El voto ruin

Signos

Democracia sin conciencia crítica ni humanismo de las mayorías electoras es regresiva: enemiga de la justicia y la evolución.

Pero no es menos cierto que los procesos históricos, igual que los cuánticos, comprenden la decadencia y la caducidad como umbrales y principios de transformación de sus entornos sociales y cósmicos. Para bien o para mal.

De modo que los excesos ciudadanos que derivan en patologías democráticas como alternativas equívocas de salvación o de superación que no tienen más remedio que derivar hacia fases postreras y terminales de agotamiento civilizatorio y de injusticia, son perfectamente naturales y propias del ciclo vital de la cultura y la evolución humana, donde la paradoja es la del extremo reduccionismo del concepto y la espiritualidad (al nivel de la barbarie supremacista de ‘la zanahoria y el garrote’) que se encuentra y converge en el ocaso con la suprema innovación de una inteligencia artificial tan deshumanizada como la humana misma. Es decir: la fórmula perfecta del exterminio inevitable y necesario en la lógica de cualquier nuevo principio.

Trump y Musk no son, pues, casualidades. La galáctica genialidad del futurismo postrero confluye en el orbe ideológico de lo primario y del lenguaje sin paradigmas del reino fascista de los monos, el de la feliz manada de electores en el génesis del nuevo orden.

Eso allá, en los nuevos tiempos del imperio. Donde se hace historia verdadera la ficción de los homínidas tomando el control de la modernidad.

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Acá, la confianza ciega de las mayorías absolutas en las bondades del líder imanta todo lo que el líder nombra, toca, irradia e incorpora a su causa por vocación o conveniencia ocasional y que, por erróneo o zafio o equívoco que sea, se torna mágico y convoca el frenesí de aceptarlo y asumirlo y venerarlo en un acto de fe, donde toda duda y la mínima objeción es paganía, abdicación, condenable resistencia.

Acá, la prédica es inapelable y las alianzas más turbias -pero necesarias, según el pregón del santo patriarca- se santifican y se votan en las urnas cual el mandato divino que, si es de comunión masiva y de dimensiones históricas en favor del bien del pueblo y de la regeneración moral contra el destierro de la corrupción pública de todos los tiempos, puede convertir en santos a los simuladores más aptos y llevar a los más altos altares de la corrupción del poder representativo del pueblo a sus más infames enemigos y picapedreros.

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El sufragio democrático de los fascistas está poniendo en el trono del fin del mundo al peor de todos ellos en la superpotencia democrática del ‘mundo libre’.

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El sufragio democrático de los idólatras está convirtiendo a los oportunistas y los simuladores aliados de la regeneración moral, como los verdes sumados al obradorismo y mimetizados en él, en los más afortunados ganadores de la corrupción del poder político desde el Caballo de Troya del que se siguen bajando a combatir, portando sus mismos escudos, estandartes y colores, contra los idealistas defensores de la llamada ‘cuarta transformación’, al sur del Bravo.

SM

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