Signos
Pues sí, Trump se blinda de fascistas (Waltz, Rubio, Homan y otros despreciables) en el extremo de un imperialismo de halcones hitlerianos que no busca quién se las hizo sino quién se las pague.
Como hizo Hitler con los judíos.
O como hace el sionista Netanyahu con los palestinos.
Es lo que está por venir de la ira republicana de un descendiente de míticas creencias teutonas contra los infelices inmigrantes latinoamericanos.
Está bien.
Ahora habrá de verse de qué está hecho el liderazgo mexicano de Claudia.
Porque nunca, ni en los tiempos del esclavismo secesionista ‘americano’ se había alzado una amenaza tan bárbara y tan abierta y declarada del odio supremacista del otro lado del Bravo.
Un halcón se yergue con sed de sangre (sin metáfora ninguna).
¿Que un Plan Colombia pudiera negociarse de manera atemperada y diplomática contra el ‘narco’?
Pudiera ser.
Pero lo que hacen vislumbrar las fauces del hitleriano moderno con ínfulas de ario predestinado es mucho más que eso.
De haber gobernado una potencia imperial como la nazi de los cuarenta, los campos de concentración hubieran sido una broma de risa loca.
Va por un segundo periodo presidencial no con ánimo de superación nacional-colonialista. Sino de redención de sus traumas de invencible. De venganza.
¿Le apura la patología masiva de los ansiosos suicidas del fentanilo que se multiplican como la peste, tan propia de la doliente y amarga infelicidad del hedonismo yanqui que se revuelca en alcoholismo, en drogas, armas, masacres, antidepresivos, pornografía y toda suerte de enfermedades espirituales incurables e incomparables en el mundo entero?
¿Le importa el entendimiento de sus males y las alternativas posibles de alivio a la demanda infernal de opioides y la que más alienta el mercado de los mismos en el planeta?
¿Intenta explicarse la voracidad creciente y sin salida de la dependencia alucinógena?
En lo absoluto.
Lo suyo es la frontera terminal de una sociedad decadente, pervertida, vencida, atormentada por un historial de rapacidades y de vicios y sociopatías que no tiene otro derrotero que el desquite con quien más vulnerable le parece.
No habrá de confrontarse con Putin en Ucrania.
La cobardía es el signo más visible de la altanería que busca legitimarse contra la vulnerabilidad de los adversarios elegidos.
Es la hora de Claudia.
No sería difícil enfrentar con la fuerza de la razón la fuerza de los cavernarios.
Pero habrá qué ver cómo se hila la estrategia contra tamaño desafío.
La bestia puede ser conducida al matadero (por lo menos diplomático) con sus propias debilidades anímicas.
Los vietnamitas resistieron las embestidas genocidas del napalm, el incendiario y pestilente gas mortífero de Washington.
Se requiere sensibilidad. No nacionalismos tozudos y rupestres.
Lo del rubio delirante y blasfemo es una expresión de los estertores violentos de un imperio moribundo.
Lo que menos debe hacerse es intimidarse.
Hay que entender al mastodonte furibundo.
Hay que dimensionarlo en su estupidez y en sus peligros como el líder de una sociedad enferma y viciosa, pero armada hasta los dientes y amante de la guerra y de la sangre.
Y sobrellevarlo.
Y hacer que se trague sus palabras.
Y acaso sin que se dé cuenta de que lo hace.
Hay que intentar montar o caminar al lado de ese animal.
Resisitir su inestabilidades y sus cóleras.
Y no enfrentarlo con lo que mejor él tiene y más lo identifica: irascibilidad, desplante, brutalidad.
Su contraveneno es el juicio. La fuerza razonable de quienes tienen que lidiar con los internos más vociferantes de un siquiátrico.
SM