El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
La noticia más importante de los últimos meses es, sin duda, la compra de la refinería Deer Park en Texas, por parte de Petróleos Mexicanos, adquisición que junto con la planta de Dos Bocas, en Tabasco, nos permitirá en un par de años la autosuficiencia de diésel y gasolinas, con lo que se estabilizará el precio de estos productos, con positivos corolarios económicos.
La compra de la refinería no sólo es importante por sus efectos económicos, sino también porque fortalece la soberanía del país, una soberanía pisoteada una y otra vez en los Gobiernos de Felipe Calderón y de Peña Nieto, por citar los dos últimos descalabros; una soberanía a la que había de recatar para seguir teniendo un proyecto de Nación, para poder hablar de un país soberano.
El orgullo nacional es el que fragua la edificación de un país, es el que le hace salir adelante hasta en los peores momentos, y ese orgullo es el que se ahora está siendo rescatado. Hubo momentos en los citados sexenios que ser mexicano, en el contexto mundial, daba vergüenza, y de ello menudean las anécdotas. Hoy, por fortuna, la situación es muy diferente.
En este contexto, las censuras de la oposición al nuevo Gobierno, sus opiniones que buscan hacer creer que la refinería de Houston era chatarra; sus resentidas voces perfilan su baja estatura moral. La refinería costó casi 600 millones de dólares… ¿Por qué no la compraron los Gobiernos anteriores? Porque compraban la gasolina en el exterior y cobraban dividendos en México.
La adquisición de la refinería de Houston sin tener que endeudar al país, perversa táctica de antaño en la que los operadores políticos hacían fortunas; la compra coordinada por Octavio Romero Oropeza, el director de Petróleos Mexicanos, es ejemplo de que las cosas se pueden hacer con pulcritud. México ya cambió, aunque todavía existen peligrosos resabios que sortear.