La escuela, Villa y el Estado

Signos

Si los Gobiernos federal y estatales son incapaces de establecer relaciones y compromisos que algo valgan con los sindicatos magisteriales y cuyas crisis por negociaciones de interés entre las partes sigan arruinando la pésima calidad educativa del país y pasando por encima del derecho humano a la enseñanza básica de los escolares y sus familias, el Estado y sus autoridades nacionales seguirán siendo los de una república tan bananera y tan democrática y tan digna como las de cualquier país africano semianalfabeta.

Restar importancia al factor esencial de la cultura y de la evolución civilizatoria de un pueblo es condenarse, con él, al atraso, la mediocridad, la incivilidad y la aceptación representativa de cualquier piltrafa dirigente.

Y en eso no ha cambiado en nada el país por el que tanto lucharon los primeros maestros alfabetizadores de los tiempos revolucionarios y los primeros posrevolucionarios, como aquellos en los que al pie de un vagón -en los que despachaba como eventual Gobernador de Chihuahua y donde en menos de tres años dejó una enorme huella educativa- Villa repartía alimentos, y a quienes, desde su semianalfabetismo (porque Villa aprendió a leer y escribir en la cárcel gracias al maestro Gildardo Magaña, preso con él por los huertistas), dijera envidiar por la gracia de su apostolado y el gran servicio a su pueblo en medio de la guerra, y a quienes aseguraba que, sin escuelas de valor, toda la sangre revolucionaria que se derramara sería la sangre inútil de un pueblo traicionado.

SM

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