Los festivos tonos electorales

El minotauro

Por Nicolás Durán de la Sierra

Todos los procesos electorales son semilleros de perlas de imagen, idea ésta inspirada en las famosas Perlas Japonesas del sabio Raúl Prieto o ‘Nikito Nipongo’, allá por los 70s. Aquí, antes que de dicción, los gazapos van con lo que proyectan en sus campañas quienes aspiran a ocupar algún cargo de elección popular. Hay pifias de todo tipo, de todo color y de todos los partidos.

Véanse al menos dos casos, uno, el del “Palabus”, como nombran al autobús con el que el candidato a senador naranja Roberto Palazuelos moviliza a sus seguidores a lo largo del Estado, porque hay excesos democráticos en los que, desde su camioneta de lujo, no piensa caer, que mucho hace al portar los colores de un supermercado que dizque cuesta menos.

Más de una vez, cuando el Movimiento Ciudadano era Convergencia, se dijo a su eterno líder Dante Delgado que sus seguidores parecían empacadores de tienda departamental, pero él terco, que no, que el naranja era llamativo. El tiempo y Samy García, el gobernador de Nuevo León, con sus zapatos tenis tono “Fosfo-fosfo” le dieron la razón: es imperdible. Con todo, él nunca se vistió de tal color.

La otra pincelada la dio Morena con la reciente visita de sus candidatos a senadores Anahí González y Eugenio Segura a Felipe Carrillo Puerto, el llamado corazón de la zona maya. Fieles a la ortodoxia política, a lo típico en estos casos, pues, ambos vestidos de indígenas ya que anotar que de mayas da otra ida, y allí convocaron al respetable a votar por su partido. Lo de cajón…

El problema es que Anahí González, la representante de los pueblos indígenas, vaya pues, y don Gino Segura, un hombrón de gran estatura, no daban la idea de ser candidatos, sino personajes de Jonathan Swift, aquel del libro de Gulliver y los liliputenses, lo que resaltó en las fotos de campaña: los contrastes eran un poema; la idea de unidad debe haberse ido a otro mitin.

Se podría abundar más, claro, pero será otra vez, que es comentario, no perorata. El pincelazo final lo dio la declinación como candidato del PRI al municipio de Cozumel de Pedro Joaquín, el vástago dorado de aquella familia política, que hasta en casos como el del extraño Lito Joaquín ha sabido manejarse con cierta elegancia. Por eso lo extraño de su razonamiento.

Su argumento fue, de menos, indigno de su linaje “No hay las condiciones”, explicó. ¿Tres días antes sí las había? Preguntarán algunos, porque la semana anterior ya andaba hasta armando su dizque gabinete. Se nota la ausencia de don Nassim Joaquín, el extinto patriarca del clan. A lo mejor le dijeron “sé feliz sin auditorias y disfruta del aire, libre” (Si se quiere quítese la coma) y el reorientó sus ambiciones, pero salió muy rosa el león.

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