Las autoridades niponas siguen adelante con su plan para verter al Pacífico el agua contaminada y procesada de la central nuclear de Fukushima en 2023, pese al rechazo de las comunidades locales que aún sufren las consecuencias del desastre nuclear 11 años después.
La central de Fukushima Daiichi, dañada por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, afronta un incierto proceso de desmantelamiento que se prolongará más allá de 2050, y dentro del cual la creciente acumulación de agua radiactiva supone el problema más urgente por resolver.
TEPCO, la operadora de la planta, y el gobierno nipón aprobaron el pasado abril un plan para verter desde 2023 al Pacífico las miles de toneladas de agua tras ser tratada, una medida que está siendo supervisada por el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) y que ha generado fuerte oposición de colectivos de pescadores locales y de organizaciones ecologistas.
Tras analizar con un panel científico una serie de posibles soluciones de enorme complejidad técnica, entre ellas métodos de evaporación o de inyección subterránea, las autoridades niponas y TEPCO optaron por verter al mar frente a la central toda el líquido acumulado después de someterlo a un tratamiento descontaminante. EFE