Los ciudadanos de La Habana soñaban con ser gordos en la Cuba del ‘Período Especial’, tras la desaparición de la Unión Soviética

Pinceladas

La comunidad cubana de Miami asistió, años atrás, de nuevo como convidada de piedra, a un cambio histórico en La Habana: el final de la presidencia de Raúl Castro, que cedió su puesto a otro compañero, Miguel Díaz-Canel. Con la fe en una caída súbita del régimen perdida hace décadas, en la capital de la diáspora cubana se ha consolidado un sentimiento de expectativas limitadas; pero la retirada del apellido Castro del primer plano, de fuerte calado simbólico, renueva su desgastada esperanza de transformaciones en la isla. Todos saben que ni los cientos de huracanes ni el ‘Período Especial’, desaparecida la Unión Soviética, fueron capaces de tumbar a la Revolución Cubana. La ‘paz’ ciclónica de los últimos años hacen sospechar de que Dios no es de derechas sino de izquierdas…, apuntaba un fiel antifidelistacastrista del Versailles de La Florida…

Santiago J. Santamaría Gurtubay

Cuba logró convertirse en el primer país del mundo ‘libre de gordos’. Los habaneros y los santiagueros de entonces soñaban con ser gordos. Nadie quería ser flaco. Todos querían ser gordos. Parecía un mundo al revés. El cantante español Javier Gurruchaga, el de la “Orquesta Mondragón”, se inspiró en ese deseo reprimido de los cubanos para su canción donde loaba a las gordas. Esta canción, “Ellos las prefieren gordas” fue un éxito de ventas en España y en otros países europeos y latinoamericanos. Gurruchaga, donostiarra (nacido en San Sebastián, País Vasco), era visitador asiduo de las fiestas que se celebraban casi todos los días de la semana en la capital cubana. La más famosa, la que se conocía como ‘El Periquitón’. Era el lugar de encuentro de una auténtica ‘movida habanera’. El escenario, una amplia propiedad privada, ‘visitada’ más veces que menos veces por la Policía. No faltaba alguna que otra ‘bronca’ de gente pasada de tragos, donde algo tenían que ver los adulterados rones y los ‘terminators’ que se obtenían mediante alambiques y filtros caseros instalados ilegalmente en barrios como Marianao, La Lisa, Santa Fe, San Miguel del Padrón; Centro Habana, Diez de Octubre, Luyanó…, a partir de los alcoholes que se repartían en la ‘Bodega’, a la población para sus hornillos de cocina, muchos de ellos también ‘inventados’. Estos ‘tragos de la hostia’, como los bautizaban los gallegos borrachines,  y conocidos en Cuba como ‘chipetrenes’ y ‘azuquines’, aparte de ‘arrasar’ las gargantas, los esófagos y estómagos de lo flacos cubanos, ofrecían un súbito ‘colocón’ al consumidor.

Algunos, llevados por el empacho etílico y por sus fiebres nacionalistas y antiimperialistas no dudaban en afirmar… “Esto es lo mejor de Cuba… Un día si prueban estos ‘chipetrenes’ y ‘azuquines’ los yanquis, olvídate de la coca en ‘la yuma’ y en el mundo mundial. Te metes tan solo un par de tragos y comienzas a bailar bajo las estrellas como si estuvieras en ‘Tropicana’….”. La falta de ‘jama’ aceleraba, como no, los ‘colocones’ de ‘El Periquitón’. No faltaban también fármacos como ‘parquisonil, ‘atropinas’ o ‘mercas’ -éstas últimas no eran más que anfetaminas, tranquilizantes, relajantes, ‘meprobamatos’, ‘diazepanes’… machados-. Se ‘expendían’ sin recetas en las amplias ‘farmacias’ instaladas y abiertas las 24 horas en todos los cuartos de baño y cocinas de las viviendas de Cuba. Comida no había en las ‘fridges’, pero sí medicamentos. ¿Qué hubiera sido de los cubanos sin ellos? La medicina preventiva desarrollada por los dirigentes revolucionarios, ostigados por el bloqueo enemigo que impedía disponer de material para desarrollar una medicina hospitalaria, tenían un efecto ‘terciario’: La hipocondria generalizada. Había que educar a la población a prevenir y estar atento a cualquier brote de dengue u otra epidemia, alguna inducida desde el vecino exterior del Norte. “No estábamos paranoicos. Pudimos demostrar en más de una ocasión que llegaban a regar con productos químicos nuestras casas y nuestras cosechas para jodernos. Esta gente de los gobiernos de EE UU tiene un lado no amable, no democrático. No les importa bombardear Bagdag y matar a miles y miles de civiles… y pasarnos imágenes, sin una gota de sangre, de colorines verdes, casi siempre nocturnas, como si estuviéramos jugando al Nintendo o al PlayStation…”, nos explican varios cubanos.

El director manchego de la ‘Movida Madrileña’, Pedro Almodóvar y sus chicas, entre ellas Bibi Andersen, viajaban hasta ‘El Periquitón’

Con ellos compartíamos un descanso tras ‘Andar La Habana’, como dice el historiador Eusebio Leal, recientemente fallecido, sentados en los soportales del emblemático edificio ‘art deco’ de El Vedado, López Serrano… El agua era el producto VIP (el very important personality, el que más mea, el mocomgo achevere, el pincho…) de las estanterías de las destartaladas neveras, en su totalidad norteamericanas, usuales en Cuba antes del triunfo de la Revolución, y que habían aguantado firmes décadas de socialismo… “Si hubiéramos metido de repente un kilo de carne, de pollo o de pescado en esos frigoríficos -entenderá que hablar así era delirar en los noventa…-, estamos convencidos que se hubiesen quemado sus motores o hubiesen comenzado a reírse los ‘fridges’…”. Estos psicotrópico eran los ‘éxtasis’ y los ‘cracks’ del ‘Período Especial’ de la gente más ‘guapa’.

Pedro Almodóvar y sus chicas, entre ellas Bibi Andersen, hablando de ‘movidas’, protagonistas ellos una década atrás de la ‘Movida Madrileña’ en el barrio de Malasaña y en sus bares de copas como la “Vía láctea”, acudieron al encanto de ‘El Periquitón’. En una ocasión, hubo una redada y fueron trasladados a una estación policial. La popularidad de los ‘Almodóvar’ movilizó al personal de la Embajada de España. La detención se convirtió casi en secreto de Estado tanto en Cuba como en el país ibérico. La Isla, desafortudamente para Pedro y Bibi, disponía por entonces de unas ‘redes virtuales a lo cubano’, conocidas popularmente como ‘Radio Bemba’. Una historia verídica acaecida en una calle se convertía como por arte de magia en leyenda en apenas una cuadra. El personal de la noche habanera, que recibía el amanecer sentado en El Malecón, frente a la Fiat o al Hotel Nacional, se solidarizó con el director manchego y su “Ley del deseo”. Su detención era el ‘monotema’ esa madrugada. Hay quienes situaban a los españoles en prisión, cuando estaban ya en libertad, siguiendo su juerga en el corazón de El Vedado. Dicen que Bibi Andersen se enamoró ese día de un ‘jinetero’ tonto que vivía en plena Rampa, Asdrúbal, con quien convivió en Madrid durante años. Asdrúbal es hoy un cotizado modelo, ‘desfilador’ de la Cibeles. Bibi Andersen sigue trabajando en cine y en teatro. Y Almodóvar, estrenando. Todos ellos encontraron la marcha y libertad de antaño que se vivió en los primeros años de la transición en España, en las calles de la ‘dictadura castrista’, como gustan así calificarlas los dirigentes del Partido Popular de España, eufóricos al conocer por las encuestas que España quiere cambiar de Zapatero.

Los españoles arrastraban mil ‘historias’ sexuales, buscando una libertad que no tenían en su país, aderezadas de soledad

“Muchos españoles que no hablaban  más que ‘mieda’ de nuestro sistema y dirigentes -eran un ‘faltaderespeto’- venían buscando una libertad en las relaciones personales que no la tenían en su país-. El sexo para nosotros es tan importante y necesario como comer y beber. Todos ellos arrastraban mil ‘historias’ sexuales, aderezadas de un auténtico cáncer: la soledad. Venían a Cuba y no se sentían solos. Compartían nuestras fiestas y nuestras amistades. Muchos se enamoraron. Como ocurre en la vida, algunos matrimonios se mantienen después de muchos años y otros se rompieron. Estos ‘pepés’ españoles era los más ‘sorros’. Su discurso inicial en torno a los cubanos y cubanas tuvieron que guardárselo para su regreso a sus aburridas y somníferas reuniones partidistas en Castilla y La Mancha, Valencia, Madrid… Aquí hay putas y putos como puede haber en España. Pero podemos decir bien claro y con el orgullo que nos caracteriza que no tenemos periódicos como ABC, La Razón, El Mundo…, todos ellos de extrema derecha, con miles de anuncios de prostitución permitida por las autoridades. Detrás de los ‘puticlubs’ que se anuncian hay toda una red de trata de mujeres y esos lugares son propiedad de muchos ‘peperos’ que se han hecho millonarios explotando comercialmente el sexo… El sexo es algo natural no lo aderecemos con falsas moralinas. Quisiéramos ser sinceros. La comida superaba por goleada al sexo y al beber en los noventa. Todos soñábamos con ser gordos… No queríamos ser flacos. Todos queríamos ser gordos. En el mundo occidental no creo que hubiera un país donde la gente deliraba con la gordura…”, nos recalcaban nuestros confidentes cubanos.

En aquellos años editábamos en Cuba la revista “Mar Caribe”, dedicada al mundo del mar. Sufrí en carne propia los avatares de ‘El Período Especial’.  El dinero no lograba atraer a la comida. No había comida. Y la que llegaba, el Estado la repartía disciplinadamente entre la población. Los residentes teníamos también nuestra ‘cartilla de racionamiento’. Nuestra empresa mixta contaba con un “Lada Combi”, de color rojo. Los viernes le metíamos una ‘mentira piadosa’ a nuestro director, Rolando Díaz Aztarain, quien fuera jefe de la Marina de Guerra de Cuba y ministro de Incautación de Bienes Malversados del primer gabinete revolucionario. “Vamos a hacer unas visitas para captar publicidad”. Tomábamos la dirección contraria, adentrándonos en la Habana campo hasta llegar al puerto de Batabanó, al sur de la Isla. En nuestra clandestina excursión lográbamos surtirnos de viandas, carne y pescado. Compartíamos parte del ‘botín’ con Rolando, diciéndoles que en la Habana Vieja, los camiones de la EJT (Ejército Juvenil del Trabajo) habían repartido entre la población algunos víveres. Antes de nuestro regreso a la oficina, limpiábamos de tierra roja al rojo ‘Lada Combi’, al que habíamos reconvertido en un ‘camión de abastos’ para no ser descubiertos por nuestro director, ya fallecido a quien recuerdo con mi amigo, el que fuera exembajador de Cuba en España, Gustavo Mazorra; Antonio Núñez Jiménez, quien protagonizara una expedición desde 1987 a 1988, en la que se recorrieron veinte países a través de los ríos Napo, Amazonas, Negro y Orinoco y luego por el mar de las Antillas. También escribía con nosotros el científico Jorge Ramón Cuevas, director del programa de la Televisión Cubana, “Entorno”.

En la mayoría de las casas, los cubanos compartían sus espacios vitales con media docena de pollitos, eran tiempos de “Polivit” y “Multivit”

Nosotros éramos unos privilegiados. Estos ‘suministros’ en la provincia de La Habana nos relajaba a la hora de ejercer de obligados ‘Granjeros, últimos modelos’ -nombre de una serie norteamericana de televisión, popular en aquellos años-. En la mayoría de las casas, los cubanos y sus mascotas compartían sus espacios vitales con media docena de pollitos. El Estado, ante la difícil situación alimentaria, repartió a las familias estos animalitos para que se criaran y sirvieran de aportación de proteínas. Por entonces hubo serios problemas entre la población, provocados por la falta de vitaminas. Los cubanos recuerdan la ‘neuritis óptica’. El Ministerio de la Salud Pública repartió entre la población concentrados vitamínicos bajo las denominaciones de “Polivit” y “Multivit”. Sus grageas eran de color amarillo. Nunca me pudiera explicar muy bien lo que les diferenciaba. Era una novedad que un casi idéntico producto se ‘comercializara’ bajo dos nombres, en el país de los medicamentos, refrescos, yogures, mermeladas…, todos ellos ‘genéricos’.

Mi amiga Rita Almaguer me aclaró hace unos días la diferencia entre el “Polivit” y el “Multivit”. “Polivit se compone solo de 3 vitaminas (B1, B6 y B12) y el Multivit se compone de esas 3 vitaminas en otras concentraciones, mas vitamina E, vitamina C, hierro, y muchas más de ahí su nombre de Multi (múltiples) vit (vitaminas). El color está dado por su composición en la vitamina B12 mientas mayor es su concentración su color tiende a rojo y el amarillo es la mezcla de ellas en igual concentraciones…”. El Estado se sobrepasó al repartir estas vitaminas. Los habaneros no sabían qué hacer con tanta vitamina. Enseguida encontraron otras aplicaciones para el “Polivit” y el “Multivit”. Su color amarillo sirvió para acompañar al arroz amarillo, ante la ausencia de azafrán y otros condimentos desaparecidos como eran los de “Gallina Blanca” o “Vitanova”. Hasta el arroz blanco que acompañaba a los frijoles dormidos se ‘achinó’.

Para no ser detectados los ‘porkys cubanos’ instalados en las bañaderas y sus habituales ‘chillidos’, eran operados, dejándoles mudos

Los pollitos sobrevivían con las pocas sobras que restaban en los calderos. Los dueños de la casa ampliaron la utilización de los complejos vitamínicos, atiborrando a las aves con ellos. Lo que no calcularon bien los cubanos fueron las dosis adecuadas para los pollitos. Les despertó de tal manera su apetito que éstos arrasaron con todo lo comestible a su alrededor. Hasta los perros huían de ellos. Muchos abuelos siguen todavía buscando sus dentaduras postizas y prótesis que refrescaban en vaso de agua. San Lázaro y otros santos se quedaron sin frutas en sus altares. Las hojas del diario “Gramma”, sufrieron los picotazos, mejor destellos de los pollitos quienes no respetaban  ni al órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Los resultados: los pollitos, en apenas tres meses, parecían ‘avestruces’ del Caribe. La hora de la verdad no tardó: ¿Quién mataba al pollito?, era la pregunta. Muchos de los pollitos llegaron hasta su Tercera Edad como integrantes de pleno derecho de la unidad familiar, ante la negativa unánime de los niños a sacrificarlos. En otros casos, los cubanos más prácticos, intercambiaban los ‘avestruces’ con otros vecinos y cada uno se comía el pollito del otro. Los más jóvenes recuerdan el sufrimiento que la muerte obligada de sus ‘hermanos’ les acarreó. “Mi primera experiencia vital con la muerte de un ser querido la tuve aquellos días tan tristes del ‘Período Especial’…”, nos recordaba estos días una amiga cubana.

No solo los pollitos fueron los nuevos miembros de la familia impuestos por el ‘Período Especial’. Hubo otro más importante y de mayor tamaño, el puerquito, al que se alojaba en la bañadera de la casa. En principio nadie protestó, pero llegaron los malos olores, las infecciones… instándose a los vecinos a desprenderse de los gorrinos. La mayoría de los propietarios de esta ‘joya de la corona’ no siguieron  las ‘consignas’ -algo consustancial a los gallegos, gallegos, quienes disponen cada uno de ellos de códigos penales, códigos civiles, leyes de enjuiciamiento criminal y leyes de enjuiciamiento civil propios y adaptados a las necesidades reales de cada gallego-. Para no ser detectado el animal de las ‘bañaderas’ por sus habituales ‘chillidos’ una legión de veterinarios e incluso de cirujanos hospitalarios se prestaron a realizar ‘operaciones’ para dejar a mudos a los ‘porkys cubanos’.

El puerquito Goliath no crecía, no padecía de ningún transtorno de hipófisis o enanismo, fue rebautizado con el nombre de Bonsai

La crianza de los puercos requería de una mayor limpieza que los pollitos, así como una mayor aportación de piensos y alimentos. El mercado negro creó un servicio a domicilio para los nuevos comensales. Sus dueños tenían como meta el engordarlos lo más posible para asegurar el puerquito para Fin de Año. Su sacrificio o no conllevó hasta separaciones familiares. “El animalito con quien uno compartía uno de los lugares más sagrados e íntimos como es un cuarto de baño no podía desaparecer de nuestras vidas, así por así, aún a riesgo de desnutrición del resto de los humanos. El atracón de Fin de Año, al fin y al cabo, no iba a solucionar demasiado los problemas alimenticios derivados de la desaparición de los ‘bolos’ (soviéticos)…”. Una doctora amiga de Camaguey me confesó un secreto familiar relacionado con el puerquito que les restó el servicio del baño. “La familia compró a un guajiro cuatro puerquitos de una camada. Cada hijo se llevó su animalito a su ‘bañadera’. Todos recibían la misma cantidad de pienso para su crecimiento”. Desafortunadamente para mi amiga, el suyo no crecía. A simple vista no parecía padecer de ningún transtorno de hipófisis o enanismo. Esperaron unas semanas por si se emparejaba con sus hermanos. Le doblaron y triplicaron su ración de pienso. No hay puerquito que hay comido tanto pienso en Camaguey. La Naturaleza se resistió al abuso de comida. El puerquito siguió siendo puerquito hasta el fin de sus días. No obstante, su primitivo nombre de Goliath, más bien una metedura de pie del ‘padrino’, hubo de ser cambiado para no sufrir la familia las bromas de algunos visitantes vecinos, muchos de ellos llenos de ‘cochina envidia’. El cochinito fue rebautizado con un nombre más acorde a la realidad: Bonsai.

Las cubanas que tuvieron cargar sobre sus espaldas su habitual trabajo profesional, las mágicas recetas que se veían obligadas a inventar día a día ante la maldita escasez de materias primas, fueron las auténticas heroínas de lo que se conoce como ‘Período Especial’. Falta por escribir un libro con todos estos platos ‘especiales’. Las cubanas son merecedoras de un homenaje por la ‘batalla’ que protagonizaron en la ‘década menos prodigiosa’ de sus vidas. El tema de ‘El Período Especial’ da para muchas columnas periodísticas. En aquellos días nos desplazamos hasta Holguín, en el Oriente de Cuba, y visitamos una fábrica de muñecas. Todas eran calvas. El pelo tenía otro destino. Muchas mujeres de ‘pelo malo’ utilizaban ese pelo para hacerse ‘trenzas’ que es lo que se lleva’ y olvidarse del caro ‘desrís’. “No había para productos de alisar el pelo ni tintes. Una no se podía arriesgar. Los tintes se conseguían en ocasiones del interior de las pilas alcalinas ya usadas o de otros ‘inventos’. ..”. Si las muchachas se hubieran dejado llevar por su la normal ingenuidad juvenil y no ser advertidas por sus madres y abuelas, hoy estaríamos pensando en titular nuestro próximo trabajo de ‘El Período Especial’, “Cuba, el país de las muchachas calvas”. Afortunadamente las cubanas consiguieron reconducir la difícil realidad, no exenta de momentos de humor caribeño…

El loro respiró aliviado, superado el peligroso instante que solicitaban su sacrifico, y ya eufórico, comenzó a gritar “¡Viva Ronald Reagan!’

Los propios cubanos tienen un cuento para cada uno de sus momentos históricos. El ‘Período Especial’ tiene por ello, una ‘pila’. Hemos elegido uno. Nos contó un compañero del Comité Central. “Un joven llega a la casa partido del hambre y le pide a su madre que le prepare algo. Su madre le responde que el ‘fridge’ está vació. Sólo hay agua. Los mandados de la bodega no llegaban hasta la noche. El panecillo diario se retrasaba también, al irse la luz y no poder trabajar los panaderos. El joven miró al asustado loro, que dominaba desde su jaula la escena. Mami, fríeme al loro. No hay aceite. Mami, sancóchame, al loro. No hay gas. El joven desesperado se va de la casa, dando un portazo a la puerta. Me voy para la pinga de esta casa. Era un poco malcriado. Voy a ver si consigo un par de ‘Zas’ (hamburguesas de mucha soya y poca carne). En ese momento el loro respiró aliviado, superado el peligroso instante que solicitaban su sacrifico, y ya eufórico, comenzó a gritar como un loco, ‘¡Viva Ronald Reagan!’…”. La actitud del republicano Ronald Reagan, aumentando si cabía más el bloqueo contra Cuba, no fue tan mala, al menos para el loro. El loro, aunque pertenecía a una casa de patriotas cubanos y él era uno más, era ante todo un animalito agradecido y lo demostró con ese firme apoyo al presidente de los Estados Unidos de América.

En este ‘Período Especial’ solo una persona engordó en aquellos días en La Habana. El escultor y pintor español, José Miguel Utande, aprovechando unas vacaciones de más de dos meses en La Habana, donde se dedicó a pintar en una casa, en el barrio de Santa Fe, cerca de la Marina Hemingway, se trajo de Madrid una maleta con una escultura realizada por él, en bronce, de la que fuera presidenta del Partid Comunista de España, Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”, donde además introdujo más de doscientas galletas dietéticas “Biomanán”. Este producto era el no va más por entonces. Todo el mundo estaba obsesionado, en la próspera Europa del bienestar de los Felipe González, Francois Miterrand, Olof Palme, Mario Soares, Willy Brand, por adelgazar y lo lograban mediante el ejercicio, menos comida y unas galletas innovadoras, “Biomanán”. La clave de estas era comerlas antes de cada comida, acompañadas de no menos de dos vasos de agua. “El ‘Biomanán’ se ‘hincha’ en el estómago y uno come ya menos pues desaparece el hambre…”, explicaban los fieles ‘creyentes’ del producto milagroso. José Miguel Utande, hombre de izquierdas, exiliado obligado en París, Francia, en la España de Franco, no prestó demasiada atención a los mensajes publicitarios de “Biomanán” y su uso correcto. La presbicia le impedía leer sin gafas las ‘indicaciones’ de los mil y un productos que invaden nuestras vidas. En lugar de comer las galletas antes de cada comida, las devoraba al final, como un postre de chocolate amigo. El resultado fue de escándalo. Regresó a su país con catorce kilos de más, algo inusual en el ‘Período Especial’. Iñaki Zuloaga y José Miguel Argintxona acompañaban a José Miguel Utande. Este era de Madrid, Iñaki y Joseba, vascos, de Eibar. Los acompañantes no cayeron en la trampa del “Biomanán”. Comieron las mismas cantidades de comida que el artista, pero sin galletas. Adelgazaron los dos. En aquellos años todo el mundo estaba o se transformaba en flaco en la Cuba de ‘El Período Especial’. La excepción, José Miguel Utande, confirmaba una vez más la regla. “Voy a presentar una demanda contra ‘Biomanán’, pues no sólo no he adelgazado sino que he engordado una barbaridad. No me sirve la ropa. Intento ponerme los pantalones y las camisas y necesito la ayuda obligada de alguien. Parezco un banderillero en su faena de ponerse el traje de luces, antes de salir al ruedo…”, se lamentaba José Miguel Utande. Puedo atestiguar que nadie engordaba en el Caimán Verde en el ‘Período Especial’. Cuba era el único país del mundo donde los ciudadanos soñaban con ser gordos.

En el país de la célebre bailarina Alicia Alonso, en busca de cuerpos perfectos, nació un grupo llamado “Danza Voluminosa”

Muy lejos de las siluetas esbeltas de la danza clásica, un grupo de cubanas repite los movimientos del Lago de los Cisnes. Tienen sobrepeso pero han logrado convertir su problema en una propuesta estética. En el país de la célebre bailarina Alicia Alonso, famosa por el rigor en busca de cuerpos perfectos, este grupo llamado “Danza Voluminosa” está sobre los escenarios desde 1996. Su creador Juan Miguel Mas, formado en danza contemporánea, también busca movimientos perfectos pero adaptados a personas obesas. Mas se fijó la idea de trasladar su experiencia artística a cuerpos “blandos y anchos” como el suyo, según explica a la AFP este hombre corpulento de 50 años que lleva una discreta coleta. “Se me ocurrió la idea de crear un espacio donde esas personas pudieran entrenarse, desarrollarse y crear danzas a partir de estos cuerpos”, señala. Desde hace 20 años, al menos dos veces por semana, este coreógrafo convoca a sus bailarinas a su pequeño apartamento, en el popular barrio de Marianao, en La Habana, para exigentes ensayos.

Después de una sesión de estiramientos, las bailarinas realizan movimientos simples y elegantes. Nada de saltos ni acrobacias, apenas flexiones y movimientos de brazo. Actualmente ningún hombre forma parte del ballet que dirige Mas. A estas bailarinas aficionadas les cuesta a veces mantener el equilibrio con la pierna estirada hacia atrás, incluso se quejan de dolor cuando por pedido del coreógrafo deben dejar en suspenso algún movimiento por algunos segundos. Nuestras danzas no “van a ser iguales que las danzas de las personas delgadas, porque tenemos otro peso, otro estado físico”, explica Mas. “Además -añade- durante estos 20 años hemos investigado sobre el cuerpo voluminoso para que se mueva estéticamente mejor, para hacerlo rendir a partir de estas características”. “Danza Voluminosa” ha actuado varias veces frente al público, y enfrentado reacciones diversas. En las “primeras funciones había un silencio sepulcral. Algunos se levantaban y se iban y algunos se reían (…), pero cuando la gente vio el desarrollo de nuestro trabajo, lo fuerte que era y que había detrás todo un entrenamiento, un sentido estético, al final aplaudían mucho”, recuerda Mas. “Logramos ganar un público”, se felicita. Rubí Amaro, una bailarina de 34 años, corrobora con orgullo las palabras de su coreógrafo: “Ya nadie se burla, prestan atención”. En este grupo de danza no hay límites de peso. Cada bailarín puede estar entre los 100 y 120 kilos.

“Siempre me gustó el ballet clásico, pero las gordas no bailan el baile clásico (…) La personas obesas siempre están muy estigmatizadas por la sociedad”, lamenta Maylin Daza, una ama de casa de 36 años. Lejos de amilanarse, Daza, de estatura imponente, buscó entonces a personas con apariencia similar que compartieran los mismos gustos. Hasta hace unos años la compañía de “Danza Voluminosa” llegó a tener hasta 20 bailarines, pero ahora son solo siete tras una serie de deserciones y dos muertes recientes. “No ha sido una trayectoria tan fácil, perdimos compañeras por la misma obesidad”, recuerda Daza. En Cuba, un 44,3% de sus 11 millones de habitantes tiene sobrepeso o sufre de obesidad, según reciente estadísticas del Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional (Sisvan). Sin embargo, para el director de este inusual grupo de ballet las páginas tristes de esta historia no lo desalientan. Todo lo contrario. Esto “nos ayuda a sentirnos saludables, a no abrir la puerta a esas enfermedades que trae consigo la obesidad”, afirma. Sin embargo, aclara que su compañía no es una alternativa para reducir talla. “No es que tú vengas aquí a bajar de peso, sino que vienes aquí a sentirte bailarín; a expresar ese bichito artístico que uno lleva adentro a través de la danza”. Esta iniciativa de Juan Miguel Mas era una utopía en el ‘Período Especial’. Cuba era, sencillamente, un país libre de gordos.

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