Palazuelos y el círculo diabólico de Dante

Signos

Por Salvador Montenegro

El decentísimo Dante Delgado, dueño del Partido Movimiento Ciudadano (porque así funciona en México el muy libertino sistema de partidos, donde los más poderosos, como el Verde, el Morena y ahora el MC, son franquicias que operan según los negocios y las conveniencias personales de sus dueños y jefes fácticos absolutos, cuyas ideas y convicciones particulares fundamentan los falsos principios doctrinarios, programas de acción y regulaciones orgánicas de tan lucrativas organizaciones empresariales con fines de control del poder político, y donde los documentos de registro de los mismos sólo son el formalismo de la jerarquía real que los domina, como las libertades de expresión y de prensa que administran los patrones y corporativos mediáticos de mayor influencia y cobertura) llamó a cuentas a su casi candidato al Gobierno de Quintana Roo debido a la escandalosa puesta en escena que se ha montado en la opinión pública merced a sus conocidos antecedentes y desplantes en los foros del espectáculo audiovisual (cuya popularidad lo hicieron el elegido de Dante y su partido, pero que de pronto removieron las conciencias morales de los opositores y los críticos del Santo Oficio de la democracia por sus vulgaridades exhibicionistas de ayer y las imprudencias declarativas -propias de su inexperiencia en los lodos políticos- de hoy) y lo puso al hilo de la expulsión y del relevo apenas a unos días de la nominación y de la apertura del periodo establecido para los pronunciamientos ‘lícitos’ y las ofertas representativas de los ahora candidatos (esa extravagante e inexplicable exigencia, como tantas otras, de la ley electoral mexicana, que impone una muy confusa y poco respetada censura a los protagonistas para hablar de temas comunes que cualquiera entendería que debieran abordarse en cualquier tiempo y a los cuatro vientos en una contienda justa, civilizada y bien gestionada).

Dante, en el infierno democrático mexicano, aprovechaba la magnífica oportunidad: daba una lección de pertinencia y probidad políticas, y se afanaba en alcanzar los círculos más altos de la celebridad moral -donde el dueño de la corona es también el del partido de la regeneración nacional y del Gobierno federal- abriéndole paso a sus personales y oníricas aspiraciones presidenciales.

Se alzaba él, gracias a los ampliamente difundidos y muy atendidos y permeables despropósitos del empresario y actor, cuyos niveles de popularidad -nociva para el patético puritanismo militante y aclamada por la fanaticada mediática y los segmentos críticos y enemigos de la canalla opositora presidencialista o del tradicionalismo político- no han distinguido a ningún otro personaje militante o representante popular exitoso que se hayan conseguido y hayan postulado, Dante y su partido, para el beneficio de ambos y de esos, sus elegidos.

¿Va a renunciar entonces Dante a ese, el activo político y electoral más reconocido, relevante y exitoso de la historia de su franquicia, con que lo ha premiado la suerte en el río revuelto de la andrajosa democracia mexicana? ¿Lo va a hacer, montado en las alas de la demagogia ética y del oportunismo mediático para su propia proyección de aspirante presidencial?

Porque lo que ha identificado a su ascendente negocio partidista -tan de la mano con el de la mafia Verde, en términos de competencias negociadoras- es la oferta de productos electorales más conocidos por la sonora eventualidad de sus figuras y nombres en los mercados de consumo de cualquier banalidad pública, que por sus obras y sus innegables méritos de servicio social.

(“Prestigios, no desprestigios”, tronaba Donaldo Colosio en la trastienda cuando le sentaban al lado a los más reconocidos caciques y rufianes locales en su fatídica campaña presidencial, y a los que bien hubiese ajustado las cuentas, de haber llegado al supremo poder de la República y no haber sido asesinado en el camino.)

¿Qué es más importante para sus intereses privados actuales en el mercado electoral: tumbar a Palazuelos haciéndole más pesada la cruz del descrédito donde quieren crucificarlo sus más desprestigiados enemigos y algunas presuntas buenas almas de la opinión pública y la verdadera regeneración moral, o aprovechar los bonos de su creciente y competitiva popularidad a sabiendas de que los ataques mediáticos son temporaleros y sirven de munición a las bandas adversarias en tiempos de guerras facciosas en los lodazales, como cualquiera sabe, y donde, sin embargo, hay un gran banco de sufragios ajenos a los estandartes de los cruzados de la dignidad de las representaciones populares que, salvo muy contadas excepciones, en la historia patria han sido más bien espurios, impostados y falaces?

Pues no tardaremos en presenciar el desenlace de ese espectáculo de circo, donde se quiera o se repudie, el personaje central es Roberto Palazuelos, el hijo pródigo de Tulum, y su enemigo mayor es el jefe máximo del país, representado en la entidad por la muy verde y muy proditoria alcaldesa del Municipio de Cancún.

SM

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