Los ‘pijos’ de Madrid declaran, en plena recuperación de la pandemia, ‘Libertad para contagiar’

El Bestiario

El portavoz de Esquerra Republicana (ERC) en el Congreso de los Diputados en la Carrera de San Jerónimo, en el centro de la capital ibérica, Gabriel Rufián, considera que en las protestas contra el Gobierno que se están realizando a diario en el barrio de Salamanca de Madrid no se cumplen las restricciones sanitarias y echa en falta la intervención policial frente a los que define como ‘pijos’. “Si llegan a llevar esteladas -banderas nacionalistas-, les muelen a palos”, ha ironizado trazando un paralelismo con las movilizaciones independentistas de Cataluña. Gabriel Rufián, ha manifestado su crítica a estas protestas “alegales, por no decir ilegales” en “barrios pijos de Madrid, por parte de 100 o 150 vecinos que no pueden ir al club de golf”. El portavoz asegura que ha “echado de menos a la Policía” ante esta situación. “Nos alegramos de que no llevaran esteladas porque si no les hubieran molido a palos y esperamos que se asuma algún tipo de responsabilidad porque están rompiendo con el confinamiento de manera flagrante”.

“Toda la vida han sobreentendido que existen dos tipos de personas: ellos y los demás. Lo aprendieron de sus papás y se lo han enseñado a sus hijos…, explicaba en un medio de comunicación José Errasti, licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Hay que entenderlos: no están acostumbrados a cumplir órdenes, sólo a darlas. Y aceptar órdenes, como todo en esta vida, es una habilidad que exige un cierto entrenamiento. Si no se ha practicado, siempre se será un adolescente, con quince, cuarenta o setenta y cinco años. Y ante cualquier contratiempo se reaccionará como tal. Lo estamos viendo estos días en el barrio de Salamanca, de la capital de España, Madrid, puesto en pie para convertir de forma caricaturesca el mayo del 68 en el mayo del 20 y la bonaerense Plaza de Mayo en la madrileña Núñez de Balboa, ante el regocijo de todos los medios: la mitad, vibrantes de empatía y entusiasmo; la otra mitad, conteniendo la risa por el etnofrikismo pocholo. Toda la vida han sobreentendido que existen dos tipos de personas: ellos y los demás. Lo aprendieron de sus papás y se lo han enseñado a sus hijos.

¿Acaso no es verdad que todo el mundo, izquierdas y derechas, jóvenes y viejos, tortillacebollistas y tortillasincebollistas, distingue entre un nosotros y un ellos? Sí, pero el nosotros de ellos tiene la mirada más cortita, se dice en voz más baja. Es más cómplice -y con frecuencia en un sentido literal-. Es un nosotros que recorre con la vista a los pocos a los que se refiere. Incluye, como mucho, a la familia, y con frecuencia no es más que un plural mayestático del yo. Las normas sanitarias, -como las señales de tráfico, la política fiscal o los requisitos para obtener un título universitario-, son necesarias para el vulgo aborregado que no tiene criterio propio, pero para ellos son meras amables sugerencias que les hace el personal sanitario, es decir, el servicio, que últimamente, ¿tú has visto?, está imposible. Son propuestas no vinculantes. Aquí lo único vinculante son mis santos cojones. “Libertad” significa la posibilidad que han de tener ellos de hacer lo que les dé la puta gana y “libertinaje” es lo mismo, pero referido a los demás. Reclaman libertad, pero no vengas a contarles milongas sobre la diferencia entre “estar libre de” y “ser libre para”. Francisco Franco Bahamonde carcajea y se siente orgulloso de los ‘quintacolumnistas’ de la derecha rancia del Partido Popular y de la ultraderecha populista de Vox, defensoras de líderes políticos como Donald Trump, Boris Johnson, y Jair Bolsonaro. Estados Unidos, Reino Unido y Brasil, son tres países que han liderado el negacionismo contra el Covid-19.

Santiago J. Santamaría Gurtubay

‘Quinta columna’ es una expresión utilizada para designar, en una situación de confrontación bélica, a un sector de la población que mantiene ciertas lealtades (reales o percibidas) hacia el bando enemigo, debido a motivos religiosos, económicos, ideológicos y/o étnicos. Tal característica hace que se vea a la quinta columna como un conjunto de personas potencialmente desleales a la comunidad en la que viven y susceptibles de colaborar de distintas formas con el enemigo. La expresión se atribuye al general Emilio Mola, al referirse en una locución radiofónica de 1936 al avance de las tropas sublevadas en la Guerra Civil Española hacia Madrid. El general mencionó que, mientras bajo su mando cuatro columnas se dirigían hacia la capital (una que avanzaba desde Toledo; otra, por la carretera de Extremadura; otra por la Sierra; y la de Sigüenza), había una quinta formada por los simpatizantes del golpe de Estado que, dentro de la capital, trabajaban clandestinamente en pro de la victoria del bando nacional. Según otros autores, como Mijail Koltsov, corresponsal del diario moscovita Pravda y enviado personal de Stalin a España, fue el general José Enrique Varela quien pronunció la frase.​ La expresión se popularizó durante la guerra como demuestra su presencia en diferentes crónicas de la misma. Esa idea y expresión pasó seguidamente a todas las guerras posteriores, como en la Segunda Guerra Mundial, y se llamó así a los franceses que, residiendo dentro de Francia, esperaban en 1940 el triunfo de la Alemania nazi. Dicho término se extendió en Holanda y Noruega para sus ciudadanos que mostraban más simpatía y lealtad hacia el Tercer Reich que hacia sus dirigentes, apoyando la invasión de sus países de origen. Del mismo modo, simpatizantes del Eje consideraban a los partisanos que combatían clandestinamente al fascismo en sus propios países como una quinta columna. Los miembros de la quinta columna reciben el apelativo de quintacolumnistas.

Volvamos al barrio de Salamanca. Hay una señora de 54 años, María Luisa Fernández, una versión en tiempos del coronavirus de la Sección Femenina (SF), la rama femenina del partido Falange Española, y posteriormente de FET de las JONS  del Movimiento, del mismísimo ‘Manolo el del Bombo’. Este era un hincha que acompañaba a la Selección Española de Fútbol, en sus periplos nacionales y mundiales, dejando sordos, a todos los que no respetaban una mínima distancia social. Conseguía clientes para un  otorrinolaringólogo, amigo del líder vasco de los populares, Jaime Mayor Oreja. Había por entonces mucho canalla suelto, pues el resto de la población estaba en la cárcel o controlado o confinado por la Brigada de Investigación Social (BSI), la policía secreta que existió en España durante la dictadura de Franco. La autoproclamada líder de las protestas contra el Gobierno del socialista, miembro del PSOE, Pedro Sánchez, María Luisa Fernández, es simpatizante de Vox, la ultraderecha. Sus manifestaciones son conocidas como ‘las caceroladas de María Luisa’ en el seno de los comités ‘revolucionarios’.

Qué rollo es ése de que la pandemia ha dejado claro que la libertad no se puede entender a escala individual, sino a escala de una sociedad política que los ve iguales que a sus mucamas, empleados que hacen los trabajos domésticos de una casa, hotel o pensión. Qué patraña del marxismo cultural es ésa de que la regulación de la libertad ha de tener como principal propósito el bien común. Ellos, que no aceptan subordinarse a nadie ni a nada, tampoco van a aceptar que nadie les diga oraciones subordinadas. Su filosofía de la libertad se resume en la sentencia “no hay que confundir la libertad con el libertinaje”, en el bien entendido de que “libertad” significa la posibilidad que han de tener ellos de hacer lo que les dé la puta gana y “libertinaje” es lo mismo, pero referido a los demás. El “común” de “sentido común” tiene un vago aroma amenazante; se huelen que se empieza defendiendo el sentido común y se termina defendiendo el sentido comunista.

Libertad para colapsar un sistema sanitario cuya financiación a través de impuestos esquivan, no a las leyes de un gobierno que no votaron

Al igual que ocurre con la educación o la sanidad, les parece muy bien que haya una libertad pública para el que no pueda pagarse una libertad privada. Pero ellos sí se la pueden permitir, que para eso se han pasado la vida heredando duramente. Están tan a favor de la libertad que incluso abogan por que la ciudadanía sea libre para elegir qué tipo de libertad quieren. Ellos lo tienen claro: libertad para colapsar un sistema sanitario cuya financiación a través de impuestos esquivan todo lo que la flexibilidad de sus recursos financieros les permite, libertad para decidir si se atienen o no a las leyes de un gobierno que no votaron; libertad, en resumen, para contagiar. Mientras esto ocurre en Madrid y en otras ciudades gobernadas por una derecha ‘antisistema’, estoy viendo en mi casa de Cancún, Quintana Roo, México, el programa Jaime Bayley Show en Mega TV de Miami, La Florida, Estados Unidos. Este periodista, nacido en Lima, entrevistador de celebridades y políticos, donde se le reconoció por un característico estilo irreverente e incisivo, ganó fama rápidamente por su corta edad y su posición conservadora en temas de la política. Se dio a conocer como escritor en 1994, publicando una serie de novelas de estilo erótico y casi documental, con los que la crítica tiene una relación contradictoria. Jaime Bayleyhacía un balance los efectos del coronavirus en Estados Unidos, Latinoamérica y Unión Europea. A España, que está logrando levantar su confinamiento, con menos de un centenar de muertos diarios -en su mayoría de Madrid y Barcelona, en otras ciudades españolas ya no se registran fallecimientos disminuyendo los infectados hospitalizados desde hace muchos días- apenas le dedicó cinco minutos. No hubo más imágenes que la de los “valientes vecinos de Salamanca”. “En las próximas elecciones en España, esta gente conservadora del Partido Popular y Vox, está claro que sacará del poder al actual presidente socialista del PSOE, Pedro Sánchez…”.

Me decepcionó el ‘quintacolumnista’ peruano miamense. Se quedó tan tranquilo. Solo le faltó decir que los socialdemócratas españoles, emparentados con la familia política europea de Willy Brandt de Alemania, Olof Palme de Suecia, François Mitterrand de Francia, Felipe González de España, Mario Soares de Portugal… eran marxistas leninistas y ejercían la lucha armada y la insurrección a través de sus chekas bolcheviques al estilo de la Revolución de 1917, en la desaparecida Unión Soviética. Los Sackler, farmacéuticos, filántropos y más ricos que los Rockefeller, según Forbes, erigieron gran parte de su patrimonio gracias al OxyContin, un opiáceo que según miles de demandantes se comercializó con publicidad engañosa, ocultando su potencial adictivo. Provocaron la otra epidemia que perturba hoy a Estados Unidos, en especial la ciudad de Nueva York, la de los opiáceos del ‘OxyContin’. Jaime Bayley parece que está de ‘bajón’, con ‘síndrome de abstinencia’ o no sé qué para decir estas idioteces sobre el futuro electoral de mi país natal. No faltaron otras estupideces sobre México y nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador… El número de fallecidos en España este pasado jueves fue de tan solo 48. El ‘culpable’, Pedro Sánchez. Jaime Bayley, pregunte a los ciudadanos españoles y salga de su ‘cápsula’ de libertario populista de la extrema derecha rancia fujimorista peruana o franquista hispana. “La cultura es el último reducto de los canallas”, escribía el poeta maldito español Leopoldo María Panero…

Nos habíamos acostumbrado a vivir en la niebla de la opinión, en tiempos de pandemia que hablen los expertos de la salud pública

La verdad es que la ignorancia es atrevida. Uno lee en México y en otros lares como España, Estados Unidos… mil y un declaraciones de las élites políticas que dan vergüenza ajena. Son tiempos de pandemia. Necesitamos que hablen los expertos de la salud pública. Ni la izquierda ni la derecha tienen reparos en sustituir la historia por fábulas patrióticas o leyendas de victimismo. La guerra de la derecha contra el conocimiento es inmemorial y también es muy moderna: combina el oscurantismo arcaico con la protección de intereses venales perfectamente contemporáneos, que son los mismos que impulsan en Estados Unidos la guerra abierta del Partido Republicano contra el conocimiento científico, financiada por las grandes compañías petrolíferas. La derecha prefiere ocultar los hechos que perjudiquen sus intereses y sus privilegios. La izquierda desconfía de los que parezcan no adecuarse a sus ideales, o a los intereses de los aprovechados que se disfrazan con ellos. La izquierda cultural se afilió hace ya muchos años a un relativismo posmoderno que encuentra sospechosa de autoritarismo y elitismo cualquier forma de conocimiento objetivo. Ni la izquierda ni la derecha tienen el menor reparo en sustituir el conocimiento histórico por fábulas patrióticas o leyendas retrospectivas de victimismo y emancipación.

Curiosamente, en España, la izquierda y la derecha se han puesto siempre de acuerdo en echar a un lado o arrinconar a las personas dotadas de conocimiento y experiencia en el ámbito público, y someterlas al control de pseudoexpertos y enchufados. Maestros y profesores de instituto llevan décadas sometidos al flagelo de psicopedagogos y de comisarios políticos; los médicos y los enfermeros en la sanidad pública se han visto sometidos al capricho y a la inexperiencia de presuntos expertos en gestión o en recursos humanos cuyo único talento es el de medrar en la maraña de los cargos políticos. Nos ha hecho falta una calamidad como la que ahora estamos sufriendo para descubrir de golpe el valor, la urgencia, la importancia suprema del conocimiento sólido y preciso, para esforzarnos en separar los hechos de los bulos y de la fantasmagoría y distinguir con nitidez inmediata las voces de las personas que saben de verdad, las que merecen nuestra admiración y nuestra gratitud por su heroísmo de servidores públicos. Ahora nos da algo de vergüenza habernos acostumbrado o resignado durante tanto tiempo al descrédito del saber, a la celebración de la impostura y la ignorancia. El escritor español Antonio Muñoz Molina decía estos días que nos habíamos acostumbrado a vivir en la niebla de la opinión… “Hoy, por primera vez desde que tenemos memoria, prevalecen las voces de personas que saben y de profesionales cualificados y con coraje…”.

En España e Italia estalla como una tormenta súbita un aplauso dirigido no a demagogos embusteros sino a los trabajadores de la sanidad

Estamos asistiendo, es la verdad, a la abierta celebración del conocimiento y de la experiencia, y al protagonismo merecido y hasta ahora inédito de esos profesionales de campos diversos cuya mezcla de máxima cualificación y de coraje civil sostiene siempre el mecanismo complicado de la entera vida social. En los programas de televisión donde hasta hace nada reinaban en exclusiva charlistas especializados en opinar sobre cualquier cosa en cualquier momento, ahora aparecen médicos de familia, epidemiólogos, funcionarios públicos que se enfrentan a diario a una enfermedad que lo ha trastocado todo y que en cualquier momento puede atacarlos a ellos mismos. Cada tarde, a las ocho, sobre las calles vacías de España e Italia, estalla como una tormenta súbita un aplauso dirigido no a demagogos embusteros sino a los trabajadores de la sanidad, que hasta ayer mismo cumplían su tarea acosados por los continuos recortes, la falta de medios, el desdén a veces agresivo de usuarios caprichosos o quejicas. Ahora, salvo en los reductos consabidos, no escuchamos eslóganes, ni consignas de campaña diseñadas por publicistas, ni banalidades acuñadas por esa especie de gurús o aprendices de brujo que diseñan estrategias de “comunicación” y a los que aquí también, qué remedio, ya se llama spin doctors: engañabobos, embaucadores, vendedores de humo.

La realidad nos ha forzado a situarnos en el terreno hasta ahora muy descuidado de los hechos: los hechos que se pueden y se deben comprobar y confirmar, para no confundirlos con delirios o mentiras; los fenómenos que pueden ser medidos cuantitativamente, con el máximo grado de precisión posible. Nos habíamos acostumbrado a vivir en la niebla de la opinión, de la diatriba sobre palabras, del descrédito de lo concreto y comprobable, incluso del abierto desdén hacia el conocimiento. El espacio público y compartido de lo real había desaparecido en un torbellino de burbujas privadas, dentro de las cuales cada uno, con la ayuda de una pantalla de móvil, elaboraba su propia realidad a medida, su propio universo cuyo protagonista y cuyo centro era él mismo, ella misma.

Yo iba por la calle y me fijaba en que casi todo el mundo a mi alrededor se las arreglaba para vivir dentro de su espacio privado, exactamente igual que si estuviera en el salón de su casa, en su dormitorio, hasta en su cuarto de baño: la diadema de los cascos gigantes para no oír el mundo exterior y estar alimentado a cada momento por un hilo sonoro ajustado a sus preferencias; la mirada no en la gente con la que te cruzas, sino en la pantalla a la que miras; la voz que habla en el mismo tono que en una habitación cerrada, tan descuidada de los otros que era habitual asistir involuntariamente a conversaciones íntimas embarazosas, a peleas, a estallidos de sonrisas histéricas y a lágrimas de cocodrilo. El regreso del conocimiento.

Los negacionistas rechazan el consenso científico y apoyan a extremistas religiosos, ultraliberales políticos, científicos solitarios…

La pandemia ha superado los cinco millones de contagios y más de 328,000 personas han fallecido, según la Universidad Johns Hopkins. Estados Unidos y Brasil lideran la lista de fallecidos por el coronavirus. Mientras que en Europa, lo hace el Reino Unido. Estos tres países tienen como primeros mandatarios a Donald Trump (93,439 muertos y 1,551,853 contagiados); Boris Johnson y Jair Bolsonaro (18,859 perdieron la vida y 291,579 están enfermos). Los enemigos de la teoría del calentamiento global desdeñan el consenso científico y conforman una amalgama que une a extremistas religiosos con ultraliberales políticos, científicos solitarios y especuladoras empresas, muchas de ellas ‘tintorerías’ y ‘lavanderías’ del dinero de los bandoleros del siglo XXI… Son los que hablan despectivamente del ‘virus chino’ canalizando teorías conspirativas, que dan vergüenza ajena… “Brutal y extensa ola de frío podría batir todos los récords. ¿Qué le pasó al calentamiento global?”, tuiteó Donald Trump el 22 de noviembre de 2018. No era la primera vez que escribía tuits contra el cambio climático. Desde 2012 hasta 2015 publicó al menos 45, pero cuando apareció ese ya era presidente de EE UU. Sacaba pecho. Según su razonamiento, que en noviembre hiciese mucho frío en el hemisferio occidental avalaba su decisión de retirar a su país del Acuerdo de París sobre el Clima de 2015, vinculante y suscrito por 195 países. En un momento en el que incluso el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, China, se toma tan en serio la amenaza que anuncia su intención de alcanzar sus cuotas años antes de lo previsto, Trump se alinea con quienes la niegan.

Los científicos están de acuerdo de forma prácticamente unánime en que la actividad humana es la causante del ascenso de la temperatura del planeta. En 2013, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés), un organismo de expertos internacionales formado en 1988 bajo el auspicio de las Naciones Unidas, lo calificaba de “extremadamente posible”, con una seguridad del 95%. Parecería indiscutible. Pues no. Dos años después, en febrero de 2015, el senador por Oklahoma Jim Inhofe compareció en el Senado de EE UU con una bola de nieve. Antes de lanzarla, dijo: “En caso de que lo hayamos olvidado: seguimos escuchando que 2014 ha sido el año más cálido jamás registrado. Le pregunto a la sala: ¿Saben qué es esto? Es una bola de nieve, y eso significa que ahí fuera hace mucho, mucho frío”. El nivel del argumento resultaría simplemente irrisorio si no fuera porque funciona.

“El aumento de la actividad solar durante el siglo XX implica que más de la mitad del calentamiento debe atribuirse al sol…”

“Si el 98% de la comunidad científica dice que existe el cambio climático, pero encuentras a cinco que defienden que no, mucha gente piensa que en realidad hay un 50% de posibilidades de que una de las dos posturas sea la correcta. La idea es convertir un hecho en solo una teoría”, explica Marta Peirano, periodista y autora de ‘El enemigo conoce el sistema’, libro sobre la manipulación en Internet. “A esto hay que sumarle que el cambio climático es una amenaza que genera bastante culpabilidad en el público en general”. Esa culpabilidad convierte a la mayoría de la humanidad en lo que el filósofo francés Bruno Latour llama en su libro ‘Dónde aterrizar’, “quietistas climáticos”. “Confiamos en que sin hacer nada, todo terminará por solucionarse”, escribe el pensador. Por ese hueco se cuelan los contrarios a la tesis del cambio climático. Intentan sembrar dudas. El negacionismo funciona desdeñando las premisas claves: o el problema no existe, o, de existir, el causante no es la humanidad. Pongamos el caso del físico Nir J. Shaviv. Él no niega que las temperaturas hayan aumentado, pero sí su origen. “El aumento de la actividad solar durante el siglo XX implica que más de la mitad del calentamiento debe atribuirse al sol, no a las emisiones humanas”, escribió en un artículo en 2015. Cuando la comunidad científica refutó su argumentación, su reacción fue: “La ciencia no es una democracia”. Pero por más que Shaviv considere que ciencia y política no se deben tocar, son políticos los que dan sostén a teorías como la suya.

El senador de la bola de nieve, Jim Inhofe, publicó un libro en 2012, ‘La más grande de las mentiras: Cómo la conspiración del calentamiento global amenaza su futuro’. Uno de sus argumentos sale de la Biblia. Génesis 8:22. “Mientras la tierra permanezca, habrá tiempo de siembra y cosecha, frío y calor, invierno y verano, día y noche”. Su explicación: “Dios está todavía allí arriba. La arrogancia de la gente que piensa que nosotros, los seres humanos, podríamos cambiar el clima me resulta indignante”. Ahí donde le ven, Inhofe fue presidente de la Comisión de Medio Ambiente y Obras Públicas del Senado desde 2003 hasta 2007 (y después, de 2015 a 2017). Aprovechó ese puesto para erigirse en portavoz del negacionismo. Declaró en la Cámara que el calentamiento global es un hoax, un engaño; invitó a conocidos negacionistas a testificar en las audiencias del comité, y difundió su punto de vista desde la web del organismo, dirigida por su asesor personal Marc Morano, un propagandista que defiende evitar que los Gobiernos regulen las emisiones de gases de efecto invernadero.

El negacionismo del cambio climático y del actual Covid-19 tienen su aparato detrás. En muchos casos hay un trasfondo económico, pero en otros es meramente un rechazo ideológico. En agosto, Felipe Alcaraz, único senador por Vox, impidió que el Senado de España aprobase una declaración institucional de apoyo a las islas Canarias por los incendios que sufrieron este verano. Quería que se retirase una referencia a la lucha contra las causas del cambio climático. La declaración estaba siendo utilizada “para justificar postulados ideológicos progres”, declaró.

Las evidencias científicas hacen que los negacionistas, ciudadanos radicales de derechas, encuentren su labor cada vez más complicada

“La derecha radical europea ha abrazado el negacionismo más como parte de la batalla política que por principios. Lo normal es que intenten no hablar siquiera de esta preocupación porque les parece una cosa de ecologistas, que son sus enemigos”, dice el investigador de la Universidad Complutense Guillermo Fernández-Vázquez, autor de ‘Qué hacer con la extrema derecha en Europa’. Aunque explica que la postura de esos partidos puede variar si interesa. “Hay corrientes que intentan articular la preocupación medioambiental con una propuesta muy nacionalista. Venden la lucha contra el cambio climático como la defensa de su patrimonio natural. En ese sentido, el Frente Nacional francés trataba de conjugar estas dos cosas, con el argumento de que uno de los motivos por los que aman a Francia es por su riqueza natural”.

Muchos consideran a estas corrientes ideológicas como tontos útiles de los verdaderos responsables del negacionismo: las grandes corporaciones que manejan las reservas de hidrocarburos. “La industria energética fue la primera que empezó a generar informes alternativos al consenso científico”, argumenta Marta Peirano. “Exxon tenía informes sobre el cambio climático desde al menos julio de 1977, una década antes de que fuera de dominio público. Sabían qué pasaba y que lo que ellos hacían solo podía empeorarlo. Por eso era importante que aquello no se supiera”. Existe un consenso en considerar a los hermanos Koch, dueños de Koch Industries, como los principales impulsores de la duda sobre el cambio climático en EE UU. Por separado, Charles y el recientemente fallecido David ocupaban los puestos 11º y 12º de la lista Forbes de personas más ricas del mundo. Juntos habrían estado en el 2º, entre Jeff Bezos (Amazon) y Bill Gates (Microsoft). Nacidos en 1935 y 1940 en Wichita, en su trayectoria hay una mezcla de ideología libertaria e intereses personales. En el libro ‘Kochland’, su autor, Christopher Leonard, muestra pruebas del papel de los Koch en la primera convención conocida de negacionistas. La reunión fue patrocinada en 1991 por el Cato Institute, un think tank ultraliberal con sede en Washington que los Koch fundaron y financiaron. Según Leonard, Charles Koch y otros magnates de los combustibles fósiles pasaron a la acción precisamente ese año, cuando el presidente George H. W. Bush anunció que apoyaría un tratado que limitase las emisiones de carbono, una amenaza para los beneficios de Koch Industries. “En ese momento, Bush no era un caso atípico en el Partido Republicano. Al igual que los demócratas, los republicanos aceptaron en gran medida el consenso científico sobre el cambio climático”, escribe Jane Mayer, otra especialista en los hermanos Koch, en The New Yorker.

Existe consenso en señalar a los hermanos Koch como impulsores de la duda sobre el cambio climático, sus seguidores cuestionan el ‘virus chino’

 Según Kochland, la conferencia de 1991 se llamó ‘Crisis ambiental global: ¿ciencia o política?’. Entre los oradores se encontraba Richard S. Lind­zen, profesor de Meteorología del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), a quien se cita en el folleto diciendo que había “muy poca evidencia” de que el cambio climático fuera “catastrófico”. Lindzen es un personaje contradictorio, un científico que hasta 2001 contribuyó a varios paneles del IPCC, pero que ya en los noventa empezó a expresar su punto de vista contrario a la teoría consensuada sobre el cambio climático. En 2017 envió una carta abierta a Trump urgiéndolo a abandonar las decisiones que tome la ONU sobre el cambio climático porque esas teorías, decía, “no están científicamente demostradas”. La carta iba acompañada de una lista de 300 firmantes, presentados como científicos, aunque el periódico británico The Guardian reveló que pocos de ellos tenían conocimientos específicos sobre el tema.

También los científicos de Koch Industries repetían las tesis de la compañía, incluida la teoría de la conspiración: las élites habrían inventado el engaño del calentamiento global como una forma de unir a los estadounidenses contra un enemigo común después de la Guerra Fría. Philip Ellender, principal lobista de Koch Industries, según The New Yorker, afirmó en 2014 que la Tierra se había enfriado en los últimos 18 años. Incluso cuando otras ramas de la compañía podrían haberse beneficiado de las energías alternativas, los Koch consideraron que cualquier movimiento que pudiera reducir el consumo de combustibles fósiles era inaceptable. Proteger sus ganancias en ese campo era su prioridad. Kochland demuestra que los Koch, para lograrlo, trabajaron para hacerse con el movimiento Tea Party y, después, con el propio Partido Republicano. En 2010, los lobistas de la compañía gastaron grandes cantidades de dinero para acabar con lo que se considera el único esfuerzo legislativo serio del Congreso para grabar la contaminación por carbono, aunque la participación directa de los Koch era casi invisible.

Aun evitando hablar de cambio climático, Donald Trump declaró, en una intervención pública su amor por la “innovación medioambiental”

La función de los lobbies energéticos es paralizar la acción gubernamental. Tienen influencia y dinero. Son una maraña de organizaciones y webs que se entrecruzan (Global Warming Coalition, Cato Foundation o National Association of Manufacturers). Montan congresos, emiten informes, financian publicaciones o compran voluntades para enturbiar el debate. El primer director de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente nombrado por Trump era un escéptico, Scott Pruitt. Entre los escándalos de su gestión estuvo que la casa en la que vivía en Washington era propiedad de la mujer de un lobista de la industria energética. Pagaba 40 euros por noche, un chollo, y solo por las noches que dormía allí. El actual director de la agencia es un antiguo lobista del carbón, Alex Wheeler.

Paralizar el debate es una labor que han bordado, pero que les resulta cada día más complicada. Según una reciente encuesta, el 58% de los votantes republicanos de menos de 40 años se sienten preocupados por el cambio climático. Incluso se empiezan a oír voces dentro del Pentágono, que lo ven como un reto para la defensa nacional. Meses atrás, el mismo Trump cambió ligeramente de opinión. En una de sus intervenciones públicas, y aun evitando hablar de cambio climático, declaró su amor por la “innovación medioambiental”. La presión general es cada vez mayor y los negacionistas, aunque poderosos, cada día están más aislados, les resulta más difícil contradecir las evidencias y están pasando a la táctica from deny to delay (de negar a retrasar). Aceptar a regañadientes la posibilidad del problema, pero cuestionar las propuestas para revertir el fenómeno calificándolas de inútiles. La batalla ahora es contra el tiempo. En 2018, el IPCC preveía un máximo de 12 años para intentar contener el calentamiento de la atmósfera antes de que sea irreversible. Ya solo quedan 10.

‘Turismo, ¿extinción o renacimiento?’, columna de Gabriel Escarrer. “La confianza sanitaria es un factor esencial para las empresas”

“El turismo es una de las grandes palancas de riqueza, empleo y entrada de divisas para España, produce cerca del 14% del producto interior bruto nacional, y emplea directamente a más de 2.8 millones de personas. Somos el segundo destino del mundo por llegada de turistas internacionales. Pero, contrariamente a lo que algunos quieren hacer ver, el turismo español no sólo puede presumir de apabullantes cifras y datos cuantitativos, pues según el World Economic Forum somos, desde hace cinco años, el país más competitivo del mundo en materia turística, y algunas de las mejores compañías turísticas del mundo llevan orgullosamente la bandera y la marca de España. Algo que desgraciadamente, pocos sectores de nuestra economía pueden afirmar…”. Gabriel Escarrer Jaume es presidente de Exceltur y vicepresidente ejecutivo y consejero delegado de Meliá Hotels International. La presencia de sus productos turísticos en México y Cuba, y en especial en Cancún, Riviera Maya, La Habana, Varadero y Cayos es muy importante desde finales del pasado siglo XX. ‘Turismo, ¿extinción o renacimiento?’ es el título de una columna periodística publicada este viernes.

“Por ello, el impacto brutal y sobrevenido que nuestra industria está sufriendo por la pandemia Covid-19 podría tener consecuencias fatales para toda la economía española. Ante la que algunos describen ya como “la gran crisis turística”, el sector se enfrenta a una paralización casi absoluta motivada por el cierre de fronteras y las restricciones a la movilidad y a la interacción social, y será también el que más tiempo tardará en recuperarse, ya que el hecho de viajar requiere no solo de un ‘desescalamiento físico’ (con un plan coherente y viable para reanudar la actividad) sino también, emocional: el turismo necesita generar confianza sanitaria. Otra característica de esta crisis es una ausencia casi total de visibilidad sobre la evolución de la pandemia y el retorno a la normalidad. La confianza es un factor esencial para las empresas, y hoy por hoy el retorno a la normalidad está rodeado de incertidumbres”.

“De prolongarse el cierre de las conexiones aéreas hasta finales de año, las pérdidas del sector podrían superar los 100,000 millones de euros”

“En Exceltur, la alianza que reúne a algunas de las mayores empresas turísticas del país, hemos valorado diversos escenarios, y ninguno de ellos es halagüeño: de prolongarse el cierre de las conexiones aéreas y la mayoría de establecimientos hasta finales de año, las pérdidas del sector podrían superar los 100,000 millones de euros. Aún más terrible, más de dos millones de empleos (muchos de ellos actualmente en procesos de regulación temporal o ERTE) podrían destruirse. La confianza es un factor esencial para las empresas, y hoy por hoy, el retorno a la normalidad está rodeado de incertidumbres. Un experto como John Kearney compara los efectos del Covid-19 en el sector turístico con el cataclismo que originó hace millones de años la extinción de los dinosaurios, y comparto con él el convencimiento de que habrá un antes y un después del Covid, y que nuestra industria padecerá una fuerte crisis hasta que logre reconstruir la confianza y los niveles de actividad previos a 2020”. 

“Como dinosaurios en extinción, las empresas estamos luchando para mantener el empleo y conservar nuestro talento, y mantenernos a flote durante un número indeterminado de meses en que no tendremos ingresos; afortunadamente, los ERTE (cuya flexibilización permitirá  las empresas adecuar el personal a la actividad) están evitando una debacle definitiva del empleo en el sector, pero nuestra supervivencia dependerá también del acceso de las empresas a la suficiente liquidez, de la reducción de cargas y el establecimiento de medidas fiscales y de un entorno regulatorio que nos permitan ajustar los costes”.

“Como dinosaurios en extinción, las empresas estamos luchando para mantener el empleo y conservar nuestro talento”

“La dimensión de esta tragedia ha llevado a nuestro sector a alzar la voz y reclamar que el Gobierno español priorice una industria clave para nuestro presente; no parece lógico que, mientras en países como Francia e Italia, e incluso en otros como Holanda o Alemania, donde el turismo tiene mucho menor peso que en España, sus gobiernos se hayan reunido desde el primer minuto con el sector turístico, lanzando una estrategia conjunta y agresivos planes de apoyo y recuperación, en España no se haya otorgado al turismo la suficiente prioridad política o presupuestaria. La prioridad de apoyar al turismo y a las empresas para salir de esta crisis ha sido también reconocida por la Unión Europea, y concretamente, el comisario de Mercado Interior Thierry Breton, ha reclamado que al menos un 20% de los fondos del llamado ‘Plan Marshall’ frente al Covid-19, se destinen a la industria turística”.

“Afortunadamente, Europa tampoco ha respaldado decisiones tan delicadas para la supervivencia del sector, como el anuncio de una cuarentena obligatoria, que no se ha consultado con las empresas, y que terminaría de “disuadir” a los pocos turistas dispuestos a coger un vuelo hacia las costas o ciudades españolas. Como líder de una de las mayores empresas turísticas del país y actual presidente de Exceltur, puedo decir que nuestras prioridades ante esta disrupción histórica de nuestro negocio son, en primer lugar, la seguridad y salud de nuestros empleados y clientes. Por responsabilidad y porque nos va la vida en ello, pues conceptos como ‘viajar seguro’ se han convertido en una exigencia global, el sector turístico ha sido el primero en reaccionar y priorizar la seguridad y la salud de sus empleados y clientes; en Meliá, gracias a nuestra experiencia en China, teníamos implantado un protocolo global de preparación y respuesta a la pandemia desde mediados de febrero, y hemos conseguido así limitar los contagios entre nuestros colaboradores y clientes a un nivel muy bajo, y hoy estamos implantando en todos los establecimientos de futura reapertura, un exhaustivo programa de seguridad sanitaria que hemos llamado ‘Stay Safe With Meliá’, certificado por el exclusivo sello de Bureau Veritas”.

“La sociedad será más ‘digital’ y cobrarán importancia valores sociales básicos como la solidaridad, la familia y el esfuerzo”

“Dentro de la ausencia global de visibilidad, nuestra idea es abrir todos los establecimientos en los cuales la demanda nos asegure la viabilidad; no pensamos que será un año de beneficios, pero nuestro compromiso será abrir aquellos hoteles en los que podamos minimizar las pérdidas, ‘sacar del ERTE’ a parte de nuestros empleados, y satisfacer la demanda de nuestros clientes, al tiempo que contribuimos a reactivar algunos destinos. Bajo esta premisa de seguridad y ‘confianza sanitaria’, el sector mira esperanzado los intentos que desde instancias de la Unión Europea, en colaboración con la industria aeronáutica, se están realizando para crear flujos de turismo seguro entre España y los principales mercados emisores de turistas europeos. Las pruebas Covid y los mecanismos y tecnologías de control y trazabilidad sanitaria evolucionan cada día, y deberían ofrecernos respuestas que nos permitan comenzar a viajar en esta temporada de verano, y recuperar progresivamente los niveles normales de movilidad, porque el confinamiento, que ha sido sin duda necesario para contener el brote más agudo, no es la solución definitiva y no es viable a largo plazo”.

“Si de algo estoy seguro es de que esta pandemia cambiará muchas cosas, tal vez para siempre: por una parte, la sociedad será más ‘digital’, y más consciente en temas como la seguridad y la responsabilidad social, y cobrarán importancia valores sociales básicos como la solidaridad, la familia y el esfuerzo. Específicamente en el sector turístico, pienso que se reforzará el lado más humano de la hospitalidad, la conexión emocional con nuestros clientes, sus sentimientos, y se pondrá de nuevo en valor el viaje doméstico, dentro de nuestro país o países cercanos, y el llamado ‘slow travel’ y las experiencias auténticas. A diferencia de los dinosaurios, el turismo resurgirá, y por ello, el Plan que desde Exceltur hemos propuesto a la Administración no habla de ‘extinción’, sino de ‘renacimiento’ de nuestro sector”.

“Después del esfuerzo que hemos hecho entre todos, no podemos permitir que unos pocos lo tiren por tierra…”, declara Fernando Simón

Cuando estaba terminando de leer el escrito de Gabriel Escarrer Jaume de Meliá Hotels International, nos llegaba a la redacción una nota oficial del Gobierno de España donde se informa que Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, se ha mostrado positivo con la apertura del país al turismo internacional en julio. “Pero debemos prepararnos para que los riesgos sean los menores posible”, ha advertido. Este jueves ha entrado en vigor el uso obligatorio de la mascarilla para las personas mayores de seis años en lugares públicos donde sea imposible mantener dos metros de distancia y, además, en una nueva publicación en el BOE, el Gobierno ha establecido que metros y cercanías deberán liberar la mitad de las plazas sentadas y no admitir más de dos viajeros por metro cuadrado. Mientras se libera el ‘confinamiento’, militantes del PP y Vox, dirigidos por Pedro Casado y Santiago Abascal, siguen provocando incidentes en diferentes calles de la ‘España Azul’, no respetando las normas dictadas por el Ejecutivo de Pedro Sánchez del PSOE. Muchas de las actuaciones nos evocan a la ‘kale borroka’ -lucha callejera- ejercida en el País Vasco por sectores de la extrema izquierda ligadas a la ‘lucha armada’, ‘insurrección’ o ‘ekintzas’ de la organización terrorista ETA. Domicilios de dirigentes políticos del resto del abanico político de España, ajeno a Vox y PP se han visto manchadas sus fachadas con pintura con amenazas y lemas antidemocráticos. Potenciales ‘lobos solitarios’ han increpado frente a los domicilios de políticos, ante la ausencia de éstos, a sus familiares, cónyuges, hijos, abuelos, amigos… Algunos de ellos portaban fanzines con consignas ‘libertarias’ de derechas… “No lleves documentación personal; graba a los policías; taparos la cara por las cámaras cercanas a los fraccionamientos…”. ‘Kale Borroka en el barrio Salamanca’ es el himno elegido por los protagonistas de las manifestaciones, “un peligro para la salud de otros vecinos que vivimos en esta zona de Madrid”. Muchos vecinos han decidido no enfrentarse a quienes han tomado las calles, ‘blindadas’ a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Hay imágenes que circulan en las redes sociales donde se ven patrullas de la Policía desde donde se saluda efusivamente a los ‘ilegales’ o ‘alegales’. ‘Spain is different’.

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, ha hecho público un comunicado cuestionando estos incidentes que se están promoviendo en España. “Nos ha costado un gran sacrificio hasta llegar hasta el momento actual. No podemos echar por tierra todo lo conseguido por unos pocos. Tenemos que tener mucho cuidado. La población tienes que entender, todos, toda la población tiene que entender que después de lo que hemos pasado, después del esfuerzo que hemos hecho entre todos, no podemos permitir que unos pocos lo tiren por tierra…”. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, algo tendrá que decir sobre lo que está ocurriendo. La ley debe aplicarse, pues pudieran darse situaciones de venganza. Hay que evitar situaciones de alteraciones graves en la convivencia ciudadana. La propia presidenta de la Comunidad de Madrid, la ‘pepera’ Isabel Díaz Ayuso ha apoyado públicamente las movilizaciones del barrio de Salamanca. Cuando los incidentes vayan creciendo y pudieran registrarse daños personales y materiales de consideración -espero equivocarme- ‘el silencio de los corderos’ habrá que investigarse y aplicar la ley, de detectarse más de un doctor o doctora ‘Hannibal Lecter’.

“Cuando pase la emergencia, habrá que recordar el proyecto de privatización con el que el Gobierno de la Comunidad de Madrid pretendió desmantelar la Sanidad Pública. Cuando pase la emergencia habrá que dar explicaciones…”. La escritora madrileña Almudena Grandes es valiente. Cree en el ‘Bumerán’… Lo hemos oído muchas veces en los últimos días y es cierto. Cuando volvamos a la normalidad, habrá que analizar, discutir y replantearse muchas cosas, pero no sólo acerca del último 8 de marzo, qué va. Porque durante años, en Madrid y en el mismo trayecto, hubo una manifestación cada semana. Pancartas blancas, banderas blancas, batas blancas colgadas en los mismos balcones a los que salimos todas las tardes a aplaudir a las ocho en punto. No creo que nadie lo haya olvidado. Así que, cuando pase la emergencia, habrá que recordar el proyecto de privatización, parcialmente detenido por la movilización ciudadana, con el que el Gobierno de la Comunidad de Madrid pretendió desmantelar la sanidad pública. Habrá que contar el número de profesionales que perdieron su empleo. Habrá que calcular qué habría pasado si en aquella época no se hubiera concedido la gestión de hospitales públicos a ciertas empresas privadas que se han forrado gracias al deterioro de la atención sanitaria que reciben los madrileños. Y habrá que valorar algunas cosas más. Por ejemplo, que la concesión de licencias para instalar residencias de ancianos concertadas y el control de su gestión dependen de la Comunidad de Madrid, no del Gobierno central. Habrá que ver en qué condiciones se han obtenido, qué calidad de servicio se les ha exigido. Por eso no me extraña que Isabel Díaz Ayuso pida 14 millones de mascarillas y ni una menos. Dicen que la mejor defensa es un buen ataque, pero conviene calibrar las propias fuerzas mejor que las del enemigo. Cuando pase la crisis habrá que dar explicaciones, y muchas de las maniobras populistas de Ayuso acabarán estallándole en la cara, como un bumerán.

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