Signos
Parece que el exhibicionismo politiquero es hoy día más abrumador y enfermizo que en los peores tiempos patriarcales del priismo caciquil, cuando aquellos aspirantes primerizos a la fortuna de subir las escaleras de la corrupción del poder político desesperaban en la búsqueda de la mínima oportunidad de protagonismo estimulados por sus eventuales padrinos y promotores en el partido hegemónico de entonces. Así andan estos politiquillos del verdemorenismo rapaz, haciendo todo lo que su nueva jefa presidencial asegura a voz en cuello que quiere que su causa política y partidista borre del mapa de su vida interna, para empezar -como la iniciativa reformadora y el movimiento moralizador y transformador de la vida nacional que se propone ser-, y de ahí y con su ejemplo y su activismo militante y su ejercicio representativo en cada una de las encomiendas populares conquistadas entre las mayorías electoras, lo haga, asimismo, en el mapa más amplio y totalizador de la vida pública y de la cultura nacional: que los recursos del erario y las obras realizadas con dinero del pueblo y para el pueblo, por ejemplo, no se usen de manera sucia y para el financiamiento de aspiraciones personales y proyectos particulares y de enriquecimiento, a imagen y semejanza de los grandes negocios en que convirtieron el Estado mexicano quienes juraron defenderlo con su vida en el pasado; quienes sólo lo pervirtieron y lo envilecieron en favor de sí mismos y de sus familias y socios de la oligarquía; y quienes, con esa naturaleza humana y política tan suya, lo pusieron a merced, también, de las bandas criminales mismas, de las que fueron cómplices en gran medida y junto con las cuales y bajo la tolerancia de su autoridad, siguen siendo culpables de la inseguridad y la violencia que desangra al país, beneficiarias como han sido las organizaciones delictivas de los regímenes de la ilegalidad, la impunidad, la ingobernabilidad y la corrupción con que fue ‘gobernado’, y por lo que el derroche y el financiamiento ilícito para el propagandismo y la promoción de aspiraciones de poder serían ahora de la más alta y punible de las ofensas, y peor si se asumen del mismo bando y como defensoras partidistas de la renovación moral y la transformación nacional sustentada en la prédica doctrinaria de ‘no mentir, no robar, no traicionar’ y ‘por el bien de todos primero los pobres’, como bien se sabe que ocurre esa deslealtad y tanto se advierte su puñalada por la espalda en entidades como como Quintana Roo y Campeche, donde mucha falta haría, si no quiere que los propósitos esenciales de su movimiento moralizador de la ‘cuarta transformación’ se le pulvericen en las manos, que su partido y su Gobierno detuviesen las poderosas embestidas de una corrupción verdemorenista que nada le pide a las priistas apenas recientes de Beto Borge y de Alito Moreno en ambas demarcaciones estatales costeras del Caribe y el Golfo de México. (Porque en ellas, para no ir muy lejos, el Secretario de Desarrollo Económico del Gobierno morenista de Quintana Roo, por ejemplo, fue antes impuesto como Alcalde priista en el Municipio cancunense por el ahora exGobernador preso Roberto Borge, y el Secretario de Desarrollo Económico del Gobierno morenista de Campeche es un exSenador y expresidiario panista bajo proceso penal y en libertad condicional que recibió sobornos de la empresa brasileña Odebrecht para aprobar en el Senado la reforma petrolera peñista combatida a muerte por el obradorismo campechano al que ahora sirve, y el Fiscal estatal quintanarroense estuvo al servicio del Gobierno verde de Manuel Velasco en Chiapas y a los verdes sigue sirviendo con colaboradores de primera mano y superior confianza como el que debió despedir tras el escándalo de sus fastuosas narcofiestas familiares en la entidad chiapaneca donde, como en la caribe, sigue dominando el crimen.) ¿Hay obra pública local?, tendría que preguntarse Claudia Sheinbaum; ¿la hay, más allá de las obradoristas del Tren Maya que tanto sirven de escenario a las campañas promocionales de los aspirantes verdemorenistas a cualquier puesto que siga del que tienen, y que consiguieron a la sombra de la popularidad de Andrés Manuel y desde cuya idolatría ofrendaron su voto multitudinario y vencedor los seguidores suyos, fuesen quienes fueran sus falaces candidatos en las boletas electorales; esa instintiva masividad que causa ya tantos estragos en la vida nacional y debiera marcar la mayor de las iniciativas presidenciales claudistas contra la degradación del morenismo y, sobre todo, contra la corrupción y la inseguridad? Seguro que lo sabe. Como cualquiera puede saber que en lugar de iniciativas esenciales de desarrollo regionales, estatales y municipales la autoridad verdemorenista de todos los Poderes representativos y de Gobierno se dedica más al protagonismo y a la competencia militante y a la propaganda y el costoso control y manipuleo mediáticos que al ejercicio productivo de la actividad institucional. ¿Se legisla mejor ahora que en los tiempos de la corrupción opositora? ¿Se administra mejor, hay menos deuda, mejor planeación y crecimiento urbanos, mejores programas ambientales y ecológicos, menos criminalidad e inseguridad, mayor eficiencia policial y ministerial, menos impunidad, más peligrosos delincuentes procesados y encarcelados y muertos, mejor control de los asentamientos irregulares, mayor inversión turística sustentable, mayor diversidad inversora regional, mayor recaudación fiscal local, mayor inversión social local, crecimiento del empleo sobre proyectos estatales y municipales, una mejor capacidad y gestión de intendencia de las municipalidades (que ni para la intendencia y la limpieza de las áreas públicas sirven)…? Por supuesto que no. Nada ha cambiado más allá de las iniciativas presidenciales del ámbito federal, y en mucho el panorama ha empeorado con la anarquía demográfica y la detonación impune de la diversificación industrial del ‘narco’. Panismo, priismo y verdemorenismo son la misma gata revolcada del poder en las administraciones locales, con la salvedad de que las obras presidenciales y el discurso y la popularidad y la influencia política legados por Andrés Manuel siguen siendo pólvora política propagandística y electorera para las dirigencias que siguen haciendo suyo ese legado y siguen lucrando y viviendo de su enorme potencial. El proselitismo verdemorenista inmoral e ilegal es más intenso y descarado ahora que el de los viejos tiempos del Estado hecho negocio privado que tan condenable es en las diatribas de la regeneración moral. Basta ver su despliegue en todos los foros y plataformas y aparadores ‘editoriales’ con toda suerte de imágenes festivas y promocionales y triunfalistas contrastantes con la penuria vil de los valores verdaderos de la seriedad y el compromiso histórico de gobernar, de administrar, de legislar, de atajar y satisfacer la demanda social de los servicios básicos, la insolvencia financiera, el precarismo histórico, el desequilibrio regional, el caos poblacional, la ingobernabilidad casi absoluta y todo cuanto impone la obligación de las investiduras representativas y de Gobierno por las que tanto se quiere competir y con cuyas obligaciones tanto se juramenta con la mano en la Constitución que se quiere cumplir, aunque de sobra se sepa que esos juramentadores apócrifos y truhanes, por más que juren ‘no robar, no mentir, no traicionar’, y justamente porque son capaces de todo eso y de bastante más, son los de la peor catadura moral y los más negados a la aptitud institucional de liderazgo para resolver las tragedias acumuladas del crecimiento anárquico y producto de la corrupción histórica en entidades como Quintana Roo.
SM