El segundo piso del monrealismo parlamentario y caribe

Signos

Monreal es un politicazo. Lo acusaron de fastidiar en contra de su partido las elecciones en la Ciudad de México después que él perdió con la ahora Presidenta Electa del país la candidatura morenista al Gobierno de la capital de la República y tuvo que conformarse con la Alcaldía de Cuauhtémoc. Luego cundió su desprestigio partidista y quedó bocabajo y muy lejos de la ganadora en las internas morenistas por la candidatura presidencial. En el entretanto tuvo diferendos declarativos y controversias sustantivas con el Presidente de la República desde su liderazgo en el Senado, y pese a que nunca amagó con una ruptura sí fue objeto de fuertes acusaciones de deslealtad y divisionismo militante de las que, al cabo, se sobrepuso porque, en efecto, es hábil negociador, tiene una larga experiencia en las trincheras políticas y entre las crisis más explosivas, controla el posicionamiento y las expresiones retóricas, teje alianzas de conveniencia y coyuntura entre los fondos y las formas, es convincente y prudente con los recursos de la demagogia, conoce el tamaño de sus enemigos y de sus intereses, vende y compra, es paciente y sabe que lo del poder es un subeybaja administrable para los profesionales de toda la vida que no se bajan de él, y es muy necesario en el terreno más conocido y propio de su naturaleza pública y personal: la escena luminosa y la trastienda parlamentaria oscura, con la ventaja adicional de los tiempos sucesorios de que en su materia puede tener mayor capacidad de influencia, decisión y ganancia propia ante la serenidad y la transparencia de quien será la Presidenta entrante, que las que ha tenido frente al zorro político y de larga data y sobrado poderío que es el jefe máximo saliente. Claro: tiene las desventajas de que con la actual Presidenta Electa será más difícil hablar en el lenguaje cifrado y de doble sentido y a menudo perdulario de los políticos acostumbrados a las trampas y las fintas y las tretas y las guerras sucias de su genética farandulera de verdades a medias revueltas de mentiras completas. Pero todo es relativo. Monreal sabe medir muy bien, y lo hace cada vez mejor, sus tiempos, sus entornos, sus circunstancias. Será más influyente que nunca jugándose todo lo que se juega en las tribunas parlamentarias en la segunda etapa del morenismo, donde Andrés Manuel está dejando todo ganado pero donde vienen las disputas de una jauría militante y variopinta que sabe bien que la Presidenta que llega no tiene la jerarquía invencible de un liderazgo popular omnipresente y determinista sino de uno que, si bien puede ser tan contundente y soberano como su creador y mentor político, no tendrá el recurso imperativo de que se le deben -y se le cobren- las posiciones representativas que gracias a la popularidad y al carismático liderazgo obradorista todos los ganadores electorales del país le deben a él. Monreal se moverá como pez en el agua más que nunca en el estero que mejor conoce y dejando en el Senado, que también conoce como la palma de su mano, los contactos que para sus negociaciones interparlamentarias requiera. Y por eso tendrá, claro está, mucho más poder que el Niño Verde, propietario del Partido Verde, y que cualquier otro dirigente verde, y, por tanto, más influencia en la entidad caribe de la que tienen los verdes que se sienten propietarios de ella y jerarcas políticos que imponen sus intereses en ella. Y por eso habrán de crecer en ella los liderazgos monrealistas, entre ellos los que, cuando el zacatecano andaba de capa caída, los sacaron de la circulación política y del aparador mediático. Regresarán por sus fueros. Los que perdieron fulgor y los emergentes. Los que aspiraban a Cancún y los que se hacen fuertes en Tulum. Por ejemplo. Para bien o para mal.

SM

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