Cancún y el Vellocino de Oro

El minotauro

Por Nicolás Durán de la Sierra

Si consideramos el número de aspirantes a su alcaldía y su variopinto jaez político, de seguro la de Benito Juárez antes que la “joya de la corona”, debe ser algo similar al Vellocino de Oro, el mítico trofeo griego que no sólo daba poder sino también grande fortuna a quien lo obtuviese. Así es fácil entender el denuedo con que una la defiende y los otros insisten en hacerse de ella.

Aunque por los tiempos oficiales aún no se tiene la lista concluyente, hace pocos días se sumó a la oferta nada menos que Roberto Palazuelos, actor con residencia en Cancún y quien ya no pretende una senaduría, sino la presidencia municipal del mayor centro turístico del país, más jugoso que un solemne escaño senatorial en el que se rodearía de señores que hablan cosas raras.

Sería interesante cuestionar al divo respecto de temas de género en su nueva versión, que de la tradicional ya sabemos por sus pláticas televisivas… Pero ese es otro tema. Volvamos a la marquesina política, en la que está también, hasta ahora, el futbolista Hugo Sánchez por Frente Amplio del PRI y el PAN, que como se ve no es tan amplio, pues el PRD apenas si pinta.

Con una exitosa carrera profesional y un perfil público de seriedad, el deportista sería un buen competidor a pesar de los colores que lleva, y junto con Palazuelos pulverizarían el voto en Cancún. Ana Patricia Peralta, edil con afán de reelección, aunque vista de guinda no la tiene fácil. Estas elecciones no serán día de campo para nadie, más allá de los likes de las redes sociales.

Si bien no en orden de posibilidades para la alcaldía, el rol lo cierra la senadora Marybel Villegas, con amplia base social a su favor pues por años ha hecho campaña por el cargo. No sobra decir que son tiempos electorales inusuales y hasta mediados de diciembre pueden darse sorpresas, que el vellocino dorado es gran trofeo, pero hasta aquí, por ahora, la marquesina.

Quedan dos apostillas, una va por el sendero de Jasón, el argonauta que ganara el vellocino, y al final murió solo y demente, pero eso sí muy rico -ejemplos sobran en Cancún- y la otra va por la vía de Marcelo Ebrard, peligroso volcán que a punto de estallar, solo produce fumarolas; salió como el enano del tapanco: con gran voz, pero con muy poca estampa.

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