A través de un video compartido por la Secretaría de Seguridad Pública de Quintana Roo, un reo relató su historia donde explica que hace tres años y dos meses entró a prisión porque asesinó a su esposa, tras encontrarse bajo los influjos del alcohol.
El hombre de identidad reservada, aseguró que el alcoholismo provocó en él cambios de actitud agresiva, pues con el paso del tiempo empezó a desconfiar de su pareja al grado de llegar a los golpes.
“Me trajo consecuencias no haber tenido un límite en el alcohol, abusé mucho del alcohol y ahí empezó la desconfianza, más que nada mi desconfianza”, reconoció el hombre.
Además, el recluso está consciente de que la bebida lo orilló a darle “una vida de lo peor” a su esposa, pues incluso tenían que empeñar sus escasos para poder comprar el alcohol y saciar su vicio; tras varios años en la cárcel, se ha dado cuenta que si no hubiera sido por eso, sus vidas hubieran sido diferentes.
“Aquí aprendo o estoy aprendiendo a valorar todo, principalmente mi vida. Si en estos momentos Dios me dijera ‘¿quisieras regresar el tiempo para regresar con tu esposa?’, yo le diría que sí”, finaliza el hombre.
Quintana Roo tiene la más alta tasa de agresiones contra las mujeres: 6 de cada 10 féminas han sufrido algún tipo de violencia, ya sea física o sexual. El 83% de sus agresores era algún familiar. En la mitad de los casos se trataba de su pareja.
Por esta razón es considerado un grupo vulnerable, y este tipo de agresiones se catalogan como violencia de género. Sin embargo, diversos estudios han revelado que la mayoría de la sociedad quintanarroense prefiere minimizar este problema, e incluso criminaliza a las víctimas, afirmando que las mujeres golpeadas “se lo merecían porque seguro eran infieles o no atendían a sus esposos”, o que “no merecen ser rescatadas porque luego vuelven con el marido”.
Sin embargo, la razón por la que 7 de cada 10 mujeres no presenta denuncia en contra de sus pareja, o 4 de cada 10 desiste de la querella, no tiene que ver con su apego emocional, sino que en realidad esto deriva de que viven con miedo.
Solamente el 3% de las denuncias por violencia familiar prosperan y terminan con la detención del agresor. En la gran mayoría de las ocasiones, la Fiscalía General del Estado desecha el expediente sin causa alguna, o no protege a la denunciante mientras se realizan las investigaciones, obligándola a volver a su hogar, donde vive con su victimario, mientras se realiza el juicio.
Por esta razón, ya sea bajo amenazas o por miedo, deciden no continuar con su queja.