El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
En los días por venir, tras el aval del tribunal federal, el instituto electoral estatal deberá notificar a los poderes Ejecutivo y Legislativo de Quintana Roo y a las Alcaldías de Isla Mujeres, Cancún y Puerto Morelos que la pasada consulta para retirar la concesión a Aguakan es efectiva y que, por ello, deben obrar en consecuencia e iniciar el proceso de liquidación de esta.
Todo suena bien para los que votaron por la salida de la empresa, y se podrían hasta imaginar frases como “el agua es nuestra” en diarios y portales, pero la realidad es otra. El regreso de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado a la zona, siendo optimistas, se ve lejano. El pleito legal no sería nada fácil, pues se habla de una indemnización a Aguakan de 13 mil millones de pesos.
No se va aquí a favor de la empresa, no, que sus abusos han sido muchos y que abundan las irregularidades, según dictamen senatorial, pero algunas precisiones se deben hacer. Por ejemplo el que las alzas en el costo del servicio no las fija Aguakan, sino los legisladores y eso no se ha ventilado lo suficiente; los cabilderos de la empresa hacen su trabajo y los diputados se pliegan.
En el discurso oficial, la comisión de agua del Estado se dice lista para operar las plantas y que se usarían las mismas redes de distribución, pero luego de 23 años de estar fuera de la zona, ello suena aventurado. Dado el caso, quizá lo mejor fuera una transferencia gradual, se pero eso es ilusorio. El servicio del agua es una mina de oro y las minas no se ceden sin pelear.
La consulta pública fue adversa a Aguakan en tres de los municipios norteños, y queda a los diputados de la próxima legislatura y a Mara Lezama, la gobernadora en puerta, responder a la demanda. Antes que una “papa caliente”, la revocación de tal concesión, recuerda el aforismo aquel de la rifa del tigre… Ya se ganó, sí, y ahora… ¿Qué hacemos con el tigre?