Mara o Pech, la decisión que define la verdad del Morena

Signos

Con la designación de su candidato a próximo gobernador de Quintana Roo, el Movimiento de Regeneración Nacional y su jefe máximo y presidente de la República definirán con meridiana claridad si su causa moralizadora de la vida pública del país y su compromiso con verdaderas representaciones populares y Gobiernos gestores del desarrollo y la justicia social son auténticos, o si el interés pragmático y la continuidad del poder a toda costa -y así sea con las alianzas más perversas y censurables, como la del partido presidencial con el Verde- son más verdad en el proyecto de la llamada ‘cuarta transformación’ que su discurso de las reivindicaciones históricas necesarias.

Con la entrega de esa candidatura se sabrá a ciencia cierta si el verde y el morado son colores y esencias políticas e ideológicas antagonistas, o si son las dos caras -diferenciadas con maquillajes prostibularios distintos- de una misma, devaluada y corrompida moneda.

Es cierto que el partido Morena no fue a las elecciones potosinas del pasado junio en alianza con el Verde para postular a Ricardo Gallardo Cardona a la gubernatura, pero sí lo hizo el Partido del Trabajo, satélite del Morena, y que la causa seguida por la Unidad de Inteligencia Financiera del Gobierno federal en contra del ahora gobernador y de su padre Ricardo Gallardo Juárez -por malversaciones y negocios fraudulentos en los Municipios que presidieron y ‘administraron’, como el de San Luis Potosí, que según el cúmulo de denuncias y evidencias suman fraudes por 724 millones de pesos- no ha tenido curso ninguno en la inoperante Fiscalía General de la República -del también acusado, aunque hasta ahora sólo en la opinión pública, por enriquecimiento ilícito- de Alejandro Gertz Manero, lo que no puede tratarse más que de tolerancia y complicidad con la banda del llamado Niño Verde, conocido también como Jorge Emilio González Martínez.

Es cierto que el poder de la mafia verde es creciente. Y es cierto que su capo mayor es un genio del oportunismo y la rentabilidad delictiva -dentro de la industria de las franquicias partidistas dedicadas a la extorsión y el ‘mayoriteo’ electorero y parlamentario de la incivilizada y fallida democracia mexicana- en las negociaciones cupulares con las fuerzas y los liderazgos políticos de conveniencia, o para ganar muy lucrativos territorios -en demarcaciones y regiones de todos los órdenes republicanos- en favor de su grupo dirigente, a cambio de votos mercenarios y ‘cargadas’ de coyuntura que sus socios partidistas eventuales son capaces de pagar a cualquier precio.

Eso es cierto.

La primera es un símil moral y político del nuevo gobernador potosino. Tampoco, pese al tumulto de testimonios y de pruebas de riqueza prohibida y a costa de los bienes municipales a su cargo, ha sido alcanzada por las investigaciones de la UIF ni menos será tocada por la FGR.

El segundo es un personaje en la antípoda de esos perfiles criminales: tiene calidad moral, principios militantes, academia, programa, discurso y trayectoria pública competitiva, probada y exitosa.

El Morena y el jefe máximo tienen sólo esos dos lados y tipos de perfiles para optar y definirse en la entidad caribe y en el país entero.

Mara Lezama es el Verde y el pantano de las inmundicias voraces de su jefe político, el Niño Verde: el estercolero último del Estado.

José Luis Pech es la oportunidad en el vértice de lo que asegura defender en el país la causa de la ‘4T’.

¿Ganará, entonces, el Movimiento de Reconstrucción Nacional como alternativa histórica verdadera o lo harán los ganadores de su demagogia envilecida por la sociedad del crimen cupular del Morena con el Verde?

La decisión ya ha sido tomada en las alturas del partido presidencial y del poder federal, por el jefe máximo. Sólo falta que se haga pública.

Y en esas vísperas, y en la cuerda floja entre el abismo y la esperanza, estamos.

SM

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