Signos
El del Morena en Quintana Roo es un escándalo perfecto. Las premisas de la dignidad presidencial -‘no robar, no mentir, no traicionar- no se advierten entre los bandos -o las bandas- que se tirotean tras el botín del poder que se contiene en las elecciones locales del próximo año.
Andrés Manuel ha incrementado los valores de ese botín político en disputa (sobre todo en el abatido sur de la entidad) con el anuncio de la conversión de Chetumal en ‘zona libre’ (con todo lo que ella implica en términos arancelarios y demás beneficios fiscales y económicos, en un Municipio y en un entorno fronterizo que la autoridad de su partido ha contribuido tanto a derruir, y en donde cualquier candidato, por igual que sea -porque peores ya no puede haber, aunque nunca parece terminar de conocerse la hondura de los infiernos-, al amparo de la chistera de donde se ha sacado estratégicamente ese conejo, y de la fanática e invencible popularidad presidencial, puede ganar en las Legislaturas y en el Ayuntamiento).
Sobran quienes colmen al presidente de todos los sofísticos defectos que crean que pueden asumirse más allá de ellos como verdades absolutas, pero es casi imposible no reconocer la eficacia de su oportunismo político asociado a ventajas sociales incuestionables de su mandato (bajos impuestos, paridad cambiaria inmejorable y precios de combustibles replicados en los de otros bienes y servicios básicos a la baja, entre otros), lo que está elevando, en medio de la crisis de la pandemia en que zozobran tantos liderazgos en el mundo, su influencia y su rentabilidad electoral, como recurso decisivo de las potenciales candidaturas de su partido.
Y he aquí donde, como dice la voz popular, ‘la puerca tuerce el rabo’. Porque, de repetirse el fenómeno de los comicios generales del 2018 -en donde tantos advenedizos de poca monta y perniciosa trayectoria ganaron Gobiernos, curules, regidurías y demás cargos de representación o administración pública al contagio del éxito de Andrés Manuel- seguiremos lamentando triunfalismos tan espurios y mandatos tan iguales o tan peores a los más malos del PRI, como los que gozan ahora de tanta impunidad en el Congreso local y en los Municipios morenistas, con el complemento patético de los ganapanes verdes asociados con ellos.
¿Algo mejor, de esa sociedad del crimen, para reemplazar a Otoniel Segovia en el Municipio de la capital del Estado, o a Laura Beristáin en Solidaridad, o a Laura Fernández en Puerto Morelos, o a Mara Lezama en Benito Juárez? (¿Hay distinciones de género para la incompetencia y el atraco?; ¿la paridad está favoreciendo los equilibrios éticos?) ¿Algo mejor en términos de lo que sirve?: ¿de aportaciones legislativas, representativas o sociales probadas y palpables, y contrarias, por supuesto, al mero arribismo político y a la mera destreza protagónica de la canalla de siempre para ascender en el escalafón mercenario de los elegidos merced a sus complicidades?
¿De qué valdrían las buenas obras de Andrés Manuel en el país, si el poder de su popularidad sirve en Quintana Roo, por ejemplo, para elegir sólo entre opciones como Marybel Villegas o la actual munícipe, Mara Lezama, para el Municipio cancunense (o lo que significa elegir entre una heredera del borgismo carcelario y otra cuya mejor obra es la de convertir una parte del patrimonio municipal en propiedad personal, como igual hace la verde Fernández Piña en Puerto Morelos y que, además de eso, quiere incrementar la legión de la sociedad Verde-Morena en el Congreso de la Unión, postulándose como candidata a diputada federal tras dos períodos de lucrativa gestión como alcaldesa de una de las demarcaciones turísticas más utilitarias del país, como son los Municipios de la Riviera Maya para quienes se sirvan despacharse con ellos)?
Hoy día, la fuerza popular del mandato de López Obrador anuncia, para Quintana Roo, por tanto, dos noticias encontradas de alto potencial. La buena sería la ‘zona libre’ de Chetumal y los posibles beneficios del Tren Maya, y, la mala, lo malo conocido que puede derivar en lo peor por conocer.
SM