QUEBEC.- “Desgraciadamente, para nosotros, Cuba se acabó. Estoy seguro de que el mundo está lleno de sitios muy bonitos que ver”. Así se expresa Christian Maître, canadiense de la ciudad de Shawinigan, en la provincia de Quebec, en una entrevista a la emisora de radio Ici. Sus vacaciones en la Isla estaban a punto de terminar cuando, un día antes del regreso, previsto para el 4 de abril, su esposa sufrió un repentino dolor abdominal que lo cambió todo.
Caroline Tétrault había perdido a su madre a mediados de marzo, víctima del cáncer. Toda la familia tenía previsto a finales de ese mes un viaje a Cuba que decidió mantener, expresamente, en homenaje a la mujer. En total, 22 personas que disfrutaron sin mayores inconvenientes que la escasez de algunos alimentos. Hasta que el 3 de abril, Caroline comenzó a quejarse de un fuerte dolor abdominal al que, inicialmente, restaron importancia.
El reposo no conseguía calmar el malestar, por lo que avisaron al médico del hotel, que los derivó a un “pequeño hospital” en Cayo Santa María. El diagnóstico fue muy rápido: en 10 minutos se decidió su traslado a Santa Clara, donde debía ser operada de apendicitis.
“El viaje en ambulancia fue muy desagradable, porque sentía un dolor insoportable y la incomodidad era total”, indica Maître en declaraciones a Le Nouvelliste. Pero la llegada no fue mucho mejor. Los turistas no han revelado el hospital al que fueron conducidos, pero por los vídeos que han tomado en el interior, todo indica que se trata del Arnaldo Milián, también conocido como hospital nuevo por los santaclareños, que acuden allí a realizarse algunos exámenes y análisis, por ser el más grande y con más recursos de la provincia.
Para los canadienses, en cambio, la impresión fue demoledora. El lugar parecía en desuso y sin luz, señalan. “Finalmente llegamos a un pasillo iluminado, pero se escuchaba el ruido de fondo de un generador, había perros, parecía el escenario de una película de terror, pero con médicos en bata blanca”, afirma Maître.
“Al entrar al quirófano, en el pasillo, me dijo que el techo estaba como arrancado, incluso cerró los ojos pensando en evitar que le cayera encima. Cuando le solté la mano, creí que la estaba viendo viva por última vez”, dice emocionado.
No tiene, por el contrario, una mala palabra hacia la atención médica. “El médico trató de tranquilizarme sobre el procedimiento, me dijo: ‘Aquí no tenemos la infraestructura, no tenemos los recursos, pero tenemos buen personal’. Y eso es 100% cierto. Salvaron la vida de mi esposa –que tenía una peritonitis al haber explotado el apéndice–, así que no podría decir lo contrario”, dice rotundo. A Caroline le sacaron un litro de líquido infeccioso.
Pasado el trance, las cosas no iban a mejorar. En ese momento se encontraron con la falta de alimentos para seguir la dieta recomendada a la paciente, que el hospital tampoco podía facilitarle. El propio Maître revela que tuvo que salir a la calle a comprar jugos y helados para su pareja, no sin dificultades para hallar efectivo, pues en el mercado negro no aceptaban sus tarjetas ni la moneda de la que disponía.
Aunque no lo indica, al costado del hospital hay una extensión de la candonga de Los Flamboyanes –varias cuadras más abajo– en la que compran alimentos a los médicos y familiares que que buscan la dieta recetada a los pacientes ingresados y donde es probable que tuviera que acudir.
Con el alta, no mejoraron las cosas, ya que entonces tuvo que comprar los antibióticos, también inexistentes y en el mercado negro. “Algunas conocidas que iban a Santa María, también de vacaciones, pudieron traer medicinas desde Quebec. También fuimos a otro resort para conseguir más apósitos y dólares. Además, tres personas de Quebec nos enviaron cosas personales. Por suerte tuve ayuda externa”, reconoce Maître, quien admite que sin ello hubiera sido imposible pasar esos días.
Maître y Tétrault, ya en casa, se recuperan de la dolencia, el susto y el estrés. Aún deben pagar entre 1.000 y 5.000 dólares, una vez que diriman asuntos pendientes con el seguro, pero no recomiendan a nadie que viaje a Cuba.
El caso coincide en el tiempo con el de Faraj Allah Jarjour, el sirio que residía en Canadá y falleció el 22 de marzo de un infarto mientras vacacionaba en Cuba, sin que haya aparecido su cuerpo, ya que la familia recibió el de otra persona. Por este asunto ha pedido disculpas el Gobierno cubano, que sigue sin dar explicaciones ni saber dónde está el cadáver.
Fuente: 14yMedio