Que cuando despertaron, el dinosaurio seguía allí

Signos

Debía hacer, Andrés Manuel, una mañanera tamalera allá en La Quinta Tiznada, sólo para morirse de risa de algunos críticos que no saben ahora como vivir sin él. ‘Se los dije’, diría. ‘Pensaron que mi milagrería no seria tan popular como la de la Guadalupana y ya ven: Claudia llegó a donde llegó con más de treinta millones de sufragios que mis electores le pusieron en las urnas. Les dije a los encopetados Ministros que ahora van a burlarse a Harvard (burlarse es un decir: van a llorar su suerte haciendo como que se ríen de mí), les dije que no alborotaran el avispero y no provocaran a mis fieles; que se quitaran de encima los tremendos vicios y privilegios de financieros multimillonarios y se pusieran salarios y prestaciones decentes de cuando mucho los presidenciales, y dejaran de usar el Poder Judicial politizándolo para sus intereses y los de los machuchones; que reformaran ellos mismos ese poder y contribuyeran a transformar todo el sistema de Justicia para aplacar los demonios de la corrupción y la impunidad, y se rieron de mí como ahora van a hacerlo a Harvard con los últimos viáticos de ricos a cargo de la pasada reforma judicial zedillista que pensaron eterna y a sus órdenes; y a diferencia de ellos que querían que el mundo no cambiara, cual ultraconservadores aferrados a su inmejorable estatus de siempre, en mi papel de Jefe del Poder Ejecutivo Federal les mandé reformas constitucionales para que los sectores estratégicos de la nación, como el energético, fueran desprivatizados y reconvertidos, para un mejor servicio a la economía social y a la nación como sectores de interés público que deben ser, y me mandaron por un tubo con ese mi otro propósito de transformación; y así llegaron las elecciones y ahora los veo, chillones y arrepentidos a los pobres Ministros ricos, sabiendo que tuvieron en sus manos su propio destino y el de la Justicia y que ninguna necesidad había de que yo me los llevara al baile con unas elecciones que los habrían de poner en el basurero de la historia sin necesidad alguna, porque si ellos hubieran querido y hubieran hecho la reforma judicial desde el principio de mi mandato y no se hubieran vuelto locos rebotándome iniciativa tras iniciativa y protegiendo criminales fiscales y del narco sólo para tropezarme a mí y a mi proyecto de nación, allí hubieran seguido, con menos privilegios, claro está, pero allí, medrando como siempre, porque sólo eso saben hacer, pero con salarios de nivel presidencial, que no son nada despreciables para la gente no codiciosa, tranquilos y en santa paz. Y del mismo modo que los Ministros, otros sujetos iguales y peores miraron la tempestad y no se hincaron. Jajajaja. Y se los llevó la tempestad de los sufragios sin creer, como aquel Abad de La Basílica que no creyó jamás en la leyenda de Juan Dieguito y en los milagros de la Virgencita. Se lo llevó la trampa. Pero habemos ídolos y redentores. Y hay millones y millones quienes nos ponen en su tilma. Porque el Tepeyac sigue allí. Y sigue sin haber escuela que lo quite.’ Y así, en las mañaneras tamaleras, muerto de risa en su Quinta Tiznada, Andrés Manuel seguiría desmenuzando sus verdades, mientras sus queridos adversarios seguirían descojonándose de rabia en la creencia, también fanática y recalcitrante, de que él sigue de titiritero moviendo la muñeca que puso en lugar suyo en el Palacio Nacional y haciendo de las suyas en absolutamente todo el país, por medio de todos los lacayos que dejó para eso allá y aquí.

SM

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