Una cosa es el avasallamiento colonizador fundacional que derivó en el sincretismo cultural y el mestizaje racial que nos identifica como pueblo desde hace más de quinientos años (y del que no puede ser más que ingenuamente ridículo seguir pensando en inocentes y culpables, víctimas y victimarios, vencedores y vencidos, porque nuestras injusticias nacionales son sólo nuestras y proceden de todos los orígenes de sus autores), y otra cosa es que el Estado español siga imponiendo sus fueros imperiales y monárquicos al pueblo mexicano.
Defenderse del saqueo perpetrado por los Gobiernos nacionales corruptos y su sociedad con las empresas españolas corruptas, no pasa por acusar todos los días a España de esos males, sino de no saber hacer justicia en México contra los verdaderos culpables.
Acusar a España y, peor, a la Conquista, de la incompetencia y la perversidad nativas es exhibir un modo de ser que, a acaso sí, derive del colonialismo, pero de cuyas patologías hereditarias tendría que salvarnos nuestra evolución educativa y civilizatoria, no un Gobierno que reduzca la soberanía a una estupidez personalísima.
SM