Las piltrafas de ‘Cien años’

Signos

García Márquez escribió que lo común era que una gran obra literaria no fuese igualada por su adaptación al cine u otros medios. Que libros mediocres o malos, en cambio, como ‘El Padrino’, de Mario Puzo, podrían ser convertidos en obras maestras del cine y esos otros medios gracias a genios como el de Coppola. (Habría excepciones, por supuesto, pero debidas sólo a realizadores cinematográficos de la altura de los grandes escritores adaptados por ellos: Shakespeare por Wells, por ejemplo, o Hammett por Huston, o Flaubert por Renoir, Nabokov por Kubrick y hasta Esquilo por Kurosawa, entre no muchos otros. Porque un gran director puede reinventar en grande una historia menor, pero un director menor no puede tener éxito con un clásico literario. La clave está en la grandeza de saber contar, a la que no puede aspirar un narrador de segunda o de tercera en ningún género.) Y contaba que cenando en Moscú con el célebre director de ‘El Padrino’ y también amante de las artes de la cocina, jamás hablaron de otra cosa que no fuera de comida y el italiano jamás le propuso, por tanto, trabajar en la adaptación de alguna de sus laureadas historias, las del colombiano, que, tras el fracaso de películas como ‘Crónica de una muerte anunciada’ y otros experimentos fílmicos sobre su narrativa inmortal que fueron de la pobreza ordinaria a lo lamentable, estaba cierto de que su imaginación fervorosa y su lenguaje inimitable y único en el andar de este mundo no podían ser fabulados ni recreados de otra manera que no fuera la suya, que era la escrita y sólo como periodista -contador de historias reales con lenguaje literario- y escritor. (Porque tampoco tuvo el menor éxito ni como guionista ni como autor cinematográfico, que fueron artes que estudió, que intentó y en las que anhelaba destacar. Tampoco pudo escribir poesía, aunque sus obras tengan pasajes tan líricos y tan poéticos, ni canciones ni ensayos, porque no era un intelectual ni un poeta ni un compositor, sólo el escritor menos comparable y más auténtico de la literatura universal, creador de un lenguaje tan propio y tan familiar como si fuera de todos, y donde todo el universo de sus personajes hablaban como el narrador y del mismo modo, pero era su universo convertido en el de cada uno de nosotros.) Y ahora los hijos del macondiano, ajenos a él y a su ciencia inigualable y sólo herederos de su nombre para convertirlo en monedas puras y duras, han pervertido ‘Cien años de soledad’ en unos cuantos capítulos de videos basura. Diría Darío que no importa, “porque aunque el diamante todo se encuentre de fango lleno, el valor que lo hace bueno no perderá ni un instante, por más que lo manche el cieno”. Ah, Darío… el poeta oficial del legendario tirano del ‘Otoño del patriarca’, que se asombraba de que su ídolo “pueda escribir cosas tan bellas con la misma mano con la que se limpia el culo”.

SM

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