El bestiario
Los analistas de lo que ha denominado Angela Dorothea Merkel, de soltera Angela Dorothea Kasner, es una física y política alemana que desempeña las funciones de canciller de su país, Alemania, desde 2005, recientemente como “tiempos tempestuosos” advirtieron de que los postcomunistas, conscientes de que no podían ganar las guerras, sí que podían ganar las mentes. De esa filosofía surgió un desarrollo de la desinformación sin precedentes en su magnitud. En pocos años el mundo podría cambiar para siempre con estas tácticas, y si eso ocurre hay un hombre que seguro que sonríe y pronuncia alguna frase de Hannibal Smith; ese hombre es Vladimir Putin. El coronel John ‘Hannibal’ Smith es un personaje ficticio de la serie ‘El Equipo A’, interpretado por George Peppard, un oficial del ejército de los Estados Unidos que luchó en la guerra de Vietnam. En 1972, cuatro de los mejores hombres del Ejército Americano, que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. “Si tiene usted algún problema y si los encuentra, quizá pueda contratarlos”. Es un maestro del disfraz y siempre tiene algún plan. Una de sus frases más dichas es ‘I love it when a plan comes together’ (me encanta que los planes salgan bien). Otra de sus características es el perpetuo puro que lleva en la boca, y su sarcasmo, utilizado siempre que los antagonistas de turno hablan con él. Uno de los disfraces a los que más recurre es el del señor Lee, un chino propietario de una lavandería en Los Ángeles. Utiliza siempre este disfraz para poner a prueba a los clientes y comprobar que no trabajen para la policía militar.
En la producción literaria de Rob Sears se encuentran libros humorísticos protagonizados por grandes figuras políticas como Vladimir Putin, Donald Trump, ex presidente de Estados Unidos, o Kim Jong-Un, Lider Supremo de Crea del Norte. Vive junto a su mujer en Londres, donde trabaja como director creativo de la agencia publicitaria McCann Erickson. También ha escrito comedia y ficción para la editorial McSweeney’s. Sears ha publicado ‘The Beautiful Poetry of Donald Trump, bestseller del Sunday Times’, ‘Técnicas de coaching de Vladimir Putin’ y ‘Elige tu propio apocalipsis’, una obra de corte interactivo en la que el lector, con sus elecciones, irá decidiendo el porvenir de la humanidad. Con todas ellas Sears pretende hacer sonreír al lector a través de las personalidades políticas más importantes del momento.
Cuando recogió la Rusia hecha pedazos que le legó Boris Yeltsin, Putin era un hazmerreír. Un individuo anodino, sin carisma ninguno, con un apellido que en castellano se prestaba a simpáticos juegos de palabras. Pero con mano de hierro estabilizó su país, que llevaba diez años de sobresaltos económicos, e instituyó un liderazgo incuestionable que cumple este año dos décadas. Un periodo en el que ha recibido la ‘patriótica’ gloriosa acusación de haber colocado en el poder al expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien ordenó asaltar a sus militantes más extremistas del actual republicanismo estadounidense el Capitolio de Whashington. Todo esto ocurrió apenas hace unas semanas, el pasado Día de Reyes, 6 de enero del 2021. Y todo gracias a un arma tan letal y mortífera como el Facebook.
Santiago J. Santamaría Gurtubay
A la vista de que en los próximos veinte años quizá acabemos con un retrato del susodicho Putin en el salón para no levantar sospechas, por lo que solo queda rendirse ante la evidencia de que nos encontramos ante el maestro de maestros. Eso es al menos lo que ha debido de pensar el escritor Rob Sears antes de publicar ‘Técnicas de coaching de Vladimir Putin’ (Debate, 2019), un divertido análisis pormenorizado de los rasgos de la personalidad y los hitos de la biografía del presidente ruso de los que extraer sabios consejos para el día a día. Un trabajo no exento de valor, porque satirizar al hombre más temido del mundo requiere cierto aplomo. La obra comienza señalando su propio peligro. Si todo el mundo sigue página por página los consejos de este manual de autoayuda para el autócrata de hoy, todo el mundo conspirará para ejercer su dominio contra todo el mundo. Sin embargo, eso mismo es lo que ocurre todos los días en las redes sociales. Por lo que cobra especial sentido el valor que le da el autor a su libro: sirve para que no se aprovechen de ti.
En ese aspecto, las vivencias de Putin resultan muy instructivas. Por ejemplo, Sears señala unas palabras de Luidmila Putina, la exesposa del presidente, sobre el carácter del que fuera su marido: “Vladimir Vladimirovich me ha puesto a prueba toda la vida. Siempre he tenido la sensación de que me observaba. Era como si estuviese esperando a ver si tomaba la decisión correcta, si superaría el siguiente test”. Nadie dijo que el hombre quisiera resultar simpático. Los consejos llegan después de cada perla biográfica bajo el epígrafe “Sé más Vlad”, ahí se apela a que sepas localizar e identificar tu pequeño Putin interno y logres sacarlo al exterior. Puedes aprender del Putin generoso, el que le regala una cama con dosel al italiano Silvio Berlusconi que luego resulta que es en la que tiene encuentros con la prostituta Patricia D’Addario. Se llama dosel al ornamento que se coloca formando techo sobre un trono, un altar, del que suelen colgar cortinajes. También llamado en ocasiones canopia (del inglés Canopy y este del latín Canopus, famosa ciudad egipcia conocida por sus grandes lujos). Puedes fijarte en el Putin precavido, el que a través del SORM (System for Operartive Investigative Activies) puede rastrear todas las llamadas telefónicas, emails, navegación web, transacciones de tarjeta de crédito, mensajes en chats y foros de sus ciudadanos. Al final en el Putin romántico, ese que se casó en los ochenta porque los agentes que permanecían solteros eran puestos inmediatamente bajo sospecha y no podían, entre otras cosas, ascender.
“Si la pelea es inevitable, hay que ser el primero en golpear”, son declaraciones del propio presidente ruso, el de la perseverancia
Al lado de cada uno de esos epígrafes Sears muestra su faceta de humorista más descarnada y acompaña cada consejo de un chiste gráfico. Una ilustración en la que explica cómo sería llevar a cabo las enseñanzas de coaching de Putin en la vida real. Putinismo aplicado a la vida en pareja, la oficina, hasta en los transportes públicos se pueden hacer uso de sus enseñanzas. El consejo más repetido es el de la perseverancia. Aguarda tu momento oportuno, reza una recomendación. Putin se pasó años, la mayor parte de su carrera como oficial subalterno del KGB, recopilando recortes de prensa en Dresde (Alemania Oriental), muy lejos de la verdadera acción de los superespías de la Guerra Fría. Sin embargo, desde ahí, consiguió llegar a lo más alto. “Si la pelea es inevitable, hay que ser el primero en golpear”. Son declaraciones del propio presidente ruso. Así se abrió paso desde las oficinas del gris burócrata hasta una de las salas de máquinas de la geoestrategia mundial. Pero no todo es fuerza. También hubo colaboración. Saber gestionar equipos. En su día trascendió que su amigo Vladimir Litvinenko le redactó la tesis doctoral que Putin presentó con cuarenta y cuatro años en la Universidad Minera de San Petersburgo. Para hacerse respetar en la distancia corta Putin no ha dado una voz más alta que otra. Recurrió, revela Sears, al viejo truco de las estrellas del rock de estadio, que no es otro que aparecer dos horas tarde. Lo hizo a pequeña escala, su mujer Liudmila recordaba cómo lloraba cuando la hacía esperar en sus primeras citas y utilizó el mismo criterio años más tarde en el Vaticano. Apareció una hora tarde a su encuentro con el papa.
Con Merkel fue más refinado. En un ejemplo de saber emplear bien la información personal que toda persona derrama hoy en día en el ciberespacio se presentó ante ella con un perro labrador, precisamente la raza que atemorizaba a la canciller desde que era niña. Y a Obama supo robarle el protagonismo recurriendo a lo inesperado. Cuando el líder americano pronunció un importante discurso en su visita a Moscú en 2009 después de ser elegido presidente, Putin se llevó todo el share saliendo por televisión al mismo tiempo a lomos de una Harley Davidson rodeado del peligroso clan de moteros los Lobos Nocturnos. Por si quedan dudas, la verdadera razón de ser de este manual está en el capítulo “Tú elevado a la potencia de Putin”. En el cuarto consejo, “confíale tus finanzas a un músico” se habla de Serguéi Roldugin, un violoncelista y uno de sus amigos más antiguos. Los papeles de Panamá pusieron de manifiesto que controlaba un grupo de empresas del que se sospecha que sirve para ocultar la fortuna del presidente. Es ahí donde podemos cuantificar el éxito del personaje y el valor de esta guía de autoayuda. Según Business Insider, la fortuna de Putin podría ascender a 200,000 millones de dólares.
Borra esa sonrisa de tu cara: no tener cuenta en Facebook no te salva de que tengan tu perfil en la red de Mark Zuckerberg
Aprendimos varias cosas durante las diez horas que Mark Zuckerberg pasó respondiendo preguntas en el Senado y el Congreso de los Estados Unidos. Pero hay una particularmente indignante: no hace falta ser usuario de Facebook para que Facebook tenga guardado tu perfil. Peor aún: para saber lo que dice, tienes que hacerte usuario de Facebook. Hasta seiscientas preguntas tuvo que responder Mark Zuckerberg frente a los legisladores del mundo libre. La mayor parte de sus respuestas se pueden resumir en dos: no tengo la respuesta a esa pregunta y los usuarios lo han querido así. El fundador de Facebook repitió una y otra vez que los usuarios eran dueños de sus datos, que ellos mismos elegían compartirlos con quien ellos mismos querían y que tenían herramientas para gestionarlos de la manera que mejor se ajuste a su estándar de privacidad. Esto falta a la verdad de muchas maneras distintas. Las desgranamos, de la más fea a la peor. La primera, porque la mayor parte de los usuarios no entienden los términos de usuario que firman al entrar. Esto no es una falta de dejadez, incompetencia o desidia. Facebook ha sido denunciado en numerosas ocasiones por tener un contrato farragoso, interminable y premeditadamente ilegible para cualquiera que no sea especialista en derecho digital. Lo que resulta muy conveniente para la rápida expansión de su negocio, que es transformar los datos de millones de personas en perfiles segmentados para industrias como la publicitaria, alimentaria, tecnológica, sanitaria, cosmética o farmacéutica. El contrato está diseñado para que el aspirante a usuario lo mire, sin entender nada y lo firme convencido de que sus derechos serán respetados por una de las empresas más poderosas del mundo. No lo acepta sabiendo lo que acepta, sino pensando que algo que cientos de millones de personas no puede ser tan peligroso. Que ahora Zuckerberg les haga responsables es fundamentalmente hipócrita, porque todo el proceso está cuidadosamente diseñado para que ocurra exactamente así.
La segunda, porque las opciones que ofrece la plataforma para gestionar los datos de los usuarios son restrictivas para los demás usuarios, pero no para la propia Facebook y sus tres millones de partners. La prueba incontestable es que nadie puede borrar sus datos de la plataforma, solo sacarlos de la interfaz. Beth Gautier, portavoz de Facebook, se lo explicaba no hace mucho tiempo al Times: “Cuando borras algo, nosotros lo sacamos para que no sea visible o accesible en Facebook”. Irónicamente, borrar tu cuenta es la manera más directa de perder el poco control que tienes sobre tus datos, porque ya no tienes acceso a ellos. Tanto si borras una conversación como si eliminas tu cuenta de usuario, lo que borras es el acceso a esos datos por parte de otros usuarios y de ti mismo, que ya no puedes modificar esa información ni aplicarle distintos filtros porque parta ti ya no existe. Pero esa información permanece accesible para Facebook y sigue siendo útil a sus anunciantes en las campañas que ellos quieran, sin pedirte permiso jamás. Esto incluye todo lo que has hecho en Facebook, incluyendo las cosas que has escrito y que has borrado antes de publicar.
Nada de lo que haces o dices se pierde como lágrimas en la lluvia; todas quedan atrapadas para siempre en una nube
¿No lo sabías? Facebook guarda todo lo que tecleas, incluso si nunca llegaste a publicarlo. Lo descubrimos gracias a una investigación sobre la autocensura en la red. Facebook sabe si te ibas a declarar a una chica y no lo hiciste por pudor (con precisión meridiana, incluyendo la hora, el lugar y el contexto de la conversación). Sabe si le ibas a pedir dinero a tu hermana y al final te dio vergüenza. Guarda todos los comentarios envenenados que, por suerte, no te atreviste a publicar. Nada de lo que haces o dices se pierde como lágrimas en la lluvia; todas quedan atrapadas para siempre en una nube de servidores, cables, routers, antenas y bloques de refrigeración. Eso es porque nunca han sido tuyas. Siempre han sido de Facebook, Inc. Si el usuario de Facebook fuera el dueño de los datos que tiene Facebook, sabría exactamente qué datos son esos y tendría el poder de modificarlos o borrarlos para siempre. Ya sabemos que esto no es así. Pero ¿y si nunca has dado tu consentimiento porque nunca has sido usuario de su red social? ¿Cómo puedes consentir o gestionar el uso de tus datos si ni siquiera sabes que existen?
La prueba definitiva de que el único dueño de los datos en Facebook es la propia Facebook es que acumula perfiles de personas que nunca han dado su consentimiento ni han estado de acuerdo con los términos de usuario ni han posteado ni comentado ni pokeado ni aceptado ninguna interacción con la red social porque, simplemente, nunca han tenido cuenta en Facebook. Y lo más sangrante es que, para poder acceder a esos datos, tienen que hacerse usuarios de Facebook, irónicamente otorgando permiso a la empresa de Zuckerberg para tener información que ha estado guardando sin permiso hasta entonces. El demócrata Ben Luján de Nuevo México se lo reprochó claramente durante el interrogatorio. Efectivamente, Facebook tiene perfiles sobre personas que no son usuarios de Facebook. Esta clase de información se llama ‘shadow profile’ (perfiles oscuros) y significa que, si has sido lo bastante listo como para no hacerte ninguna cuenta en esta red social, ellos siguen teniendo tus datos. Según Zuckerberg, hay dos razones. La primera, porque tienen otra empresa de publicidad fuera de Facebook. La segunda, por seguridad.
“Tiene que haber detalles en el modo en que usas Facebook, para asegurarnos de que no estás abusando del sistema”
¿Cómo consigue los datos de no usuarios? Primero el negocio. Facebook tiene trackers repartidos por toda la red: las habituales cookies, pero también los botones de ‘me gusta’, o ‘compartir’ y los plugins de sus partners para seguir a sus usuarios. Todos los lugares donde hay un logo de Facebook hay trackers, y estos trackers acumulan datos para los perfiles de Facebook, aunque el visitante no pinche en el logo, no esté logueado en Facebook o ni siquiera tenga cuenta allí. Varias agencias europeas de protección de datos les llamaron al orden por este motivo en 2016 y Facebook dijo que se trataba de un error informático. Curiosamente, al mismo tiempo patentaba un método para “comunicar información sobre las actividades del usuario mientras esta en otro dominio”. Ese error informático se llama Facebook Connect. Y el servicio que lo vende se llama Audience Network Ad. Una vez más, Zuckerberg argumenta que el usuario puede pedir no ser trackeado. “Cualquiera puede elegir quedarse fuera de los mecanismos de captura de datos para publicidad —le dijo a Luján— tanto si usa nuestros servicios como si no”. Una vez más, esto es relativamente cierto. Mientras que en 2014, Google accedió a no cruzar los datos de sus cookies publicitarias con los de los usuarios de sus servicios (no sabemos si lo cumplen o no), Facebook requiere que se acojan a las opciones que proporciona la industria. Esto es: la Digital Advertising Alliance en Estados Unidos, en Canada y en Europa respectivamente. En cuanto a la seguridad, Zuckerberg dijo primero que se rastrea a no usuarios o a usuarios no logueados para proteger el sistema de otros programadores: “Necesitamos saber quién trata de recoger datos públicos y acceder a nuestros servicios para impedir este tipo de rastreo”. Y luego que vigilan a sus propios usuarios para que no cometan fechorías: “Tiene que haber detalles en el modo en que usas Facebook, incluso cuando no estás logueado, que tenemos que vigilar para asegurarnos de que no estás abusando del sistema”. Es difícil entender lo que dice porque en ningún caso tiene sentido. Primero, porque acceder de manera mecánica a información pública es lo mismo que hace Facebook, y hacerle la competencia a Facebook todavía no es ilegal. Segundo, porque si no estás logueado como usuario entonces no puedes abusar del sistema.
Lo interesante es que Zuckerberg quiere sugerir que los únicos perfiles oscuros de no usuarios de Facebook son de hackers, malandrines y programadores de marketing online. La verdad es que cualquiera que esté en los contactos telefónicos o del Messenger de un usuario de Facebook es susceptible de convertirse en “persona que quizá conozcas” y generar un perfil oscuro sin tener usuario ni cuenta. A partir de aquí, el perfil solo puede crecer. Pero esta es una de las preguntas para las que Mark Zuckerberg no tenía respuesta. Cuando el senador Luján le preguntó si sabía lo que era un perfil oscuro, le respondió: no estoy familiarizado con el término. Qué le vamos a hacer.
Facebook nació en 2004 como un lugar para saber qué hacían tus colegas de facultad, lo presentan como un viejo de apenas 17 años
Me abrí mi cuenta de Facebook en 2008, en compañía de varios amigos y amig.. Parecía aún algo pretencioso, de modernos. Pero aquel invento que llegaba con tanto ruido tenía que servir para ligar, al menos. No sé por qué recuerdo el día preciso en que me creé mi cuenta de Facebook. No ha sido importante en mi vida. Mi Twitter ha sido central y creo que no lo sé, quizá porque lo hice solo. También Twitter llegó más tarde. Si no habías estado en Friendster o MySpace, como yo, Facebook era la primera red social. El primer lugar para el voyerismo digital de tus amigos. Poco más de una década después, escribo sobre su decadencia. Es un poco absurdo. Facebook es el país más grande del mundo. Es una de las empresas más exitosas. Los cambios en sus políticas siguen llenando titulares, como cualquier cosa que diga su fundador, Mark Zuckerberg. Sus boicots provocan caídas en Wall Street. ¿Cómo puede ser algo así decadente? Facebook es la tele de internet. Nadie admite que la mira mucho, pero sigue mandando. Pero como la tele, sus competidores han provocado que parezca viejo. Viejo no es inútil ni terminal ni feo. Viejo es viejo, y es un adjetivo más bien negativo. Pero hay cosas viejas deslumbrantes. Si Facebook lo será está por ver.
Para mí es fácil escribir sobre la decadencia de Facebook. Nunca ha sido central en mi vida. Pero no hay que equivocarse. Es central en la vida de nuestras sociedades. Durante las semanas de coronavirus miraba a diario CrowdTangle, la herramienta que la misma red tiene para ver los posts que más se comparten, comentan o reciben más interacciones. Miraba qué dominaba en español y en España. Era sobre todo emocional, visceral. Había cuatro cosas que estaban siempre muy arriba. Uno, posts positivos: en Nueva Zelanda ya no hay covid-19, estos gemelos se han salvado de un cáncer en plena covid-19, la persona más enferma se ha curado milagrosamente. Dos, consejos básicos que al compartirlos o al dar like denotan tu posición sobre algo: ponte la mascarilla, qué bonito es aplaudir, vivan los médicos. Tres, religión: toca en esta imagen y nuestro santo te cuidará, reza el rosario con nosotros contra la pandemia, el papa ha dicho esto. Cuatro, peleas políticas o ideológicas: mira lo bien que lo hace este gobierno, mira cómo nos critican los fachas, mira los datos de Trump. En los cuatro casos ayudaba que hubiera futbolistas, actrices, youtubers o cantantes implicados, gente famosa. En Instagram, la participación de famosetes es, por ejemplo, indispensable. Son redes distintas. Vale la pena recordar el nacimiento de Facebook para valorar cómo se ha convertido en un lugar al que miles de usuarios van a tocar sus estampitas de santos preferidas. Facebook nació en 2004 como un lugar para saber qué hacían tus colegas de facultad: qué asignaturas escogían, de quién eran amigos, dónde iban de fiesta. Todo cosas esenciales para un universitario. “Mucha gente quería saber a quiénes conocían otras personas. No existía nada igual”, dijo Zuckerberg años después.
Lo que hacía Facebook lo hace la mensajería privada, allí está claro con quién compartes qué y cómo: WhatsApp, iMessage o Messenger
Es verdad. Siempre ha sido algo esencial saber qué hace tu amiga. El problema de Facebook hoy es que ha evolucionado a muchas otras cosas que lo han convertido en una extraordinaria máquina de hacer dinero, pero sirve mal para saber qué hace tu amiga. Yo tengo hoy miles de amigos en Facebook y setenta y una peticiones de amistad, algunas con años de antigüedad. La mitad de toda esa gente no sé quién es, con lo que su vida apenas me interesa. Luego, la mayoría de la gente que hoy sube historias a mi newsfeed en Facebook escribe chapas tremendas sobre su visión de la vida, todas llenas de pretenciosidad barata sobre cómo funciona el mundo. Apenas hay alguna graciosa sobre una madre conocida agobiada porque su hija no quiere salir de casa o de alguien que se ha puesto enfermo. Lo que hacía Facebook en sus inicios ahora lo hace la mensajería privada. Allí está claro con quién compartes qué y cómo: WhatsApp, iMessage o Messenger. La tranquilidad y ventaja para Facebook es que son propietarios de dos de esas y también de Instagram. Pero eso es Facebook la compañía, no la red social. La red social quiere seguir ese camino. Fue el gran anuncio de 2019 de Zuckerberg: predominio de grupos o comunidades y mensajes cifrados en Messenger. Facebook seguirá teniendo una enorme ventaja durante años: es donde está todo el mundo. Pero un post allí no lo ve todo el mundo. Lo ve “alguien”, no sabemos quién. Si el post es viral, lo ve más gente.
Uno de los peligros de las redes sociales es dejarnos hablando solos en el vacío. Twitter tiene ese problema. Sin seguidores, parece que estés en una habitación solo. Facebook ha resuelto históricamente eso con uno de sus grandes asaltos a la privacidad de sus usuarios: la herramienta “gente que quizá conozcas”. No se sabe aún con certeza cómo Facebook adivina a quién “quizá” conocemos, pero ahí ha aparecido gente que no debía estar: los cientos de psiquiatras o prostitutas o el examante del novio. Sin embargo, eso permitía que cuando alguien se da de alta enseguida encuentro conocidos. Eso aviva parte del interés. Pero de ese territorio personal, Facebook pasó a ser un poco como Twitter cuando nació. Promovió links y páginas para seguir a gente, ya no solo era cosa de amigos. Zuckerberg ha ido retorciendo su invento para comerse a los proyectos que se parecían pero no se dejaban comprar.
Prefiero ver qué cuelga gente que no conozco en Twitter, habrá gente en Facebook cuando hayan salido de Instagram o de TikTok
Una de las leyes básicas para crear un gigante de internet, según Evan Williams, fundador de Twitter y Blogger, es coger algo que la gente quiere realmente hacer y conseguir que hacerlo sea diez veces más fácil. El último ejemplo es Zoom. Amazon, Google, Facebook, WhatsApp y YouTube son todos grandes ejemplos de ese principio. Estos serán probablemente los pioneros de internet algún día. La competencia en internet será tan grande que mantener a los usuarios en una plataforma será un reto. El problema diferencial para Facebook es cómo escoger qué post poner delante de alguien en su newsfeed. Yo solo puedo juzgar el mío. No todos mis ‘amigos’ cuelgan cosas cada día. Hay un pequeño grupo que habla mucho, demasiado. A esos Facebook les tiene que premiar de vez en cuando con likes para que no paren de postear. Mantienen vivo el fondo de armario. Pero de la gente que cuelga poco, ¿qué es interesante?, ¿todo? Y luego, ¿qué es postear poco? Lo fácil es decir que nacimientos, bodas y posts con mucha reacción son los buenos. Pero de eso no hay cada día. Todo lo que viene detrás es imposible de adaptar. Facebook sabe que debe mandarme alertas cuando postea una amiga italiana porque me interesa saber qué pasa en Italia. Pero desde hace unos días sus posts son menos interesantes. Dejaré de clicar. Facebook probará con otro amigo. Es una tirada eterna de anzuelo para captar mi atención y llevarme ante sus anuncios. En realidad, y esto Zuckerberg lo ha dicho muchas veces, los anuncios en Facebook deben ser “interesantes”. Facebook me tiene suficientemente bien perfilado como para saber que soy de bicicletas, camisetas lisas y zapatillas. Allí veo marcas que ni idea que existían. Pero también es un manantial que se seca: he visto esos anuncios varias veces. El problema central de qué pone Facebook delante de tus narices es que hay alguien que toma esa decisión por ti.
El follón político que tiene la red sobre dónde pone las líneas rojas al considerar qué es discurso de odio se debe a esto. Es uno de los debates de nuestro tiempo. Facebook no es un medio de comunicación, es algo nuevo. Decide qué pone en su red, pero no entre doscientos periodistas que escriben solo para él, como un periódico, sino de cientos de millones de usuarios. ¿Cómo filtrar la basura de ahí? ¿Cómo destacar lo útil? De la respuesta dependerá la rapidez de la decadencia de Facebook. ¿Qué puede ofrecerme a mí? A mí, poco, ya lo he dicho. Prefiero ver qué cuelga gente que no conozco en Twitter. Pero seguirá habiendo gente que matará su tiempo en Facebook cuando no tenga ningún mensaje para ellos, o cuando hayan salido de Instagram o de TikTok, o cuando el último vídeo que querían ver o el último pódcast que querían escuchar haya terminado. Facebook seguirá ahí. Pero es difícil imaginarle un futuro imparable. Es más fácil verlo como una red vieja a sus diecisiete años.
La cumbre entre Joe Biden y Vladimir Putin, el 16 de junio en Ginebra, limará asperezas entre Estados Unidos y Rusia
La esperada cumbre entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y el ruso, Vladímir Putin, ya tiene fecha y lugar: el 16 de junio en Ginebra (Suiza). La Casa Blanca comunicó la primera cita entre ambos dirigentes en un escueto comunicado en el que citaba como objetivo “restaurar la predictibilidad y la estabilidad de la relación entre Estados Unidos y Rusia”. El anuncio se da tras la tensión que ha marcado los primeros meses de Administración de Joe Biden respecto a Moscú. La cita marcará el momento culminante de la primera gira internacional de Biden como mandatario. El 15 de abril, Washington impuso duras sanciones a una treintena de individuos y entidades rusas, acusando directamente al Servicio de Espionaje Exterior ruso (SVR) de interferir en las elecciones de 2020, de un ciberataque masivo y la supuesta oferta de Moscú a los talibanes para atentar contra tropas de EE UU en Afganistán. El mes anterior, en una acción coordinada con la Unión Europea, ya había penalizado a otra decena de altos cargos por el envenenamiento y arresto del opositor Alexéi Navalni. También la Administración de Donald Trump castigó al Kremlin por campañas de espionaje y pirateo, pero el republicano manifestaba una insólita cordialidad hacia Putin que despertaba enormes recelos, en tanto que el líder ruso está acusado por Estados Unidos precisamente de haber tratado de favorecer la victoria electoral de Trump en 2016. No hay disociación, esta vez, entre la Administración y el presidente. Biden ha dejado muy clara su postura crítica sobre Moscú. “Putin busca erosionar nuestra alianza trasatlántica porque para el Kremlin es mucho más fácil atacar y amenazar a los países de forma individual que negociar con una alianza unida”, dijo en febrero en la Conferencia de Seguridad de Múnich, que se celebró en modo virtual y supuso su primer discurso en un foro internacional. En una entrevista en la cadena televisiva ABC News, el presentador, George Stephanopoulos, preguntó a Biden: “¿Cree que Vladímir Putin es un asesino?”. Y el mandatario respondió: “Sí, lo creo”. Este cara a cara tendrá lugar en el marco del primer viaje internacional del estadounidense como presidente, durante el cual visitará el Reino Unido para participar en una reunión del G-7 y Bruselas para la cumbre de la OTAN. Washington, de momento, sigue sin querer volver a invitar a Rusia al foro del G-7 (que con Moscú era el G-8), cita de la que fue expulsada en 2014 como represalia por la invasión de Crimea (Ucrania). Trump quería reabrirle la puerta, pero eso también ha cambiado con el nuevo presidente demócrata.
Ese será uno de los múltiples asuntos que conciernen a ambos dirigentes. Biden planteará a Putin su preocupación por las tropas rusas desplegadas en la frontera con Ucrania y el papel del Kremlin en operaciones de hackeo como la grave Operación Solarwinds contra ordenadores de la Administración estadounidense, que provocó las sanciones del pasado abril, y también planteará las medidas que Moscú puede tomar ante grupos de cibercriminales como Darkside, que causó el parón del gran oleoducto de la Costa Este de Estados Unidos este mes y que, según los servicios de inteligencia estadounidenses, tiene su cuartel general en Rusia. Los líderes también explorarán acuerdos de largo plazo sobre armamento nuclear, después de la reciente extensión por cinco años más del tratado de no proliferación New Start. Y es probable que el último abuso del aliado bielorruso de Moscú, Aleksandr Lukashenko, que obligó a parar un vuelo civil para arrestar a un periodista opositor, entre en el orden del día. Biden dedicó buena parte de su carrera como senador a las relaciones exteriores y también asumió un papel de embajador como vicepresidente de Barack Obama. Para el ahora presidente, la gestión de la rivalidad con Rusia y China es una prueba de fuego. Con ninguno de sus dirigentes tiene una buena relación. Trump, en cambio, dejó atónito a su país tras la cumbre con Putin en Helsinki en 2018, cuando le dio tanta credibilidad como a sus servicios de espionaje. Esa química, sin embargo, no evitó los ciberataques posteriores. ‘Técnicas de coaching de Vladimir Putin’ sigue sin ser leídas por el expresidente norteamericano Donald Trump.
Del “América, primero”, santo y seña del republicano Donald Trump, al “América ha vuelto”, que no se cae de los labios de Joe Biden
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, enfatizó este viernes en su primer gran discurso internacional desde que llegó a la Casa Blanca el retorno a la cooperación con Europa tras el giro aislacionista que significó la Administración de Donald Trump. “Estados Unidos ha vuelto”, proclamó en una Conferencia de Seguridad de Múnich virtual que lo reunió con sus aliados europeos. Biden alertó también de los riesgos que se ciernen sobre las democracias ―“En muchos sitios, incluyendo Estados Unidos y Europa, el progreso democrático se encuentra bajo asedio”, subrayó― y llamó a combatir los “abusos económicos y la coerción” de China. Biden es un viejo conocido de este foro de Múnich, donde ha participado como vicepresidente de la Administración de Barack Obama (2009-2017) y, antes de eso, durante su larga carrera como senador estadounidense. Sin embargo, el discurso que recordó este viernes fue el que pronunció hace relativamente poco, en 2019, cuando en calidad de “ex” y con un líder como Donald Trump al frente del Gobierno, prometió: “Estados Unidos volverá, no tengan ninguna duda”. Dos años después, con tono de satisfacción, el nuevo mandatario celebró por videoconferencia: “Soy un hombre de palabra. Estados Unidos ha vuelto”. El cambio de rumbo de la era de Biden respecto a la de Trump en política exterior puede resumirse en un par de frases redondas; el paso del “América, primero”, santo y seña del republicano, al “América ha vuelto”, que no se cae de los labios de su sucesor demócrata. La realidad se antoja más compleja. Washington no ha retirado aún los aranceles que su predecesor aplicó sobre productos europeos y difiere sobre el tono y la estrategia a seguir ante Pekín y Moscú, y lo que identifica como una grave escalada autoritaria. Ambas ideas planearon en el discurso de este viernes, el primero dirigido a la audiencia internacional desde que asumió la presidencia de Estados Unidos.
“La alianza transatlántica ha vuelto y no vamos a volver la vista atrás”, resaltó Biden ante el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, dos líderes que fueron baqueteados por Trump y sus recelos contra Europa en estos últimos cuatro años. Estados Unidos, insistió Biden, está “totalmente comprometido” con la OTAN, organismo que el republicano había denostado. El demócrata recordó, de hecho, que la primera vez que la Alianza recurrió al artículo 5, el que llama a actuar si cualquier aliado es atacado, fue en los atentados del 11-S contra Estados Unidos. Biden declaró también que el país está “decidido a volver a vincularse con Europa”. Esa alianza gira, en su opinión, en torno a unos valores democráticos compartidos y por ello debe traducirse en mano firme ante los impulsos autoritarios que se dan en diferentes partes del mundo. “En muchos sitios, incluyendo Estados Unidos y Europa, el progreso democrático se encuentra bajo asedio”, alertó. “Nuestra colaboración se ha mantenido y ha crecido con los años porque nace de la riqueza de nuestros valores democráticos compartidos. No son transaccionales ni extractivos”, subrayó. El presidente norteamericano advirtió de que esta crisis sobrevenida y otros retos estructurales, fruto de la cuarta revolución industrial, han situado a los países en un “punto de inflexión”, un pulso entre quienes creen “que la autocracia es el mejor camino” para seguir adelante y quienes, por el contrario, piensan que “la democracia es la mejor manera de afrontar los desafíos”.
China ocupa una posición central en los desafíos que Estados Unidos identifica. Si Trump ponía el acento en los desequilibrios comerciales, Biden suele resaltar las agresiones a los derechos y libertades, pero no olvida la competencia económica, que tacha de desleal. Washington y Pekín atraviesan el momento más difícil de sus relaciones en décadas y esta crisis, de varios frentes, va más allá del cambio de Gobierno. “Debemos prepararnos juntos para una competencia estratégica a largo plazo con China”, advirtió este viernes el actual presidente, y continuó. El estadounidense argumenta que la firmeza ante el régimen de Xi Jinping no debe llevar necesariamente una política de bloques “Este-Oeste” propia de la Guerra Fría ni tampoco frenar la cooperación en crisis globales tan cruciales como la del coronavirus o el cambio climático. Pero su tono no es ligero respecto al gigante asiático. En la cumbre llamó a hacer retroceder “los abusos económicos y la coerción del Gobierno chino, que socavan las bases del sistema económico internacional”. “Todo el mundo debe jugar bajo las mismas reglas”, recalcó.
También apuntó hacia Moscú. “[Vladímir] Putin busca erosionar nuestra alianza trasatlántica porque para el Kremlin es mucho más fácil atacar y amenazar a los países de forma individual que negociar con una alianza unida”. En esta línea, continuó: “Los líderes rusos quieren que la gente piense que nuestro sistema es más corrupto, o tan corrupto como el suyo”, denunció, “pero el mundo sabe que no es cierto, incluidos los propios ciudadanos de Rusia”. Horas antes, había participado también en la cumbre del G-7, foro al que Washington, de momento, sigue sin querer invitar a Moscú. El primer encuentro multilateral de la era Biden tuvo lugar el mismo día en que se formalizó el regreso al Pacto de París. Estados Unidos ha cambiado, pero sus grandes frentes siguen siendo China y Rusia.
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