Andy, Olán, no mentir, no robar, no traicionar…

Signos

Por Salvador Montenegro

Muy bien, el Presidente Andrés Manuel afirma lo correcto: no hay evidencia concreta que implique a su hijo Andrés como actor decisivo y factor determinante de influencia cual se le acusa en la denuncia mediática sobre el caso de corrupción que sí involucra, con pruebas objetivas irrecusables, a Amílcar Olán, amigo de Andrés hijo, como beneficiario de un contrato de casi trecientos millones de pesos otorgado por el Gobierno de Mara Lezama en Quintana Roo, del mismo partido presidencial, Morena, por concepto de insumos médicos pagados con recursos federales en el curso de los apenas cuatro días de duración del dicho y veloz contrato.

No hay evidencia, en efecto, sobre el presumible tráfico de influencias del que pudieron haberse favorecido el hijo del Presidente y su amigo Olán gracias a la corrupción de los funcionarios quintanarroenses involucrados en el vasto despojo al erario (perpetrado mediante el pago indebido a una empresa de productos médicos descalificada por la autoridad reguladora del sector, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, Cofepris).

Es cierto que en la cultura de la corrupción política mexicana ese no sería sino uno más de los tantos y tan incontables sucesos del historial de saqueos de los bienes y las arcas públicas obrados desde el influyentismo de los liderazgos de todos los Poderes y niveles del Estado nacional. Pero también es cierto que la falta de evidencias probadas y el facilismo y libertinaje especulativos convierten hoy día, en el contagio inmediatista de la caudalosa informatización digital y el derrumbe sostenido del rigor periodístico y el precarismo crítico complementario y el espontaneísmo generalizado de una opinión pública desnaturalizada y decadente, cualquier mensaje diseñado por la perfidia y el interés mediático militante o contrincante puede asumirse como una verdad inobjetable o posible, o tener más la resonancia sensacionalista que sus emisores alientan como recurso de guerra urdido en las mejores condiciones para la conciencia instintiva, maniquea y superficial.

Vivimos o naufragamos en el país de la más febril retórica justiciera, de las más onerosas estructuras burocráticas anticorrupción, y de un sistema judicial también de los más costosos y dispendiosos del mundo entero, y donde la corrupción y la criminalidad menos se castigan, donde la impunidad penal y la reincidencia delictiva son de las más sobresalientes, y donde, por eso mismo, no puede ser de otra manera que la violencia y la inseguridad sean, también, de las más pronunciadas y tenaces del mundo entero.

Y entonces, acaso la muy probable y muy denunciada complicidad de ‘Andy’ López Beltrán y de Amílcar Olán en el negocio fraudulento de la compraventa de productos médicos y el asalto a los recursos federales del erario quintanarroense pueda no probarse en los tribunales y no cumplir sino el objetivo propagandista buscado en la denuncia mediática de Carlos Loret de Mola, el periodista más reputado de la oligarquía enemiga del Presidente López Obrador. Pero una investigación federal y una auditoría eficaz y un procedimiento legal adecuados bien pueden identificar a los protagonistas y culpables de la trama ilícita fraguada entre las autoridades quintanarroenses y el amigo del primogénito de AMLO. No hacer lo correcto y no consignar de manera transparente, puntual y expedita a los más que bien identificados culpables dejaría en sobrada evidencia que la sociedad criminal presuntamente apadrinada por el hijo del Presidente es, sin lugar a dudas, verdadera.

Por supuesto que López Beltrán no podría ser legalmente imputado si las partes implicadas en el contubernio -Olán y los funcionarios vinculados en el contrato- no lo señalan como parte del mismo ni existen, como no parece que las haya más allá de las apariencias y los indicios, pruebas en su contra. (Porque, como da a entender el Presidente, amigos de mala índole, como Amílcar Olán, cualquiera puede tener sin ser, necesariamente, socios o tapaderas de sus torcidas andanzas.) Pero si el Presidente, como asegura, no conoce a este malhechor amigo de su hijo y está convencido de que aquél, Olán, ha actuado por cuenta propia, más debía exigir, en consecuencia, que se indague y se castigue la actividad delictiva del presunto mal amigo de su hijo y el proceder -se entendería que también por cuenta propia- de sus compinches quintanarroenses con quienes acordó el contrato que firmaron entre ellos, es decir: al margen de su hijo Andrés y, sobre todo, a espaldas de él mismo, el jefe máximo de la causa y el partido de la renovación moral, donde siempre habría de regir la máxima de no robar, no mentir y no traicionar. 

SM

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