Signos
¿Y no podrán producir los propios estadounidenses las astronómicas cantidades de sustancias adictivas y letales necesarias, como el fentanilo, para saciar la demanda incontinente de su masiva y expansiva población de zombis drogadictos y suicidas de todos los niveles y grupos sociales, en lugar de estar culpando y criminalizando a quienes les abastecen desde el extranjero y se ocupan de esa urgencia implacable suya que, ante su voracidad incontenible e irremediable y ante la falta de paliativos y soluciones del Estado más poderoso de la Tierra cuyas endemoniadas faenas imperiales y bélicas y de conquista y éxito hedonista y sin felicidad produce tan creciente población de consumidores insaciables de más y más enloquecedores y mortíferos alucinógenos que al parecer les sirven mucho más que vivir y morir sin ellos, y contra cuyas pulsiones obsesivas no son suficientes ni el alcohol ni los fármacos antidepresivos ni las terapias de choque ni ningunos otros antídotos capaces de paliarles la locura congénita de sus soledades infinitas y las más sicóticas violencias que pueblan, asimismo, igual que sus panteones de célebres intérpretes y glorias internacionales de ídolos y artistas de todos los géneros caídos de manera prematura bajo el peso demoledor de sus excesos y sus vicios, su producción más popular de historias criminales en todos los formatos y sobre hechos verdaderos y ficciones de inevitable procedencia de realidades más sangrientas e inverosímiles que las recreaciones mismas, cuya avalancha universal identifica a la sociedad más dominante y avasalladora de todos los tiempos por sus capacidades de guerra e impiedad genocida y de descubrimiento y avance civilizatorio en el otro extremo, pero también por los incomparables saldos autodestructivos, sus escalofriantes masacres internas, su racismo y su supremacismo inmoderados e invencibles, sus aberrantes flagelos anímicos, y la saña de su sádica y multitudinaria comunidad homicida para vengarse de la cruenta e incurable infelicidad a que la condena esa condición y esa cultura y esa genética de tan próspero como individualista e inhumano materialismo cuya peste abarrota los sórdidos ‘pabellones de la muerte’?
¿Por qué no se producen declaraciones multilaterales y conjuntas que señalen las patologías estadounidenses y su degradación orgánica originaria y su identidad de sociedad en crisis de insolvencia moral e institucional para enfrentar sus propios males y las catástrofes que su propia decadencia y su degradación espiritual producen en el mundo en tanto las mafias globales -como en su momento las propias de la Unión Americana se ocuparon, con nutridas matanzas de por medio, de abastecer el licor que la ansiedad alcohólica comunitaria no conseguía merced a la absurda ‘Ley de la prohibición’ con la que el Estado pretendía, de manera obligatoria, lograr la abstinencia de los millones de empedernidos borrachos ‘americanos’- saturan de violencia sus propios pueblos ingobernables y de corruptas autoridades y fallidas legislaciones para enriquecerse a costa de la prohibición que impide a los consumidores ‘americanos’ de fentanilo, del mismo modo que tuvieron que derogar la ley de la prohibición alcohólica de los veintes, matarse legalmente con eso y con cualquier veneno adictivo que les apetezca?
SM