El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
La del pasado 1 de octubre, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, fue una jornada histórica y no sólo por el adiós del presidente López Obrador, acaso uno de los mejores de México, sino también por la llegada a la Silla del Águila de Claudia Sheinbaum, la primera mujer mandataria en la historia nacional. “Es el tiempo de las mujeres”, dijo ante un pletórico Congreso de la Unión.
Desde luego que el que llegó es un tiempo femenino y corola la lucha que, por decenios, desde 1957, cuando se reconociera su derecho al voto, han sostenido miles de mujeres para ganar espacios en la vida pública del país, aunque esta lucha es mucho más añeja. Yucatán y el feminismo de Elvia Carrillo Puerto, en 1921, es sólo un ejemplo de muchos. Enhorabuena para el país.
En la cima de la popularidad
El adiós del ya expresidente López Obrador fue lo emotivo que se esperaba ya que, a diferencia de sus antecesores, se despidió en la cima de su popularidad, lo que abona a su sucesora, quien una vez más anunció en su discurso el tendido del “segundo piso de la transformación”, es decir, la continuidad de las políticas públicas del llamado nuevo “humanismo mexicano”.
Entre los compromisos de Claudia Sheinbaum, en respuesta a la gestión de la gobernadora Mara Lezama, anunció el tendido vial del Corredor Benito Juárez a Isla Blanca y, por otra parte, la extensión del Tren Maya a Puerto Progreso, en Yucatán, para facilitar la operación de carga, es decir, la continuidad de las obras realizadas en el sexenio recién concluido.
Luces rojas
El legado de López Obrador ha sido positivo, desde luego, pero también dejó varias luces rojas, como es la expansión de la violencia del narcotráfico, la que hoy tendrá que atender Claudia Sheinbaum, quien abatió la criminalidad en la Ciudad de México cuando fuera su jefa de gobierno. Es probable que pronto tengamos buenas noticias. El voto de confianza lo tiene.