Signos
La desvergüenza de las autoridades de Quintana Roo (votadas como parte de la causa de la regeneración moral y la transformación nacional) es mucho más grande que la intensidad de los devastadores fenómenos climáticos de la era del carbono y el calentamiento global. Si de por sí las zonas inundables y de suelos calcáreos tan permeables y tan frágiles y únicos en el planeta entero, como el Caribe mexicano, no debieran poblarse de manera tan abrumadora y tan desordenada -con usos de suelo y caóticas y masivas periferias y densidades inmobiliarias urbanas que sólo fomentan la contaminación freática y la bonanza de los gobernantes locales, obstruyendo, además, los cauces de desalojo de las acumulaciones de agua-, es un crimen no atender el mantenimiento y la limpieza de los drenajes y los sistemas de absorción, una prioridad mayúscula en todo tiempo, pero, sobre todo, en época de tempestades críticas y potenciales inundaciones. Eso testimonia que sufragar por Andrés Manuel, asumiendo que todos sus comparsas-candidatos verdemorenistas son él mismo en la boleta electoral, es una pésima elección, propia de una desgracia democrática del tamaño de las demoledoras tormentas de los tiempos. Si los recursos y los gastos de propaganda de las campañas electorales fuesen por lo menos proporcionales a la obra necesaria para evitar la desbordada magnitud de contingencias como la más reciente de la capital y el sur del Estado caribe, otra historia sería la vivida allí, no la del cinismo de la autoridad, que añade el desprecio y la condena moral a las consecuencias del mal tiempo.
SM