Cancún y la mafia taxista

El minotauro

Por Nicolás Durán de la Sierra

Reuniones de gabinete van y reuniones vienen y hasta comités se forman en el Municipio Benito Juárez, pero el problema de vialidad pública que significa el virtual secuestro de autobuses urbanos por parte de un grupo de taxistas de Cancún, sigue siendo el pan de todos los días en demérito de los miles de empleados nocturnos de la zonas hotelera local y foránea.

El virtual secuestro es simple: un pequeño y amafiado grupo de taxistas, sobre todo en el amplio paradero de Plaza las Américas, al dar las diez de la noche frena con violencia la circulación de camiones urbanos alegando que les quitan pasaje, es decir, fuerzan a los empleados a que utilicen sus servicios.

De tan abusivo y arbitrario suena hasta fantástico

Este no es un problema menor ni para el municipio ni para el Estado y menos para los miles de trabajadores que sufren la mengua de su salario por la rapiña de un mafioso grupo que secuestra la vialidad publica no sólo en los paraderos, sino por extensión a lo largo de todas sus rutas urbanas.

Insisto, se trata de un grupo, no de los taxistas en general.

Frenar el atropello es importante no sólo desde el punto de vista humano –friegan al fregado, dicen en el pueblo- sino porque asimismo va contra la actividad turística en general; hace poco, ante el canciller Marcelo Ebrard, los industriales del ramo se quejaban de la falta de mano de obra, y si hoy la que queda tiene que sufrir el expolio de este núcleo gansteril, el horizonte es obscuro.

Para solucionar este problema fruto del desorden que priva en el sindicato de taxistas, y dados los posibles vínculos que el grupo en cuestión pudiera tener con el crimen organizado, se precisa la participación activa de la policía y de la Guardia Nacional, pues la amenaza de que pudiesen cancelarse las concesiones del servicio es estéril; la fiera está cebada y muestra los colmillos.

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