Vayamos con Trump en esto

Signos

Es evidente que el exterminio posible del crimen organizado en México serviría más a México que a Estados Unidos.

Las adicciones de los estadounidenses no se acabarán jamás. La sociedad estadounidense es una sociedad enferma y sus ansiedades asociadas al vicio son congénitas y culturales. Lo saben a ciencia cierta pero también es parte de su idiosincrasia la hipocresía de observar sus peores males como problemas menores de lo que, en contraste, es la potencia con las mayores innovaciones civilizatorias y contribuciones a la modernidad; patologías de un espíritu de conquista fraguado en los genocidios de todos los tiempos, las barbaries esclavistas y racistas, los saqueos imperialistas y las crueldades de la dominación financiera, y en todo eso que es más grande que sus gestas guerreras de liberación (o la de la Segunda Guerra Mundial, en realidad la única; las demás han sido intervencionistas), al cabo también cobradas con las mayores rentas e intereses, y que es más grande (lo oprobioso) que sus descubrimientos y sus inventos, y que sus reinos del espectáculo y sus creaciones universales, donde del vicio y la ruina moral más hondos e incomparables del mundo emanan asimismo prodigios de las mismas más grandes dimensiones del mundo, como lo mejor del rock o el jazz, inconcebibles sin los excesos imperiales de pueblo alguno sobre la Tierra, sin sus temeridades suicidas, sin sus dolencias y sus violencias anímicas, sin su infelicidad incurable y sus vacíos absolutos pese a las ganancias materiales más desorbitadas de nadie en la historia humana. No pudo ‘La prohibición’ de los treinta con el alcoholismo desbordado (parece mentira esa estupidez de querer atajar una descomposición social con un decreto) y debió abrogarse la ‘Ley seca’ en un territorio de beber a todas horas donde o la bebida era legal o se hacían cargo de abastecerla los grupos homicidas más peligrosos y desalmados del orbe. Y tampoco podrá la guerra contra las drogas acabar con el consumo de las mismas en ese territorio de alcohólicos y drogadictos donde tan bien se sabe que uno y otro y otros vicios letales no son sino parte inevitable de un ser espiritual incorregible y dispuesto a la autodestrucción y a todo. Y si no fuera por el vicio ‘americano’ de matar, también sin comparación en el mundo, tampoco sería tan poderosa la industria ‘americana’ de las armas. Y tampoco son tan imbéciles los ‘americanos’ como para culpar a los armeros de sus muertos a tiros y de sus incontables masacres como culpan a los fentanileros de los cadáveres de sus consumidores. No acabarán, pues, con su desmedida escoria drogadicta, exterminando narcos mexicanos.

Es evidente que esa guerra está perdida para los ‘americanos’. Pero no para los mexicanos, para quienes el problema no es el vicio, ni propio ni ajeno, sino la violencia y la inseguridad que producen el narcotráfico y sus negocios locales anexos. Y habría que aprovechar, con buen criterio y juicio diplomático, la necedad ‘americana’ de querer acabar con el mal propio resolviendo el del vecino. 

SM

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