Chetumal, 8 de enero: Sufren discriminación, insultos, agresiones de grupos “rivales” y miedo por ser detenidos en cualquier momento por la Policía. Pero la posibilidad de ganarse 200 pesos en unas cuantas horas impulsa a decenas de jóvenes a invadir los principales cruceros de la capital para limpiar parabrisas.
De acuerdo a los reportes de la Policía Municipal de Othón P. Blanco, en el 2021 fueron presentados ante un juez calificador 87 limpiaparabrisas, por alterar el orden público al agredir automovilistas, pelearse entre ellos “por la plaza” o consumir drogas en calle.
La mayoría de estos detenidos son adolescentes con problemas graves de adicción. Aunque intentaron ser canalizados con sus familias, rechazaron regresar a su hogar debido a que escaparon por problemas familiares.
“Todo era un pedo en mi casa, mi mamá me gritaba por cualquier cosa, mi papá llegaba siempre encabronado solo buscando un pretexto para pegarme con el cable. Por eso me salí para jalar con la banda. Dormimos en una casita abandonada por la Adolfo López Mateos. No tenemos agua ni luz, pero al menos puedo estar tranquilo”, dice Joel Can Tun, quien desde hace un año sobrevive en las calles limpiando parabrisas.
Explica que si comienza a trabajar temprano, a las ocho de la mañana, para el mediodía ya juntó lo suficiente para “echarse unos tacos”. Con 50 pesos que coopere cada uno de su grupo, (otros jóvenes de 14 a 23 años) tienen para comprar varias botellas de alcohol de caña, que los mantiene ebrios durante toda la noche “para seguir la fiesta”.
No necesita cenar ni desayunar, pues dice que con una comida tiene más que suficiente. Los únicos problemas de los cuales debe preocuparse son que la policía se los lleve y pase unas cuantas horas en los separos.
“Pero eso es muy raro, solo sucede cuando nos ven muy pasados por el toque de la mañana, o cuando nos peleamos con los que vienen a robarnos el cruce”, detalla.
La psicóloga Paola Várguez Peraza señala que estos jóvenes son difíciles de rehabilitar, ya que no solo se trata de atenderlos a ellos, sino también a sus familias.
“No puedes rehabilitar a un joven en esta situación, para después reinsertarlo en sus hogares, si sus problemas provienen de su dinámica familiar por padres abusivos. Lo ideal sería también brindar atención a todos los integrantes, pero al ser la fuente del problema, siempre se niegan. Por eso se convierten en una espiral difícil de superar”, detalla la integrante del colegio de Psicólogos de Quintana Roo.
De acuerdo a los datos oficiales, más de mil 700 jóvenes viven en situación de calle tan solo en la capital del Estado.