Signos
No hay opinión pública. No hay un sector mediático influyente. El ejercicio informativo y editorial no tiene destinatarios masivos (ni el crítico ni el cooptado). La autoridad tampoco tiene nada qué comunicar, porque no hay voces representativas de la sociedad o una sociedad civil que la obliguen a cumplir con sus deberes públicos y a rendir cuentas de ellos. Tampoco hay alternativas opositoras. Los procesos electorales son un baldío que termina conduciendo al empeorado círculo vicioso de la reproducción de lo mismo.
La entidad caribe es la del conglomerado más heterogéneo y menos cohesionado del país; la de las mayores y más diversas inmigraciones setenteras hacia los ámbitos rurales y las de cada día de siempre hacia las marginalidades de las urbes turísticas (donde con ellas se multiplica el delito, el suicidio y todas las patologías de la indigencia), y la de algunos de los núcleos indígenas lo mismo más tradicionales que menos evangelizados. Es de polaridades extremas, de alta desigualdad social y regional, de sumo precarismo en torno de la única industria y fuente de empleo posible que es el turismo del norte de la entidad, y de fuerte desconexión idiosincrática y cultural entre sus tres zonas geográficas y de identidad (Norte, Centro y Sur) y el tipo de poblaciones que la habitan con su pluralidad de cultos, creencias y hábitos (maya, urbana nativa sureña, rural de diversa procedencia colonizadora, urbana inmigrante colonizadora del norte turístico, inmigrante trabajadora temporal, etcétera). Y en esa dispersión y falta de coagulación y de unidad, la hegemonía política nativa ha ido siendo desplazada no por un ‘mestizaje’ honroso y más productivo y meritorio capaz de remontar las diferencias y de alentar esa unidad y de contener las tragedias estructurales del caos, la asimetría, la descomposición urbana, el desbordamiento demográfico, la falta de regulaciones ambientales y el derrumbe de una sustentabilidad vital en un entorno silvestre de alta vulnerabilidad biótica y de los más susceptibles del planeta a la expansión inversora, a la brutalidad inmobiliaria y a la canalla de la codicia política y empresarial, no: la hegemonía política nativa ha sido desplazada por una ralea de advenedizos y de piratas oportunistas arribados cual sargazo a las playas vírgenes, y de pronto convertidos en gobernantes y personajes de poder y representación democrática en todos los ámbitos institucionales, y que para lo único que sirven en tal entorno de dispersión de lo que debiera ser la opinión pública como expresión del mandato ciudadano, es para lucrar entre la anarquía y la indiferencia y el desinterés, y para ser, por tanto, factores cada vez más poderosos del deterioro de una entidad que de ser la más pródiga en recursos naturales para un desarrollo económico de alto ingreso turístico que bien pudo equilibrarse con el fomento de otros sectores y el impulso de todas sus regiones, está más atrapada que nunca entre los viejos y los nuevos factores de la falta de compromiso con las potencialidades de su prosperidad, atenazada por la corrupción, violentada por la falta de nociones para atender los males del crecimiento turístico originario, y agotada, en fin, por la más elemental falta de oficio, de juicio y de liderazgo de cada vez más adelantados y mediocres jefes políticos sin trayectorias ni valores de ninguna especie, que con toda la legitimidad electoral de una democracia sin solidez ciudadana y con toda la permisividad de la insolvencia crítica de la comunicación social y de la oposición política y mediática, sólo están para robar, blasfemar, y empeorar los lugares en que medran y que tanto violentan con ellos y gracias a ellos los sicarios y demás depredadores de las bandas del crimen organizado.
SM