
Signos
Pero es que, claro: si es un éxito de Trump o si es un éxito de Claudia o si es un éxito compartido, lo que importa es que es un éxito.
Si la colaboración real de hoy día entre los Gobiernos nacionales es más productiva que el soberanismo obradorista inhibidor del intervencionismo de Washington en favor del ‘narco’, por qué no celebrar que ocurre en lugar de descalificar o de aplaudir a cualquiera de los bandos ahora integrados con el mismo propósito anticrimen.
Y en casos específicos, como el de la extradición de los exjefes ‘zetas’ (los hermanos Treviño Morales, Zetas 40 y 42) que no fueron acusados nunca por la masacre de centenares de inocentes de Allende, Coahuila, y podían ser excarcelados de un momento a otro por delitos menores, se trata de un castigo, si no suficiente, por lo menos mucho más justo que el que tendrían en México.
De modo que sí: que el combate conjunto acordado contra el narcoterrorismo, con los laudos del lado que se quieran, es del todo bienvenido.
Y claro que es más favorable para México: acá se reducirían los niveles de violencia y los negocios y poderes fácticos y de influencia política y electoral de la industria del narcoterror. En Estados Unidos no habrá, en cambio, reducción ninguna de las adicciones. Descenderá, acaso, el sector fentanilero del consumo y la delincuencia, pero la creciente masividad adicta deberá encontrar fuentes alternas de suministro de sus vastas necesidades de opioides y alucinógenos producidas por las patologías morales, familiares y culturales de su hedonista e infeliz idiosincrasia imperial.
Ganan, en efecto, el sonoro narcisismo trumpista y el sereno liderazgo claudista en el rango que críticos y partidarios quieran. Pero, en definitiva, ganan la seguridad y los pueblos mexicanos que siempre han sido avasallados por la corrupción política y el poder asociado a ella de los grupos del narcoterror.
SM