¿Y a quién le importa si la guerra es ideológica o geoestratégica?

Signos

Por Salvador Montenegro

¿A quién le importa si Putin y su partido político, o si Mara y los suyos, son de izquierda o de derecha?

Si Putin se lleva bien con derechistas europeos, al mismo tiempo que con comunistas e izquierdistas chinos, vietnamitas y latinoamericanos, y con dogmáticos musulmanes árabes de todas los credos del Islam; y si el morenismo y el verdecologismo y el verdemorenismo hacen los colores partidistas del gobierno de Mara en el Municipio cancunense y harán los de su posible gestión gubernamental en todo el Estado de Quintana Roo, ¿qué tiene todo eso de particular?

¿Qué hace la diferencia en tiempos en que está más que probado que los dogmas y las demagogias unilaterales, sectarias y excluyentes no quitan ni lo corrupto ni lo injusto ni lo fanático ni lo imbécil, ni hacen la igualdad, la civilidad y la paz resultante del respeto juarista a la libertad y el derecho ajeno?

¿Qué hay más allá de las definiciones sino intereses entre grupos, élites y usufructuarios de los bienes y las decisiones del poder de todos?

Importan las razones históricas y el sentido social de las iniciativas de Estado.

Importa que la inmoralidad sea la menos lesiva contra las mayorías en las investiduras representativas, y no se disfrace en el perfil ideológico y el discurso y la propaganda, y se confunda con lo que más conviene para la equitativa prosperidad comunitaria.

Importan la competencia y la eficacia de los liderazgos, y la virtud y la razón de sus causas, que la rapacidad y la ineptitud anidan igual bajo cualquier color, cualquier bandera y cualquier alianza, en entornos globales y locales donde el humanismo y la conciencia crítica vienen siendo lo de menos, donde los ultrajes del poder son -por tanto- cada día más sórdidos e impunes, donde la ingobernabilidad y la violencia del narcoterror son las mismas que producen los narcogobiernos de unos y otros partidos y unas y otras alianzas con identidades ideológicas similares o encontradas, y los mismos, idénticos, modos de ser, de mentir, de confundir y de asumir el poder público en nombre del interés general y para el beneficio superior de los patrocinadores de las élites representativas y gobernantes.

Las doctrinas y las ideologías son chatarras y prejuicios medievales en la telaraña de todo tipo de efímeras -y ‘líquidas’, diría Bauman- influencias y creencias y aceptables relatividades de la digitalizada modernidad de estas postrimerías.

Hace mucho que se sabe o se debería saber que no hay inmaculados ni redentores ni salvadores infalibles. Que hay unas gestorías y unas alternativas y unos dirigentes mejores que otros y en determinados tiempos y circunstancias. Pero que igual que la patria de cada cual o el origen o la naturaleza hereditaria, la pertenencia sin reservas meritorias no acredita valores ni garantías de superioridad ni de servicio ni de nada bueno.

Los mejores y los peores de la Humanidad de ahora no precisan militancias, sino congruencia y causas justas. Y esas definiciones, además de nobleza y buen espíritu, requieren Logos, saber, escuela, y luz de referencia -antidogmática, laica, ecléctica, heterodoxa y pluralista- de las razones históricas de unos y otros entre la densa niebla y la metralla de tanta demagogia y tanto bombardeo mediático, propagandista y embustero.

Lo mismo da Chana que Juana si bailan al mismo son del derrumbe y la decadencia y no han de parar las víctimas inocentes del exterminio étnico y faccioso ni de los éxodos migratorios del hambre africana o centroamericana, ni los muertos de Ucrania o Siria o Palestina, ni los ejecutados y descuartizados del ensangrentado Caribe mexicano o del Bajío o del Bajo Bravo. Porque las ideologías y los credos y todos los prejuicios y los absolutismos y las franjas unilaterales y excluyentes son lenguas muertas frente a la diversidad del crimen y de las soluciones de la justicia.

SM

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