Signos
Los cristeros militantes de hoy son residuos genéticos del fanatismo patológico más vergonzoso de la cultura mexicana.
Son la herencia mísera de las vocaciones inquisitoriales y del sadismo evangelizador del Santo Oficio al servicio de las heráldicas esclavistas del colonialismo.
Su raigambre popular es lastimosa: los serviles desarrapados defendiendo con su sangre los privilegios de sus amos, impuestos sobre la ignorancia con el fuego perverso del prejuicio.
Sus liderazgos eclesiales y aristocráticos históricos siempre han sido violentos y asesinos, y han estado detrás de turbas analfabetas y suicidas.
Por suerte, desde los tiempos de la reforma juarista, el laicismo los ha condenado a la marginalidad política, educativa y aun religiosa; una marginalidad, sin embargo, que ha producido confrontaciones facciosas e incendios sociales.
Los cristeros fascistas de hoy son una caricatura; oprobiosa, pero caricatura al fin. Exhiben ese lado oscuro de la histérica historia nacional que no ha terminado de ser extinguido de la cultura y de la realidad mexicanas -un lunar envenenado-, porque la idiosincrasia y las arraigadas tradiciones de la corrupción pública han impedido un desarrollo educativo general y una conciencia crítica generacional, que posibiliten e institucionalicen una democracia moderna, civilizada y verdadera, capaz de exterminar tales fantasmas de la ignorancia perpetua en la que medra la más rabiosa y sectaria oligarquía confesional.
Pero el peligro no son ellos, los desquiciados extremistas proclives al golpismo. El peligro son los sectores de la corrupción empresarial y política del potencial aliancismo panista, priista, perredista y de otra perdularia militancia, que, bajo un liderazgo astuto, inescrupuloso y sedicioso pueda sumarlas a una conjura de peligrosa inestabilidad política.
Las oligarquías mexicanas no han dejado de ser muy poderosas, siguen sin padecer cárcel ni castigo, y nunca habían sido desplazadas del poder del Estado ni tan humilladas como desde los últimos comicios presidenciales. Su historia de apropiación del Estado y de los patrimonios nacionales es de una codicia rupestre incontrastable en el mundo civilizado. Y sus posibilidades de unificación y resurgimiento pueden ser letales, aunque, si bien, todavía remotas.
Sin escolaridad eficiente, civilidad suficiente e institucionalización democrática emergente, seguirán allí, pastoreando intereses a lomo de analfabetos y canallas.
SM