‘Equus’, protagonizada por Richard Burton, no se filmó en Chetumal

Pinceladas

‘Detienen a zoofílico a punto de abusar de una yegua en Chetumal’, es el titular de lo que pudiera ser una nota de agencia de prensa, ante sus escasas líneas. Noticaribe hizo llegar el pasado martes 19, a las 12:25 pm, este texto: “Un hombre fue sorprendido a punto de tener relaciones sexuales con una yegua en el Fraccionamiento Las Américas dos de la capital del Estado. El hombre trató de amarrar a la yegua con mangueras para posteriormente realizar el coito, pero antes fue sorprendido por el dueño del predio quien lo encontró desnudo y con ayuda de sus vecinos sometieron al hombre que ya estaba completamente desnudo y le echaron agua. El hombre fue turnado por la Policía Municipal al Ministerio Público, y resulta que el tipo ya tenía antecedentes de mostrar sus genitales a mujeres y las amenazaba con atacarlos -me imagino que hay un error pues debiera decir atacarlas- sexualmente”. Este breve va acompañado de cuatro fotografías, una donde se le ve a la yegua, un precioso animal, con luz diurna, y al presunto ‘violador’, desnudo, encima de una furgoneta, en la oscuridad de lo que pudiera ser una cuadra. La víctima equina aparece muy tranquila y lozana lo que pudiera dar pie a dudar si, en realidad, no estemos ante una acción criminal, sino ante un coitus interruptus de una relación consentida en una hacienda chetumaleña, transformada, en los peores momentos de ficción distópica epidémica del coronavirus, en escenario quintanarroense de la clásica obra universal Romeo and Juliet o The Most Excellent and Lamentable Tragedy of Romeo and Juliet, tragedia del dramaturgo inglés William Shakespeare, escrita en 1597. La excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta cuenta la historia de dos jóvenes enamorados que, a pesar de la oposición de sus familias, rivales entre sí, deciden casarse de forma clandestina y vivir juntos; sin embargo, la presión de esa rivalidad y una serie de fatalidades conducen a que la pareja elija el suicidio antes que vivir separados. Esta relación entre sus protagonistas los ha convertido en el arquetipo de los llamados amantes desventurados o star-crossed lovers. La muerte de ambos, sin embargo, supone la reconciliación de las dos familias. Lo más destacable de lo ocurrido en Chetumal es que no hubo ni muertos ni suicidios. En la inspección ocular del lugar, las imágenes más perturbadoras son las que tienen al no descartable ‘Romeo’ como protagonista. Estas no son más que cábalas. Se impone dar paso a investigaciones detectivescas policiales y judiciales, que pudieran desembocar en un juicio oral o no. La yegua deberá ser reconocida por veterinario y su ‘presunto’ violador por médico, ambos forenses. Las perturbadoras palabras de los que frustraron el ‘coito’ exigen una terapia de grupo por parte de psicólogo o mejor, psiquiatra, leídos de Sigmund Freud y Jacques Lacan: “… y resulta que el tipo ya tenía antecedentes de mostrar sus genitales a mujeres…”

Santiago J. Santamaría Gurtubay

Lo acaecido en pleno ‘Covid-19’ en la capital de Estado de Quintana Roo que gobierna Carlos Joaquín, quien con sus secretarias de Salud, Finanzas y Turismo, Leandra Aguirre, Yohanet Torres Muñoz y Marisol Vanegas, trabajan día y noche para neutralizar los fallecimientos y recuperar las actividades turística, “priorizando la vida de los ciudadanos de Cancún, Playa del Carmen, Isla Mujeres…”, me evoca un hecho ocurrido en España varias décadas atrás, cuando hacíamos nuestras prácticas de Derecho Procesal en los juzgados de Gipuzkoa…, al norte de España. Por entonces escribí esta crónica judicial para varios periódicos y revistas, los ‘mass media’ de entonces…

“No todos los días uno asiste a un juicio por zoofilia, y menos en un País Vasco, donde había en una época más seminaristas, frailes, curas, monjas, sacristanes, ‘seroras’ (sacristanas) y monaguillos que policías, guardias civiles y militares, que ya es decir en, aquella lejana ya, última etapa franquista. Eran los primeros años de la década de los setenta del pasado siglo. El Ayuntamiento de Eibar, el primer lugar de España donde tuvo lugar la Proclamación de la República, en abril de 1931…, fue escenario también de una demanda, la pionera en la historia de la judicatura vasca, de una casera contra “el cochino de mi vecino”. Este último fue sorprendido por la denunciante haciendo el amor con una ternera, propiedad de la demandante, ‘algo intolerable señor juez y algo humillante para mi familia, que siempre ha sido muy católica, apostólica y romana. Le puedo jurar que de toda la vida…’. En la Casa Consistorial, tenía su sede el Juzgado Comarcal, con Jesús María Medrano Durán, como juez titular de Mondragón, en prórroga de jurisdicción en Eibar. Era muy sencillo de explicar. En aquella época no había muchos jueces que se diga pues, tras la Guerra Civil Española, eran muy pocos los jóvenes que se podían dar el lujo de estudiar ocho años entre licenciaturas en Derecho y en judicaturas. Había que comenzar a trabajar desde muy joven para ayudar en las quebradas economías familiares de la España de entonces.

Muchas veces, los secretarios y oficiales y auxiliares y agentes, también en funciones en su mayoría, cubrían la no infabilidad de los jueces. De ahí, que se registraran, a pesar de los jueces y fiscales, juicios no deseados y quizás no muy ajustados a Derecho. En el primer caso de zoofilia, los ‘abusos’ contra su ‘txala’ planteados por la casera se convirtieron como por arte de magia en “daños contra la propiedad” aplicándose el mismo artículo que el Código Penal de entonces dedicaba a los simples accidentes de circulación, sin que hubiera grandes lesiones y daños en los vehículos. Eran los juicios de faltas. Miles de sumarios se agolpaban en los almacenes donde uno pudiera ser agraciado, como mínimo, con una coriza crónica. El polvo ‘ahogaba’ el lugar y a todo el que se atreviera a querer dar con un siempre perdido expediente. Este primer juicio por zoofilia en el País Vasco debe existir con sus declaraciones ante la Policía Municipal, ratificaciones ante los auxiliares de la Administración de Justicia, ofrecimiento de acciones, exhortos y cartas órdenes, providencias para ‘cumplir’ y no ‘incumplir’ con los términos legales nunca ‘cumplidos’, y como no, las citaciones de las partes”.

El acusado, un clon de José Isbert, el protagonista de ‘El verdugo’ de Juan García Berlanga

“El acusado, un hombre, de cerca de 70 años, con muy pocas lunas ya en su haber, le recordaba a uno, con su boina tapándole sus cejas e inundándole las mitades de sus orejas, al desaparecido actor español, José Isbert, quien protagonizara varias de las películas más inolvidables del ya desaparecido director valenciano Juan García Berlanga como ‘El verdugo’. Esta obra, junto a ‘Bienvenido Mister Marshall’ y ‘Plácido’, es uno de los mejores filmes del cine español. Es en parte un alegato contra la pena de muerte y en parte una recreación irónica de las contradicciones de la España franquista, realizada en plena era del régimen. Amadeo, el verdugo de la Audiencia de Madrid, conoce a José Luis, un empleado de pompas fúnebres que va a recoger al preso que Amadeo acaba de ajusticiar. José Luis no encuentra novia, pues todas las chicas huyen de él cuando se enteran de que trabaja en una funeraria. La hija de Amadeo, Carmen, tampoco encuentra novio, ya que todos sus pretendientes escapan al enterarse de que su padre es verdugo. Carmen ‘atrapa’ a José Luis quedándose embarazada. El patronato va a conceder a Amadeo un piso por su condición de funcionario, pero lo pierde porque en el momento de la entrega ya estará jubilado. Carmen y su padre engatusan a José Luis para aceptar el cargo de verdugo y conservar la vivienda, asegurándole que no tendrá que matar a nadie. Cuando llega una orden de ejecución, José Luis, horrorizado, quiere dimitir aunque eso signifique perder el piso, y nuevamente Amadeo y Carmen lo lían para que espere al último momento, pues el reo está enfermo y lo mismo se muere él solo. Finalmente, en una escena memorable, José Luis es llevado a rastras al garrote vil como si fuese el condenado y no el verdugo.

Cuando uno recibe una citación, aunque sea para un juicio de faltas por ‘daños contra la propiedad’, la verdad es que una persona ajena a la jerga judicial el que le digan que debe personarse acorde al artículo tal como lo estipula la Ley de Enjuiciamiento Criminal, le crea al menos cierta desazón. No era tal lo que debió sentir el casero del barrio rural de Arrate, perteneciente a la ‘Muy Ejemplar Ciudad’ de Eibar. Por la palidez de su rostro, con toques de color acerado, típicos pre mortem, con la llegó a la sala de audiencia, el hombre se sintió que estaba a punto de ser carne de cañón del todavía entonces vigente garrote vil español. La denunciante era una señora cuarentona, vestida toda de negro -no sabemos si por el agravio sufrido por la ‘joven adolescente holsters’ de su cuadra-, con la camisa muy ceñida al cuerpo, marcándose claramente las puntas de dos sostenes ‘Belcor’, que para sí quisieran Madonna o Lady Gaga. La ‘negra’ parecía ‘bufar’ cada vez que se refería a su ‘condenado’ vecino. Ese color negro de la denunciante hacía ‘juego mortal’ con las togas del juez, del fiscal y los abogados… Tanta negritud lograba un efecto óptico reductivo del escenario de la vista”.

“¡Levántese el acusado y dígame como ocurrieron los hechos, el accidente, el día de autos!”

“Tras abrir la vista el juez Jesús María Medrano Durán, se le cedió la palabra al fiscal para que él presentarse sus calificaciones ‘sobre la marcha’. El sumamente delicado y frágil fiscal Visiers, que no tenía nada que ver con la imagen que teníamos entonces de sus homónimos, era también otro funcionario en prórroga de jurisdicción en no sé cuantos juzgados. Es cierto que la zoofilia en España, tradicionalmente ligada al ámbito rural. El conseguir llevarla a los tribunales ha sido muy complejo, principalmente por dos motivos. El primero es un argumento legal: los animales no son seres jurídicos. ‘La legislación contempla a los animales como cosas, como ‘seres movientes’. No tienen personalidad jurídica, como las personas’, explicaba José Muñoz Lorente, profesor titular de Derecho Penal de la Universidad Carlos III de Madrid. El Código Penal español, efectivamente, no recoge delito ni falta alguna específica para la zoofilia. Tan sólo el establece penas de prisión de tres meses a un año ‘para quienes maltraten con ensañamiento a animales domésticos causándoles la muerte o provocándoles lesiones’. Este es, precisamente, el segundo motivo que arrincona la zoofilia en España a un limbo jurídico: demostrar el maltrato. Es complicado demostrar que el animal ha sufrido si no existen desgarros. Mucho más difícil, verificar el sufrimiento psicológico. Y aquí entraría la noción de ‘crueldad’. Hay que demostrar la ‘crueldad’ de este trato. El jurista José Muñoz Lorente recalcaba que no conocía jurisprudencia relacionada con un hecho como el ocurrido en Eibar…

‘¡Levántese el acusado y dígame cómo ocurrieron los hechos, el accidente, el día de autos!’, le conminó el fiscal al acusado. Visiers no había leído el expediente y creía que era uno de los habituales de circulación. El casero no entendía nada. El juez Jesús María Medrano Durán y las secretarias judiciales le hicieron señas al despistado y ocupadísimo Visiers para que variara su calificación fiscal, hecha sobre la marcha. El fiscal interrumpió su discurso, leyó detenidamente las declaraciones y peritajes. Se puso de pié y mirándole fijamente a reo le gritó: ¡Cochino! El ‘amante’ de la ternera llegó casi al desmayo, temiéndose convertirse en preso de un ‘corredor de la muerte’, en una cárcel de los Estados Unidos. No pudimos evitar las carcajadas. La sala de audiencias pareciera celebrar una boda. La suegra, la madre política, estaba dando la nota. No podía aceptar una realidad. Su ternera pecó con su humano vecino. La Naturaleza pudo en práctica las leyes de Mendel, conjunto de reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética de las características de los organismos padres a sus hijos. Constituyen el fundamento de la genética. Un abogado presente no tuvo reparos en decirle a la denunciante que tuviera cuidado con la ternera, para que en un futuro próximo no ligara con el burro del establo, pues le pudieran salir los ojos… Un poco bestia el jurisconsulto”.

El casero de Arrate explicó que le trató a su pareja con el mayor de los cuidados del mundo para no lastimarla

Si en alguna tertulia en España, sale a relucir un tema relacionado con la zoofilia, siempre hay un ‘graciosillo’ o ‘jodedor’ que cuenta este chiste… ‘Estaba un ventrílocuo paseando por el campo, cuando vio a un pastor con sus ovejas y decidió gastarle una broma. Le dijo al pastor: Señor, ¿sabía usted que sus ovejas pueden hablar? ¡Claro que no! ¿Cómo van a hablar? ¡Verá usted! A ver, tú, la blanquita, ¿cómo las trata el pastor? El ventrílocuo, sin mover los labios y proyectando su voz, dijo: ¡Es un explotador! ¡Nos pega mucho y a veces nos deja sin comer! Al pastor se le salían los ojos de sus órbitas, mientras el ventrílocuo les iba preguntando a otras ovejas y todas contestaban lo mismo. Finalmente, el ventrílocuo se acercó a una ovejita negra y, antes de que pudiese abrir la boca, el pastor le recalcó: A esa no se moleste usted en preguntarle, que es muy mentirosa. ¡Es capaz de decirle que me la estoy cogiendo!’.

El casero de Arrate, un hombre respetuoso de las leyes, se olvidó de su ‘txala’ adolescente, un amor imposible. La ‘mamá’, no la biológica, sino la otra, no quedó conforme con la sentencia aplicada por las leyes y juró que haría imposible un nuevo ‘encuentro’ en su establo. Arrate hubiese podido ser referencia de un ‘idilio amoroso zoofílico’ entre un casero y una ternera. El casero explicó en el día del juicio que le trató a su pareja con el mayor de los cuidados del mundo para no lastimarla…. Esto le sirvió seguramente de atenuante. La ternera, a quien nadie ‘consultó’ al menos físicamente, fue la gran ausente de este ‘juicio’ que siempre tendrá un pequeño rincón en la historia de la judicatura vasca y en el derecho consuetudinario del País Vasco, una nación perteneciente a las Españas. El fiscal Visiers se convirtió, sin pretenderlo, en el gran protagonista de esta historia de zoofilia amable. Menos mal que su militancia activa del Opus Dei y su docena de hijos, alejaron de él cualquier atisbo de dudas”. La sentencia, absolutoria. Solo una reprensión privada, una especie de rapapolvo del juez. Las tasas judiciales los asumió el Estado. Nunca más supimos del reo en libertad, todo por culpa de un amor zoofílico.

En Europa, durante la Edad Media, bajo la moral judeocristiana, la zoofilia era castigada con la pena de muerte en la hoguera

La zoofilia consiste en la realización del acto sexual entre un ser humano y otra especie animal. Las personas que sienten esta afinidad o atracción sexual son conocidas como zoófilos, zoofílicos o zoosexuales. Puede causar lesiones e incluso la muerte al animal, por esto en algunos países está considerada como ilegal, sin distinción acerca de si causa o no daños. Según el Informe Kinsey basado en estudios realizados en Estados Unidos entre 1948 y 1953, sobre una muestra de 8,000 hombres y 12,000 mujeres, un 8% y un 3.6% respectivamente reconocieron haber tenido contactos sexuales con animales. De ellos, el 17% eran habitantes de zonas rurales. El término zoofilia fue utilizado por primera vez en el contexto de los estudios sobre la sexualidad por el sexólogo Richard von Krafft-Ebing, a finales del siglo XIX.​ El ambiguo término sodomía ha sido empleado en algunas ocasiones en un contexto legal para referirse a actos de bestialismo. En la pornografía, el material que presenta prácticas sexuales entre humanos y animales lleva el nombre de bestialismo. Mantener relaciones sexuales con animales es una conducta documentada desde la Prehistoria: en una cueva en Val Camonica, en el norte de Italia se ve una pintura datada en 8,000 antes de Cristo en la que un hombre está a punto de penetrar un animal.​ En textos bíblicos se encuentran referencias a este comportamiento. El bestialismo de la Edad Antigua pudo estar ligado a rituales religiosos. Píndaro, Heródoto y Plutarco afirmaron que los egipcios participaban en rituales que incluían la cópula con cabras, pero es difícil asegurar que contaban con pruebas.

En la mayor parte de Europa, durante la Edad Media, bajo la moral judeocristiana, la zoofilia era castigada con la pena de muerte en la hoguera, incluyendo en el sacrificio a los animales involucrados. El Nuevo Testamento de la Biblia prohíbe la bestialidad por ser una inmoralidad. En el mismo sentido, para condenar el bestialismo, teólogos judíos y cristianos citan los versículos del Levítico: “Y no debes acostarte con bestias, haciéndote inmundo por ello, y tampoco mujer alguna debe acostarse con bestias; es perversión. Cualquiera que tenga cópula con bestia alguna, debe ser matado; y mataréis también a la bestia. Y cuando una mujer se acerque y tenga cópula con cualquier bestia, ambos deben ser matados; su sangre estará sobre ellos”.

Por otra parte, existen diversas referencias en las escrituras hindúes de figuras religiosas teniendo relaciones sexuales con animales (por ejemplo, el dios Brahmā copulando con un oso, o un sabio semihumano nacido de una madre cierva). En el arte védico también hay evidencias de bestialismo (la religión que la civilización védica ejercía es la precursora del hinduismo) y de figuras de personas copulando con animales entre las miles de esculturas que describen “eventos de la vida” en el exterior del templo de Khajuraho. La doctrina hindú ortodoxa defiende que la cópula debería estar restringida a parejas casadas, prohibiendo el bestialismo. Y en el Manusmrti, el apareamiento entre los seres humanos y animales está permitido. En cuanto al budismo, este trata las conductas sexuales según si éstas hacen daño a uno mismo o a otros. La ética budista en materia sexual por lo general prohíbe todo acto sexual donde uno de los participantes no dé su consentimiento (violación, pedofilia..), por lo cual, debido a que los animales no podrían dar nunca el consentimiento, la zoofilia estaría implícitamente prohibida en el budismo.​ Algunas conductas sexuales, incluidas las conductas sexuales con animales, están prohibidas explícitamente para los monjes y monjas budistas.

En el caso del Islam, este tiene diferentes posturas frente al bestialismo. Esto se debe a que ello no se menciona en el Corán, o a que la cópula y la sexualidad se trataban menos como tabú en la sociedad musulmana que en la cristiana. Algunos musulmanes afirman que la cópula con animales es detestable; otros, que a pesar de ser condenable, se ha de tratar con cierta indulgencia, como el lesbianismo o la masturbación.

“Muere aplastado por el derrumbe de una pared mientras se beneficiaba de una gallina, en Orense, un castigo divino a la zoofilia”

 Aunque la noticia sucedió en un momento indeterminado del último cuarto del siglo XX, el titular está redactado en presente porque en el 2001 se tuvo acceso a la foto que demuestra que, efectivamente, la historia del tipo que murió mientras se cepillaba una gallina era verídica. La imagen apareció en el extraordinario suplemento ‘The Carnaval of the Grotesque’ que editó la edición británica de la no menos extraordinaria revista FHM. Los editores decidieron nombrar a Manuel ‘el amante de las gallinas’ como el número uno de la colección de las 50 fotos más grotescas y soeces de todos los tiempos. Éste es el texto: “Pervertido español agita una roca suelta. Este español de 39 años estaba tan contento, manteniendo relaciones carnales con una gallina cuando ambos -él y el pájaro- resultaron aplastados por una enorme roca. Irónicamente, su impulso probablemente provocó que la piedra se soltara en un primer momento. Probablemente la familia de Manuel haya sepultado en el olvido las lamentables circunstancias de su deceso porque, una vez vista la imagen, no queda lugar a la imaginación de lo que el caballero del bigote hacía con su amiguita ponedora…”. El periódico La Vanguardia, editado en Barcelona, publicó un artículo el 11 de diciembre de 1990. Confirmaba el hecho y que el fallecido era gallego, de Orense, vivía en un pueblo llamado Allariz y no se llamaba Manuel sino Herminio.

José María González Castrillo (San Sebastián, España; 8 de mayo de 1927-Madrid; 10 de abril de 2003), conocido por el seudónimo de ‘Chumy Chúmez’, fue un humorista gráfico, escritor y director de cine español. Nacido en la provincia vasca de Gipuzkoa, se formó como profesor mercantil y posteriormente estudió dibujo y pintura. Debido a su pasión por la pintura se trasladó a Madrid, lugar en el que se dedicaría al humor, al principio en periódicos de forma esporádica y más tarde de forma fija en los semanarios ‘La Codorniz’ y ‘Triunfo’ y en el diario Madrid, del que fue habitual de la tercera página hasta que fue suspendido por orden gubernativa en 1971. En 1972 deja La Codorniz para fundar una nueva revista humorística, Hermano Lobo. En la década de los años 1960 rodó varios documentales, en su mayoría sobre localidades andaluzas. También colaboró redactando guiones cinematográficos y televisivos (‘La tortuga perezosa’) llegó a escribir algunos propios.

Dirigió dos películas: ‘Dios bendiga cada rincón de esta casa’ (1977), protagonizada por Lola Gaos y Blanca Estrada, el mediometraje ‘La lozana andaluza’ (1983) y ‘¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?’ (1978), protagonizada por Silvia Aguilar y Antonio Garisa. La primera y la tercera fueron producidas por Manuel Summers, el mediometraje lo produjo José Frade. Trabajó como contertulio en diferentes programas de radio (Protagonistas y Las mañanas de Radio 1) y de televisión (Este país necesita un repaso). De su faceta de escritor, cabe destacar El manzano de tres patas´´, Mi tío Gustavo que en gloria esté’, ‘Del silencio al grito’. ‘Antología’, ‘Todos somos de derechas’ y ‘Yo fui feliz en la guerra’ (1986), una autobiografía acerca de sus recuerdos de la Guerra Civil Española. Otros títulos son ‘Por fin un hombre honrado’ (1994) y ‘Pase usted sin llamar’ (1995).

A lo largo de su vida recibió un gran número de premios, como el Premio Paleta Agromán (1977), el Premio Mingote (1985), el Premio de Periodismo Francisco Cerecedo (1991) y el Premio Iberoamericano de Humor Gráfico Quevedos (2002).2​ En 1970 un jurado canadiense le proclamó el mejor humorista gráfico del mundo.​ Estuvo casado con Cheryl Nan Wong, ciudadana de Estados Unidos, entre 1969 y 1978, y tuvieron un hijo, Marcel Wong-González, nacido en 1970. Murió el 10 de abril de 2003 de cáncer de hígado. Parte de sus cenizas fueron depositadas en el panteón familiar de San Sebastián, su ciudad natal, mientras que el resto fueron esparcidas en Cascais (Portugal). En 2004 se inauguró en Alcalá de Henares la exposición ‘El descreído imaginario’, sobre la vida y obra de Chumy Chúmez. Su comisario fue el guionista de historietas Felipe Hernández Cava y recorrió varias localidades españolas. Su único hijo, Marcel Wong-González, donó el archivo de su padre a la Biblioteca Nacional de España el 8 de noviembre de 2016.​ El legado está compuesto por unos 4,000 documentos, muchos de ellos originales de chistes gráficos.

Colaboró en nuestras revistas Europa Azul (España), Mar Caribe (Cuba) y El Bestiario (México). La última vez que nos vimos en Madrid, compartimos una comida en el restaurante ‘Sobrinos de Botín’. Estuvo con nosotros José Antonio Azpilicueta, pintor, caricaturista y profesor de Bellas Artes de Bilbao, quien colaboró también con sus viñetas en nuestras revistas. Estamos estudiando su colaboración gráfica en un libro sobre cuentos de Cuba. En el encuentro junto a la Plaza Mayor de la capital de España, con ‘Chumy Chumez’ redactamos un ‘pié de foto’ sobre el gallego aplastado mientras hacía el amor con una gallina en Allariz.

“En el corral había un golfo gallo que nunca atendía como se merecían las gallinas ponedoras de millares de huevos a diario. En la granja un criado les servía la comida y el agua a diario. Repartía por doquier caricias y quereres. Todo terminó en un auténtico flechazo. El mozo se fijó muy pronto en las miradas que le lanzaba aquella gallina de cabeza pelona por los maltratos gallísticos. El dueño de la finca no sabía nada. Peligraría el puesto de trabajo. Era un hombre fanáticamente, producto del nacionalcatolicismo que invadió las tierras de España tras el golpe de estado del generalísimo Francisco Franco. La pasión con la que hacían el amor aquellos Romeo y Julieta de Allariz, pueblecito de la paupérrima provincia de Orense, ‘terra da chispa’, socavó los frágiles cimientos del gallinero. Arreciaba el aire y la lluvia en el exterior. Una gran piedra les cayó encima. Un fotógrafo sin escrúpulos captó la imagen de los amantes muertos, abrazados, y aplastados. La privacidad de aquel idilio puro clandestino se rompió por un daguerrotipo canalla. Allariz, aunque algunos rancios vecinos no lo quieran, tienen sus dignos amantes que murieron por amor”.

Romeo escucha a Julieta, quien está en el balcón, admitiendo su amor por él a pesar de la hostilidad entre su familia y los Montesco

‘La excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta’ se trata de una de las obras más populares del autor inglés William Shakespeare y, junto a ‘Hamlet’ y ‘Macbeth’, la que más veces ha sido representada. Aunque la historia forma parte de una larga tradición de romances trágicos que se remontan a la antigüedad, el argumento está basado en la traducción inglesa de un cuento italiano de Mateo Bandello, realizada por Arthur Brooke, que se basó en la traducción francesa hecha por Pierre Boaistuau en 1559. Por su parte, en 1582, William Painter realizó una versión en prosa a partir de relatos italianos y franceses, que fue publicada en la colección de historias Palace of Pleasure. Shakespeare tomó varios elementos de ambas obras, aunque, con el objeto de ampliar la historia, creó nuevos personajes secundarios como Mercucio y Paris. Algunas fuentes señalan que comenzó a escribirla en 1591, llegando a terminarla en 1595. Sin embargo, otras mantienen la hipótesis de que la terminó de escribir en 1597. La técnica dramática utilizada en su creación ha sido elogiada como muestra temprana de la habilidad del dramaturgo. Entre otros rasgos, se caracteriza por el uso de fluctuaciones entre comedia y tragedia como forma de aumentar la tensión, por la relevancia argumental que confiere a los personajes secundarios y por el uso de subtramas para adornar la historia. Además, en ella se adscriben diferentes formas métricas para los distintos personajes, que, en ocasiones, terminan cambiando de acuerdo con la evolución de los mismos personajes; por ejemplo, Romeo se va haciendo más experto en el uso del soneto a medida que avanza la trama. La tragedia ha sido adaptada en numerosas ocasiones para los escenarios, el cine, los musicales y la ópera.

La representación y puesta en escena comienza con una disputa callejera entre los Montesco y los Capuleto. El príncipe de Verona, Della Escala, interviene entre ellos y declara un acuerdo de paz que en caso de ser violado habría de ser pagado con la muerte. Después de los sucesos, el conde Paris -pariente del príncipe Della Escala-, se reúne con el señor Capuleto para conversar sobre la idea de contraer matrimonio con su hija Julieta, pero el señor Capuleto le pide que espere durante un plazo de dos años más, tiempo tras el cual cumpliría quince años. Aprovechando el ofrecimiento, le sugiere que organice un baile familiar de carácter formal para celebrar tal acontecimiento. Mientras tanto, la señora Capuleto y la nodriza de Julieta intentan convencer a la joven de que acepte casarse con Paris. En diferentes circunstancias, Benvolio habla con su primo Romeo -hijo de los Montesco-, sobre su más reciente depresión. Convencido de que la tristeza de su primo se debe al amor no correspondido de una joven llamada Rosalina -sobrina del señor Capuleto-, Benvolio le informa acerca del baile familiar de los Capuleto. Finalmente, Romeo acepta acudir sin invitación a la ceremonia, esperando encontrarse con Rosalina. No obstante, cuando llega al hogar de los Capuleto, se encuentra con Mercucio -pariente del príncipe Della Escala y amigo de Romeo-, este le cuenta el sueño que tuvo, pero Mercucio no le cree y le dice que trate de bailar adentro del baile familiar de carácter formal para celebrar el acontecimiento de los Capuleto. Cuando Romeo está adentro del baile, se encuentra con Julieta y se enamora perdidamente de ella. Julieta le pregunta a la nodriza sobre quién es él, a lo que ella le responde que es Romeo de los Montesco lo que hizo quedar impactada por la belleza de Romeo. Tras concluir el baile, en la secuencia conocida como ‘la escena del balcón’, Romeo se infiltra en el patio de los Capuleto y escucha secretamente a Julieta, quien está en el balcón de su dormitorio, admitiendo su amor por él a pesar de la hostilidad entre su familia y los Montesco. Romeo “toma la palabra”, se sube al balcón y ambos empiezan a intercambiar promesas apasionadas. Después, Romeo se retira a toda prisa justo antes de que la nodriza de Julieta la llama.

Fray Lorenzo relata la historia completa del “amor prohibido” entre Romeo y Julieta y termina con la rivalidad entre ambas familias

Con el paso del tiempo, el joven comienza una serie de encuentros con la muchacha, hasta llegar al momento en que ambos deciden casarse. Con la asistencia de Fray Lorenzo, quien espera reconciliar a las familias rivales de Verona a través de la unión de sus hijos, al día siguiente del juramento de amor, los enamorados se casan en secreto. Ofendido por la intromisión de Romeo en el baile familiar, Teobaldo -primo de Julieta- reta al joven a un duelo. Sin embargo, Romeo evade el combate. Impaciente tanto por la insolencia de Teobaldo como por la “cobarde sumisión de Romeo”,​ Mercucio acepta el duelo, aunque resulta mortalmente herido y muerto por Teobaldo. Dolido ante la muerte de su amigo, Romeo retoma el enfrentamiento y logra asesinar al primo de Julieta. A consecuencia de lo anterior, el príncipe exilia al joven de la ciudad, reiterando que si regresa, “sería lo último que haría en su vida”. Malinterpretando la tristeza de su hija, el señor Capuleto decide ofrecerla en matrimonio al conde Paris, intentando convencerla de aceptarlo como esposo y convertirse en su “feliz consorte”. Finalmente, la joven acepta bajo la condición de posponer la boda, aun cuando su madre se niega terminantemente. Mientras tanto, Romeo pasa la noche secretamente en la alcoba de Julieta, donde ambos consumen el matrimonio.

Julieta visita a Fray Lorenzo para pedirle sugerencias, y este conviene en ofrecerle una pócima que la induciría a un intenso coma con duración de cuarenta y dos horas.​ Una vez que la joven acepta llevar a cabo la farsa, el fraile le promete enviar un mensaje a Romeo, informándole sobre su plan secreto, por lo que podría volver cuando ella despierte. La noche anterior a la boda, Julieta ingiere la poción y sus familiares, al creerla muerta, depositan su cuerpo en la cripta familiar. A pesar de su promesa incondicional, el mensaje de Fray Lorenzo enviado por Fray Juan, su compañero, nunca llega a Romeo y, en cambio, este se encuentra con Baltasar (uno de sus sirvientes), quien le informa de la repentina muerte de Julieta. Frustrado ante semejante noticia, Romeo decide comprarle al boticario de la ciudad un eficaz veneno, antes de acudir a la cripta donde se encuentra Julieta. Al llegar, se encuentra con Paris, quien momentos antes había estado llorando sobre el “cuerpo inerte” de su amada. Creyendo que Romeo es un saqueador de tumbas, el conde lo enfrenta, pero muere asesinado por Romeo, no sin antes decirle que su cadáver debe ser colocado con el cadáver de Julieta. Convencido todavía que su amada está muerta, Romeo procede a beber el veneno para morir al lado de ella. Al despertar del coma inducido, Julieta se encuentra con los cadáveres de Romeo y Paris en la cripta; Fray Lorenzo le pide a Julieta que huya y se vaya a unirse a una organización de monjas, pero ella se niega, incapaz de hallar una solución a tales circunstancias, determina atravesarse el corazón con la daga de su esposo, muriendo abrazado de su amado. Tiempo después, los Montesco y los Capuleto, acompañados del príncipe, se percatan de la muerte de los jóvenes y del conde. Absorto por la trágica escena, Fray Lorenzo comienza a relatar la historia completa del “amor prohibido” entre Romeo y Julieta. Su revelación consigue terminar con la rivalidad entre ambas familias y el señor Montesco y el señor Capuleto están decididos a construir una estatua de oro de ambos.

El juez Fermín Otamendi de Pamplona, Navarra, España, cierra una investigación contra un internauta que ofrecía sexo con animales

El titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Pamplona archivó una causa que tenía abierta por un delito contra la fauna al entender que las relaciones sexuales con animales que ofrecía un ciudadano a través de Internet no constituyen delito. El juez Fermín Otamendi entiende que “la zoofilia o bestialismo no es delito en España y, en consecuencia, tampoco la oferta de realizar o participar en actividades de dicha naturaleza sin que medie precio o contraprestación económica”. De este modo cierra una investigación efectuada por el Seprona de la Guardia Civil, que había recibido una denuncia en Navarra por los anuncios de dicho internauta. Así, el magistrado explica que el Código Penal castiga desde 2015 el hecho de “maltratar injustificadamente a un animal por cualquier medio o procedimiento, causándole lesiones que menoscaben gravemente su salud o sometiéndole a explotación sexual”. Sin embargo, el instructor considera que eso “no es lo mismo que simplemente tener relaciones sexuales con animales, que es lo que, en su caso, se oferta por el sospechoso a través de los anuncios que se mencionan”.

En las diligencias practicadas por la Guardia Civil se indica que el hombre oferta por Internet relaciones con animales, pero sin embargo los investigadores no pudieron observar ningún archivo videográfico en el que aparecieran imágenes de zoofilia. En base a ello, el juez relata en el auto en el que archiva el caso, que los investigadores no han obtenido ningún indicio mínimamente consistente para que se iniciara una investigación usando medidas limitativas de derechos fundamentales contra esta persona. El juez razona que toda la exposición efectuada por los investigadores a raíz de este caso “parte de un presupuesto jurídicamente incorrecto: que la zoofilia, entendida ésta como la práctica de sexo con animales, es delito en España. Lo cual, como se dice, no es cierto”. El juez insiste que lo que reprocha el Código Penal no son las relaciones sexuales con animales, sino el hecho de que se maltrate o lesione a un animal o se le someta a explotación sexual. Según el instructor, “la acción típica del delito exige que exista explotación sexual de los animales como medio para el maltrato, es decir, que se maltrate a los animales sometiéndoles a prácticas sexuales con finalidad cremística o económica”, que en eso consiste la expresión “explotación sexual” que figura en la reforma penal de 2015.

Llegado a este punto, el juez se remonta al recorrido de la legislación aprobada hace cuatro años. Así, recuerda que en la exposición de motivos se afirma que “la reforma refuerza la protección de los animales con una revisión de las conductas punibles, incluyendo la explotación sexual de animales”, excluyendo del delito los comportamientos sexuales con animales que no impliquen maltrato y aprovechamiento económico. Y recuerda igualmente el magistrado que el grupo parlamentario mixto trató de introducir, a través de una enmienda, que se castigara la agresión sexual a un animal, que finalmente “no prosperó en el sentido solicitado, puesto que a lo que se hizo referencia fue a explotación sexual y no a agresión, lo que evidencia que la intención del legislador fue evitar interpretaciones extensivas del nuevo precepto. El bien jurídico protegido es el bienestar de los animales, que no deben soportar maltrato injustificado alguno, ni siquiera sometiéndoles a prácticas sexuales con un fin económico o comercial. Si se interpreta por explotación sexual, no explotación comercial sino provecho propio, o si lo interpretamos como aprovechamiento de una situación de indefensión, se estaría realizando una interpretación más amplia del término explotación que la que se utiliza para esa misma conducta con seres humanos, lo que carece de sentido”, concluye el auto de archivo.

Zeus tenía más disfraces que Mortadelo y Filemón y un solo objetivo en mente: cepillarse a todas las mujeres y hombres a su alcance

“En su clásico ‘Lenguaje y silencio’, George Steiner dejó escrito que en el terreno amoroso “las cosas fundamentalmente han sido iguales desde que el hombre por primera vez conoció a la cabra y a la mujer”. Siendo uno de los intelectuales más destacados del siglo XX probablemente tendrá razón en lo esencial de tal afirmación… pero creo que le faltan unos cuantos animales a la lista, tal como veremos en los abundantes ejemplos que la mitología, la literatura y el cine nos han regalado sobre el amor a los animales. Por mi origen vasco la zoofilia o bestialismo nunca me ha resultado algo ajeno, dada la secular carencia de hembras predispuestas para la coyunda que padece esta tribu y su abundancia, en cambio, de vacas y ovejas. Pero en líneas generales está claro que para el conjunto de la humanidad también ha sido siempre una opción. Solo falta precisar a qué clase de relación nos estamos refiriendo cuando hablamos de bestialismo y entre quiénes tiene lugar. A la luz de la actual coyuntura no faltará el lector malintencionado que se pregunte si entraría en esta categoría lo que le hace la canciller alemana Angela Merkel por las noches a su esposo y por el día a Grecia. Pero no entremos en estos asuntos tan complejos y agobiantes de actualidad en plena crisis que siguió a la Depresión del 2008’ y centrémonos mejor en dicho país mediterráneo, sí, pero desplazándonos 2,500 años atrás en el tiempo…”, escribe Javier Bilbao, en un trabajo publicado en la revista cultura editada impresa y online en España, ‘Jot Down’, con el título ‘El bestialismo y sus monstruosos engendros’.

Leyendo su mitología, da la impresión de que los griegos no acababan de tomarse del todo en serio a sus dioses. Estos tenían superpoderes y eran inmortales, de acuerdo, pero también eran caprichosos, hedonistas y carecían por completo de sentido del ridículo. Su función no era tanto servir de ejemplo moral y ejercer de comprensivo amigo invisible de los humanos sino pasárselo bien, a veces a costa de ellos. Zeus, como rey de los dioses del Olimpo, parecía llevar al extremo todas estas características. Poderoso gobernante de los cielos, se casó con Metis, a la que poco después se comió. Tras ese fallido primer matrimonio se casó con Temis y con Hera, pero tuvo además una incesante colección amantes, a las que a menudo accedía con malas artes. En cierta ocasión, por ejemplo, se convirtió en un toro blanco para raptar a Europa y llevársela a Creta, donde tendrán tres hijos. En otro momento se disfrazó de águila, para yacer con el bello Ganímedes. También tomó la apariencia de un sátiro para visitar a la princesa Antíope. Como vemos, Zeus tenía más disfraces que Mortadelo y Filemón y un solo objetivo en mente: cepillarse a todas las mujeres y hombres que se pusieran a su alcance. Dominado por una lujuria insaciable, parecía encontrar un placer añadido en lograr sus conquistas de las formas más extravagantes que sus coetáneos pudieran imaginar. Era el Barney Stinson del Olimpo. Pero probablemente fue su transformación en cisne para poseer a Leda, reina de Esparta, el acto de bestialismo más inspirador de poetas y pintores de todos los tiempos. Sin ir más lejos en el Museo del Prado puede verse una escultura de Leda realizada por Timoteo (380-350 antes de Cristo). Pero el mito también atrajo la atención de pintores como Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Rubens, Correggio, o Cézzane. Incluso Salvador Dalí hizo una versión llamada Leda atómica. En el ámbito de las letras, poetas como Rubén Darío, Yeats o Rilke cantaron al bestial fornicio, que llevó a Leda a poner dos huevos de los que nacerían cuatro hijos, dos de los cuales acabarían enrolándose en la nave de Jasón en busca del Vellocino de Oro.

El rey Minos recibió un toro del dios Poseidón para que lo sacrificase en su honor, encontró demasiado hermoso al cornúpeta

Dentro de la mitología griega el otro amor zoofílico que no puede dejar de mencionarse es el de Pasifae, que comienza cuando cierto día el rey Minos recibió un toro del dios Poseidón para que lo sacrificase en su honor. No preguntemos qué lógica puede haber en dar algo a alguien para que a continuación te lo devuelva muerto, salvo que Poseidón quisiera celebrar alguna boda o bautizo y le diera cosa matarlo (al menos así es costumbre en los pueblos). La cuestión es que Minos encontró demasiado hermoso al cornúpeta y se negó a sacrificarlo desatando así la cólera del dios, quien en castigo hizo que la esposa de Minos, Pasifae, se enamorara perdidamente del animal. Esta acudió entonces al artesano Dédalo, que le construyó una atractiva vaca de madera hueca. El artefacto fue llevado a continuación ante el toro con Pasifae escondida en su interior, en postura propicia para saciar su ansia. De tal cópula nació el Minotauro, que avergonzó tanto a Minos que lo hizo encerrar en un laberinto. Una historia que posteriormente sería homenajeada en la película ‘Top secret’, cuando dos miembros de la resistencia se disfrazan de vaca para asaltar la cárcel nazi, siendo en este caso un ternerillo y no un toro quien proporciona alivio.

Pero, ¿es esto realmente posible?, ¿que de un apareamiento entre distintas especies surja un híbrido de ambas? Como sabemos, los seres vivos no somos más que los recipientes que utiliza el ADN para autorreplicarse indefinidamente. La utilidad de la reproducción sexual está en que permite recombinar los genes que portan dos recipientes, evitando así que todos seamos completamente idénticos y por tanto fácilmente aniquilables por cualquier virus. Como si cada generación viniera al mundo con una clave de acceso diferente para que no le chupe wi-fi el vecino. Cuando dos poblaciones quedan aisladas y ya no pueden ni saludarse ni mucho menos intercambiar genes, con el paso de las generaciones llegará un momento en que los acervos genéticos de cada una serán tan divergentes que ya no podrán combinarse entre sí. Es lo que en biología se conoce como “especiación”. Es decir, una especie es el conjunto de animales que pueden reproducirse entre sí (con las plantas esto no es aplicable). Según Jonathan Hodgkin, catedrático de genética en la Universidad de Oxford, solo hay tres miembros del reino animal que incumplen esta regla: los gusanos nematodos, la mosca de la fruta y unos bichos llamados rotíferos bdeloideos. Dado que en tan breve lista no menciona a cisnes ni a toros, me temo que los mitos anteriormente descritos no ocurrieron realmente.

La zoofilia pasó a estar peor vista tras la civilización griega y la llegada del cristanismo, acostarse con bestias es perversión

Tras la civilización griega y con la llegada del cristianismo, la zoofilia pasó a estar peor vista (“y no debes acostarte con bestias, haciéndote inmundo por ello, y tampoco mujer alguna debe acostarse con bestias; es perversión”, Levítico) aunque naturalmente continuó practicándose. Es precisamente esta condena bíblica lo que llevaba a pensar a algunos que -en contra de lo que la intuición práctica parecía señalar- la hibridación entre especies fruto de esta unión sí podía ser posible, a modo de castigo divino. Así lo creía el cirujano y escritor Ambroise Paré en su entretenidísimo y absolutamente recomendable ‘Monstruos y prodigios’: “Hay monstruos que nacen con figura mitad de bestias y mitad humana, o totalmente semejantes a los animales, y son productos de los sodomitas y ateos que se aparean y alivian contra natura con las bestias, y de ahí nacen diversos monstruos repugnantes y muy horribles de ver y de comentar”.

En este libro, escrito en la segunda mitad del siglo XVI, en descojonantes capítulos con títulos como ‘De una gruesa golfa de Normandía que fingía tener una serpiente en el vientre’ o ‘Engaño de cierto malandrín que fingía ser leproso’, Paré describe cómo desenmascaraba las mentiras de sus pacientes/víctimas con una pericia profesional y -sobre todo- una crueldad que ya las quisiera para sí el doctor House, protagonista de la serie estadounidense de televisión estrenada en 2004 por la cadena FOX y finalizada en 2012. Pero además de esto y a modo de bestiario medieval, también se hizo eco en dicha obra de todas las habladurías existentes en su tiempo sobre toda clase de criaturas fantásticas y monstruosas, ya vivieran allende los mares o fueran fruto del bestialismo. Para ello expone ejemplos como el del niño que fue concebido y engendrado de una mujer y un perro, lo que hizo de él una criatura humana de cintura para arriba y perruna en su parte inferior. Otro caso es el de un pastor llamado Cratain, que “sació con una de sus cabras su deseo brutal, y el animal parió algún tiempo después un cabritillo que tenía cabeza humana y semejante al pastor, pero el resto de su cuerpo se parecía a la cabra”. También relata el caso no menos asombroso en Lieja, año 1110, de un cerdo con cabeza, manos y pies de hombre.

Miguel de Cervantes ridiculizó las historias fantasiosas o ‘hablillas’ de su tiempo, relacionadas con engendros de uniones contranatura

Otro libro escrito en los mismos años, ‘El jardín de flores curiosas’ de Antonio de Torquemada (nada que ver con el inquisidor) recoge todas las historias fantasiosas o ‘hablillas’ de su tiempo, por lo general creyéndoselas todas por extravagantes que fueran, hasta el punto de que su credulidad fue ridiculizada por Miguel de Cervantes, autor de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’. Y algunas de ellas, claro, estaban relacionadas con los engendros nacidos de uniones contranatura. “Plinio escribe que una mujer llamada Alcipe parió un elefante, y que otra mujer parió una serpiente; y en el tiempo del mismo Plinio trajeron a Claudio César un centauro que una mujer había parido en Tesalia, el cual venía conservado en miel para que no se estragase. Y sin esto hay tantas cosas escritas y dichas por graves autores, que espantan y maravillan a los que nuevamente las oyen”. Resulta de interés la historia de una joven sueca que paseando por el campo fue asaltada por un oso, que la llevó a su cueva y allí, en lugar de devorarla como sería de esperar en semejante bestia “comenzó a halagarla, poniéndole sus brazos mansamente, y a tratarla de manera que la doncella conoció la intención que tenían, y perdió alguna parte del miedo con que estaba, y no atreviéndose a resistir la ferocidad del oso, con temor de perder la vida, y vino a consentir, aunque no por su voluntad, que tuviese sus ayuntamientos libidinosos con ella”. Lo curioso del caso es que ella no pareció estar muy a disgusto con el arreglo, ya que dejó pasar así varios meses, pese a que tuvo ocasión de huir cuando el oso abandonaba la cueva en busca de alimento. Hasta que finalmente un grupo de cazadores pasó cerca y pudo rescatarla. Meses después tuvo un niño, más peludo de lo normal aunque también de gran valentía, cuyo nieto llegaría a ser Rey de Suecia.

También describe casos, más o menos parecidos, ocurridos con monos en una isla cerca de la China a la que llegó una expedición portuguesa, así como un monstruoso suceso situado en Galicia, del que según explica provienen aquellos que se apelliden Mariño: “… andando una mujer ribera de la mar, entre una espesura de árboles, salió un hombre marino en tierra, y tomándola por la fuerza, tuvo sus ayuntamientos libidinosos con ella, de los cuales quedó preñada, y este hombre o pescado se volvió a la mar; y tornaba muchas veces al mismo lugar a buscar a esta mujer, pero sintiendo que le ponían asechanzas para prenderle, desapareció. Cuando la mujer vino a parir, aunque la criatura era racional, no dejó de traer en sí señales por donde se entendió ser verdad lo que decía que con el Tritón le había sucedido”.

La película Equus se centra en un joven que recibe atención psiquiátrica debido a su peculiar fijación por los caballos

¿Y qué decir de los cuentos infantiles clásicos? Hace siglos que insinúan o describen explícitamente esta parafilia, ya sean princesas que besan ranas, bellas que se enamoran de bestias, inocentes caperucitas rojas asaltadas por lobos… seguramente podría sacarse alguna enseñanza psicológica profunda al respecto, pero no sé cuál. Quizá que los autores de algunos cuentos son hombres feos que intentan convencer a las mujeres guapas de que son un buen partido. En lo que respecta al cine, podríamos citar a Ava Gardner, llamada ‘el animal más bello del mundo’. pero en un sentido más literal el amor entre bestia y humana por excelencia no hay duda de que es King Kong. Un amor imposible a la altura de Romeo y Julieta, con el añadido de que no es solo su entorno el que se opone a su amor sino las considerables diferencias anatómicas (menos mal que no intentó nada y se limitó a contemplarla). En ‘El pueblo de los malditos’ hay una fecundación masiva de mujeres por extraterrestres, aunque por desgracia a los espectadores se nos arrebata el momento de la consumación y hemos de limitarnos a imaginar cómo debió suceder. En la serie ‘V’ también una humana queda preñada de un alienígena, dando a luz a dos criaturas: un engendro verde y un bebé de apariencia humana aunque de lengua bífida.

La película ‘Equus’, dirigida por Sydney Lumet y protagonizada por Richard Burton y Peter Firth, (ambos nominados al Óscar por su papel en este film) se centra en un joven que recibe atención psiquiátrica debido a su peculiar fijación por los caballos. Equus es una coproducción británica-estadounidense de 1977. El guión está basado en la obra de teatro ‘Equus’ de Peter Shaffer. Un psiquiatra Martin Dysart (Richard Burton), revisa el salvaje cegamiento de seis caballos con una punta de metal en un establo de Hampshire, Inglaterra. La atrocidad ha sido cometida por un modesto mozo de diecisiete años de edad llamado Alan Strang (Peter Firth), hijo único de un padre obstinado pero tímido padre, Frank (Colin Blakely), y una madre afable y religiosa, Dora (Joan Plowright). Cuando Dysart expone la verdad tras los demonios del niño, se encuentra cara a cara con sus propios demonios en la persona de Jill Mason (Jenny Agutter), la novia de Alan Strang. El psiquiatra Martin Dysart recibe a la magistrado Hesther Salomon quien le pide que atienda un caso especialmente perturbante. A partir de aquí el drama bebe del misterio detectivesco y el thriller psicológico en el cual el psiquiatra deberá oficiar de detective para averiguar las causas de semejante episodio siguiendo ciertas pautas de la investigación psicoanalítica. Pero Dysart sólo encuentra resistencias en Alan que aparece en escena cantando jingles publicitarios y agrediendo al doctor cada vez que intenta llegar a la raíz del asunto. Lentamente, Dysart comienza a conectar diferentes elementos claves en la vida de Alan: el fervor religioso de su madre (que le leía los relatos bíblicos de niño), su padre no creyente pero estricto, su falta de contacto con otros chicos y chicas de su edad, su temprano encuentro con un jinete y la resonante presencia de los caballos en su vida. Dysart, fascinado por la mitología y la filosofía griegas, envuelto en un matrimonio sin sentido, no puede evitar sentir cierta curiosidad por la atípica devoción que el chico muestra hacia su objeto de deseo y comienza a cuestionarse si ‘curar’ para readaptarlo a la sociedad castradora es ético o no.

Jill y el muchacho se quitan la ropa y cuando se disponen a tener relaciones, Alan se paraliza al escuchar el sonido de los caballos

El acto primero culmina cuando Dysart hipnotiza a Alan para que revele su verdadera relación con los equinos. Así, el muchacho (que trabajaba en un establo cercano a su casa) recrea el momento en que se vuelve libre y expresa su sexualidad. Alan, a causa de la estigmatización que su madre le ha impuesto sobre el sexo, sólo ha encontrado una forma de canalizar sus pulsiones y en el camino ha confundido la devoción a Dios con la manifestación de su libido. El delirio lo lleva a ritualizar un encuentro nocturno con los caballos que monta desnudo hasta llegar a un éxtasis físico y psicológico, su versión de un orgasmo. En acto segundo, tras la revelación, Dysart continúa con sus indagaciones. Así descubre el rol de Jill Mason, una muchacha que trabajaba con Alan, en toda esta historia. La chica acosaba a Alan y el muchacho comenzó a sentirse levemente atraído hacia ella aunque al principio la rechaza. El psiquiatra comenta con Hesther Salomon que el chico, de algún modo, parece pedirle ayuda, por lo cual le dará un placebo (que hace pasar por una ‘píldora de la verdad’) para llegar al momento en que tuvo lugar la agresión.

Alan revive todo lo previo al incidente en el establo, la cual comenzó cuando Jill lo sedujo para que ambos salieran esa noche. Los dos se meten en un cine pornográfico donde el chico se excita con la imagen de una mujer en la ducha. De pronto descubre a su padre en la sala y ante las patéticas excusas de su progenitor, Alan cae en cuenta de su naturaleza como ser sexual y termina con su partenaire en el establo mientras llueve torrencialmente afuera. Jill y el muchacho se quitan la ropa y cuando se disponen a tener relaciones, Alan se paraliza al escuchar el sonido de los caballos. Alan enloquece y comienza a pedir perdón al espíritu equino, Equus, y a la vez desea librarse de la opresión que sus delirios representan. Entonces Jill huye asustada y él ciega a los animales en un intento desesperado por liberarse de su carga. La obra concluye con Dysart se cuestiona su profesión frente a los edictos de la sociedad. ¿Es justo sacrificar una pasión tan ferviente como la de Alan solo por obedecer a los mandatos de la civilización? “Mi deseo sería convertir a este muchacho en un ferviente esposo, un ciudadano respetable… Sin embargo, es más probable que mis logros lo conviertan en un fantasma”, dice el psiquiatra quien confiesa envidiar al muchacho.

“En fin, son muchos los ejemplos de bestialismo -aunque pocos en comparación con los que no he citado- y la conclusión que podríamos sacar es que el amor surge donde menos te lo esperas y que, ante un aprieto, todo aquello que no sea un erizo puede valer…”, concluye su interesante trabajo Javier Bilbao. ¿Está muy lejos Chetumal de Cancún…”, nos pregunta.

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