Signos
Por Salvador Montenegro
“Violencia política en razón de género” es la ‘definición’ ridícula de un delito electoral tan absurdo, que sólo lo es por la subjetividad de los descerebrados que decidieron que lo fuera.
Su concepción y su sanción son contrarios a todo principio de equidad y de justicia que debe contenerse en el espíritu constitucional, cuya legislación debe ser clara, objetiva, genérica e inclusiva de la totalidad de los individuos y de sus derechos.
En principio, la condición de género es excluyente y el macho no califica como víctima posible. Y la llamada “violencia política” es por demás ambigua y termina siendo tan arbitraria como la frontera inexplicable que decidan determinar los dueños de tan insensatos veredictos, en procesos competitivos que dependen de las libertades expresivas de los contendientes.
Mientras no se reformen dichas ocurrencias procesales ociosas y pretenciosas, los árbitros institucionales de estas causas, atenidos a criterios personales prudentes y sensatos, debieran fallar en contra de toda demanda sustentada en tales ‘razones politicas de género’, por oportunistas, veleidosas y dolosas que son todas ellas.
SM