contención con las miles de personas que tratan de cruzar el país rumbo a Estados Unidos. Para lograrlo, entre otros aspectos, ha desplegado a miles integrantes de la Guardia Nacional, el nuevo cuerpo militar creado por la Administración de López Obrador, en funcionamiento desde el domingo y que ha sido criticado por las facultades que otorga a los militares en la seguridad pública.

Hace un año, en el mismo escenario, después de haber logrado la presidencia con el 53% de los votos, la victoria más abultada en la historia reciente de México, López Obrador enumeró 100 medidas que se comprometió a cumplir. “Ya hemos conseguido 78, posiblemente nunca se ha hecho tanto en tan poco tiempo”, celebró el presidente, sin hacer hincapié en las 22 que faltan. “En siete meses se puede decir que el cambio de gobierno no ha sido para mantener más de lo mismo. Está en marcha una transformación”, insistió el mandatario, que mantiene un amplio respaldo de la población. Según una encuesta de El Financiero, el 66% de los mexicanos aprueba el trabajo de su presidente.

Una de las principales bazas de López Obrador es que los malos augurios de sus adversarios no se han cumplido. Pese a todo, el panorama desolador que le plantearon lo que él califica como “mafia del poder”, “neoliberales”, “fifís” o “conservadores” y que engloba, en líneas generales, a aquel que no está de acuerdo con él, dista ser real. El presidente lo sabe y se lo restriega –“los inconformes son los de la élite, la mafia del poder”, aseguraba en una entrevista a La Jornada- en buena medida a base de símbolos, de gestos que calan en sus simpatizantes más que el chaparrón que cubrió el Zócalo antes de su intervención. “Empiezo a informarles que ya no se tolera la corrupción desde la Presidencia, están prohibidos el nepotismo, el amiguismo, el influyentismo y cualquier otra práctica del antiguo régimen”, se lanzó el mandatario ante la algarabía general. Entre los logros de estos siete meses de mandato está el haber acercado, por convicción o conveniencia, a buena parte de los empresarios más importantes del país. Así, no era de extrañar que en primera fila se encontraran este lunes Emilio Azcárraga, presidente del Consejo de Administración de Televisa o Carlos Slim, el hombre más rico de México, que en más de una ocasión le ha insistido en la necesidad de incentivar la inversión privada, sin la que no ya las metas de crecimiento, sino la economía mexicana se puede ver dañada.

Es tal la exposición de López Obrador que los vaivenes en su discurso, cuando no contradicciones, pasan muchas veces inadvertidos. “Me gusta la polémica. Es que es importantísima. Más que meter a la cárcel a los responsables del desastre neoliberal, debemos condenar el modelo, combatir el conservadurismo”, aseguró a los periodistas de La Jornada para después, en el Zócalo, insistir en que no busca la confrontación. “A veces la ideología obnubila. Todos debemos quitarnos la carga ideológica y ser muy realistas”, sugirió durante su intervención. Hora y media en la que López Obrador no aportó muchas novedades; tiempo suficiente para que toda la atención mediática volviese a recaer sobre él. Una fórmula, de la eterna campaña electoral, que, como advirtió, no tiene freno: “Apenas acabo de iniciar con la transformación de México”.

Una espectacular tormenta cae al tiempo que Mick Jagger y los suyos saltan al escenario del Vicente Calderón, un concierto legendario

Eran las 21:03 del 7 de julio de 1982. Una espectacular tormenta cae sobre Madrid al tiempo que los Rolling Stones saltan al escenario del estadio Vicente Calderón para ofrecer un concierto legendario, que ha quedado en el imaginario colectivo como uno de los más importantes de cuantos se han celebrado en España y del que ahora se cumplen 36 años. Los Rolling Stones eran entonces la banda más importante del planeta, unos supervivientes de los 60 y de los 70 que abanderaban en esos incipientes 80 el llamado ‘arena rock’, el rock de estadio, en el que el espectáculo es tan importante como la música. Habían entrado en la nueva década con un disco irregular, “Tattoo you”, que en realidad era un conjunto de descartes pero en el que brillaba un tema, “Start me up”, que les había hecho volver a las listas de éxitos.

Llegaban por segunda vez a un país inmerso en el Mundial 82, de infausto recuerdo para una selección que aspiraba impotente a los éxitos que hoy son algo habitual. Un país aún atemorizado por la pesadilla del reciente intento de golpe de Estado pero que a la vez estaba a punto de culminar el proceso de transición con la victoria del PSOE en octubre de ese mismo año. Un país que encontraba en el rock una forma de mostrar sus ansias de modernidad. Y los Rolling Stones eran modernos, pese a contar ya en aquel momento con 20 años de trayectoria. No era este, como decimos, el primer concierto de los Stones en España. En 1976 habían actuado en la Monumental de Barcelona, una actuación que abrió la puerta a la llegada de las grandes estrellas internacionales a España. Pero el de Madrid sería el primer gran show que lograba congregar en España a decenas de miles de personas.

Desde Eibar a Madrid, diez horas en un ‘Dos caballos’, un Citröen viejo, por la N1, un cuasi camino rural de la etapa imperial romana

Desde la ciudad de Eibar, Gipuzcoa, País Vasco, y con 26 ‘tacos’ encima, salimos de excursión hasta Madrid para ver a Mick Jagger y los suyos. Íbamos en un ‘Dos caballos’, un Citröen viejo. Conducía José A. Fernández, integrante del grupo de rock vasco Itoiz. Los otros integrantes de la ‘expedición’ eran Roberto Ruiz Sarasketa, empresario, y entonces disc jokey en la sala de fiestas Mickey Mouse de Eibar y director de comunicación social del Centro de Investigación Tekniker del Gobierno Vasco, Roberto Morales, periodista de Onda Cero y el que escribe esta pincelada, reportero ya en aquellos años… Digo ‘expedición’ pues soportamos una temperatura que superaba los 40 grados. Recuerdo que en Burgos, los gorriones no podían casi volar. La carretera general, la N1, no era muy diferente a un camino rural de la etapa imperial romana. Tardamos en cubrir los casi 500 kilómetros, no menos de diez horas.

Llegamos justo para el concierto. Dejamos aparcado el destartalado coche en el barrio enrollado entonces de Malasaña, muy cerca de la cafetería “La vía láctea”. A la vuelta nos encontramos con el carro abierto. Recuerdo que me robaron un chaqueta vaquera Levi´s 505, recién comprado en un viaje que hicimos a Biarritz, a la Francia liberal que nos atraía en aquellos años negros días de la España ‘imperial’. En ‘el otro lado’ nos hacíamos con libros de Hugh Thomas, Ian Gibson, Stanley G. Payne, Gerald Brenan…, quienes nos contaban nuestra historia de España más cercana a la realidad que la del ‘historiador oficial’ de entonces, Ricardo de la Cierva.

Las crónicas de la época relatan el asfixiante calor que vivimos los más de 60 mil  espectadores que nos congregamos en el estadio del Atlético de Madrid en aquella tarde de julio. Mientras esperábamos a la salida de los teloneros, la J. Geils Band -que saltó al escenario con una hora de retraso, debido a los problemas de acceso al campo- los asistentes se duchaban con agua mineral, coca-colas y cualquier líquido que pudiera rebajar el bochorno. Los técnicos regaban con mangueras a los espectadores de las primeras filas.

La policía alucinaba por los ‘rockeros’, por su lección de civismo, incluidos Felipe González, Ana Belén, Víctor Manuel y Ramoncín

Todo ello bajo la atenta vigilancia de un amplísimo dispositivo de seguridad: en torno a 600 policías nacionales y 500 municipales, según la crónica de ABC, que apenas tuvieron trabajo ya que los ‘rockeros’ -con comillas, como recogían los periódicos de la época- dieron una lección de civismo que pocos esperaban. Entre los asistentes, rostros muy conocidos como el entonces secretario general del PSOE y próximo presidente del Gobierno, Felipe González, o los músicos Ana Belén, Víctor Manuel o Ramoncín. Cuando Jagger, Richards, Wood, Wyman y Watts -sí, entonces todavía eran cinco- salieron al escenario, por un momento pareció que el mundo se iba a acabar.

Como si estuviera preparado por un manager particularmente influyente, los cielos se abren en un tormentado apocalíptico: la cortina de agua es tan espesa que difumina el escenario. Una valla de uralita se derriba con estruendo, los rayos cruzan muy decorativamente por encima de las cabezas de la gente. Los racimos de globos que decoran el escenario caen sobre las primeras filas y los paneles laterales son sujetados a duras penas por los técnicos. Pero la banda arremete con fuerza “Under My Thumb” como si nada estuviera pasando mientras el agua inunda el piso sobre el que Mick Jagger intenta mantenerse en pie.

Los locutores de radio llamaban ‘viejo’ a Mick Jagger por sus 38 años: “Da gusto pensar que todavía tiene humor para estas cosas”, decían

“Era de día cuando comenzó el concierto. Se cubrió el cielo rápidamente y empezó a llover. El decorado quedó a merced del viento y en medio de esa furia desatada saltaron al escenario y comenzaron a tocar. Irrepetible. A estas alturas ya estaba claro que la lluvia no iba a detener a los Stones, que van desgranando un repertorio formado temas nuevos y clásicos como “You Can’t Always Get What You Want”, “Brown Sugar” o “Angie”. Mick Jagger se cambia de ropa y corretea por el escenario como un chaval. “Da gusto pensar que tiene 38 años y todavía tiene humor para estas cosas?, decían los periodistas de entonces en sus programas radiofónicos.Y es que a la prensa española no dejaba de extrañar que unos tipos que rondaban los 40 fueran capaces de mantenerse en activo. Qué pensarían hoy si supieran que esos mismos músicos, superada de largo la edad de jubilación, son capaces de seguir llenando estadios.

Cuando dos horas después del inicio del concierto, durante la interpretación de la inevitable “Satisfaction”, Mick Jagger salió envuelto en una bandera española, las 60 mil  almas que llenábamos el Calderón teníamos ya el convencimiento de que habíamos asistido al concierto de nuestras vidas. Desde Madrid nos dirigimos a Pamplona. Allí logramos ‘sobrevivir’ un par de días. Recuperados, tras descansar unos días en el País Vasco, tomamos el tren en Hendaya… El Trastevere de Roma y Federico Fellini nos esperaban. Eran nuestros veranos locos de los ochenta. Se acercaba la victoria de los socialistas de Felipe González. Suponía el fin de una era y de unos rancios y caducos personales de la historia política que se inició en la Guerra Civil de 1936. Europa era nuestra referencia y también su estado del bienestar y libertad liderado por Olof Palm, Georges Miterrand, Willy Brand, Mario Soares… El concierto de Mick Jagger en Madrid supuso para nosotros el inicio de una nueva etapa en las Españas… Los Rolling Stones han vuelto en numerosas ocasiones a España. Prácticamente en cada una de sus giras mundiales, España, ha sido una escala habitual, pero han confesado sus integrantes que lo que ocurrió aquel 7 de julio de 1982, fue lo mejor que nos pudo pasar en nuestras vidas.

Los vientos del progreso conspiran contra la tauromaquia, “fiesta de sangre para un pueblo rudo y fanático”, escribió Pío Baroja

“No te creas lo que cuentan. La mayor parte no es verdad. Trucos publicitarios, leyendas, tradiciones con aparente pátina de antigüedad para captar turistas y quedarnos su dinero. A falta de sol y playa algo teníamos que inventar para traer gente a Pamplona. Para empezar, nos inventamos a San Fermín. No hay certeza histórica sobre su existencia. Hasta el siglo XII aquí no lo conocía nadie, pero nos agarramos al clavo ardiente de que en Amiens, donde le veneran como obispo y mártir, dicen que procedía de Pamplona. La Iglesia marca su fiesta el 25 de septiembre, fecha de su martirio en el siglo III, pero desde 1591 la celebramos el 7 de julio por aprovechar el breve verano pamplonés y el hecho de que, desde la Edad Media por esas fechas, hay ferias y toros…”.

De esta manera un tanto heterodoxa nos presenta a los ‘forasteros’ -visitantes no nacidos en Pamplona, los mundiales ‘Sanfermines’ Miguel Izu, periodista y escritor navarro. Es autor de la novela ‘El asesinato de Caravinagre’, un thriller ambientado en los encierros… “Los vientos del progreso conspiran contra la tauromaquia, ‘fiesta de sangre para un pueblo rudo y fanático’, escribió Pío Baroja, que vivió parte de su infancia entre nosotros, pero aquí por interés espurio casi nadie la cuestiona. Ni siquiera los abertzales”.

“Corren muchos más forasteros que indígenas, pero de qué íbamos a salir por televisión en todo el mundo si no existieran los encierros…”

“Toros y toreros propios siempre hemos tenido pocos, pero los traemos de fuera, de Andalucía, Salamanca o Madrid, y los hacemos actuar para los visitantes mientras nosotros merendamos. Hace más de un siglo que no se conducen los toros a pie, se embarcan en tren o camión, pero aquí seguimos empeñados en poner un callejón a las plazas de toros para que entren corriendo. No por tradición, correr ante los toros nunca ha sido una prueba iniciática para los jóvenes navarros como ingenuamente se supone: corren muchos más forasteros que indígenas, pero de qué íbamos a salir por televisión en todo el mundo si no existieran los encierros… Desconfía de nuestra aparente hospitalidad. Los pamploneses somos más bien serios, en el buen y mal sentido de la palabra, nobles pero hoscos montañeses que no congeniamos tan facil con extraños. Cada 6 de julio, con el ‘Chupinazo’, nos transformamos. Acogemos a gente de todo el mundo que se siente como en casa, mostramos una simpatía desbordante, nos fingimos cosmopolitas aunque sigamos levantando piedras, sellamos amistades eternas sobre la barra de un bar o en torno a un gorrín asado. Puro marketing. El 15 de julio volvemos a nuestro ser…”

“No pretendas seguir la mítica ruta -falsa como Judas- de Ernest Hemingway. Solo vino nueve veces, en vida nunca se le hizo mucho caso y únicamente lo adoptamos cuando vimos negocio. En Casa Marceliano ahora hay oficinas municipales, cerradas durante las fiestas, y su célebre ajoarriero quedó extinguido. El restaurante Las Pocholas devino en chocolatería. El hotel Quintana fue cerrado y confiscado en 1936 (no, Hemingway nunca pasó los sanfermines en ese otro hotel que dicen las guías turísticas, donde se conserva su habitación supuestamente igual que cuando el premio Nobel no se alojaba en ella). La barra del café Iruña donde el escritor está acodado en efigie de bronce ni siquiera existía en su época. Y no te tragues lo de Ava Gardner, nunca estuvo en Pamplona. La película ‘Fiesta’ se rodó en México por ahorrar, no fue prohibida por el franquismo”.

“Nos disfrazamos de blanco y pañuelo rojo igual que en la película ‘¡Bienvenido, Mister Marshall!’, de Luis García Berlanga”

Todas esas glamurosas leyendas las hemos creado -con mucho éxito comercial- para que vengan los guiris. O las inventan los propios guiris. James Michener, en su novela ‘Hijos de Torremolinos’, sitúa a los protagonistas al inicio de las fiestas de 1969 cumpliendo con ‘el entrañable ritual de los últimos años’, anudar un pañuelo al cuello de la estatua de Hemingway. El monumento se había inaugurado en… 1968. No te vistas de blanco y te pongas pañuelo rojo pensando que es nuestra vestimenta tradicional, herencia de remotos ancestros. Nos disfrazamos así multitudinariamente solo desde hace unos 40 años, desde que llegó el turismo de masas, igual que en la película de Luis García Berlanga ‘¡Bienvenido, Mister Marshall!’ se vestían de flamencos. La ropa blanca la compramos en hipermercados y viene de China o Bangladés. Salvo danzaris o txistularis, no calzamos boina (Peter Viertel, guionista de ‘Fiesta’, que sí conocía los sanfermines, aconsejó a Henry King sin éxito que los protagonistas no la llevaran).

No vengas atraído por el mito de que los ‘Sanfermines’ son un desmadre, una orgía, un desenfreno en una Pamplona ciudad sin ley donde todo vale. El caos es de pega y está muy bien organizado. Se acaba de impartir el primer Curso Universitario de Derecho Sanferminero. Los vehículos de limpieza y basuras pasan a sus horas, la grúa se lleva los coches mal aparcados, hay servicios municipales de niños, de objetos perdidos y de desintoxicación etílica. Los actos festivos se inician con puntualidad prusiana (el resto del año practicamos la más relajada puntualidad ibérica). Las dianas matinales no son para despertar a la tropa, sino para reunirla y ordenarla después de toda la noche de marcha. Allá tú si no haces caso y vienes. Te arriesgas a pasar nueve días y nueve noches de fiesta, a beber y comer mucho más allá de lo que suponías que tu sistema digestivo podía soportar, a cantar canciones que creías que no conocías y a bailar bailes que creías que no sabías bailar, a topar con desconocidos que de pronto son tus mejores amigos, a hablar con ellos en lenguas extrañas que no sabías que hablaras, a encontrarte con legiones de antitaurinos en el tendido de la Plaza de Toros, de ateos en la Procesión de San Fermín y de abstemios bebiendo en todos los bares. Que no te quepa duda: todo es una farsa que se desvanece, cual calabaza de Cenicienta, con el ‘Pobre de mí’ en la medianoche del 14 de julio”.

El Archivo Real de Navarra documenta en 1385 la primera corrida de toros organizada por el rey Carlos III y la primera ‘entrada’ de morlacos

El origen está en la celebración religiosa del patrón navarro, pero los pamploneses cambiaron la fecha de la conmemoración religiosa del 10 de octubre original al 7 de julio, coincidiendo con las ferias de ganado que la ciudad acogía con el final de la cosecha. Fue en 1591. Pero las ferias de julio con toros están documentadas desde el siglo XII. El Archivo Real de Navarra documenta en 1385 la primera corrida de toros organizada por el rey Carlos III. Junto a ella, la primera ‘entrada’ de toros, antecedente del actual encierro. Lo creó la necesidad de llevar los toros desde los campos de las afueras a los chiqueros de la plaza. El recorrido actual es el mismo desde 1852.

‘Fiesta’ es la novela de Hemingway que puso en la agenda mundial unas fiestas que hasta entonces eran unas más del recatado norte de España a principios del siglo XX. El Nobel fue un asiduo. Siguiendo su senda llegaron después Orson Welles, Arthur Miller y su mujer, Inge Morath, o, en los últimos años, el jugador de la NBA Dennis Rodman. Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia son los países que más visitantes aportan y los más tempraneros en llegar. Fanáticos de la sangría a temperaturas altas, llegan cada tarde desde campings de las afueras a los que vuelven después del encierro.

“La idea inicial era situar un asesinato, en principio original, aunque hoy la novela policíaca sanferminera ya es un subgénero”

La novela “El asesinato de Caravinagre”, una trama policial cuyo trasfondo esconde un panorama  llamativo, aunque complejo, de la sociedad navarra: Rafael, el protagonista es un abogado que trabaja para un gabinete de causas perdidas. Lleva una vida sin sobresaltos que, de forma repentina, se ve interrumpida por un asesinato con demasiados interrogantes. ¿Qué representa este personaje? La respuesta la da el propio Miguel Izu, quien, aparte de escritor, es jurista y político. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología y Doctor en Derecho, trabajó como profesor asociado de Derecho Administrativo en la Universidad de Navarra. Ha ocupado diversos cargos políticos en dicha comunidad autónoma por Izquierda Unida. “Es el hilo conductor de la historia. Elegí un abogado y no un policía o detective, como es usual en la novela policíaca, por pura comodidad, porque he trabajado como abogado y no necesito documentarme sobre qué es lo que hace o lo que tiene que hacer en un caso como el que le cae encima. He tratado de que sea un abogado con el que se pueda identificar el lector por su edad, ni muy joven ni muy mayor, con una azarosa vida profesional y sentimental, algunas pequeñas torpezas, inteligente pero no cargante. Hace de nexo entre otros personajes y sus andanzas laborales y festivas sirven para hacer avanzar la trama. Algunos lectores piensan que es un autorretrato pero no, tiene cosas mías como la tienen casi todos los personajes de la novela, pero no he pretendido que sea mi otro yo, en algunas cosas no se parece en nada a mí”.

Resulta verdaderamente llamativa la originalidad de planteamientos de ‘El asesinato de Caravinagre’ y la riqueza de los variopintos personajes que vemos desfilar por ella… “Me llevó varios años irla perfilando, aunque luego solo unos meses escribirla. La idea inicial era situar un asesinato en los ‘Sanfermines’, una idea en principio original, aunque para cuando me puse a escribir habían salido otras dos novelas con ese planteamiento, la novela policíaca sanferminera ya es un subgénero. Los ‘Sanfermines’, porque llevo años leyendo y escribiendo sobre ellos, además de disfrutarlos o sufrirlos todos los años durante muchos años. Elegí a Caravinagre por ser una figura muy representativa de las fiestas. Luego me planteé qué reacciones podría suscitar un hecho así, y de ahí surgieron los diversos personajes que aparecen para ofrecer sus teorías sobre qué ha pasado. Y lo envolví todo intentando ofrecer un retrato real del ambiente sanferminero y de la sociedad pamplonesa, al menos de la que yo conozco”.

“Internet hace mucho más fácil documentarse sin tener que salir de casa. Es como tener la biblioteca de Alejandría a un clic”

En la novela no solo encontraremos una obra policíaca, sino que encontraremos un relato que ahonda en lo histórico, sociológico y político.  No fue difícil poder abarcar todos estos aspectos del conocimiento en ‘El asesinato de Caravinagre’… “Lo bueno que tiene el género policíaco es que permite introducir, además del crimen y de la investigación, cualquier otro tema. Así que fui diseñando una trama en la que pudiera darse ese repaso sociológico y político, diseñando personajes que lo fueran componiendo y retorciendo la historia todo lo necesario para que puedan ir desfilando. Una vez iniciada la trama, tiende a irse desarrollando sola hacia su conclusión. Siempre estoy escribiendo algo, con frecuencia más de una cosa, algunas por encargo, principalmente temas jurídicos. Pero no me gusta anticipar nada hasta que esté acabado. Lo único que puedo decir es que en los ‘Sanfermines’ de este año volveré a publicar una columna diaria, que por supuesto no escribo en fiestas sino antes. He publicado una recopilación de mis columnas de los últimos  años titulada ‘Crisis en sanfermines y otros temas festivos’…”.

Miguel Izu, al final de la entrevista con él, nos recalca que Internet es una herramienta útil para los autores del siglo XXI… “Es una herramienta indispensable para casi todo. Yo ya no puedo vivir sin Internet tanto en mi trabajo como para escribir. Hace mucho más fácil documentarse sobre cualquier cosa sin tener que salir de casa. Es como tener la biblioteca de Alejandría a un clic”. Y como no, supimos en Cancún y Quintana Roo de ‘El asesinato de Caravinagre’… Pamplona, 6 de julio. Han comenzado los ‘Sanfermines’. Amparándose en el bullicio y en la multitud festiva que llena las calles, alguien ha disparado mortalmente contra Caravinagre, la figura más popular de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. Rafael Echarte, abogado novato aunque ya cuarentón, tiene que renunciar de momento a las fiestas para defender a un sospechoso del asesinato que ha sido detenido. Mientras trata de obtener su libertad y averiguar la verdad de lo sucedido, recibirá consejos de que abandone el caso, inquietantes ofertas de ayuda y advertencias de que su cliente puede ser el chivo expiatorio de una intrincada conspiración con amenazadoras ramificaciones políticas.

¿Es legal que los empresarios mexicanos orienten el voto de sus empleados? EL PAÍS consulta a cinco juristas y expertos

La ofensiva de los empresarios mexicanos para evitar el voto a favor del candidato de Morena y líder en los sondeos, Andrés Manuel López Obrador, ha abierto el debate sobre la pertinencia de sus pronunciamientos. Las leyes mexicanas consideran la coacción para votar o no a un candidato como un delito. Sin embargo, el Instituto Nacional Electoral (INE) ha catalogado los comentarios de los magnates como parte de su derecho a la libre expresión. Dos de los hombres más ricos de México han trasladado a sus empleados en los últimos días la conveniencia para votar por aquellos candidatos que conserven el mismo paso económico de los últimos años y asegurar, así, la viabilidad de las empresas en las que trabajan. Por un lado, Germán Larrea, presidente de Grupo México y segundo hombre más rico del país, envió el martes una carta en la que alertaba a sus trabajadores contra el sufragio por “un modelo económico populista”. La misiva, en cuyos párrafos más polémicos no había menciones explícitas a López Obrador, fue enviada a empleados, accionistas y colaboradores del gigante empresarial. Alberto Baillères, presidente de Grupo Bal y el tercer magnate mexicano, citaba por su parte a reuniones en las que se invitaba a los empleados a votar por la opción con más posibilidades de derrotar al aspirante de Morena. Una apelación al voto útil a la que se han sumado los líderes de Aeroméxico, Femsa o Vasconia, entre otros, y que ha desatado importantes críticas.

La situación no es nueva. En 2006, las cámaras empresariales también se pronunciaron en contra del propio López Obrador -entonces candidato del PRD- con anuncios en radio y televisión. Doce años después y ante un panorama que favorece al líder opositor, los empresarios han salido uno a uno a detallar sus opiniones, dirigiéndose directamente a quienes dependen económicamente de la buena marcha de sus negocios. Dos textos legales mexicanos contemplan la coacción del voto como un delito: la Ley General en Materia de Delitos Electorales y la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. La primera permite denunciar penalmente ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), mientras que la segunda sugiere un proceso administrativo ante el INE que puede resultar en una disculpa pública y una multa. En ambos casos, se permite a terceras personas -no implicadas- querellarse.

Los comentarios de los empresarios mexicanos se encuentran al límite de lo permitido: su opinión, a pesar de considerarse parte de su derecho a la libertad de expresión consagrado en la Constitución, se han vertido ante un grupo de subordinados por lo que podría ser interpretado como una presión o coacción al voto, según juristas y abogados consultados por EL PAÍS. “Aquí lo que estamos viendo no es solo la libre expresión de una opinión libre -en cuyo caso no habría ningún problema- sino la redacción previa de una carta que trata de infundir miedo. No es algo que hayan dicho de manera natural, sino que está preelaborado de manera intencionada”, apunta César Astudillo, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en referencia directa al caso de Grupo México. “Es una línea de tensión muy compleja entre lo que se podría considerar delito y lo que no. En este punto, lo que habría que hacer es una llamada a la prudencia y a la autocontención, porque se trata de uno de los empresarios más poderosos del país, con miles de empleados a su cargo”, señala.

“Es un tema complicado: los empresarios tienen derecho a opinar, como cualquier ciudadano, pero no a presionar a sus empleados. La situación está al filo de la navaja: no se les puede acusar de presión a estos empresarios a pesar de que claramente están tratando de presionar”, opina María Marván, ex consejera presidenta del Instituto Federal Electoral (hoy INE). “Efectivamente, es una línea muy delgada”, valora Armando Hernández, magistrado presidente del Tribunal Electoral de la Ciudad de México, al tiempo que subraya que su opinión es “estrictamente personal” y que “de ninguna manera” refleja algún tipo de posicionamiento de la institución a la que pertenece. “En cada caso en concreto”, añade Hernández, “el INE tendría que ponderar si las declaraciones de los empresarios salen del margen de libertad que establece la libertad de expresión y más bien están generando presión o coacción en sus empleados”.

La carta de Larrea está escrita en primera persona y recomienda a sus empleados tomar “medidas precautorias en el gasto familiar” para después del 1-J. “La circular no condiciona el voto directamente, solo lo sugiere y en ese caso sí me parece que los empresarios están ejerciendo su derecho a la libertad de expresión. La misiva habla de populismo y eso puede involucrar a más de un candidato, no solo a López Obrador. Hay matices y siempre es una sugerencia y en un aspecto legal eso no cobra relevancia”, explica Tonatiuh Ramírez, abogado especializado en materia electoral. El factor que pone a los magnates bajo los reflectores es, por encima de todo, su condición de empleadores. Para David Rivera, abogado asociado de Accuracy Legal and Consulting, la relación de subordinación puede convertir a estos pronunciamientos en situaciones de coacción al voto. “Hasta ahora no ha habido intimidación, ya que nadie le ha dicho a los empleados que pueden perder su empleo si votan por un candidato”, aclara el letrado. Sin embargo, Rivera considera que en el caso de Baillères, en el que los propios empleados han sido convocados a reuniones para hablar del tema, podría estarse excediendo la libertad de expresión. “No es una manifestación al público en general, a todos los mexicanos, es un mensaje dirigido a sus subordinados. Pero se tendría que demostrar que causó temor entre los empleados”, señala.

Los expertos consultados coinciden que hasta ahora el INE ha valorado atinadamente la situación, al considerarlos mensajes dentro del derecho de libertad de expresión, pero que es su responsabilidad investigar las situaciones que puedan generar presión entre los mexicanos para votar. “En la práctica resultaría complicado limitar la libertad de expresión diciendo que las peticiones de los líderes empresariales a sus empleados generan presión o coacción cuando, al menos de lo que hemos visto en medios de comunicación, no se están realizando estas conductas para votar o no votar por un candidato determinado”, explica Armando Hernández, magistrado presidente del Tribunal Electoral de la Ciudad de México.

Walter Mercado y el horóscopo de López Obrador. “Los astros del candidato de Morena no podían estar mejor alineados…”

‘Milena o el fémur más bello del mundo’, le hizo acreedor del Premio Planeta al escritor de Mazatlán, Sinaloa Jorge Zepeda Patterson. Una vigorosa novela de acción y amor que denuncia los abusos de poder y la corrupción, pero que, sobre todo, nos muestra el alma abierta de una mujer vejada, como tantas otras, en un mundo cada vez más globalizado. La belleza de Milena también fue su perdición… Jorge Zepeda Patterson, en estas jornadas anunciadoras de de inminentes e inevitables regeneraciones presidencialistas mexicanas y tradiciones sanfermineras ‘made in Ernest Hemingway’, ha publicado una astróloga columna con este titular: ‘Walter Mercado y el horóscopo de López Obrador. Los astros del candidato de Morena no podían estar mejor alineados’…

“Si fuera Walter Mercado diría que los planetas están muy bien aspectados para López Obrador en su camino a la presidencia de México o parafraseando a un comentarista deportivo diría que, como los porteros, candidato sin suerte no es buen candidato. Como no soy Walter Mercado ni José Ramón Fernández, trataré de explicarlo de otra manera. Los rivales del sempiterno aspirante a la presidencia jugaron, sin proponérselo, a su favor y terminaron por catapultarlo a Palacio Nacional. López Obrador ganará la presidencia de México menos por lo que ha tenido que hacer que por lo que han hecho o dejado de hacer sus contrincantes, o por lo que el país ha cambiado en los últimos años. No se me mal interprete: el tabasqueño ha hecho su trabajo, pero sigue siendo esencialmente el mismo que se presentó en las elecciones en 2006 y 2012, salvo que ahora está arrasando”.

Decían de Ronald Reagan que su principal virtud residía en haber mantenido sus posturas al margen de los vaivenes políticos. A diferencia de los pájaros en una parvada que cambian de dirección siguiéndose unos a otros, Reagan había volado en solitario o en ocasiones acompañado pero siempre en una misma dirección hasta que el resto de los pájaros se alineó tras su cauda. Pese a las diferencias ideológicas entre ambos personajes, el símil también vale para López Obrador. Siguió volando en la dirección en que lo hacía en 2006 y 2012, pero ahora el grueso de la parvada vuela detrás suyo. Primero, porque el mundo cambió en estos años. Los excesos de la globalización han provocado todo tipo de reacciones a favor de lo local o en torno a la necesidad de contrapesos. Las tesis sostenidas por López Obrador parecían anacrónicas hace apenas un lustro; hoy hablar de medidas proteccionistas, la necesidad de una mayor rectoría del estado en la economía frente a los abusos de las transnacionales y la apuesta por el mercado interno son nociones de plena actualidad. Brexit, Cataluña, Putin o Trump son expresiones variopintas del descontento que genera el orden de cosas internacionales y la búsqueda de contrapesos por parte de las comunidades nacionales y regionales.

Segundo, porque el país también cambió. El votante apeló a las opciones de centro y de derecha con resultados decepcionantes, particularmente en materia de inseguridad pública, escándalos de corrupción y desigualdad social. En 2006 apostó por el PAN y en 2012 le otorgó el beneficio de la duda a un PRI supuestamente renovado. Ambas administraciones terminaron con altísimos niveles de reprobación. El desencanto hacia la clase política es generalizado, pero en muchos ciudadanos queda la sensación de que la opción de López Obrador es la única que no ha sido probada. Y, por si faltara algo, la información de prensa diaria provoca la sensación de que a las autoridades se les está desplomando el país: récord mensual de asesinatos en víspera de las elecciones (más de 90 diarios en abril), asalto generalizado de trenes, linchamientos y justicia por propia mano de las comunidades, ordeña de ductos clandestina a escala industrial. En suma, pérdida del territorio y claudicación del Estado frente a los poderes salvajes.

Tercero, porque la élite descubrió muy tarde que la estrategia seguida en el pasado para derrotar a López Obrador, la campaña del miedo, ahora no solo no funcionaba sino producía justamente lo contrario: fortalecía al de Morena. El candidato antisistema que en 2012 aún generaba temor ahora provoca esperanza justamente por ser el candidato antisistema. O como se ha dicho repetidamente, hoy la rabia supera al temor. Y cuarto, por si faltara poco, el sistema dividió su apoyo entre dos candidatos para oponerse a López Obrador. En 2006 los poderes fácticos abandonaron rápidamente a Roberto Madrazo, del PRI, para apoyar a Calderón del PAN en su lucha en contra del tabasqueño. En 2012, por el contrario, abandonaron a Josefina Vázquez Mota del PAN para sumar fuerzas en torno a Peña Nieto del PRI. En 2018 se supone que metieron a la contienda otra vez dos cartas, José Antonio Meade del PRI y Ricardo Anaya del PAN, asumiendo que sobre la marcha se inclinarían a favor del más competitivo de cara a la recta final. Solo que a menos de 30 días de la elección llegamos a la recta final y los dos candidatos del sistema, por así decirlo, siguen enfrascados en su reyerta personal fraccionando los recursos y el voto antilopezobradorista.

El segundo debate presidencial alineó un astro más a favor del candidato de la izquierda. Para sorpresa de muchos, Meade tuvo un desempeño infinitamente mejor que lo que su desastroso primer debate habría sugerido. Lo que pudo haber sido su tumba terminó insuflándolo de nuevos bríos. No porque ello vaya a traducirse en una mejoría en las encuestas, simplemente porque agita de nuevo la esperanza dentro del PRI de una repentina recuperación, por peregrina que parezca. El cuarto de guerra de Anaya se había hecho a la idea de que un fracaso más de Meade en este debate obligaría al PRI a tirar la toalla por fin, y conduciría a la presidencia a volcarse a favor de Anaya. La buena comparecencia de Meade desdibujó esa posibilidad. Lo dicho, los astros del horóscopo de AMLO no podían estar mejor alineados.

“No consigo satisfacción, no consigo satisfacción, a pesar de que lo intento, lo intento y lo intento pero no puedo conseguirlo, no puedo conseguirlo. Cuando estoy conduciendo en mi coche y ese hombre aparece en la radio y me está dando una y otra vez información inútil, se supone que para encender mi imaginación…”. Durante la interpretación de la inevitable “Satisfaction” de los Mick Jagger en Madrid teníamos ya el convencimiento de que habíamos asistido al concierto de nuestras vidas.

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