El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
Si hubiese que adjetivar al proceso electoral federal que renovará la Presidencia de la República, el que ya está en marcha aunque no de manera oficial, esta voz sería la de la de azaroso. No porque se pudiera dar la derrota de Morena, el partido favorito, sino porque tanto para sus candidatos como para los de la oposición, la ruta está llena de riesgos, contratiempos y sinsabores.
El camino tomado por el presidente López Obrador para elegir a su sucesor, el de las encuestas, conlleva el gran riesgo de rupturas entre la grey Morena, pese a que los inmiscuidos juren que, antes que todo, “está la unidad del partido”. El apoyo tácito o abierto de gobernadores y líderes políticos a tal o cual aspirante no abona a la idea y recuerdan las legendarias “cargadas” del viejo PRI.
De la maldición de la Fiscalía se hablará más adelante.
La oposición, a su vez, según recientes notas, antes que ir por la presidencia del país, busca obtener suficientes votos para conserva y aún ganar espacios en el poder legislativo, y creen que Xóchitl Gálvez les puede atraer simpatías electorales. Sí, la senadora que se disfrazó de dinosaurio en la sede camaral y sí, la que como broma “destapó” el propio presidente en pasada conferencia.
Late la posibilidad de cismas en todas las coaliciones y en todos los partidos, sin excepción, pues la naturaleza de la lucha por el poder es feroz, por más civilizados que se digan quienes compiten. Es un desgastante año de campaña hasta para el mejor aspirante y, sobre todo, porque ninguno de ellos puede alardear juventud. La jornada será, como se ve, azarosa para todos.
Vamos, pues, con la maldición de la fiscalía. Aunque se da por hecho que en breve Raciel López Salazar será de manera formal fiscal estatal, no se descarta un cambio de última hora, y de nuevo reluce una dupla que podría competir por el cargo. Se trata de José de la Peña, el coordinador del gabinete de seguridad y Jorge Aguilar Osorio, el exsecretario de la comuna de Cancún
Ambos son de los pocos activos políticos del Estado y el hecho de tomarlos como candidatos al cargo de fiscal no abona a su ruta pública. La fiscalía consume a quienes la encabezan, pues harto difícil es salir con ventura del puesto por lo extendido y contaminante de la violencia criminal no sólo en Quintana Roo, sino en todo el país. No conviene quemar cartuchos en batallas perdidas.