
Signos
La política educativa de Morena no sólo no es mejor que la del PRI y el PAN. Es bastante peor. Y el sindicalismo magisterial de agitadores enemigos de las aulas y de toda civilidad negociadora de los derechos gremiales y de los destinatarios de la enseñanza pública es hoy más dueño que nunca de las calles y la plazas del país.
Y no se trata de reprimir. Sino de conciliar derechos y obligaciones constitucionales que el Estado está obligado a respetar y hacer valer.
Se trata de alternativas y de compromisos; de indagar, acaso, entre las naciones más o menos civilizadas -si no se cuenta con soluciones propias, como se advierte-, acerca de cómo le hacen para evitar el caos, la parálisis y la inercia de la descomposición y el derrumbe del pilar más importante de una sociedad, que es el de la educación formal, el del conocimiento básico indispensable para la formación profesional de los individuos y para la gestación de una conciencia crítica y autogestiva que les permita un mejor destino personal y una mayor contribución al desarrollo nacional que inhiba la cultura de la corrupción, la descomposición moral, la violencia, la delincuencia política y la criminalidad organizada y común que hacen la vida corriente y sin ley que identifica a México.
SM